Al lado del Avia a su paso por Leiro, y a pocos metros de la antigua sede de la Cooperativa del Ribeiro, la ‘pequeña’ bodega de Xulia Mar Bande Pivida, como ella misma habla de ella, sirve a modo de bastión por la recuperación y la diferenciación del vino de O Ribeiro. Xulia lleva toda una vida abriéndose camino entre las cepas y en el mundo del vino. Autodidacta y emprendedora, Xulia comenzó hace más de 30 años y ahora tiene un proyecto consolidado y cargado de identidad.
Su abuelo, que era arriero, fue quien despertó esa curiosidad por la viticultura en ella. El propio nombre de sus vinos, Son de Arrieiro, es un reconocimiento a ese legado familiar. Los vinos de esta colleiteira son una apuesta continua por combinar tradición con innovación.
Mantener aquellas variedades tradicionales con las que trabajaba su abuelo la llevó a recuperar castas casi desaparecidas. En un tiempo en el que los vinos del Ribeiro sólo podían ser de año, Xulia sólo elaboraba vinos de guarda. Ahora vuelve a romper con convencionalismos y tiene en el mercado un rosado de esta zona, aunque sin el amparo de la Denominación de Origen (DO).
Xulia es de las que disfruta en el viñedo y en la bodega, para quien trabajar en esto ‘excepto cuando una helada o el granizo te lleva todo’ es un gusto y no una obligación. En su bodega y tras atender una visita, conocemos más en detalle su manera de trabajar y sus elaboraciones.
-¿Cómo comenzaste en el mundo de las viñas?
-Fue cuando mi abuelo, que era un gran apasionado de las viñas, comenzó a tener dificultades para mantener el viñedo. Yo quise echarle una mano con el cuidado de las cepas, pero no tenía mucho tiempo y tampoco encontré nadie que hiciese el trabajo. Esto, junto con el hecho de que ya me gustaban las viñas, hizo que me decidiera montar una empresa de servicios para trabajar en los viñedos. Comencé con unos amigos que estaban sin trabajo y al poco tiempo ya tenía 25 empleados repartidos por toda Galicia y el norte de Portugal.
Realmente con el vino empecé ya en aquel momento, va a hacer 32 años. Tras la muerte de mi abuelo, durante unos años tuve que dejar aparcadas un poco sus viñas, porque no daba abasto, ya que estaba empezando con la empresa y teníamos mucho trabajo. Pero en cuanto pude ya retomé los cuidados del viñedo y me propuse también mantener aquellas variedades que trabajaba mi abuelo y que no se veían ya por ningún lado y que a mí me resultaban muy interesantes.
-Y con la bodega, ¿cuándo diste el paso? ¿Por qué te decidiste?
-Mi abuelo, que era arriero, además hacía un vino bárbaro y yo no encontraba ese tipo de uva en ningún sitio, por lo que decidí recuperar sus viñas y comenzar a plantar. Al principio lo hice con la idea de vender la uva, pero con el tiempo decidí probar a elaborar mi propio vino. En su momento no aproveché la sabiduría de mi abuelo y luego tuve que aprenderlo por mi cuenta. El primer año que hice vino haría unos 2.000 litros, que vendí a granel y el resto de las uvas las vendía directamente. Estuve así unos 10 años. En la campaña del 2015 fue cuando me decidí a sacar mi primer vino etiquetado como Son de Arrieiro. Era una manera de no tener que vender las uvas y poder apostar por los tintos, en un momento en el que todo el mundo seguía diciendo que el Ribeiro era sólo de blancos, algo que ya ha ido cambiando. La sorpresa vino cuando lo presentamos a los Premios de Galicia en ese mismo año y resultó el mejor tinto de Galicia. Eso me hizo pensar que igual no lo estaba haciendo muy mal y tomarlo más en serio. Hicimos una reforma en la bodega para incorporar un equipo de frío y seguir trabajando en los vinos que buscaba.
-Tenías claro que tipo de vino querías elaborar cuando comenzaste como colleiteira. ¿Has logrado ya dar con la receta de tu abuelo?
-Yo tenía un vino en la cabeza y creo que aun no he llegado a él. Sabía qué uvas empleaba mi abuelo, pero no las proporciones y tuve que trabajar mucho en eso. Yo soy autodidacta y tuve que trabajar mucho porque no tenía conocimientos sobre la elaboración del vino.
«Tengo algún vino fuera de la DO porque está elaborado con variedades autóctonas que por desgracia aun no están amparadas por el Consejo Regulador, pese a ser de esta zona»
– ¿Con qué variedades trabajas?
-Ahora mismo tengo un poco de todo. De hecho, incluso tengo algún vino fuera de la DO porque está elaborado con variedades autóctonas que por desgracia aun no están amparadas por el Consejo Regulador, pese a ser de esta zona. En tinto tengo Carabuñeira, que es una variedad que muy poca gente conoce, Espadeiro (de la que hay muy poca) Raposeira y Ferrón. En blancos trabajo con Albilla del Avia o Lado, entre las variedades más desconocidas. Luego tengo Sousón, Caíño, Brancellao, Treixadura o Godello.
-¿Por qué te decidiste a apostar por ellas? ¿Qué te resulta atractivo de estas variedades?
-Comencé a interesarme por ellas un poco por recuperar el patrimonio que teníamos. Son variedades muy delicadas y que fueron cayendo en desuso por ser menos productivas. Un año tienes cosecha y otro puede que casi no tengas nada. Muchos dejaron de tener estas variedades porque no se lograban grandes cantidades de uva cuando, en pleno auge del Ribeiro, las grandes bodegas sólo buscaban tener kilos de uva. Se fomentó que mucha gente injertase estas variedades y fue una lástima porque muchas de ellas son resistentes incluso a enfermedades como la filoxera. Además, estaban adaptadas a las condiciones de aquí. Para mí lo realmente interesante de estas variedades es que son uvas de mucha calidad y eso es lo que te permite elaborar un vino diferenciado.
-¿Cómo está resultando el proceso de recuperar estas variedades?
-Tengo la suerte que al tener la empresa de servicios recorro mucho viñedo y siempre encuentras plantas interesantes. Incluso he llevado a la Evega plantas para que las identifiquen porque no éramos capaces de saber qué casta era. Tienes que andar buscando por plantas en viñas muy viejas, como algunas de las que tengo que tienen más de 80 años. De ahí vas aprovechando algún testigo para poder ir injertando. Lo malo es que antes no plantaban con criterio. Si se secaba una planta podían plantar una cepa tinta en medio de una parcela de blanco. Así, ahora resulta más difícil hacerte con ellas. Es una labor importante, pero que ya estoy haciendo para los que vienen detrás, realmente yo poco provecho le voy a sacar.
-¿Qué superficie manejas?
-Mías tengo sobre unas 3 hectáreas. Ha sido muy difícil llegar a tener esta superficie. Partíamos de 3.000 metros heredados de mi abuelo y mis tíos. Para juntar esta tierra tuvimos que comprar 178 parcelas, muchas de ellas de propietarios que estaban emigrados. Esto retrasó muchos años el proyecto. Luego tengo también sobre 8.000 metros cuadrados de viñedos alquilados. Son viñedos muy viejos, normalmente con accesos complicados y que no se pueden mecanizar.
«Hago coupage de variedades y de zonas porque cada casta se comporta de distinta manera dependiendo del sitio y da un vino muy diferente»
-¿Dónde tienes estas viñas?
-Hago coupage de variedades, pero también hago coupage de zonas. Así, tengo viñas en las tres subzonas más marcadas del Ribeiro, ya que si algo he aprendido en estos años con la empresa de servicios es que cada variedad se comporta de distinta manera en cada zona y da un vino muy diferente. Para mí es muy interesante tener un poco de todos los suelos, así tenemos zonas de cuarzo, de granito, de esquistos…
-¿Has pensado incrementar la producción?
-Soy más de hacer un producto diferenciado que de apostar por grandes cantidades. Además, lo que plante ahora voy a tener que esperar unos 8 o 10 años para poder elaborar con esas uvas y ya me pillaría con 68 años… Sí es verdad que sigo cogiendo fincas que me resultan interesantes, de gente que se va jubilando y que tienen variedades de las que no tengo.
«Al día siguiente de recoger las uvas entra un rebaño de ovejas en el viñedo que ya se encargan de desbrozar y del abonado»
-¿Qué manejo haces del viñedo?
-Nosotros hacemos vinos naturales, apostando por la mínima intervención, aunque no estamos en ecológico. Aquí es bastante sencillo hacer un vino ecológico en bodega, pero en la viña es prácticamente imposible, según me ha demostrado la experiencia. Digamos que hago una viticultura ecológica con sentido común, ya que no me puedo permitir el lujo de perder toda la cosecha, puesto que vivo de esto. Hacemos muy poca intervención, de hecho no aplicamos ningún herbicida. Tenemos un manto verde todo el año, con vegetación espontánea, ya que lo que nazca en cada sitio te indica las carencias de la tierra con el manejo que estás haciendo y te guía un poco sobre lo que tienes que hacer. Damos mucha desbrozadora de mochila, cuando hay mucha vegetación. Al día siguiente de coger las uvas entra un rebaño de ovejas en el viñedo que se encargan del desbroce y abonado y echan allí 6 meses. Como vamos a producciones bajas, de 1,2 kilos por planta aproximadamente, nos llega con este abonado sin más aporte. Tampoco empleamos insecticidas, ni acaricidas o productos sistémicos.
-¿Estás ti sola en la bodega o cuentas con colaboración?
-Cuento con Benigno Freijedo, mi pareja y la mitad imprescindible de este proyecto. Yo son más la que matina en las elaboraciones, pero él se encarga del cuidado en gran medida del cuidado de las venías y de echar una mano en la bodega.
-Ya en la bodega, ¿mimas especialmente algún proceso en la elaboración del vino?
-En la bodega, cada vino tiene su fermentación y sus tiempos y temperaturas, pero no puedes hacer mucho más para diferenciarte. Lo único que puedes hacer para buscar un vino diferenciado es traer un producto diferente a la bodega para que le aporte matices. Luego, las mezclas son horas de estar probando combinaciones que se me van ocurriendo y viendo si funcionan o no. También es verdad que todo lo que he hecho hasta el momento no hubo nada que no haya sacado al mercado.
-¿Cómo son los vinos que elaboras?
-Son vinos naturales y diferentes, al menos esa es la pretensión. Buscamos que sorprendan al consumidor, por eso optamos por las variedades diferenciadas y distintas zonas, ya que ahora mismo hay mucha gente haciendo muy buen vino.
-¿Cuántos vinos comercializas en estos momentos?
-Tenemos seis vinos en el mercado. Me gusta experimentar y voy sacando distintas elaboraciones. Todos ellos son vinos de guarda, que al menos pasan dos años en la bodega antes de salir al mercado. Los vinos con los que comencé Son de Arrieiro, blanco y tinto, son vinos que están cuando menos un año en depósito y otro en la botella. Tenemos Son de Arrieiro sobre lías, que está 15 meses en crianza de lías y que sale de la bodega como mínimo con 3 el 4 años. Luego tenemos Son de Arrieiro añadas (blanco y tinto), una elaboración de 6 años en bodega, un coupage de 3 o 4 cosechas, dependiendo de las características de cada una de ellas. Al ser vinos naturales, dependiendo de cómo sea el año va a determinar mucho el resultado, por lo que yo intento jugar con lo que me aporta cada una de ellas. Además, tienen un paso muy ligero por madera. El año pasado por primera vez hice un rosado, aunque está fuera de la DO, porque como dicen: ‘es algo que nunca se ha hecho aquí’. Yo soy de las que digo que alguien debe ser el primero… La verdad es que encantó y tengo ya el otro listo para sacarlo y esperando que tenga el mismo éxito. A este le he puesto A argalllada de Xulia, precisamente por no tener la DO y se lo dedico así al Consejo Regulador para ver si abren el abanico y nos dejan crecer, ya que también es necesario.
-¿Alguna novedad más en la que estés inmersa?
-Estamos trabajando con un monovarietal que por el momento apunta muy bien, aunque no me quiero adelantar ni dar más detalles por el momento.
«Todos mis vinos son de guarda. Me parece muy interesante cómo evolucionan los vinos del Ribeiro y creo que se pierde mucho vendiéndolos pronto»
-En una tierra como el Ribeiro, ¿cómo resultó apostar por vinos de guarda?
-Fue una de las cosas que la gente no entendía al principio, sobre todo los viticultores del Ribeiro. Me decían que el Ribeiro es un vino para beber en el año, que sino se estropea. Ahora eso ha ido cambiando y la tendencia es a ir esperando para venderlos y no perder en el camino todo lo que pueden aportar estos vinos. Me parece muy interesante cómo evolucionan y creo que se pierde mucho vendiéndolos muy pronto.
-¿Cómo ves el Ribeiro en la actualidad?
-O Ribeiro está en un muy buen momento, si lo sabemos aprovechar creo que va a ser muy interesante. Se están elaborando vinos de muy buena calidad y eso se nota en el mercado nacional e internacional, ya que cada vez viene más gente para ver si es verdad lo que contamos. Estamos despertando el interés fuera, se nota que la gente viene buscando el Ribeiro. Se hay relevo generacional, que es el problema más grave que tenemos, esto puede llegar la muy buen puerto, porque el Ribeiro acaba de renacer.
-¿En qué mercados tienen presencia tus vinos?
-El nuestro es un vino que se comercializa para restauración y en tiendas gourmet. Vendemos mucho en Galicia y en Asturias. Tenemos mucho en A Coruña y Lugo y también vendo bastante en Ourense, aunque ha sido donde más tarde entré y donde más me ha costado. Lo hice con un pequeño distribuidor de O Porriño, que está trabajando muy bien, ya que se interesó desde el primer día por conocer el producto.
-¿Te interesa el mercado internacional?
-Ahora estamos muy centrados en eso, ya que es donde más valoran económicamente los vinos que hacemos. Es una manera de hacer viable el proyecto y afianzarse en el mercado. Estamos en Holanda, Inglaterra y Canadá. Esta misma semana cerré una venta con unos escoceses a los que le encantó nuestro vino tras estar en la bodega y probando elaboraciones en la zona.
-También has tenido ya contactos con el mercado asiático…
-Teníamos un contrato cerrado por 5 años para comercializar buena parte de la producción, pero el Covid-19 lo retrasó todo, ya que para ellos es un vino nuevo que aún tienen que dar a conocer al mercado.
«Estuvimos más de un año sin vender una botella de vino. Al abrir de nuevo la hostelería, en 2 meses lo vendimos todo»
-¿Hubo otros inconvenientes por el coronavirus?
-El Covid-19 nos frenó en todo, excepto en la viña donde tuvimos que seguir trabajando. Estuvimos más de un año sin vender ni una botella de vino, al cerrarnos la hostelería. Además, me pilló con la página web a medio hacer. Al abrir de nuevo la hostelería, en 2 meses lo vendimos todo hasta quedar sin vino preparado para sacar al mercado. No fue solo que no se vendiera el vino, ahora tenemos dificultades para encontrar desde botellas, hasta etiquetas o corchos. Así tengo el vino del 2020 aún todo en depósito.
-¿Cambiaron también las visitas a la bodega por la pandemia?
-El Covid-19 hizo que mucha gente se acercara por primera vez a la bodega, ya que era una alternativa de ocio segura. Nosotros reducimos mucho el aforo de la visita, con un máximo de seis personas cuando antes llegamos a tener visitas de más de un centenar. El poco vino que sacamos en la pandemia fue así, con las visitas de la bodega. Nos ayudó a salir del paso y nos dio la oportunidad de enseñarle nuestro trabajo y historia a gente que no habría venido en otras circunstancias. Vino mucha gente joven. Hicimos cultura del vino, que es uno de los retos del sector.
-Acabas de recibir el premio Una vida entre Vides del Consejo Regulador de la DO Ribeiro. ¿Qué significa para ti este galardón?
-Es el premio que más ilusión me ha hecho, porque nunca pensé que pudiese optar a él. Cuando me llamaron por teléfono para decírmelo no se lo creí. Comencé a creerlo cuando lo ví publicado nos medios. No podía creer que me dieran un premio de esta importancia a mí, que tengo 53 años, cuando se lo llevan dado a gente con una trayectoria mucho más larga o incluso ya a título póstumo. Un premio como este es lo más bonito que te puede pasar cuándo estás luchando por tu tierra y más aún siendo como soy crítica con el trabajo de la DO.
-No fue el único premio que recibiste en estos primeros años de andadura. ¿Cómo recibes estos premios?
-En los últimos tiempos hemos recibido una docena de medallas de oro y dos grandes oros. Los premios son muy importantes para vender el vino, ayudan a darlo a conocer. Es una manera de que les pique la curiosidad por aproximarse a tu producto. Lo que encuentren dentro es lo que hará después que repitan o no, pero los premios nos ayudan a que el consumidor se acerque a nuestro vino.