
Hasta entrado el otoño, las patatas de A Limia van a permanecer bajo tierra creciendo para llegar al mercado. Un mercado que en este comienzo del verano presenta numerosas incógnitas por el stock que todavía hay de patata vieja en toda Europa, por la entrada de patata mediterránea todo el año y por la incertidumbre sobre los precios. Hablamos con especialistas de A Limia para profundizar en estos aspectos.
Condicionantes climáticos
Sólo en la última semana de junio se pudo completar la siembra de la patata en la comarca de A Limia, la gran productora de Galicia y una de las más grandes de España. En un año normal se habría sembrado entre mediados de abril y finales de mayo. El motivo, las lluvias de primavera que dejaron exceso de humedad en la tierra. Las 40 toneladas por hectárea, que es la media habitual, parecen difíciles de alcanzar.
Esta situación podría derivar en una merma en la cosecha. “La patata tiene que estar cuatro meses en la tierra en pleno estado vegetativo, por eso no habría problema. Pero cuando la temperatura sube de 30 grados la planta detiene el crecimiento, porque es un mecanismo de autodefensa para no secarse. Y, cuando baja la temperatura otra vez, tiene que volver a arrancar. Ese para-arranca, para-arranca lleva a una pérdida productiva.”, explica Servando Álvarez, director técnico del Centro de Desarrollo Agroganadero de Xinzo de Limia, perteneciente al INORDE (Diputación de Ourense).
Con las más que probables paradas vegetativas, la recogida podría ir en algunas parcelas hasta noviembre, con el consiguiente riesgo de que les caigan heladas. Por otro lado, la semilla se compró a comienzos de año ante el temor de que hubiera desabastecimiento —algo que finalmente no sucedió— y, con el retraso en la siembra, fue perdiendo calidad.
El calor está quemando los brotes más nuevos y puede provocar paradas vegetativas. La cosecha llegará más tarde y será más reducida de lo habitual. Servando Álvarez, INORDE
Y el calor de finales de junio quemó muchos de los brotes recién nacidos. Aunque vuelva a rebrotar, supone más demora en el ciclo del cultivo. Una demora que tiene consecuencias en la gestión agronómica de la patata y puede tenerlas también en la comercialización, en función de cómo esté el mercado cuando llegue la cosecha, dice Álvarez.
Por ahora no han surgido plagas que estén afectando al cultivo, más allá del nematodo, que es endémico en A Limia. “El nematodo ya es algo crónico. Para combatirlo o más bien frenarlo se pueden sembrar variedades más resistentes o acudir a productos fitosanitarios, que hacen subir los costes de producción.”

Las lluvias de primavera obligaron a retrasar la siembra de la patata en A Limia
Álvarez añade otro problema en esta campaña: las malas hierbas. “Estamos teniendo un exceso de maleza. Hay que erradicarla o con medios mecánicos específicos o con herbicidas. El caso es que los herbicidas sólo son efectivos con un nivel suficiente de humedad en la tierra, que ahora no tenemos por el calor que está haciendo. Y los medios mecánicos también suponen un incremento de costes.”
No nos ayudó en nada la humedad. Primero apareció para retrasar la siembra y después desapareció cuando era necesaria para el uso de herbicidas.
Costes de producción
Si la cosecha es de poca calidad puede haber mermas en las compras de la industria, es decir, rechazarán aquellas patatas que no cumplan con los criterios de aspecto, peso y calidad requeridos. “Cuando eso sucede, puede afectar especialmente a los productores que venden las patatas bajo contrato porque pueden no llegar ni a la cantidad ni a la calidad que firmaron en el contrato. Todas las condiciones quedan recogidas en los documentos, incluidas las penalizaciones. En ese caso, tendrán que acudir al mercado libre y la patata irá a otros usos, incluso para alimentación del ganado.”, señala Amador Díaz, Vicepresidente de la IXP Patata de Galicia.
La parte buena es que los embalses de la zona están en unos niveles altos para esta época del año y no parece que vaya a haber problemas para el riego cuando sea necesario. Y también es positivo que hace meses que se agotó la patata vieja de A Limia, por lo que el mercado está en condiciones de absorberla en cuanto se recoja.
Más allá de lo que pase en esta campaña, Álvarez señala que en los últimos años el calor hizo que no se volvieran a alcanzar los picos de 55 toneladas de patata por hectárea de los mejores años. Incluso en las variedades de alto rendimiento como la agria. “La patata de A Limia va en su inmensa mayoría para fritos, snacks o precocinados, y podemos llegar a ser deficitarios porque la demanda es alta y la producción está bajando por el clima.” Hasta las últimas campañas, la media de producción en A Limia era de 120.000 toneladas de patata recogidas en entre 3.800 y 5.000 hectáreas, dependiendo de la rotación con el cereal que haya cada año.

El 70% de las patatas de A Limia se destinan a la industria de fritos y elaborados
Los precios que se pagan en primavera por la patata nueva andaluza suelen ser indicativos de lo que se cobrará en A Limia, que es la última cosecha que se recoge en España. Si bien arrancaron con hasta 0,85 € kilo, posteriormente se fue moderando y hoy está la de contrato a 0,30 € y la de mercado libre a 0,22 €. “Por ser la última cosecha podemos beneficiarnos si la campaña es floja en Castilla y León y Andalucía, porque cuando nosotros recojamos no habrá mucha patata en el mercado. Por lo que sabemos, los problemas derivados del clima se dieron en todas las zonas productoras. Ya veremos.”
El precio influye en la rentabilidad igual que el coste de producción. Este año los fertilizantes, fitosanitarios y combustible están relativamente bajos. Pero el coste de la semilla se disparó. “En los años siguientes a la pandemia hubo déficit de producción de patata de consumo. Y muchos productores de semilla decidieron vender el fruto para consumo. Porque la patata de semilla tiene que pasar unas certificaciones de calidad. Los productores optaron por asegurar el alto precio que se daba en consumo y no arriesgar a que no les certificaran como semilla.”
Los costes de amortización de maquinaria son muy elevados. Porque las máquinas son caras y trabajan muchas horas en muy pocos días. Amador Díaz, IXP Patata de Galicia
Amador Díaz dice que la maquinaria agrícola también dispara los costes. “Aquí hay casos de tener tres tractores para trabajar 50 hectáreas. Y siempre tenemos todas las máquinas necesarias para el cultivo, aunque sólo trabajen 15 días al año. La cosecha son dos o tres semanas y tienes que tener los remolques suficientes para estar sacando patata toda la jornada. Y las empresas de servicio no llegan para atender todo ese trabajo concentrado en tan poco tiempo.”
Así, señala Díaz, los costes de amortización de la maquinaria y aperos son de los más elevados de España por las pocas horas de trabajo que tienen y por caros que son. “Hay máquinas muy digitalizadas y muy especializadas que son de muy alto precio y además tardan en entregarlas.”
A Limia en cifras
A comienzos de este año la sensación era que volvería a haber desabastecimiento de semilla. Las empresas que la venden sacaron partidas reducidas al mercado y reservaron una parte. Como los agricultores temían quedarse sin ella, la pagaron muy cara y la compraron muy pronto. Pero, finalmente, hubo más de la que se esperaba e incluso sigue habiendo mucha almacenada en Países Bajos, Escocia o Dinamarca.
En esta campaña, la patata de A Limia volverá a ir en un 70% para la industria de fritos y elaborados. Y la agria seguirá siendo la variedad mayoritaria, si bien van ganando terreno la babylon, rumba y donata. En el 30% que va para consumo en fresco, la kennebec sigue siendo de lejos la que más siembran los agricultores.
Una explicación para esa orientación industrial de la patata de A Limia es que su apariencia en fresco no es agradable. “El consumidor quiere la patata que no le manche la encimera. Y la patata gallega, por los suelos donde se cultiva y que la dotan de esas propiedades organolépticas únicas, requeriría de mucho lavado para ir a fresco. El sabor es único pero quien manda es el consumidor.”, indica Álvarez.

La amortización de la maquinaria supone un coste muy elevado para los productores de A Limia
A día de hoy, la proporción en las fórmulas de comercialización en A Limia se estima en un 40% bajo contrato homologado y un 60% que se maneja en el denominado mercado libre. Unas proporciones muy diferentes a las de hace cinco años, cuando los contratos abarcaban el 70% de la producción y el mercado libre se quedaba con el 30%. A pesar de la subida de la semilla, el coste de producción podría volver a estar esta campaña en torno a 0,18-0,20 € el kilo.
En cuanto al mercado, el 70% de la cosecha —lo que va para la industria— se destina a las grandes elaboradoras de snacks y elaborados que hay en España y el 30% que va para consumo queda casi íntegramente en Galicia. Por las características físicas, la patata de A Limia no sirve para lavar porque el lavado le da un aspecto oscuro que el consumidor rechaza.
Independientemente de esta cosecha, Álvarez apuesta por una profesionalización del almacenamiento de la patata en A Limia. “Tenemos un enorme parque de maquinaria altamente digitalizada y con todo lo que se requiere para el cultivo. En el almacenamiento también deberíamos ir en esa línea, mejorar las instalaciones y digitalizarlas para mantener la patata más tiempo y en mejores condiciones. Pueden ser inversiones elevadas pero es una herramienta que se hace indispensable en un mercado tan cambiante. Además de que servirían para patata de consumo y patata de semilla, mejorando mucho las producciones.”
Tanto Álvarez como Díaz consideran necesarios más proyectos industriales aparte de los ya existentes para que la patata adquiera valor añadido y para poder tener más opciones de mercado por si fallan las tradicionales. “Tortillas, chips, snacks, preelaborados… son mercados en auge porque el consumo en fresco decae en los hogares. Es una oportunidad que deberíamos aprovechar, como ya están haciendo otros.”, explica Díaz.
¿Contratos o venta de la patata en el mercado libre?: opiniones y situación de mercado
En un webinario organizado por el grupo El Mundo de la Papa, que encabeza Fernando Alonso Arce —ingeniero agrónomo y consultor especializado en el sector de la patata— se abordaron los aspectos que van a condicionar la campaña de 2025 en España y en Europa. Aunque las expectativas no son las mejores, creen que no es lógico crear alarma.
Contexto europeo e internacional
Paco Moya, de la empresa francesa Vitalis, cree que no se puede anticipar aún cómo va a evolucionar ni la producción ni el mercado en los próximos meses. En el centro y norte de Europa hay todavía mucho stock de patata vieja. El motivo es que en la pasada campaña se sembró mucha más cantidad de lo habitual porque estaba muy bien pagada.
Moya, que forma parte de la directiva de Europatat, la principal asociación empresarial del sector en Europa, destaca que hay proyectos empresariales que se están constituyendo pero que aún no están en funcionamiento. Por eso, opina que a medida que comiencen a trabajar irán desapareciendo los stocks y habrá un retorno al equilibrio oferta/demanda en los países europeos.
El mercado global de la patata está muy segmentado y puede haber sectores que funcionen muy bien y otros que atraviesen una crisis en esta campaña. Paco Moya, Vitalis.
Por otro lado, señaló que desde la pandemia aumentó la compra de producto local. Pero ese producto tiene que ir muy bien presentado. Por eso reconoció que hay una importante merma en el envasado, ya que se descarta lo que presenta deformidades y, sobre todo en el caso de la patata nueva, la que no tiene la piel acabada de conformar.
El directivo de Vitalis no comparte el pesimismo generalizado que hay respecto a la próxima campaña. Asegura que el sector está muy segmentado y habrá líneas que vayan mejor que otras en cuanto a precios en origen y en consumo final. Las variaciones entre patata limpia y lavada o entre la destinada a consumo en fresco y la que va para elaboración pueden ser muy amplias. Pero no necesariamente negativas.
Moya indicó también que China e India están aumentando mucho la producción —especialmente de patata frita y envasada— lo que supone una competencia para la patata europea. Pero también se están abriendo enormes mercados en Asia, como el japonés y el indonesio, donde todos pueden tener cabida. Además, la demanda global no deja de crecer. Como ejemplo citó regiones de Francia donde se están arrancando viñedos de uva tinta para sembrar patatas.

Los especialistas apuntan a una subida artificial del precio de la patata de siembra
Caso aparte son Egipto e Israel, que aumentaron exponencialmente las ventas y la producción en la última década por su capacidad para producir patata nueva durante el invierno. Eso es algo que también se intenta en el sur de España mediante la llamada patata verdete, aunque por el momento no está resultando muy exitosa para las empresas que la comercializan debido al alto costo del trabajo agronómico que implica y porque el clima no siempre ayuda para cumplir con los criterios de calidad.
En resumen, un mercado mundial cada vez más competitivo pero también más grande y en el que aspectos como la calidad de los suelos y por encima de todo el acceso al agua para los cultivos van a ser determinantes. Así como las variedades empleadas y la especialización que alcance cada eslabón del sector en cada país.
El sector de la patata en España
Alfonso Sáenz de Cámara, de la cooperativa vasca Udapa y directivo de FEPEX, analizó las cifras del sector en España. Hay tres regiones principales productoras que agrupan el 85 por ciento de las alrededor de 62.000 hectáreas de cultivo patatero en el estado: Galicia, con unas 17.000 hectáreas; Castilla y León, con cerca de 20.000; y Murcia-Valencia, con 16.000.
La producción española es de 2 millones de toneladas. Una cantidad insuficiente porque se importan 1,2 millones, que según Sáenz de Cámara equivalen a todo el consumo de los hogares en España. La importación se produce sobre todo en los meses de otoño e invierno por la falta de abastecimiento para consumo en fresco.
Tras tres años de fuertes subidas, el precio en origen cayó este año. Por ejemplo, la patata nueva de 2025 se está pagando de media a 0,30 € el kilo en contrato y a 0,22 en mercado libre frente a los 0,40 € y 0,30 € del año pasado. Se trata de una consecuencia del exceso de stock en toda Europa, que llevó a las industrias a anunciar que dejarían de acudir al mercado libre y solo comprarían aquella patata sujeta a contratos.
Por muy atractivo que parezca el mercado, no hay elementos para rechazar contratos razonables. La especulación puede ser muy negativa. Alfonso S. de Cámara, Cooperativa Udapa.
Además, la trayectoria en lo que va de siglo indica que un precio muy elevado de la patata en origen hace que el resto de actores —almacenes, industria y distribución— reduzcan mucho los márgenes o incluso tengan pérdidas. Cuando eso sucede, se acude a la importación para conseguir el producto a precios más asequibles. Así, el director de Udapa cree que unos precios moderados pero rentables contendrán la importación.

A corto plazo, todo apunta a que habrá una bajada generalizada de precios en origen porque la superficie cultivada con patatas en Europa este año es mayor que en campañas anteriores. Pero hay que recordar que la demanda a nivel mundial sigue creciendo por ser un alimento muy rentable y sostenible.
Para reducir las oscilaciones, Cámara recomienda a los agricultores que acepten los contratos que les cubran los costes de producción y ofrezcan una rentabilidad justa. Porque especular no siempre sale bien y pueden acabar cobrando muy poco o perdiendo. Y porque los contratos se cumplen. El miembro de Udapa estima que a día de hoy el 50% de la patata española se comercializa con contrato y el otro 50% en el mercado libre. Y señaló que hay contratos con precio fijo y otros —llamados de compromiso— que aseguran la compra pero fijan el precio en función de diferentes factores.
Lo habitual es que los contratos incluyan la compra de una cantidad fija por hectárea. Si se supera esa cifra, el comprador puede decidir adquirir o no el excedente y a qué precio. Dependiendo de las variedades, el clima y el terreno, los agricultores muy rara vez se comprometen a entregar más de 35 o 40 toneladas por hectárea. Y es que si no llegan a esa cantidad tienen que cubrir la falta acudiendo al mercado libre, lo que les puede salir muy caro
Aunque en Francia el porcentaje de patata en origen que se comercializa mediante contrato es inferior al de España, son los sindicatos franceses los que negocian el precio colectivo. Y en el caso de las ventas de la industria a la distribución, se exige que haya contrato firmado con precio fijo y una recogida determinada.
Problemas en Andalucía
José Peláez, de Sevillana de Patatas, explicó la situación del sector patatero en el sur de España. Lo primero que destaca es que la actual campaña de recogida de la patata nueva se redujo de tres a dos meses. La escasez de lluvias en las fases de crecimiento hizo decrecer la cosecha, los embalses estuvieron en niveles muy bajos y se estiman pérdidas medias de cerca del 45% de la cantidad recogida respecto a un año normal.
En Andalucía lo habitual es obtener entre 40 y 50 toneladas de patata por hectárea, pero esta primavera y comienzo del verano están en medias de 25 toneladas. Y, sin embargo, la caída de producción no es un problema tan grave. Porque las exportaciones están muy paradas y la demanda por parte de la distribución cayó en algunos casos hasta un 25%. Así, al menos no se está generando un stock demasiado grande.
“La cosecha en Andalucía va a ser un 45% inferior a las anteriores por causa del clima. Pero la exportación está parada.” José Peláez, Sevillana de Patatas.
Los compradores tradicionales —Bélgica, Países Bajos, Alemania y Dinamarca— no están comprando patata andaluza porque aún tienen en los almacenes mucho producto viejo autóctono. Además, las nuevas cosechas ya están a punto de salir en esos países. Así que, por ahora, la patata andaluza nueva y vieja y también la de Levante permanecen en cámaras a la espera de que el mercado les fije un destino.
De este modo, aunque reducida, la producción de patata en Andalucía va a ser suficiente a no ser que cambie radicalmente la demanda en las próximas semanas. Más difícil lo tendrán en Levante, donde la cosecha fue abundante y los costes de producción están por encima de la media de España.
Conclusiones
Con los diferentes gastos e inversiones, se calcula que el coste medio por hectárea es de 10.000 €, aunque con notables diferencias entre unas zonas de España y otras por causa del clima, las variedades sembradas, el terreno o el mercado en el que se opere.
Los especialistas están de acuerdo en cifrar en un 35% el coste de la semilla en el cómputo total del coste de producción. Y en que los fertilizantes y fitosanitarios bajaron de precio en los últimos dos años hasta ser plenamente asumibles, si bien en el caso de los fitosanitarios hay que utilizar más cantidades por haber perdido eficacia debido a la supresión de ciertos principios activos. Se calcula que los abonos y fitosanitarios suponen un gasto de 1.800 € por hectárea (700 y 1.100 € respectivamente).
En otros 1.800 € se cifran los costes de maquinaria. Son máquinas que tienen una duración no muy alta y que cuentan con una electrónica cara de mantener. Además, se calcula en 600 litros el gasóleo por hectárea necesario para sacar adelante el cultivo. Sin olvidar que un buen equipo (tractor + tanque) de aplicación de tratamientos puede llegar a costar 200.000 €. Si el laboreo hay que subcontratarlo, el precio también es muy alto. Además, la mano de obra escasea cada vez más y por eso tiene un coste más alto.
En lo que coinciden todos los técnicos es en que, a pesar de las restricciones impuestas por la UE al uso de productos fitosanitarios habituales en el cultivo de la patata, a día de hoy el estado sanitario de los cultivos es altamente positivo en todo el continente.
En el sector productor hay quejas por los estrictos criterios que se están aplicando para descartar patatas que no llegan al mercado. Se cifra que solo el 70% del fruto que se recoge acaba en los lineales. Eso es algo que penaliza al agricultor. Sin embargo, desde las industrias señalan que los consumidores rechazan los productos con mala apariencia y la distribución no está dispuesta a adquirir un producto que no va a poder vender.
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