La historia de Casa Gallardo, en Vilarmao (Guntín), es la historia de muchas otras explotaciones familiares gallegas, que han hecho un importante esfuerzo en los últimos años por ir adaptando sus instalaciones y mejorando el manejo del ganado hasta conseguir niveles de excelencia en la calidad de su leche, algo que no está condicionado por el tamaño de la ganadería.
En casa Gallardo tienen en este momento 100 cabezas totales, la mitad de ellas en producción. Las limitaciones de espacio en el establo les obliga a sacar el máximo partido la cada animal y con 35 hectáreas de superficie agraria dedicadas a pradera han ido adaptando su ración, a base de hierba y bagazo de cerveza, para lograr litros sin perder calidades.
Otro de los cambios que han introducido en esta explotación, que gestionan Antonio Sufuentes y su mujer Esther Vázquez sin contratación de ayuda externa, ha sido el cambio del carbonato por serrín en las camas, un material que les está dando buenos resultados, como demuestran las analíticas, con niveles inferiores a 100.000 células somáticas y por debajo de las 10.000 unidades formadoras de colonias en bacteriología.
Estas cifras le han servido a esta ganadería familiar de Guntín para lograr el pasado mes de noviembre el Premio Exceleite, otorgado por la Xunta en base a los análisis realizados por el Ligal. «Para nosotros fue una sorpresa, no sabíamos ni que había ese premio. De hecho, el día que nos comunicaron que estábamos seleccionados me mandaron de la Consellería un mensaje al móvil, pero tenía aquí el saneamiento y ni caso le hice», recuerda Antonio, que le resta importancia al galardón en sí pero al mismo tempo admite: «te gusta que te reconozcan el trabajo, nosotros siempre procuramos hacer las cosas bien, así que motiva para seguir y no deja de ser un honor en ese sentido».
De la carne a la leche
En Casa Gallardo siempre había habido vacas, pero la explotación estaba enfocada fundamentalmente a la producción de carne con animales de raza rubia gallega. «Mis padres tenían vacas rubias, yo trabajé fuera muchos años y cuando nos casamos decidimos coger la explotación y cambiar las vacas rubias por vacas pintas. En la producción de leche empezamos casi de cero, porque no teníamos cuota y tuvimos que comprar. El último año de vigencia del sistema de cuotas aún invertimos un buen capital, pues habíamos comprado 90.000 de cuota ese año, justo antes de que desapareciesen. El problema del campo es que siempre hemos estado autoengañándonos, porque nosotros ya vendíamos algo de leche de las vacas rubias pero cuando fue de establecer las cuotas no se había comunicado y después a la hora de la verdad, esa producción de leche no figuraba», recuerda Antonio.
El problema del campo es que siempre hemos estado autoengañándonos
Él se incorporó en 1999 y en aquel momento tomó la decisión de aprovechar las instalaciones con las que ya contaba, pero eso le ha obligado a tener que realizar continuas reformas en el establo en estos treinta años. «Empezamos con los animales trabados y sin sala, con una ordeñadora de cántaro. Quisimos aprovechar el establo de las vacas rubias, que tenía capacidad para 15 animales. Dejamos el centro para el pasillo de alimentación y ampliamos para los lados. Tiramos las paredes exteriores y metimos los cubículos. Los tejados son los que había, pero el resto lo reformamos todo y lo hicimos todo nosotros, con mano de obra de la casa», resume Antonio.
«Fue una lástima no haber empezado de nuevo en una finca ahí abajo», lamenta hoy Esther. Su marido está de acuerdo pero justifica que «en aquel momento estabas muy limitado por la cuota». «Decían que era para mantener los precios, pero yo no estoy de acuerdo, porque cuando estábamos en el régimen de cuotas también habíamos tenido años de precios bajos. Ahora también los hay, pero por lo menos puedes producir», dice.
Trabajar más cómodo
Aquella decisión de aprovechar lo que ya había sigue condicionando a día de hoy el funcionamiento de la ganadería y la comodidad a la hora de trabajar en ella. Además de los problemas de espacio, que les impiden aumentar el número de animales, no cuentan por ejemplo con limpieza automática, que es la próxima reforma que tienen en mente. «Adaptar un establo como este para arrobaderas es difícil. Ya le llevo dado muchas vueltas a cómo hacerlo pero no es fácil. En primer lugar, para hacer las obras ya tienes que echar las vacas fuera y ya pierdes producción porque las vacas no quieren cambios», razona.
Relevo no hay y para nosotros nos llegan las vacas que tenemos. No prevemos ampliar, simplemente modernizar un par de cosas y nada más
En Vilarmao han ido poco a poco cerrando todas las explotaciones de leche que había y Casa Gallardo no cuenta tampoco a priori con relevo. «Tenemos dos hijas pero están ya trabajando, han buscado otra alternativa, así que relevo no hay y para nosotros nos llegan las vacas que tenemos. No hemos previsto ampliar, simplemente modernizar un par de cosas para trabajar más cómodo y nada más», indica Antonio. Reconoce, con todo, que «cuando llegue ese momento de cerrar seguro que me va a doler».
35 hectáreas de superficie
La explotación cuenta con una superficie agraria de unas 35 hectáreas, la mitad de ellas en alquiler, situadas en un radio de unos 3 kilómetros. «En esta zona quedamos nosotros solos. En lo que es este pueblo ya llevamos nosotros todas las fincas prácticamente y hay gente de las parroquias de al lado que han dejado las vacas y que te piden que les lleves las fincas pero no damos abasto al ser dos solos y si metes un empleado ya tienes que ampliar y además que no es fácil encontrar», explican.
Esta temporada de confinamiento la ha pasado con ellos su sobrino y ahijado Yoel, que les ha ayudado en toda la campaña del ensilado. «Aquí trabajo siempre hay, porque el trabajo agrario lo hacemos también todo nosotros. Aquí no hemos notado el confinamiento en eso, y al coincidir en plena campaña menos. Pero aun así yo no lo cambio, porque tener que estar metido dos meses en un piso sin salir tiene que ser fastidiado», opina Antonio.
Maquinaria propia para no depender de empresas externas
Casa Gallardo es también autosuficiente en cuanto a la maquinaria. Tiene cuatro tractores, el último comprado esta misma primavera, un CASE IH 135, «y en las campañas no descansa ninguno, hacen falta todos», dicen. Cuentan además con carro mezclador (enganchado al tractor viejo de la casa), todos los aperos necesarios para segar, juntar y enrollar la hierba y una cisterna para echar el purín comprada también este año y que viene ya adaptada para poder incorporar inyectores cuando la normativa obligue a usarlos en vez de los sistemas de plato habituales.
Pero sin duda, la máquina que más trabaja en la ganadería es una telescópica pequeña, la primera vendida en España de este modelo, que en 5 años acumula ya más de 5.000 horas. «Le hacemos 1.000 horas por año, ya tiene las ruedas lisas, trabaja día y noche, funciona todo el rato, la usamos para limpiar el establo, para gradar las camas, para sacar el estiércol, para echar en el carro todos los elementos de la ración», enumera Esther.
Ensilan toda la hierba en bolas
En esta explotación han parado de cultivar maíz hace 5 años porque «para echar para el jabalí es mejor no sembrar», afirma Antonio. Eso los ha obligado a recomponer la ración incrementando en 2 kilos más la harina de maíz, que pasó de 5 a 7 kilos. «No he notado nada en la calidad de la leche ni en la salud de las vacas, en mi cuerpo sí, y en los tractores también», argumenta, porque «en la época de sembrar el maíz andabas como un loco para ensilar la hierba y preparar las tierras y después estabas en tensión constante porque había que cerrar las fincas y vigilar el cierre a diario para que no te entrasen, así que hoy pienso que los jabalíes hasta me hicieron un favor, porque vivo más despreocupado», ríe.
Para echar para el jabalí es mucho mejor no sembrar maíz
Desde hace dos años ensilan toda la hierba en rollos, un sistema al que le ven ventajas. «Para nosotros es más cómodo, ensilamos nosotros sin depender de nadie y la calidad es mejor porque recoges las fincas según van viniendo, y también es mejor la conservación porque estás abriendo un silo nuevo todos los días», argumenta Esther.
Hacen unos 1.200 rollos al año entre hierba seca y silo y, además de buscar el momento óptimo de recogida para lograr una calidad óptima, procuran mantener los forrajes en buen estado hasta el momento de consumirlo. La hierba seca la tienen en un pajar nuevo que han construído con el sistema de invernadero y al silo le echan una malla por arriba para protegerlo de posibles picaduras.
Al no tener silo de maíz tienes que cuidar mucho el silo de hierba
Hace tres años que compraron una rotoempacadora que es también picadora, para poder emplear el silo de los rollos en el carro. Usan dos bolas cada día y mezclan ensilados de calidades distintas para que no haya cambios a lo largo del año y la ración sea lo más homogénea posible. «Lo bueno de los rollos es que puedes mezclar dos silos, puedes coger un rollo de la primera corta de hierba de este año, que es forraje más tierno y más húmedo, y uno de las últimas cortas del año pasado, que es hierba más seca y más fibrosa, de este modo logras una mezcla homogénea todo el año. De hecho, nosotros llevamos dos años sin meter seco en el carro, ni hierba seca ni paja», explica Antonio.
Lo bueno de los rollos es que te permite mezclar distintas calidades de ensilado para que la ración sea homogénea todo el año
«Al no tener silo de maíz tienes que cuidar mucho la calidad del silo de hierba y con los rollos abres silo nuevo todos los días, en los de trinchera empiezas hoy un silo y está muy bien durante un mes, pero después por las orillas ya empieza a perderse. Antes hacíamos un montón de abono de los desperdicios que tenías, ahora nada», asegura.
Bagazo de cerveza en la ración desde hace 20 años
Sin el silo de maíz en la ración, el silo de hierba es el protagonista de la alimentación del ganado en esta explotación junto con el bagazo de cerveza. Hay ya más de 20 años que lo emplean. Lo traen de Portugal, de la Super Bock y Antonio aun recuerda la aventura que fue conseguirlo. «Hay más de 20 años que lo usamos, aun no existía el euro. Comenzamos trayendo el bagazo de cebada de la Mahou de Madrid, porque Estrella Galicia entonces tenía poca producción y solo tenía un cupo para los ganaderos de la zona. Con la Mahou pasaba un poco igual, en verano tenías el bagazo que quisieras porque hacían más cerveza, pero en invierno no te lo servían porque lo acababan repartiéndolo en la zona más próxima, así que un día nos marchamos tres de aquí a la aventura a Oporto en busca de la fábrica de la Super Bock. Preguntando por allí dimos con ella pero no nos querían vender, hasta que les dijimos que pagábamos la mercancía dinero en mano. Fuimos los primeros a los que sirvieron en España», recuerda Antonio.
A día de hoy tendrían posibilidad de conseguir el bagazo de cerveza más cerca, pero en Casa Gallardo consideran que la calidad no es comparable. «De precio nos sale un poco más caro, pero la calidad es superior, no merma nada porque viene más seco y tiene más proteína», dicen.
Con el bagazo de cebada haces una ración super barata pero si tiras mucho del bagazo hay leche pero no hay grasa, que cae mucho
El problema del bagazo de cebada, igual que el de otros subproductos industriales como la pulpa de remolacha, es que «es bastante inestable en verano». «Hay que tener mucho cuidado con sellarlo y taparlo bien y a la hora de hacer los cortes», asegura Antonio. En esta explotación traen una bañera con 27.000 kilos de bagazo de cebada y lo ensilan en trinchera. Les dura un mes.
«Con el bagazo de cebada haces una ración super barata pero si tiras mucho del bagazo tienes leche pero no hay grasa, cae mucho», explica Antonio. «Nosotros durante mucho tiempo estuvimos solo con silo de hierba, 20 kilos de bagazo de cerveza y harina de maíz pero no subíamos del 3,40 de grasa. Cuando las industrias comenzaron a exigir calidad bajamos al bagazo y fue cuando introducimos la pulpa y la colza. La pulpa la introduje con idea de subir a la grasa y lo que me sube es la proteína, lo tengo muy comprobado», cuenta.
No emplean concentrado
La ración a día de hoy la tienen estabilizada en 30 kilos de silo de hierba, 7 kilos de bagazo de cebada, 7 kilos de harina de maíz, 3 kilos de colza y un kilo y medio de pulpa de remolacha seca granulada. «No gastamos pienso, trabajamos todo con materias primas, que compramos a distintos proveedores», explican.
No gastamos pienso, trabajamos todo con materias primas
Además del bagazo de la Super Bock, emplean maíz y colza que les sirve Almacenes Chaos Montero de Sarria y pulpa de remolacha de la cooperativa Aira. El hecho de no consumir todos los insumos de Aira los penalizaba en la entrega de la leche, por lo que desde hace año y medio se cambiaron a Reny Picot, con quien ya habían trabajado hacía muchos años.
«Ya habíamos vendido la leche a Reny Picot hace mucho tiempo. Después siempre entregamos a la cooperativa, primero a Planmiño y luego a Agris (surgida en el 2004 de la fusión de Fricoaga de Friol, Leitulla de Palas de Rei y Planmiño de Lugo y ahora integrada en Aira). En Agris estábamos muy contentos, éramos todos una familia, una piña, y podías opinar. Ahora seguimos siendo socios de Aira pero ya no entregamos la leche a la cooperativa porque no nos parece de recibo que nos penalicen en el precio de la leche por no comprar el pienso a Aira», argumenta Antonio.
Recría de sobra y secado corto
La producción de Casa Gallardo en este momento es de 3.400 litros cada dos días, con un 3,72% de grasa y un 3,28% de proteína, lo que supone un promedio diario de 34,5 litros por vaca. Ordeñan dos veces al día, a las 8 de la mañana y de la noche, y no barajan la instalación de un robot de ordeño por la importante inversión que supone.
Al disponer de un espacio limitado en el establo no tienen capacidad para incrementar el número de cabezas y su estrategia se basa en sacar el máximo partido a las vacas que ordeñan en cada momento. «Tenemos que aprovechar las lactaciones, por lo que hacemos un secado corto de 45 días, porque no tenemos sitio para más vacas en el establo», explica Antonio. «Las secas las tenemos fuera solo con lo que comen en los comederos», cuenta.
Tenemos que aprovechar las lactaciones, por lo que hacemos un secado corto de 45 días, porque no tenemos sitio para más vacas en el establo
También en las novillas el proceso de recría se completa fuera. Una vez destetadas las terneras abandonan los boxes y pasan a una cuadra donde están con cama de serrín, pero a partir de los siete meses salen a un patio al lado de la explotación en el que cuentan con comederos para hierba seca y silo de hierba, que tienen a discreción. «A mayores de eso las metemos por la noche y les hago una ración para ellas en el carro con bagazo, hierba seca y harina de maíz para complementar la hierba que comen en los comederos», indica.
Siempre tenemos terneras de sobra y por eso no aguantamos mucho las vacas
Cuentan con recría de sobra para las necesidades de la explotación y eso les permite mayor libertad a la hora de hacer los descartes. «Ponemos cruce a algo menos de la mitad de las vacas y del resto recriamos todo cuando sale hembra. No usamos semen sexado, solo lo pusimos durante una temporada, durante 8 meses, porque ese año había coincidido que nos habían salido muchos machos y decidimos poner sexado para asegurar recría suficiente. Pero no me convenció, pienso que las novillas de sexado son más débiles, o por lo menos aquí nos aguantaron menos tiempo en el establo que las otras», argumenta.
Hasta el tercer parto las vacas no acostumbran dar problemas, después muchas veces ya las tienes que aguantar a base de más gasto
La longevidad en esta ganadería es de entre 3 y 4 partos de promedio, aunque muchas veces tienen que hacer sitio en el establo para las novillas próximas al parto, lo que les obliga la mandan vacas al matadero que podrían seguir dando leche. «Siempre tenemos terneras de sobra y por eso no aguantamos mucho las vacas. Hasta el tercer parto las vacas no suelen dar problemas, pero después muchas veces ya las aguantas a base de más gasto», justifica.
Semen canadiense y de Fontao
Con todo, Antonio opina que «la producción estar está en las vacas más que en las primerizas, eso se nota bien en el tanque, aunque con la genética se está mejorando mucho en la producción de leche de las novillas al primer parto», dice. «Yo cada vez selecciono más y busco durabilidad porque antes aún sacabas algún dinero de los descartes, nosotros mandamos a través de un tratante para Frigoríficos Bandeira, pero ahora a raíz del coronavirus el precio ha bajado mucho y las vacas gordas las pagan al precio de las delgadas», lamenta.
Antes aún sacabas algún dinero de los descartes, pero a raíz del coronavirus el precio ha bajado mucho y ahora las vacas gordas las pagan al precio de las delgadas
Casa Gallardo lleva «muchos años, desde que nos pasamos a las vacas de leche» comprando semen canadiense y trabaja con el programa de acoplamento Optimate de Semex, que le permite llegar hasta la 7ª generación. «Meto algún toro de Fontao también, pero la mayor parte de lo que ponemos es semen canadiense», cuenta.
Introducción de serrín en las camas
El último de los cambios en el manejo del ganado que han hecho Antonio y Esther ha sido el relevo del carbonato por serrín en la cama de las vacas en producción. «Llevábamos mucho tiempo usando carbonato, que es un material muy bueno pero que apelmaza mucho. Cambiamos a serrín en noviembre pasado y estamos muy contentos. Al principio nos echaba para atrás el cambio por miedo a tener más problemas de mamitis y empezamos a probarlo en la recría y en las parideras y a mezclarlo con carbonato en las camas de las vacas en producción por miedo, pero ahora ya empleamos serrín solo y nos va bien», explica Esther.
Los pocos problemas de mamitis que tenían en esta ganadería los resolvieron con un pequeño cambio en el sistema de ordeño en la sala. «Usábamos las pezoneras originales de la casa pero nos daban problemas y cada vez que las renovábamos saltaban casos de mamitis. Pero desde que nos pasamos a las pezoneras triangulares se acabaron los problemas de mamitis que teníamos de vez en cuando», cuenta Antonio.