En 1915 se empezó a investigar el lúpulo y sus características en Galicia con Leopoldo Hernández Robledo, director de la Granja Escola de A Coruña, el germen del Centro de Investigaciones de Mabegondo (CIAM). En contacto con José María Rivera, quien ha sido un empresario relevante que dio lugar a una de las empresas cerveceras más importantes, Hijos de Rivera, decidieron apostar por el lúpulo en Galicia.
En 1917, con las primeras cosechas trabajadas, se recogía que tenía un aroma más fuerte que el importado y unas características que se valoraban más para la cerveza. Posteriormente, en varias publicaciones se recoge como A Coruña, entre otras zonas del norte de España como León, era una de las áreas más productoras. Esto fue así hasta 1982, cuando hay constancia de la última cosecha gallega.
Este recopilatorio histórico ha sido ofrecido por Juan Valladares, investigador del CIAM, quien ha ofrecido una charla en una jornada sobre la producción de lúpulo organizada por la Asociación Galega de Cooperativas Agroalimentarias (Agaca).
El investigador describe que el lupulus es una planta dioica, es decir, tiene plantas macho y hembras. Es vivaz porque en el invierno la parte aérea se muere por el frío y la subterránea permanece viva por el efecto de la térmico del suelo. Agronómicamente solo interesan los pies hembras, dado que se aprovechan los conos florales. “Las flores macho le dan ciertas características de amargor indeseables a la hora de hacer cerveza”, puntualiza.
Las plantaciones se hacen en estructuras de parrado y las plantas llegan a los seis metros de altura, medida que se ha demostrado que alcanzan la mayoría de las variedades
Estructura de las plantaciones
Es una planta que tiende a trepar hasta que pierde la dominancia apical, genera brotes secundarios con flores en inflorescencia. Cuando madura, la inflorescencia junto con las brácteas forman el estróbilo (cono). Una vez que lo abres, se observan glándulas de lupulina, presentes en los conos con resinas y dentro de ellas un rayo que tiene alfa ácidos (lupulona, posthumulona…) y beta ácidos (lupulona, colupulona y aldupulona).
Las plantaciones se hacen en estructuras de parrado y las plantas llegan a los seis metros de altura, medida que se ha demostrado que alcanzan la mayoría de las variedades. Es una estructura que presenta los liños de plantación, que serían los alambres que van a soportar las plantas. “Se define la línea de plantas y el liño en el cual se atan, para colocar a unos metros los puentes que nos ayudan a soportar las estructuras”, explica y añade que “tienen que soportar el peso de la planta y el efecto del viento”.
Valladares describe cómo distribuyeron las plantaciones experimentales en las que trabajan en el CIAM. En la primera plantaron a 3×2 metros, consiguiendo unas 1.600 plantas por hectárea. “Luego nos dimos cuenta que podíamos llegar a más plantas si optamos por calles de 3×1,5 metros, con lo que alcanzamos las 2.200 plantas por hectárea”, remarca. Consideran que la distancia de 1,5 metros entre plantas es la óptima porque les permite introducir la maquinaria, pero viajando a Alemania observaron que ampliaban a 3,25 las calles y reducían la distancia entre plantas a 1,25.
Desde el CIAM están haciendo ensayos para ajustar los requerimientos de fósforo, potasio y nitrógeno
Para la plantación, se prepara el terreno y a la profundidad de 10 a 15 cm se coloca ligeramente vertical y se pone un palo de colocación. En el primer año, se aprovecha para montar la estructura. “Si vamos a mecanizar los trabajos, las plantas tienen que estar perfectamente colocadas y alineadas para que cuando se coloque la estructura con sus postes y liños no tengamos problemas con las plantas”, recalca el investigador.
Labores a realizar
En un cultivo establecido, es necesario hacer labores para que las plantas salgan adelante en buen estado y den una buena cantidad de lúpulo.
Encalado. El suelo debe tener un pH 6-6.5, pero en el arco atlántico gallego los suelos son silicios y su pH no suele llegar a ser superior, sino inferior (a veces no llega al 5-5.5). El encalado se debe llevar a cabo en base a las analíticas del suelo que se hagan.
Fertilización. Desde el CIAM están haciendo ensayos para ajustar los requerimientos de fósforo, potasio y nitrógeno. Por ejemplo, la tendencia es “que si nos pasamos con el nitrógeno, el rendimiento será menor, y hay que estudiar la calidad”. En cuanto al fósforo se observa lo contrario: “Cuanto más fósforo le echamos en el margen de 75-195, se incrementa la producción y no influye en la calidad pasarnos o no”. En el potasio, algo parecido al fósforo. Cuanto más potasio, dentro de unos márgenes, se mejora el rendimiento en cuanto a producción cloro floral seco y hay una tendencia a mejorar la calidad.
Agronómicamente, las calles de tres metros son interesantes para plantar cultivos asociados y por eso desde el CIAM han realizado pruebas con colza, raigrás y veza
Proceso entutorado. Cuando la planta empieza a desarrollarse, se colocan dos tutores por plana y a cada tutor se enrollan tres tallos, lo que se denomina trepa. Tres brotes por trepa y dos trepas por planta. El resto de tallos que emergen del suelo se suelen dejar. Por planta se generan de 8 a 10 kg de materia verde, residuos (elemento que se puede aprovechar que son hojas y tallos), que se pueden aprovechar siempre y cuando el tutor sea biodegradable.
Riega. “En un estudio de Mabegondo vemos que aplicando 4 mm al día conseguíamos 0,93 kg de cono floral y si no aplicamos, solo 0,59. Se recomienda regar en los meses que la demanda es alta (julio y agosto, fundamentalmente, aunque junio también está siendo caluroso)”.
Nutrientes. La planta se va desarrollando, se hace un mantenimiento de las calles y aporcados sucesivos para controlar las malas hierbas y aprovechar mejor los nutrientes. “Nosotros aplicamos los nutrientes con abonadora a toda la superficie, pero en los 3 metros de calle hay raíces que no los alcanzan, por eso es importante acercárselos”, recalca.
Cultivo asociado. Agronómicamente, las calles de tres metros son interesantes para plantar cultivos asociados y por eso desde el CIAM han realizado pruebas con colza, raigrás y veza. “Observamos que no influyen en la calidad del lúpulo, por lo que son cultivos interesantes para los períodos de invierno”.
La cosecha se puede hacer con cortadora o a mano, tirando de la trepa que cae por su propio peso ya que alcanza entre 14 y 20 kg
Tratamientos fitosanitarios.
Según indica el investigador, los tratamientos fitosanitarios son necesarios para evitar enfermedades como el mildiu, que afecta al lúpulo en su primera estancia de periodo de crecimiento (desde marzo-abril hasta junio porque se desarrolla con temperaturas entre 15-20 grados y humedad).
Otra enfermedad que afecta es el oídio, complementaria al mildiu. Cuando la temperatura sube de 20 a 25 grados con humedad alta, que en Galicia sería en agosto con los conos florales desarrollados, la enfermedad los ataca y los estropea
Por el momento, los productos fitosanitarios que hay para hacer frente a esta enfermedad son preventivos y “eso nos obliga a estar muy encima de la plantación”.
Como plagas destaca el pulgón o la araña roja. La primera genera como un hongo que se desarrolla por los azúcares, mientras que la segunda produce unas manchas en las hojas y es localizable. “Puede haber plantas perfectamente sanas con otras al lado enfermas; la dañada o bien se elimina o se trata”.
Proceso de la cosecha
La cosecha se puede hacer con cortadora o a mano, tirando de la trepa que cae por su propio peso ya que alcanza entre 14 y 20 kg. “No es difícil romperla y separarla”, subraya Valladares. Cuando la planta está cortada, empieza un proceso de degradación del aceite porque la planta deja de alimentarse, aunque sigue respirando. “En un día, se debe secar la planta para bajarle la humedad hasta el 10 %, por lo tanto, lo primero es separar los conos florales del resto de la planta”.
El periodo de cosecha se inicia con el 80 % de humedad del cono floral y finaliza con el 75 %, “no puede ser menos de eso antes de arrancar la planta para luego hacer el proceso de secado”.
Uso de agua regenerada en el cultivo de lúpulo
El profesor del Campus Terra de la Universidad de Santiago de Compostela Javier Cancela ha abordado el proyecto ReWater. A través de esta investigación, que finaliza en 2026, estudian mejorar la gestión de los recursos hídricos en la agricultura, integrando el uso de agua urbana regenerada en cultivos agrícolas y contemplando aspectos ambientales que aseguren su buen uso debido a la crisis climática actual.
Con los resultados esperados, “se permitirá reducir hasta un 10 % las extracciones de pozos o ríos y solucionar problemas de escasez de forma sostenible sin mermar la calidad de los cultivos”, describe. Para ello, trabajan en 15 ensayos en cultivos leñosos, entre los que está el lúpulo, y otros 2 hortícolas.
Los resultados obtenidos en el proyecto I-ReWater servirán de base para la posterior elaboración de una estrategia trasnacional del uso de aguas regeneradas en el espacio Sudoe
Cabe puntualizar que “las TIC y la digitalización de los sistemas de fertilización y riego tendrán un papel protagonista en los diferentes proyectos o ensayos pilotos que se ejecutarán al amparo del proyecto, dado que se contempla incorporar sensores a todos los sistemas de riego. Estos dispositivos, colocados a nivel de suelo y planta, permitirán conocer en tiempo real parámetros como condiciones climáticas, temperatura, cantidad de agua o nutrientes”. En algunos casos, incluso se realizarán vuelos de dron con cámaras térmicas o multiespectrales.
Este sistema de ayuda a la decisión se podría replicar fácilmente a nivel de usuario, lo que permitiría al agricultor conocer cuándo y cuánto debe regar y, al mismo tiempo, favorecería la economía circular con una agricultura más eficiente y sostenible. Los resultados obtenidos en el proyecto I-ReWater servirán de base para la posterior elaboración de una estrategia trasnacional del uso de aguas regeneradas en el espacio Sudoe.