Conocer cómo se adaptarán las especies a las variaciones climáticas, cada vez más extremas, es uno de los retos del momento en el sector primario. No solo los cultivos agrícolas miran con recelo al cambio climático sino que en otras especies como los robles, también se está evaluando su influencia para conocer las perspectivas de adaptación y las estrategias desarrolladas por estos árboles.
Esta es una línea de investigación en la que llevan trabajando desde hace tiempo en el grupo de investigación Biodiversidad y Botánica Aplicada (Bioaplic) del Departamento de Botánica de la Universidad de Santiago (USC), y que ahora completa una nueva investigación que se ha centrado en comprobar los efectos en la formación de la madera.
El rebollo presenta capacidad de expansión en el interior de Galicia, mientras el roble puede crecer en zonas costeras
El ingeniero de montes Guillermo Guada Prada, responsable del estudio, ha observado durante 2 años la evolución del proceso de formación de madera de los robles en 3 zonas diferentes de Galicia. Su trabajo le ha permitido conocer cómo se adaptan dos especies diferentes de robles presentes en los montes gallegos a las variaciones climática.
¿Cómo se adaptan los robles?
La investigación se ha centrado en dos variedades de roble con gran presencia en Galicia, el Quercus pyrenaica (rebollo) y el Quercus robur, el roble común, que tienen distintas estrategias de crecimiento. El trabajo, que ha incluido el muestreo de ejemplares de 14 localidades diferentes, se ha llevado a cabo en las cuencas de los ríos Eume, Sor y Lor, ya que permitían contar con climas contrastados.
Así, mientras la cuenca del Eume tiene un clima más Atlántico, el Sor es un ejemplo de las condiciones del Cantábrico. En ambos márgenes fluviales predominan los bosques de Q. Robur. Mientras, el Lor, en el sureste de Lugo, se aproxima más al clima Mediterráneo, con veranos secos e inviernos fríos, teniendo predominancia del Q. pyrenaica. “El trabajo nos ha permitido conocer cómo se han ido adaptando las dos especies a las diferentes condiciones climáticas y saber cuál es su estrategia de crecimiento”, concreta el investigador.
El estudio se ha realizado con Quercus robur y pyrenaica en las cuencas de los ríos Eume, Sor y Lor
De este modo, las observaciones directas y mediciones le han permitido concretar cómo se comportan estas dos variedades tras un muestreo aleatorio de más de 3.100 árboles durante dos años en 14 localidades en un área de aproximadamente 2 hectáreas de bosque por localidad. El crecimiento del árbol (el desarrollo de la madera), se efectúa en dos fases, una inicial en primavera y otra de consolidación en verano, pero es fundamental para el árbol evaluar cuándo iniciar y finalizar este proceso, ya que será determinante para su desarrollo y está muy sujeto a las condiciones climáticas que se desarrollen.
Así es que estas dos especies desarrollan estrategias diferentes de crecimiento. Comprender estas pautas de crecimiento permitirá conocer hacia que zonas se expandirán con mayor facilidad, o a que condiciones climáticas se adaptarán con mayor facilidad.
Estrategias del rebollo y el roble común
En el caso del Quercus pyrenaica su estrategia se centra en ajustar su crecimiento a un criterio de fotoperiodo, es decir, aguarda a que haya mayores períodos de luz, días más largos, lo que provoca que el árbol comience este desarrollo sin fiarse de la temperatura. “Esta estrategia le permite adaptarse a climas más continentales con heladas tardías que no suelen afectarle, ya que evita estas variaciones de temperatura retrasando su crecimiento”, explica el investigador.
De esta manera, también evitará los períodos de sequía de verano porque su crecimiento se lleva a cabo en poco tiempo y de una forma más intensa. Además, la gran capacidad de rebrote del rebollo, sobre todo después de incidencias como los incendios, también le confiere una fortaleza a esta especie. Así, es una variedad que se prevé avance y se asiente más en zonas del interior de Galicia.
El rebollo inicia su crecimiento en base a las horas de luz mientras que el roble común se ajusta a la temperatura
Por su parte, en el Quercus robur es la temperatura la que marca el arranque del desarrollo del árbol en la primavera por lo que, “si las condiciones son favorables y no llegan a producirse heladas que dañen las hojas jóvenes y como consecuencia provoquen un colapso de los vasos de la madera, impidiendo que el árbol se alimente, puede aventajar al Q. pyrenaica”, concreta Guada. Con el incremento de las temperaturas, el Q. robur se desarrollaría antes pero también se arriesga a sufrir las consecuencias de las variaciones térmicas.
Esto lleva a pensar a los investigadores a que su expansión se concentrará más en zonas costeras y bajas de Galicia donde predomina más un clima templado, sin grandes variaciones térmicas.
Sin embargo, la temperatura parece ser el indicador clave para las dos especies de roble a la hora de fijar el final de la etapa de desarrollo. Y ambas coinciden también en que su mayor fase de crecimiento se lleva a cabo en torno al solsticio de verano, es decir, al 20 de junio.
La formación de la madera y hojas, claves para conocer la evolución
Para llegar a estas conclusiones ha sido fundamental conocer el proceso de formación de la madera (xilogénesis) y el estudio de series temporales de crecimiento de madera (dendrocronología) en el que ha profundizado Guada durante su investigación. La madera del roble, al igual que otras especies como el fresno, el nogal o el castaño, está formada a base de anillos porosos, una característica que se observa ya en los productos elaborados con estas maderas. Se trata de un anillo formado en base a hileras de ‘agujeros’, los poros. Estos poros corresponden a un complejo sistema de cañerías que permite que el árbol se alimente y a la par posibilita una conexión entre la parte aérea, las hojas; y la parte soterrada, las raíces.
Este sistema de cañerías se regenera anualmente y es durante la primavera cuando comienzan a constituirse estos vasos, justo debajo de la corteza que permiten conducir el agua del suelo a la copa del árbol, que junto al CO2 absorbido por las hojas se transformarán mediante la fotosíntesis en los carbohidratos precisos para que el árbol se alimente. Pero, esta es una estructura frágil que se completa en verano con la construcción de una red de complejas estructuras anatómicas que ayudan a sostener el árbol.
Conocer nuevas variedades anatómicas implicadas en la formación de la madera es determinante para el estudio retrospectivo de dinámica de poblaciones
Así, el estudio de la formación de la madera, cuyo principio y final está determinado por el clima, ha sido clave para conocer cómo se adaptan los robles. Guada Prada ya había comenzado a trabajar sobre esto en zonas como Teruel y Almería, usando la xilogénesis (formación de madera en un año) y la dendrocronología (estudios retrospectivos) como herramienta de diagnostico en masas forestales de coníferas con muerte prematura (en decaimiento). Ahora su trabajo se completa con el estudio de nuevas variables anatómicas para los estudios dendrocronológicos en robles.
De esta forma, su tesis doctoral consigue explicar las causa-efecto de los resultados de la aplicación de nuevas variables anatómicas medibles, como los vasos conductores, en análisis dendrocronológicos de especies de anillo poroso aplicadas por su tutor Ignacio García González. De esta manera, se incrementa la información aportada por los anillos de crecimiento en especies como el roble.
Esta nueva información permite elaborar series retrospectivas de más de 500 años, de interés por historiadores o climatólogos.
Esta nueva información no es solo aplicable para conocer la evolución de la madera viva, los árboles, sino junto a la madera en construcciones, como iglesias o catedrales, así como en pecios (barcos hundidos), permite elaborar series retrospectivas de más de 500 años de interés por historiadores o climatólogos. “Quisimos centrarnos en estudiar el roble en Galicia, porque desde el punto de vista biogeográfico, Galicia tiene una posición clave para estudiar los efectos de las variaciones climáticas, ya que se trata de la frontera entre las regiones atlántica y mediterránea. Por lo tanto, la presencia y abundancia de estas especies puede modificarse con el tiempo” explica el investigador.
De hecho, su trabajo le ha valido la publicación en revistas internacionales de alto impacto así como realizar estancias en Holanda en el departamento de Forest Ecology and Forest Management Group de la Universidad de Wageningen, y en el Instituto Pirenaico de Ecología del CSIC de Zaragoza.