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Las micotoxinas son metabolitos secundarios tóxicos producidos por hongos, capaces de ocasionar efectos adversos en personas o animales expuestos a ellas.
La presencia de micotoxinas en los alimentos presenta dos desafíos. El primero es desde la vertiente de la salud humana. Es el caso de su posible presencia en la leche de animales que consuman alimentos contaminados. Tal es el caso de la aflatoxina, un potente carcinogénico cuyos niveles máximos en leche están regulados por la UE.
El segundo desafío es en el ámbito del propio ganadero, y están vinculadas a las pérdidas en producción y salud animal que provocan las micotoxinas presentes en las materias primas que conforman las dietas. Eso sin contar que, en los alimentos producidos en la propia explotación, la aparición de micotoxinas denota la presencia de hongos que también penalizaron la producción o la calidad de los mismos.
Cualquier estrategia para minimizar el contenido de micotoxinas pasa necesariamente por evitar el desarrollo de los hongos. Si hablamos de forrajes ensilados, no podremos evitar aquellas micotoxinas generadas durante el tiempo de cultivo y que van a permanecer intactas después de la fermentación.
Lo ideal es que renovemos el frente a diario con un ritmo de avance no inferior a los 15 cm/día.
Sin embargo, si establecemos una correcta estrategia en el proceso de ensilado, y también en el de desensilado, sí que se pueden evitar nuevas contaminaciones. Hay que recordar que los hongos son organismos estrictamente aeróbicos y, por lo tanto, precisan oxígeno para crecer. En este sentido, todas aquellas medidas encaminadas a evitar la presencia de aire van contribuir al éxito de nuestra estrategia.
Estos son los principales puntos críticos que debemos contemplar en la ejecución del ensilado y que nos va a permitir diminuir el grado de contaminación por micotoxinas:
1. Limpieza y desinfección de piso y paredes del silo antes de entrar el nuevo forraje para evitar posibles recontaminaciones con hongos.
2. Dimensión del silo adecuada al consumo de ensilado previsto. Se trata de evitar silos muy anchos con un frente altamente expuesta al contacto con el aire. Lo ideal es que renovemos el frente a diario con un ritmo de avance no inferior a los 15 cm/día.
3. Orientación del silo. Conviene que el frente del silo esté orientado al norte, o como mucho al este/oeste. Con esto evitaremos una insolación excesiva que aumente la temperatura del frente y que pueda contribuir a un mayor desarrollo de los hongos.
4. Densidad. Garantizar la mayor densidad posible (>750 kg/m3) en el ensilado. La humedad de cosecha, el tamaño de picado del forraje y, sobre todo, el pisado deben contribuir a eliminar el oxígeno y evitar así el desarrollo fúngico.
5. Uso de inoculantes. Se puede mejorar significativamente el control fúngico con el empleo de inoculantes. Estas soluciones basadas en cultivos de bacterias lácticas heterofermentativas trabajan en el ensilado a dos niveles:
Garantizan una mayor acidificación. Un PH bajo es una barrera que limita el desarrollo de los hongos.
En el proceso fermentativo generan ácido acético y ácido propiónico que impiden también el crecimiento de ciertos hongos ácido-tolerantes. Con esto se mejora la estabilidad aeróbica del silo.
Con todo, si aparecen partes contaminadas o enmohecidas deberemos retirarlas y alejarlas del entorno del silo para evitar posibles recontaminaciones.
Artículo realizado por el equipo de Alltech Galicia
