Qué huella de carbono genera cada kilo de carne de vacuno producido en Galicia? Ese fue el punto de partida de un trabajo de investigación del Centro Tecnolóxico da Carne, que durante los dos últimos años analizó las emisiones de gases de efecto invernadero en las explotaciones gallegas. El trabajo, pionero en Galicia, se alinea con la tendencia europea que prioriza la obtención de alimentos que generen bajo impacto en el cambio climático. Las conclusiones del estudio apuntan a la necesidad de una mayor eficiencia en la gestión de la huella de carbono en la ganadería gallega.
El proyecto, denominado ‘Eco Meat’, midió la generación de gases de efecto invernadero desde la explotación hasta la salida del producto final de la industria cárnica, para lo que tuvo en cuenta factores como las emisiones directas de los animales -uno de los principales problemas-, el gasto energético y uso de maquinaria en la explotación o la huella de carbono de los materiales empleados (piensos, fertilizantes).
Las emisiones más altas se registraron en extensivo, con hasta 20 kilos de gases de efecto invernadero por kilo de carne producido
Para la realización del trabajo, se analizaron las emisiones de cinco tipos de explotaciones gallegas de vacuno: extensiva, semiextensiva, de bueyes, de desvieje e intensiva (cebadero). Los peores datos de emisiones correspondieron a las explotaciones extensiva, semiextensiva y a la de bueyes, con valores que oscilan entre los 17 y 20 kilos de dióxido de carbono (CO2) por kilo de carne producido; en tanto las menores emisiones se registraron en las explotaciones intensivas y de desvieje, con entre 2 y 3 kilos de gases emitidos por cada kilo de carne.
La explicación de la amplia diferencia entre las ganaderías extensivas y las intensivas se debe principalmente a una cuestión de eficiencia. «En las explotaciones extensiva y semiextensiva hubo una baja producción de carne por factores diversos como la mortandad de los animales o una tasa de preñez baja, lo que hizo aumentar la cantidad de emisiones que recae sobre cada kilo de carne», explica Inmaculada González, técnica del Centro Tecnolóxico da Carne, que recientemente presentó las conclusiones del estudio en una jornada de la Asociación Galega de Cooperativas Agroalimentarias (Agaca), entidad que colaboró en el proyecto.
Efecto sumidero de los pastos
Otro factor que explica el diferencial extensivo – intensivo radica en que el estudio no tuvo en cuenta el efecto sumidero de los pastos permanentes, que atrapan dióxido de carbono presente en la atmósfera. «La normativa actual de medición de la huella de carbono no permite por ahora tener en cuenta este factor», apunta Inmaculada González. «Si se tuviera en cuenta, estaríamos hablando de una huella en las explotaciones en extensivo de alrededor de 8 kilos de gases por cada kilo de carne, una cifra que ya se sitúa en valores admisibles», destaca. «Por debajo de 10 kilos, podemos considerar que estamos en valores normales».
La investigación visibiliza la necesidad de prestarle atención a la reducción de emisiones
En extensivo, hasta las tres cuartas partes de las emisiones fueron computables a los animales, en tanto en intensivo la parte correspondiente a los animales fue del 49% y la de los materiales, como piensos, del 40%. Para la realización del trabajo, se contó con la colaboración de media docena de explotaciones de zonas productoras de vacuno como Navia de Suarna o Becerreá (Lugo) y As Pontes (A Coruña).
Más que sacar conclusiones numéricas, Inmaculada González incide en que la investigación pone de manifiesto la necesidad de prestarle atención a la huella de carbono que se está generando en las explotaciones, una cuestión que previsiblemente cobrará importancia en los próximos años.
Perspectivas en España
En Europa, ya hay países que etiquetan parte de los alimentos con indicación de su huella de carbono, de manera que el consumidor conozca su impacto. “No sabemos cuándo puede llegar aquí esa tendencia, pero tenemos que estar listos para ese reto y disponer de herramientas preparadas», subraya al gerente de Agaca, Higinio Mougán. «Es previsible, además, que la legislación española obligue a las grandes empresas a justificar políticas de reducción de emisiones, lo que afectaría a la cadena de suministro de las empresas agroalimentarias y, por tanto, a los productores, tanto de carne como de leche o agrícolas».
El etiquetaje de la huella de carbono está extendido en Europa. «No sabemos cuándo llegará aquí» (Higinio Mougán, Agaca)
Por otro lado, el cálculo de la huella de carbono implica un sesgo proteccionista de las producciones locales que no disgusta al sector agroalimentario. Las producciones llamadas de kilómetro cero presentan una menor huella que las llegadas de otras latitudes, que tienen que sumar las emisiones derivadas del transporte. «La huella de carbono tiene en general un componente ambiental porque los consumidores están más concienciados sobre el problema del cambio climático, pero además, en países como Gran Bretaña, es evidente que hay también un intento de proteger a las producciones propias frente a las de terceros países», valora Higinio Mougán.
Recomendaciones generales
En la presentación de las conclusiones del estudio, la técnica del Centro Tecnolóxico da Carne Inmaculada González ofreció algunas recomendaciones generales que pueden contribuir la reducción de las emisiones en las explotaciones ganaderas. Entre los consejos, figuran los siguientes.
– Mejora de la productividad y de la eficiencia de la explotación. Cuantos más kilos de carne se produzcan con el menor gasto de energía y con menores emisiones, mejor será la huella de carbono.
– Uso de concentrados de maíz, en lugar de cebada y trigo, para reducir las emisiones asociadas a la fermentación entérica de los animales.
– Empleo de energías renovables.