El sector ganadero en general y lácteo en particular ha dado pasos de gigante en los últimos años para reducir los impactos ambientales, aunque no siempre los consumidores, ubicados en su mayoría en núcleos urbanos alejados del medio rural, son conscientes de estos logros y progresos. Así lo explica Salvador Calvet, representante del Comité de Sostenibilidad Láctea, órgano de expertos que asesora los mensajes de la campaña informativa “Cuenta con los productos lácteos europeos”, impulsada por la Organización Interprofesional Láctea (InLac) con apoyo de la UE.
Director del Instituto Universitario de Ciencia y Tecnología Animal (ICTA) y todo un referente nacional e internacional en su campo, la labor como investigador de Calvet se centra en el ámbito de la ganadería y el medio ambiente, en dos líneas principales: el impacto de la ganadería sobre el medio ambiente y el control ambiental de alojamientos ganaderos.
Así, el sector ganadero lácteo europeo está cada día más comprometido con la sostenibilidad ambiental. “Mi percepción es que los sectores ganaderos europeos, incluido el sector lácteo, están interiorizando cada vez más que deben cuidar los aspectos ambientales. Queda aún bastante camino por recorrer, pero al menos en los últimos dos años se ha visto un importante avance en esta concienciación”, ha remarcado Salvador Calvet.
Para el experto, existen varios motivos que justifican esta evolución. Por una parte, la presión normativa obliga a considerar criterios ambientales en la producción ganadera pero también, por otra parte, recuerda que “estamos ante un sector cada vez más moderno que interioriza con convicción la responsabilidad que tiene con su entorno”.
Pero ¿qué se puede hacer para avanzar aún más en lograr una producción ganadera más sostenible? Hasta el momento -precisa Calvet- la producción ganadera se ha centrado en mejorar su eficiencia productiva y “esto ha sido muy positivo, si bien aún queda margen de mejora para continuar en este camino”. “Es necesario ir más allá de la eficiencia productiva y emprender medidas de mitigación. Tenemos muchas herramientas a mano: la mejora genética, el diseño de instalaciones o los sistemas de tratamiento de estiércoles. Son solo algunos ejemplos de estrategias con un gran potencial de mitigación”, ha aclarado.
Calvet opina que la producción porcina y avícola “son un buen espejo en el que mirarse”, ya que han estado sujetas a normas ambientales muy estrictas desde hace unos veinte años. Para el prestigioso experto, “el concepto de mejores técnicas disponibles (MTDs) ha sido un gran avance y se han desarrollado muchas técnicas que funcionan bien en otras especies. Sin embargo, también han existido dificultades. En particular, es difícil incluir una técnica ambiental como MTD, lo cual limita que los avances técnicos lleguen a las ganaderías. En cualquier caso, la principal palanca para frenar los impactos ambientales es continuar concienciando a los productores de que reducir sus impactos ambientales es importante”.
«En todo esquema de mejora ambiental, la alimentación de los animales desempeña un papel esencial y así lo ha hecho el sector lácteo en los últimos años»
Así, por ejemplo, se ha avanzado mucho en nuevos modelos de alimentación de los animales en las ganaderías para reducir emisiones. “Siempre, en todo esquema de mejora ambiental, la alimentación de los animales desempeña un papel esencial. Es el primer punto en el que hay que trabajar y así lo ha hecho el sector en los últimos años por cuestiones económicas: el alimento es normalmente el mayor coste de producción en la ganadería intensiva”, agrega Calvet.
La ganadería europea es un pilar esencial para luchar y mitigar los efectos del cambio climático, sin olvidar que también tiene beneficios ambientales que deben medirse y tenerse en cuenta. “La ganadería desempeña un papel esencial en el reciclaje de nutrientes y en general en la soberanía alimentaria. Plantear cualquier estrategia para luchar contra los efectos del cambio climático excluyendo la ganadería es una utopía o una irresponsabilidad. Podemos y debemos ser justos en el balance de impactos ambientales positivos y negativos”, explica el investigador valenciano.
En su opinión, la ganadería europea es muy variada y “generalizar impactos negativos y positivos es siempre injusto”. “En efecto, buena parte de la producción de rumiantes tiene una relación estrecha con el medio que le rodea, ya sea por contacto directo (ganadería extensiva) o indirecto (consumiendo alimentos generados en su entorno). Queda mucho trabajo pendiente para poner en valor los impactos positivos y minimizar de forma efectiva los negativos”, ha sentenciado.
Para Calvet, “afrontamos un momento clave para continuar reduciendo los impactos ambientales de la ganadería. En los últimos años hemos avanzado mucho y debemos consolidar esa concienciación del sector. Será necesario continuar adquiriendo compromisos de respeto ambiental ambiciosos sin añadir complejidad administrativa”.
Los operadores del sector deben hacer aún mucha pedagogía para que la población en las ciudades tenga buena información y argumentos científicos. “La mayoría de los consumidores desconoce lo difícil que es suministrar masivamente alimentos (en este caso lácteos) a precios razonables en los canales de distribución. En muchos casos, existen técnicas ambientalmente muy positivas que no pueden aplicarse en las ganaderías por falta de viabilidad económica o, dicho de otra forma, el consumidor final no entendería un incremento del precio asociado a ese producto que consume”, concluye.
Tres lácteos al día
Los valores nutricionales de los lácteos suman atractivo para defender su consumo, en el marco de una dieta equilibrada, como la Mediterránea o la Atlántica. Los lácteos aportan proteínas e hidratos de carbono, fundamentalmente en forma de lactosa, además de calcio, potasio, fósforo, zinc y otros minerales, así como vitamina B12 y A.
“Tres lácteos al día” (leche, queso y yogur) es la media recomendada por la Fundación Española de la Nutrición (FEN) y por las guías nacionales e internacionales de referencia. Tal y como subraya la catedrática en Nutrición y Doctora en Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid, Rosa María Ortega, también representante del Comité de Sostenibilidad Láctea en la campaña “Cuenta con los productos lácteos europeos”, una dieta equilibrada incluye 2-3 raciones de lácteos al día en niños y adultos y 3-4 si hablamos de ciertas etapas y colectivos con necesidades adicionales, como durante la adolescencia, en mujeres embarazadas o durante el periodo de lactancia, en la edad avanzada y en el caso de los deportistas.
Una ración de leche equivale a 200-250 mililitros (una taza o vaso) y la ración de yogur se sitúa en los 250 gramos (2 yogures). La porción de queso semicurado o curado recomendada ronda los 30 gramos y, la de queso fresco llega hasta los 60 gramos al día.