Una tercera parte del monte gallego está ocupada por masas de robles, castaños, abedules o fresnos. Muchas de estas superficies carecen de gestión forestal alguna y su explotación productiva se reduce, en muchos casos, a la corta para leña.
¿Influye el modelo territorial y de propiedad del monte en esta infrautilización? Técnicos y expertos debatieron esta cuestión en el Simposio Internacional celebrado en Lugo esta primavera. Estas son algunas de sus conclusiones:
“Hay que buscar fórmulas informales de gestión conjunta del monte, igual que se hace para la movilidad de tierras agrarias”
Xabier Brunha, jefe del distrito forestal Lugo-Sarria, e ingeniero agrícola y de montes, subraya la necesidad de planificar estas dos realidades en conjunto y de buscar fórmulas imaginativas para superar el minifundismo tanto en el sector forestal como en el agroganadero. “Tenemos que buscar fórmulas informales de gestión conjunta de los montes, como se hace también en el caso de la movilidad de tierras agrarias”, afirma.
Además del enfoque productivo, Brunha llama a repensar el modelo forestal gallego actual para combatir los incendios del futuro. “A Mariña no ardía, pero ardió. Y con el cambio climático eso irá a más. Por eso tenemos que empezar a planificar y ordenar el monte, no solo como generador de materias primas, sino también diversificando las especies para combatir los incendios”, argumenta.
Tenemos que pensar en un territorio que se defienda por sí solo de los incendios forestales y eso pasa por compartimentarlo adecuadamente y diversificar las especies
“Tenemos que pensar en un territorio que se defienda por sí solo de los incendios forestales, y eso pasa por una compartimentación adecuada, integrando también al sector agroganadero. Muchas veces analizamos esto de manera muy parcial, pero hay más vida en el territorio más allá de lo forestal”, concluye.
“El problema de las figuras legales existentes, como las SOFOR, es la doble tributación”
Hugo Rodríguez es presidente de una Sofor en el municipio ourensano de A Veiga y preside también la Asociación de Sociedades de Fomento Forestal de Galicia, que reúne a las 16 Sofor existentes en la comunidad, que suman 3.145 hectáreas repartidas en 9.656 parcelas de 925 propietarios.
“La agrupación está socialmente aceptada, pero el problema de estas figuras es la fiscalidad. Y mientras no abordemos eso, están abocadas al fracaso”, asegura el presidente de las Sofor de Galicia.
El problema de las Sofor es la doble fiscalidad, ya que tributan en el Impuesto de Sociedades y luego vuelven a tributar en la Declaración de la Renta a nivel de propietario individual
Las Sofor se inscriben en el Registro Mercantil como una sociedad limitada, por lo que cuando se corta madera tributan sobre los beneficios como una SL y, además, cada propietario debe incluir los ingresos que recibe en su declaración anual de IRPF.
Hugo pide un cambio en la fiscalidad que sea más favorable para este tipo de agrupaciones de propietarios, ya que, según destaca, “los montes agrupados permiten llevar a cabo una mejor gestión, manteniendo la diversidad de especies y las franjas de protección contra el fuego”.
La constitución de una Sofor no elimina la multitud de referencias catastrales que engloba, lo que añade complejidad burocrática a su funcionamiento ordinario, reconoce Hugo, que también es CEO de Ametlam SL, una empresa de planificación y gestión del territorio que tiene encomendada la gestión de más de 17.000 hectáreas forestales.
“Estamos trabajando en 7 planes piloto de Agrupación Forestal en Galicia donde los propietarios ceden la gestión a una asociación sin ánimo de lucro”
José Martel es jefe del Servicio de Salud y Vitalidad del Monte de la Dirección General de Planificación y Ordenación Forestal de la Xunta de Galicia, con funciones de monitoreo y control de enfermedades y plagas de especies forestales, suministro de semillas forestales, gestión de materiales forestales de reproducción y gestión de castañares tradicionales.
“Estamos trabajando en 7 planes piloto de Agrupación Forestal en Galicia que suman 350 hectáreas. Es una forma de solucionar el problema estructural de la propiedad. En Parada de Sil logramos agrupar más de 100 hectáreas, principalmente de castaños. Los propietarios ceden la gestión a una figura intermedia que es una asociación sin ánimo de lucro, y con esto se alivia un poco el tema de la fiscalidad”, señala.
En Parada de Sil logramos agrupar más de 100 hectáreas, principalmente de castaños
“El argumento para unirlos fue la lucha contra las plagas y enfermedades del castaño, una preocupación que todos tenían en cuanto a la sanidad forestal de sus castañares”, explica. La Asociación de propietarios de castañares de Parada de Sil Canón do Sil está formada por 113 socios y dispone de 827 parcelas catastrales, que suman un total de 110,14 hectáreas, principalmente de castaños.
Actualmente, hay 19 entidades inscritas en el registro de Agrupaciones Forestales de Gestión Conjunta en Galicia, con una superficie total de 3.145 hectáreas. Para obtener este reconocimiento, las entidades deben desarrollar su actividad en terrenos forestales y gestionar una superficie mínima de 10 hectáreas de monte.
“Hay una necesidad de planificar a mayor escala para luchar contra los nuevos incendios que nos trae el cambio climático”
Juan Picos, exdirector de la Escuela de Ingeniería Forestal de Pontevedra y uno de los responsables de la puesta en marcha del Inventario Forestal Continuo de Galicia, asegura que el minifundio de los montes gallegos condiciona tanto los aspectos productivos como medioambientales.
“Siempre hablamos del minifundio como un problema para la rentabilidad, pero ahora es también un problema para luchar contra los incendios de nueva generación que nos trae el cambio climático”, dice. “Tenemos la necesidad de planificar a mayor escala, y eso nos obliga a agrupar parcelas”, afirma.
Los retos del cambio climático nos obligan a cambiar de escala, ya no solo para la gestión directa del monte, sino para la planificación, y eso nos obliga a agrupar parcelas
Juan defiende la necesidad de “compatibilizar protección y producción” en los montes ocupados por masas de frondosas. “Tenemos una gran superficie de frondosas y, dentro de esa superficie, habrá áreas destinadas a la protección, pero también otras con una función productiva”, asegura.
“Hay que buscar fórmulas para que los propietarios de frondosas puedan obtener un mix de ingresos a corto, medio y largo plazo”
Ricardo González, gerente del Clúster de la Madera de Galicia, pone el foco en la necesidad de “buscar productos de alto valor añadido basados en la madera de frondosa y, a partir de ahí, ir hacia atrás en la cadena de suministro”. “Para involucrar al propietario forestal en la plantación de frondosas, tiene que verlas como un producto de valor”, sostiene.
En Galicia no hay cultura de explotación de frondosas; está asociada a montes primitivos que no se explotan
Ricardo reconoce que “las frondosas son una inversión a largo plazo”, por lo que propone “buscar fórmulas para que los propietarios puedan tener un mix de ingresos a corto, medio y largo plazo”.
También considera necesario incidir en el cambio de mentalidad tanto de los titulares de los montes como de la ciudadanía en su conjunto en relación con la función productiva del monte. “Debe haber un cambio de percepción social y una mayor concienciación en relación con las frondosas. En Galicia no hay cultura de explotación de frondosas; está asociada a montes primitivos con un valor meramente natural. En Francia, sin embargo, cuando ardió Notre Dame, fue un orgullo patrio cortar robles centenarios para rehabilitar la catedral”, compara.
“O se incentivan realmente las plantaciones de frondosas o seguirán sin ser competitivas con los pinos y eucaliptos”
Antonio Rigueiro, profesor emérito y catedrático de Producción Vegetal de la USC y uno de los mayores conocedores de los bosques gallegos de frondosas, afirma que el minifundio es “un problema recurrente del monte gallego” y, junto con el abandono, “los dos lastres fundamentales que tiene el sector forestal gallego en este momento”.
El monte en manos privadas y en estructura minifundista, dice, corresponde a la superficie más productiva “y la que está más infrautilizada”. Por eso, propone “crear unidades de gestión forestal conjunta viables y sin que los propietarios pierdan el vínculo con esa propiedad forestal que viene de generaciones pasadas”.
A veces el reto no es ya agrupar, sino simplemente identificar al propietario o localizar la propia parcela en el monte
“Si queremos cambiar la estructura de la propiedad, eso requiere una gran inversión y tiempo, porque los resultados no son inmediatos. Estamos hablando de turnos de corta de 30-40 años en el castaño, 40-50 años en el cerezo y 80-100 años en el roble”, ejemplifica.
Por eso, asegura que “o se incentivan realmente las plantaciones de frondosas o seguirán sin ser competitivas con plantaciones de pinos y eucaliptos”. Propone ayudas para el cuidado de las masas actuales y la creación de nuevas masas de frondosas, así como “reconvertir en masas productivas algunas zonas de los mejores bosques naturales de Galicia”, como los situados en áreas montañosas como Ancares o O Courel, con actuaciones dirigidas a la selección de árboles de futuro y aprovechamientos intermedios.
“Crear una agrupación forestal no es una cuestión de dinero, sino sociológica; pasa por reunir a 200 vecinos que no se hablan entre sí”
Fermín Olabe es director de Gestión Forestal del Gobierno de Navarra, una comunidad que cuenta con dos zonas diferenciadas de monte: bosque natural en la zona del Pirineo y producción de pino en la zona sur.
El Gobierno foral lleva años tratando de impulsar las agrupaciones de propietarios, pero se enfrenta a problemas recurrentes, como el despoblamiento y el envejecimiento de la población. “En Navarra tenemos una figura que es la de las agrupaciones forestales, pero ese proceso es complejo porque pasa por reunir a 200 personas que no se hablan entre sí. Reunirlos ya lleva cinco años, y cuando lo logras, la mitad ya ha fallecido. Y una vez que los reúnes, tienes que ponerlos de acuerdo. Les hacemos un Plan de Gestión Forestal para ese monte y puede que consigas que se pongan de acuerdo para cortar la madera, pero no para otro tipo de actuaciones”, relata.
A veces no tenemos a quién agrupar, porque tenemos pueblos con 7 vecinos y todos tienen más de 80 años
“No es una cuestión de dinero, sino sociológica. A veces no tenemos a quién agrupar, porque tenemos pueblos con 7 vecinos y todos tienen más de 80 años”, describe. “Por eso estamos planteando la cesión de la gestión al Gobierno. El dinero de las cortas se lo damos a ellos, para eso suelen ponerse de acuerdo, pero si luego les propones abrir una pista o hacer algún tipo de ordenación, ya es imposible, porque obtener dinero del monte sí, pero gastarlo en él ya no, y menos si eso va a beneficiar al vecino con el que no me hablo; es decir, si la pista le deja un acceso maravilloso a su monte”, ejemplifica.
La solución pasa por fórmulas diferentes y más imaginativas. En Navarra ya creamos un fondo climático para reinvertir ese dinero en el monte
“Tenemos que buscar otras fórmulas; la solución pasa por enfoques diferentes y más imaginativos”, opina Fermín. “Nosotros ya creamos un fondo climático para reinvertir ese dinero en el monte”, explica.
“La realidad es un despoblamiento desbocado y un desapego de la gente joven. Los hijos de los propietarios no quieren saber nada del monte, y la gente joven que llega para teletrabajar tiene una visión fotográfica del monte, no de gestión forestal productiva. Por eso no puede haber soluciones homogéneas, porque la cultura forestal y el vínculo con el monte también son diferentes”, defiende.