En la actualidad, hay muchos productores de castaña que muestran pasión por lo que hacen, pero es necesario aplicar un razonamiento científico-técnico sobre las buenas y malas actuaciones que se llevan a cabo. Por esa necesidad emergente, desde el Centro de Investigaciones de Mabegondo (CIAM) organizaron recientemente una jornada técnica de cultivo del castaño para fruto, en la que intervinieron productores e investigadores.
Durante el encuentro, se celebró una mesa redonda en la que participaron los productores de castaña Marcial Lobeiras Bañobre, José Queijas Paja y José Liñares Candal. La mesa redonda estuvo coordinada por el miembro del CIAM Xosé Antonio Meixide Fernández, quien destacó la importancia de aplicar las investigaciones a las plantaciones: «Veo gente con pasión que hace inversiones, pero que necesita corregir ciertos temas y para eso hay que ofrecerles unos razonamientos científicos y que así progresen».

De izquierda a derecha: Xosé Antonio Meixide, Marcial Lobeiras, José Queijas y José Liñares
Meixide destacó que desde Mabegondo tratarán de profundizar en temas que sean necesarios para mejorar en la producción de castañas, «y estar de lado del sector». Puntualizó que no se ven camiones «llenos de castañas» y «necesitamos eso». Afirmó que «Galicia cuenta con unos suelos extraordinarios y una climatología idónea, pero necesitamos que haya una mayor apuesta por esta producción».
Experiencias de los productores
La necesidad de salir de una oficina y la pasión por el rural fueron dos de los motivo que llevaron a Marcial Lobeiras a plantar los castaños. «Mis padres se dedicaron al mundo agrario y ya habían plantado algún castaño, pero yo necesitaba formarme más en esto y visité O Courel y O Barco de Valdeorras». Luego, conoció a diferentes profesionales, a través de la Asociación Forestal de Galicia, y «ya vi que sabía algo del tema, así que tocaba ponerse manos a la obra».
«Cuando empecé a injertar, fue un fracaso, pero después de muchas horas dedicadas y 10 años, estoy en un 90% de aciertos» (Marcial Lobeiras)
Lobeiras compró dos fincas, porque las familiares estaban alquiladas, y ambas estaban plantadas a eucaliptos, pero no habían salido adelante por varios motivos, por eso decidió plantar castaños. «No hice caso a las recomendaciones, y en la primera finca planté 25 variedades, entre ellas algunos híbridos, y en un marco de 20×20, donde hay 9 castaños, el del centro es siempre un polinizador», explicó. A mayores, plantó una fila de Rapada por el centro. Tras tres años, la tinta arrasó con los árboles que estaban cerca del camino y tuvo problemas, pero «yo quería seguir apostando por esto».
En continua formación y por interés, empezó a injertar. Para eso, volvió a O Courel, se formó y «me vi preparado para intentarlo». El primer año «fue un fracaso», pero tras diez años de experiencia y de muchas horas dedicadas, «llegué a un 90 % de aciertos, pero para todo esto es necesario mucho tiempo».
El productor José Queijas, de la zona de Cerceda, cuenta con numerosos terrenos plantados «y muchas horas dedicadas», así lo presentó Meixide. Complementa la actividad en el sector de la castaña con otras de carácter rural y hortícola, formando parte de un gran proyecto entre el concello de Ordes y Cerceda.
«Empezamos en el año 1993 y a día de hoy es la muestra perfecta de lo que está mal hecho», destacó el propietario. Cuenta con una plantación junto a la vivienda, en la que tiene mezcladas diferentes variedades y, principalmente, orientadas a la madera. «Cuando vi que daban castañas, pensé que era una soberbia dejarlas perder. Indagué sobre el mundo del fruto y me gustó». Posteriormente, llevó a cabo nuevas plantaciones y «bien hechas».
Por herencia, le tocó una hectárea y cuarto de castaños. Tuvo las castañas pudriendo porque buscaba gente para cogerlas, «pero este es el eterno problema», y esto lo llevó a pensar si continuar con la producción o no. Compró otra hectárea al lado y ahí ya, de manera estructurada, hizo una plantación en el año 2018. De este modo, ya empezó a recoger castaña y a profesionalizarse en este sector.
«Tuve las castañas pudriéndose en el suelo, porque no tenía quien las recogiese, y pensé en abandonar» (José Queijas)
Un tercer caso es el de José Liñares. Después de 30 años con la huerta a las vueltas, Liñares decidió empezar a plantar castaños en unas fincas. Empezó a plantar e iba «a lo loco», pero valora que «fui conociendo a los dos compañeros y a profesionales, y marqué como objetivo llegar a 12 hectáreas de plantaciones, pero vi que con 8 ya tenía suficiente».
Las ayudas de las Administraciones incentivan que se planten castaños, pero luego estos son abandonados y ofrecen mala imagen de la producción de castañas
Ayudas de las administraciones y más formación
Los tres productores formaron la Asociación Galega das Castañas e dos Soutos, un organismo para impulsar y apoyar las investigaciones sobre los castaños y también para potenciar la formación. Desde sus experiencias, cuando quisieron dar el paso para producir castañas se encontraron con un gran problema: «no teníamos casi a donde recurrir para tener algo de conocimientos sobre estos árboles».
Destacan que este colectivo está creciendo y «desde que formamos la Asociación, hay mucha gente interesada y nos comentan que es una herramienta útil para compartir las experiencias al momento», puntualiza Liñares. Señalan que a través de cada experiencia individual pueden conocer qué prácticas son útiles y cuáles no funcionan en diferentes zonas. «No es lo mismo una plantación cerca del mar, que otra que ya esté hacia el interior». Además, dentro del colectivo cuentan con gente formada «y con mucho conocimiento».
Los tres coinciden en criticar que las ayudas que dan desde la Administración no son suficientes, ya que incentivan que se planten sotos, «reciban esas ayudas y luego los abandonen».
Con esto, «fomentan las malas praxis y una mala imagen del castaño que no es real». Luego, añaden que «una persona que de verdad está interesada en plantar castaños y trabajarlos, tiene una finca de esas abandonadas a su lado y pierde el interés». Queijas recalca que en numerosas ocasiones le comentaron que productores se decantaron por los frutales porque «veían que los castaños secaban todos». Y añade que todas esas plantaciones que se hicieron por las subvenciones «son un mal escaparate».
Por eso, intentan fomentar la idea de que hay que trabajarlos para conseguir buenos resultados: «No se pueden plantar, dejarlos e ir a mirar si tienen castañas para recogerlas».
La falta de mano de obra cualificada fue otro punto que salió a debate. Así, Lobeiras indicó que, por ejemplo, para la plantación yo «prefiero hacerla yo mismo», pero para los agujeros tuvo que contratar. «No es lo mismo poner castaños, que cuestan entre 10 y 15 euros, que eucaliptos que son céntimos, por eso hay trabajos que mejor hacerlos uno para evitar pérdidas».
Contar con una cámara de frío les ofrece a los productores más margen para las ventas
Por eso, considera que las subvenciones deberían ir para formación en el mantenimiento, la investigación y transferencia de esa investigación. Actualmente, considera que hay dos problemas graves: el chancro y la tinta. «Pero están llegando otros, que son los hongos, incentivados por esta climatología caliente y es necesario investigar más y tratar de buscar soluciones», resaltaron. Pero para que esas investigaciones lleguen a las personas productoras, son necesarias más jornadas de transferencia.
Venta de las castañas
Recoger las castañas es un problema, «ya que no hay mano de obra, como sucede en otros sectores», y, en muchas ocasiones, en la venta directa las castañas necesitan ser recogidas unos días concretos para evitar el desarrollo de hongos. Como ejemplo, Lobeiras explica que se las lleva a un joven que cuenta con un puesto en la plaza de abastos de Lugo. «En esta campaña le llevé las primeras híbridas y las vendió muy bien. La segunda vez que le llevé, la venta no fue tan rápida y cuando llegué por allí, ya casi tenían patas», bromeó el productor.
Para poder conservar las castañas más tiempo, Queijas explicó que este año probaron la cámara de frío, conjuntamente con Liñares. «Es necesario ir aprendiendo, pero tenemos claro que es una tranquilidad». Así, expusieron que cogieron, pesaron y las metieron en la cámara, logrando así perder tan sólo un 2 % de la producción, pudiendo llegar a vender en el sexto día después de recogerlas. «Contar con esto nos da más margen para que salgan más».
Liñares aclaró que también en este aspecto, en la entrega del producto, «hace falta una mayor profesionalización». Indicó que en muchas ocasiones cogen y casi no escogen, buscan darle una salida pronto y sin casi ningún control. «La industria quiere producto, pero es necesario entregárselo en buenas condiciones. No podemos exigir precios y que no pongan límites, cuando se le entrega sin filtro, casi», recalcó.
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