Errores más comunes que hay que evitar en la siembra del maíz

El mes de mayo es el mes por excelencia de la siembra del maíz en Galicia. Analizamos con la ayuda de Juan Valladares, del CIAM, y del experto francés Albert Porte, algunas de las claves para obtener el máximo rendimiento posible en las parcelas

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En el maíz la siembra es un factor clave en la productividad del cultivo. El 50% del rendimiento final obtenido está relacionado con cómo nazca la planta, por lo que el proceso de labrado condiciona claramente el resultado final de la cosecha. Así pues, si la mitad del resultado final depende de la siembra, para que la producción sea homogénea, el nacimiento de la planta también ha de ser homogéneo. Eso está relacionado con que tenga lugar una emergencia rápida y uniforme en toda la parcela. Ensayos de la Universidad americana de Wisconsin demostraron que un retraso en el nacimiento de 10 días de la plántula equivale a un retraso de dos hojas en su fase de crecimiento inicial, lo que condiciona que esa planta pueda acabar teniendo mazorca o no.

El hecho de trabajar mediante la subcontrata de las tareas de sembrado, bien a través de una cooperativa, una empresa de servicios o una CUMA, lo que permite ahorrar en maquinaria propia a las explotaciones, condiciona sin embargo muchas veces no poder escoger el momento óptimo para labrar, al concentrarse la demanda en pocos días obligando a que las campañas de siembra se alarguen o comiencen antes de tiempo. Muchas veces también limita la elección de la fecha de siembra del maíz la recogida previa de la hierba para ensilado en las fincas en las que se hace doble cultivo, pues mientras no finaliza la campaña de la hierba no se pueden abonar y preparar las tierras para el maíz.

Tanto la siembra como la cosecha y el ensilado del maíz representan también la mayor inversión que realizan año tras año las explotaciones de ganado vacuno de leche. Conseguir el mayor rendimiento posible por hectárea cultivada supone optimizar las inversiones y mejorar su nivel de eficiencia. Hacer las cosas bien y no cometer errores no reduce los gastos (los costes en abonos, semilla y fitosanitarios son los mismos, igual que los de siembra y recogida), pero si se obtiene una mayor cantidad y calidad de materia seca los gastos hechos se vuelven más rentables al quedar más diluidos y el margen de beneficio en la leche producida aumenta.

El maíz es el principal cultivo forrajero que realizan las explotaciones lecheras gallegas, que concentran el 60% de la superficie dedicada a este cultivo en todo el Estado

El maíz se cultiva en Galicia desde hace más de 5 siglos y hoy es el principal cultivo forrajero que realizan las explotaciones lecheras gallegas, por lo que se trata de un cultivo de gran importancia en nuestra comunidad. De hecho, Galicia concentra el 60% de la superficie dedicada a maíz en todo el Estado y el 55% de la producción.

Estas son algunas cuestiones a tener en cuenta para no cometer errores a la hora de labrar el maíz, que analizamos con la ayuda de dos ingenieros agrónomos: Juan Valladares, del Centro de Investigaciones Agrarias de Mabegondo (CIAM) y Albert Porte, asesor internacional, miembro del Tribunal Internacional de Apelación de Pau para temas agrícolas y ex ingeniero Instituto ARVALIS y de la Asociación General de Productores de Maíz de Francia.

1.- No hacer las cosas con prisa o por rutina

Albert Porte Laborde es uno de los mayores expertos europeos en el cultivo del maíz. Pero este ingeniero agrónomo francés, natural de la región de Bearn, en el sur del país, donde siembra en sus fincas 60 hectáreas de maíz en suelos que son semejantes a los de Galicia, prefiere definirse como un «enamorado» de esta planta más que como un especialista. En los últimos años ha estado varias veces en Galicia, donde participó en distintas jornadas técnicas, organizadas por Delagro, Seragro y el Ayuntamiento de Curtis.

Hacer las cosas rápido y sin reflexionar es peligroso porque los errores no se pueden corregir

Dice que «hacer las cosas rápido sin reflexionar es peligroso» y habla de «calidad de la siembra» como factor determinante a la hora de conseguir buenos rendimientos de cosecha. El objetivo es simple, dice: «se trata de lograr nacimientos homogéneos y regulares, no puede existir el éxito en el cultivo del maíz sin homogeneidad». La distribución y la altura de las plantas tiene que ser la misma porque «también en el maíz el problema es siempre el vecino», bromea, ya que «si la planta de al lado tiene una hoja más esa otra planta más retrasada siempre tendrá que soportar esa competencia hasta el final».

La labor del agricultor es organizar la competencia entre plantas para que todas sean iguales

La labor del agricultor es «organizar la competencia entre plantas para que todas sean iguales». Por eso, asegura, «cuando el tractor sale de la finca al acabar de labrar el rendimiento está hecho, bien o mal hecho pero está hecho. Ya no se pueden añadir toneladas, a partir de ese momento se pueden preservar hasta la cosecha final las toneladas que hemos labrado, pero añadir más no. Los errores no se pueden corregir, ni una planta mal escogida, una densidad mal adaptada, una protección contra los insectos mal hecha, un abono que no fue bien calculado, etcétera; todo eso no se puede corregir», indica.

También apuesta por evitar errores Juan Valladares y aunque asegura que «siempre hay recomendaciones que se pueden dar para mejorar», como las que periódicamente hace el CIAM antes del inicio de la campaña de cada año, «en general el campo gallego cada vez va conociendo más la cultura del maíz y si de algo sabe el ganadero gallego es de genética de vacas y de cultivo de maíz», afirma.

2.- Analítica del suelo

mapa dos solos de Galicia

El éxito de la plantación comienza antes de que la sembradora entre en la parcela. «Lo primero es conocer la tierra que tienes. Hay que hacer una analítica de suelo por lo menos cada 4 años porque cambian las características. Después, con esa analítica en la mano, ya puedes definir el tipo de encalado y el tipo de fertilización en función de lo que necesita el maíz», recomienda Juan.

Una de las cosas a vigilar es el PH del suelo. «El PH es el indicador más antiguo de la fertilidad del suelo, con un PH bajo la disponibilidad de abono no es buena, así que si se sube el PH del suelo se puede disminuir la cantidad de abono para igual resultado y ahorrar. Con un PH entre 5 y 5,5 solo se aprovecha entre el 50 y el 75% del nitrógeno existente y solo la mitad del fósforo disponible pero subiendo solo un punto o punto y medio el PH la utilización pasa a ser del 90 y 95%. La principal ventaja del PH es esa, que le da a la planta disponibilidad a los elementos existentes en el suelo», indica, por su parte, Albert.

El maíz tolera PH entre 4 y 8 pero el ideal estaría entre 5,5 y 6,5

«Los suelos en Galicia son entre ácidos y muy ácidos y eso significa que hay que encalar para aumentar el rendimiento», dice. Pero el PH hay que medirlo justo antes de echar el maíz, advierte, porque «varía a lo largo del año y si lo medimos en febrero y nos da 5 cuando realmente vayamos a echar el maíz en el mes de mayo tendremos un punto menos y estaremos en 4. Hay que medirlo en varios puntos de la parcela y hacer un promedio porque los análisis de PH no es cómo hacer un análisis de sangre, que es toda igual en el cuerpo, el PH no es el mismo en toda la parcela», asegura.

3.- Elección de la variedad idónea

A La hora de echar el maíz, el primer factor que determina el resultado final es la elección de un híbrido adaptado a las condiciones de la finca. «No se trata de escoger el más productivo, sino el que vale para esa tierra o lo que se puede hacer en esa zona», afirma Albert. También Juan recomienda «elegir la variedad y los ciclos del maíz en función del lugar donde estamos».

La variedad debe ser la idónea para la capacidad hídrica del suelo y para las condiciones climatológicas del área geográfica en la que se encuentre la parcela y debe escogerse en función de factores como la temperatura y cantidad de precipitaciones habituales o de si disponemos o no de riego.

El CIAM publica todos los años una actualización del valor agronómico de las variedades comerciales más empleadas en Galicia, lo que ayuda a elegir el híbrido más adecuado a cada zona

Para hacer la elección Juan pide no fiarse solo de los ciclos FAO y mirar el díptico que todos los años saca el CIAM (acaba de publicar el correspondiente a este año 2020) con el valor agronómico actualizado de las variedades de maíz forrajero en Galicia, un análisis comparativo anual que se realiza desde el año 1999 con el objetivo de evaluar el rendimiento y calidad de las variedades comerciales más utilizadas por los ganaderos gallegos. «Los ciclos FAO están muy bien pero adaptados a nuestra zona, porque no es lo mismo los ciclos FAO en Lleida que aquí», afirma, por lo que considera más adecuado analizar el índice de productividad (IP) en función del cómputo de días que faltan hasta la fecha de ensilado prevista.

«El mejor maíz es el que florece más rápido, cuanto antes florezca mejor. En cada zona hay que aplicar las estrategias y escoger las mejores variedades para lograr que una vez sembrado el maíz florezca lo antes posible porque es la manera de conseguir siempre los mejores rendimientos», asegura Albert, que dice que «cuando el maíz nace mal el agricultor o el ganadero siempre le echa la culpa a la semilla, diciendo que la semilla era mala, pero ella no tiene la culpa. Las semillas de maíz que se comercializan germinan por encima del 90% porque así lo marca la ley, pero aunque varía anualmente siempre es mayor de esa cifra y el nivel de germinación del año pasado fue del 97%, por lo que como mucho puede perderse un 3% de la densidad sembrada por la calidad de la semilla, pero no más», afirma.

4.- Condiciones óptimas de temperatura

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Efectos del frío el año pasado en la cosecha de maíz en A Mariña

El proceso de nacimiento del maíz pasa por varias fases: el grano hincha con la humedad, sale la radícula, el germen punza y rompe la piel del grano, el maíz germina y al llegar a la superficie sale la primera hoja. En ese proceso la humedad del suelo y la temperatura son factores determinantes, por eso hay que hacer una buena elección del momento en que se debe hacer la siembra.

Cuando se echa, la semilla en contacto con el suelo absorbe agua. Esta hidratación, que es más rápida cuanto mayor es la temperatura del suelo en contacto con el grano de maíz, siendo la óptima entre los 8 y los 10ºC, es la que permite que nazca la planta. Es por eso que esta fase de absorción activa de agua, que da lugar a la actividad metabólica y la elongación de la radícula, depende en gran medida de las condiciones de temperatura y oxigenación del suelo, por lo que son las condiciones agronómicas y climáticas y no el calendario las que deben guiar la elección del momento en el que realizar la siembra.

En Galicia hay que empezar a sembrar el maíz cuando la temperatura del suelo que está en contacto con el grano es de 10ºC, no antes

«La integral térmica del maíz se mide a partir de los 8 grados, pero en Galicia cuando mejores resultados se obtienen y cuando la temperatura media está por encima de los 10 grados de manera sostenida, no sirve que sea un día solo y luego baje. A partir de ese momento es cuando hay que comenzar a sembrar el maíz, no antes. Los 10º son medidos en el suelo, lo que equivale más o menos a un par de grados más en el ambiente», explica Juan. Numerosas aplicaciones de información meteorológica, como Meteogalicia, permiten saber cuál es la temperatura media diaria aunque la fórmula para calcularla es también fácil: temperatura máxima del día + temperatura mínima y el resultado dividido entre dos.

El maíz es sensible al frío, pues durante la germinación, por debajo de 5ºC se paraliza el crecimento del maíz y muere por encharcamiento

El maíz es sensible al frío en tres etapas de su desarrollo: en el nacimiento, pues temperaturas inferiores a 5ºC pueden provocar la muerte de la plántula durante la germinación; cuando tiene entre 3 y 7 hojas, pues en este estadio de crecimiento cuando la temperatura baja de 15ºC merma el crecimiento de la planta y disminuye la absorción de fósforo por parte de las raíces, percibiéndose un color violeta en la planta; y durante la transición floral, cuando cuenta con entre 8 y 10 hojas, aproximadamente mes y medio después de ser labrado el maíz.

5.- Preparación de la tierra: que esté aireada y uniforme

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Además de la climatología, otro de los factores esenciales para lograr un nacimiento idóneo y homogéneo del maíz es una buena preparación previa del terreno, que debe estar bien aireado para que la germinación no se vea obstaculizada y favorecer de este modo el enraizamiento del cultivo.

«La preparación del terreno debe hacerse en función del cultivo anterior. Si viene de un cultivo de invierno, a poder ser que tenga leguminosas porque enriquece el terreno, hay que laborear a 20-25 centímetros de profundidad mediante volteo», explica Juan. No se recomienda hacer un laboreo más profundo porque estaríamos empobreciendo la tierra al traer a la superficie tierra con menor cantidad de materia orgánica.

Hay que trabajar bien la tierra para deshacer las raíces del raigrás porque los terrones en la superficie de más de 5 centímetros actúan de obstáculo para el nacimiento de la planta

Pero que el arado no sea muy profundo no quiere decir que la tierra no tenga que estar bien trabajada, ya que el suelo debe estar bien removido y triturado para que las raíces del cultivo previo (por ejemplo de raigrás, el más frecuente en Galicia) no entorpezcan la expansión de las raíces del maíz. A veces hay poco tiempo para hacer este laboreo porque se apura el último corte de hierba para ensilar y hay poco tiempo a preparar las tierras y ese es un error habitual que merma el rendimiento de las cosechas de maíz en las parcelas.

A veces es mejor esperar un día más para preparar la tierra porque el trabajo es el mismo y el rendimiento final muy diferente. Ese es un error que vale dinero. La preparación de la parcela debe hacerse con tractores no muy pesados y cuando la tierra no esté muy mojada para evitar la compactación, que disminuye el rendimiento de la cosecha entre un 10 y un 15%

«Hay que vigilar bien la preparación del suelo para que la tierra esté en excelentes condiciones para recibir ese grano que le vamos aportar. El maíz debe nacer en una tierra sin pisar y la calidad del trabajo de labranza influye en el resultado obtenido. En una hectárea el maíz va a crear hasta la floración entre 8.000 y 10.000 kilómetros de raíces y con el manejo que hagamos del suelo podemos ayudarle en ese proceso o dificultárselo. Cada vez que una rueda pasa sobre la tierra pisa el suelo y si pisa, compacta. A partir de las 5 hojas vienen las raíces definitivas y donde está el suelo pisado entran con mucha más dificultad, lo que provoca un rendimiento de entre un 10 y un 15% menos donde el suelo está pisado», asegura Albert, por lo que recomienda hacer la preparación de la tierra con tractores no muy pesados y cuando la tierra no esté muy mojada. «A veces es mejor esperar un día más para preparar la tierra porque el trabajo es el mismo y el rendimiento final muy diferente. Ese es un error que vale dinero», dice. El trabajo de la tierra debe tener en cuenta las condiciones específicas del suelo que se va a cultivar, sabiendo que los suelos limosos son más pesados y retienen más agua, por lo que también son más proclives a la compactación y a la aparición de terrones.

6.- La profundidad a la que se labra: que garantice humedad

El maíz se siembra habitualmente a una profundidad de entre 4 y 5 centímetros. Una siembra más superficial provoca mayores ataques por parte de los pájaros e incluso de los jabalíes y también un menor desarrollo de las raíces nodales de la planta, lo que favorece posteriormente un mayor riesgo de encamado. Además, a menos de 2 centímetros de profundidad las plantas jóvenes son más vulnerables a los tratamientos fitosanitarios (herbicidas) y a factores de estrés climático (calor extremo y sequía hídrica). Por el contrario, si la siembra se hizo demasiado profunda el grano de maíz precisará de mayor energía para emerger y alcanzar la superficie, algo que le llevará también más tiempo.

Juan propone decidir la profundidad de la siembra en función de la parcela y también en función de cómo venga el tiempo. «Puede sembrarse entre 3 y 5 centímetros si se esperan lluvias en los días siguientes e ir hasta 6-7 si va a haber tiempo seco». También recomienda «pasar un rulo si se va a profundidades mayores de 5 centímetros y tenemos el terreno seco porque así favorecemos la capilaridad del terreno», explica.

Si se prevén lluvias en los días siguientes puede sembrarse a partir de 3 centímetros, si hay sequía y se va a profundidades superiores a 5 centímetros es conveniente pasar un rulo para facilitar la capilaridad del terreno

Albert más que hablar de una altura concreta, prefiere decir que debe ser aquella que hace que el grano esté en contacto con la tierra húmeda («eso es lo principal»,dice), lo cual significa también, a su juicio, que la profundidad de siembra debe ser un factor variable dependiendo del tipo de suelo o de la climatología prevista.

7.- La velocidad de siembra debe ser lenta

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Para garantizar que la profundidad de siembra sea regular, es imprescindible que la tierra esté uniforme y bien trabajada y que la maquinaria que hace el trabajo de labrado no tenga defectos o fallos de mantenimiento. También es necesario labrar lentamente, a una velocidad idónea. «La velocidad de siembra no puede ser muy alta para que toda la semilla quede a la misma altura y a la misma distancia. Hoy hay máquinas que hacen agricultura de precisión a más de 10 km/hora pero tal como se trabaja en Galicia, en agricultura tradicional y laboreo convencional, a más de 7-8 kilómetros por hora no deberíamos ir», afirma Juan.

«La velocidad de la siembra es lo más complicado de hacer entender al agricultor y de concienciarlo. Porque el tiempo vale dinero y piensa que el resultado es el mismo pero no es cierto. Cuando la sembradora abandona la parcela el trabajo está hecho, pero puede estar mal hecho. El argumento de venta de la maquinaria moderna muchas veces es que se puede sembrar a 10, 11 ó 12 kilómetros por hora. Sí, también se puede sembrar a 30 kilómetros por hora si quieres pero haciendo un mal trabajo. Un buen trabajo con la mejor de las máquinas sembradoras y en un suelo perfecto se da a 10 kilómetros por hora como mucho», dice Albert.

La diferencia entre ir a una velocidad corta o no se ve después en el nacimiento homogéneo en las filas, con difrencias en el rendimiento final de las parcelas de hasta 2 toneladas de materia seca por hectárea

La mayoría de las explotaciones gallegas hacen la siembra a través de empresas de servicios que acumulan una importante carga de trabajo en poco tiempo, por lo que es necesario apurar los trabajos para poder atender, con el menor número de máquinas y empleados, al mayor número de clientes. También el ganadero que contrata paga por tiempo. «Pero el que siembra normalmente no mira después el resultado, a quien le importa es al ganadero», razona.

«Si de cinco granos consecutivos hay tres con más de un 30% de diferencia en la altura de siembra eso quiere decir que esa siembra fue mal hecha», opina. «Todas las sembradoras son buenas, pero una sembradora que siembre bien y muy rápido no existe», dice. El rendimiento final baja cuando se aumenta la velocidad de siembra, asegura. «Con las sembradoras modernas hay un 9,7% menos de rendimiento en toneladas recogidas cuando se incrementa la velocidad de siembra de 8 a 12 kilómetros por hora, lo que traducido en silo quiere decir que hacemos 5,6 toneladas menos con un 2,2% más de materia seca yendo uno poco más despacio», destaca.

8.- Densidad de grano variable

La relación existente entre una semilla=una planta=una mazorca hace que la densidad de pies de maíz marque también el rendimiento de la parcela. La finalidad de la cosecha determina el número de granos que se echan, con el cultivo más denso cuando su destino final es el ensilado y con las plantas más espaciadas cuando se recoge para grano.

La densidad viene determinada también por la variedad labrada y por el potencial que tenga la parcela para la retención del agua o de los nutrientes disponibles. Juan recomienda labrar con una densidad de entre 90.000 y 100.000 pies por hectárea si se va a ciclos largos sembrados a principios de mayo, porque «son plantas más grandes y precisan más espacio», dice, y aumentar a 100.000-110.000 plantas por hectárea en caso de ir a ciclos más cortos.

Para ensilado se emplean densidades mayores que para cosechar en grano aunque el número final de plantas por hectárea depende de la variedad escogida, el potencial de la parcela y las pérdidas que se produzcan

La densidad debe adaptarse en función de factores propios de la variedad que escojamos pero también en función de las condiciones propias de cada parcela o de la época de siembra. «La densidad variará en función del híbrido que echemos pero también de la tierra en la que lo echemos, la densidad hay que escogerla en función del potencial de la parcela y en las parcelas que dan rendimientos altos se puede echar un poco más de grano», dice Albert. «Si se riega el rendimiento también es más alto, por lo tanto, siempre más plantas. Hay que jugar con la densidad en función de lo productiva que sea la finca y sólo debe haber una mazorca por pie, por lo que si vemos plantas con dos mazorcas hay que aumentar la densidad al año siguiente hasta que haya sólo una mazorca por planta, eso es lo ideal», añade. Por eso, dice, la densidad que hay que mirar no es la densidad de siembra, sino la densidad final de las mazorcas que ha dado la finca. «La densidad de siembra debe escogerse en función de la densidad de mazorcas que queremos obtener», indica.

Si se labra temprano siempre hay más rosquilla y más pérdidas por bajas temperaturas, por lo que hay que echar un poco más de grano para contrarrestar eso

Del número de granos labrados al número final de plantas cosechadas se estima una pérdida de entre el 5 y el 8% entre semillas no germinadas, plagas, etc. El nivel de las pérdidas varía en función de las parcelas y se incrementa en las siembras tempranas, por las bajas temperaturas o por una mayor exposición a los ataques de las plagas. «Si se labra temprano hay que incrementar la densidad de grano, porque siempre hay más rosquilla y más insectos, por lo que hay que sembrar un poco más para contrarrestar esas pérdidas», argumenta.

9.- Abonado: el necesario para el crecimiento pero sin echar de más

La granja ubicó las fosas de purín cerca de la mayoría de fincas.

O purín aporta nutrintes e permite aforrar mineral

«El maíz es la única planta que se puede labrar año tras año en las mismas parcelas con buenos rendimientos, sin que estos desciendan por el hecho de labrar en los mismos lugares», afirma Albert. Pero eso pasa por «alimentar» adecuadamente a las plantas. «Hay dos alimentaciones, una va en la fertilización, en los nutrientes del suelo y los abonos que añadimos, y la otra en el agua. Las dos funcionan en conjunto, pero es necesario hacer bien los cálculos de encalado y abonado para echar únicamente la candidad de nutrientes que es capaz de consumir la planta para evitar el lavado de nitrógeno, que es algo que perjudica el medio ambiente pero que también perjudica el bolsillo del agricultor», dice.

También Juan insiste en que «es bueno que el ganadero sepa qué elementos nutritivos tiene que aportar y en qué momento y eso se lo dice el análisis de la tierra», asegura. Destaca que la práctica más habitual en Galicia, la de fertilizar mediante abono orgánico esparciendo estiércol o purín de vaca o de porcino en las parcelas antes de su laboreo es algo «muy interesante» y que permite ahorrar dinero. Este técnico del CIAM remite a las recomendaciones que Mabegondo hace en su página web sobre cómo aplicar estos abonos en función de su riqueza. «Solo midiendo la densidad de nuestro purín ya podemos saber la calidad que tiene y la cantidad que necesitamos aportar y si no nos llega podemos suplementar con mineral», explica.

La planta necesita fósforo en su fase inicial, nitrógeno y potasio para su crecimiento y la carencia de manganeso provoca falta de grano en la mazorca

«Con purín o estiércol el fósforo y el potasio no son un problema, pero hay que tener cuidado con los aportes de nitrógeno para no provocar quemaduras en la planta, lo que merma el rendimiento», argumenta Albert. A su juicio, «lo más complicado es la fertilización en fósforo, que es vital para el maíz al principio, al inicio de la crescencia. El maíz toma el fósforo por difusión, es decir, las raíces lo aprovechan si está a un milímetro de la raíz, sino no lo absorve, por eso yo recomiendo siempre usar abono starter localizado, porque los grandes rendimientos se logran siempre con aportes de fósforo localizado al pie del grano de maíz, suministrado mediante microgranulado en el momento de la siembra. Es más importante eso que el tipo de abono, con pequeñas diferencias todos son buenos y en los suelos de Galicia además hay mucho ácido fosfórico, por lo que el fósforo es poco problemático y sólo hay que hacer un pequeño aporte al principio. Hay años en los que si el suelo es rico y vienen condiciones climáticas idóneas de sol y agua el abono stárter no es necesario, pero es una garantía para años en los que estas condiciones no son las óptimas», explica.

«Los fertilizantes químicos es una de las cosas que más se está trabajando ahora. Antes se empleaba el abonado de fondo y el de cobertura, pero ahora ya hay abonos de liberación lenta, que permiten meter todos los componentes en la tierra y que se vayan liberando lentamente», describe por su parte Juan. El maíz precisa el nitrógeno, el fósforo, el zinc, el magnesio, el manganeso o el potasio en cantidades distintas en función de la fase de crecimiento en el que se encuentre. El potasio, por ejemplo, sólo es necesario durante el crecimiento de la planta, por lo que a partir de la floración no es preciso.

10.- Insecticidas y herbicidas: con moderación y en el momento justo

Gusano del alambre en la raíz de una planta de maíz

Verme do arame na raíz dunha planta de millo

Junto al abono starter, Albert recomenta usar también en el momento de sembrar un insecticida contra plagas como la del gusano de alambre. Hay abonos microgranulados que ya incluyen este plaguicida. Otros tratamientos, como el de la rosquilla, habría que aplicarlos cuando aparezca la plaga.

También los herbicidas deben ser aplicados en el momento justo y en las dosis idóneas. «Cuando las fincas están paradas en invierno muchas veces no queda más remedio que emplear un herbicida de presiembra. En este caso hay que mover bien la tierra después para que se distribuya por el terreno. En el caso de los tratamientos de preemergencia, que se aplican después de sembrar, si hace sol y calor esa capa protectora que impide que salga la hierba se va deteriorando por la luz, por lo que si llueve un poco funciona mejor porque ese agua fija el herbicida en el suelo, entra unos 2 centímetros en el terreno y aguanta más tiempo», explica Juan.

El herbicida de preemergencia es bueno echarlo cuando llovizna para que se fije en la tierra y dure más mientras el insecticida debe aplicarse sin llover y al atardecer para evitar que se evapore con el sol

Los distintos productos usados para los tratamientos incluyen muchas veces advertencias de toxicidad a respecto de dosis o fases de aplicación en función del desarrollo que tenga la planta de maíz. «La primera hoja del maíz tiene la punta redonda y es la única hoja del maíz con esa forma, a partir de ahí son todas puntiagudas. Esa hoja redonda también la hay que sumar cuando se cuentan las hojas del maíz para decidir cuándo aplicar los tratamientos fitosanitarios y muchas veces no se ve porque desaparece o se seca», advierte Albert.

Para él esa primera hoja es muy importante, porque «es un indicativo del estado de la planta». «Si esa primera hoja con forma redondeada llega verde a la floración de la planta significa que ese maíz no ha pasado ningún episodio de estrés desde que nació y durante todo su crecimiento, porque sino estaría ya seca. Cuando el 80 o 90% de las plantas de una parcela tienen esa primera hoja verde quiere decir que la cosecha se va a acercar al rendimiento máximo posible y que en esa parcela cuando hagamos el silo tendremos entre 55 y 60 toneladas de materia verde por hectárea y entre 14 y 16 toneladas de grano», asegura.

Vigilar más a la planta: hacia la xestión integral del cultivo del maíz en Galicia

Igual que sucede en la ganadería con la aplicación de antibióticos con carácter preventivo previo a la aparición de enfermedades en el ganado, en la agricultura también se camina hacia la limitación de los tratamientos fitosanitarios previos a la aparición de plagas y malas hierbas. «Hay que tender a hacer una gestión integral del cultivo del maíz, estamos obligados a avanzar en eso desde el 2015 por una normativa europea. La Xunta está decidida a que se aplique en Galicia y aunque no se va a incorporar de manera inminente, sí que es bueno que los que echan maíz lo vayan conociendo con vistas a aplicarlo en las próximas campañas», explica Juan.

La gestión integral de cultivos implica tener que vigilar mucho más a la planta y estar mucho más atento a la aparición de enfermedades y plagas para poder tratarlas con el producto específico. «El ganadero va a tener que convertirse en agricultor», describe. «Lo que se pretende es que los insumos de fitosanitarios se reduzcan y se gestionen muy bien. Hay que usar los herbicidas con cabeza y para eso hay que conocer las malas hierbas que tienes en el campo y hay que identificarlas cuando son muy pequeñitas. Hasta ahora se emplearon mucho los herbicidas de preemergencia pero eso va a ser el pasado. El futuro pasa por vigilar el campo, conocer la mala hierba en estado de plántula y escoger el herbicida adecuado y aplicarlo contra ella», argumenta.

Del mismo modo, también avanza que esa futura gestión integrada implica que no se deben aplicar los insecticidas cuando se siembra, sino también echarlo cuando aparece la plaga. «Eso obliga a estar muy encima de los cultivos y mucho más pendiente de ellos porque hay plagas que avanzan muy rápido, por ejemplo el gusano gris, que aparece un día y al día siguiente ya tienes una infectación muy grande. En el caso del gusano de alambre no sería posible tratarlo de este modo por lo que se prevemos que en esa parcela vamos a tener gusano de alambre hay que tratar antes porque una vez que aparece es complicado», indica.

Información en los colores de las hojas

Millo con carencia de fósforo

Maíz con carencia de fósforo

También Albert es partidario de que los agricultores y ganaderos conozcan tanto la planta del maíz como las enfermedades que le afectan para así entender mejor su cultivo y sacarle un mayor rendimiento. «La mazorca, por ejemplo, se forma a la mitad de las hojas totales de la planta, por lo que un maíz de ciclo corto 300 que tiene en total 15 ó 16 hojas comenzará a formar la base de la mazorca cuando tenga 7 ó 8 hojas. A partir de ese momento, es decir, cuando el maíz está en el proceso de formación de la mazorca, es un momento delicado en el que hay que vigilar el maíz porque es sensible a los distintos factores meteorológicos (frío, calor, falta de agua). La gente no sabe eso, igual que se olvida de que el maíz es una planta tropical y que en el trópico hay 12 horas de luz solar. Por eso si 8 días antes de la floración, que es cuando el maíz comienza a engordar la mazorca, vienen 2 ó 3 días sin sol eso será un factor perjudicial para muchos tipos de maíz. Al igual que si falta agua cuando tiene 12 hojas y está formando la mazorca, porque hará menos filas y menos granos por fila, por lo que habrá una pérdida de rendimiento asegurado», ejemplifica.

El color amarillo denota falta de nitrógeno o de potasio, el violeta carencia de fósforo, si la planta se pone blanca falta zinc y cuando las hojas tienen rayas es un problema de necesidad de magnesio o manganeso

El color del maíz también aporta información, asegura. «El maíz es verde y cuando cambia de color nos está dando una información sobre su estado y su salud: cuando tiene falta de nitrógeno, por ejemplo por competencia con malas hierbas, la hoja se vuelve amarilla y seca en forma de V con el vértice en el punto donde la hoja se une con el tallo; a la inversa cuando tiene falta de potasio, en el que esa V (que en algunos híbridos en vez de amarilla se vuelve roja) tiene el vértice hacia la punta de la hoja. Cuando falta fósforo la hoja se vuelve violeta; con falta de zinc la planta se pone blanca; la carencia de magnesio y manganeso se muestra en forma de rayas con puntos en las hojas pero cuando se trata de magnesio las hojas más bajas de la planta son siempre más débiles y se secan, mientras que cuando la carencia es de manganeso (que provoca falta de grano en la mazorca) las hojas de la base de la planta por el contrario están verdes. Estas carencias son siempre problemáticas cuando se dan antes de la floración, después tienen menor importancia por encontrarse el maíz ya en su última fase de desarrollo. Es como cuando una persona tiene algún achaque en la última parte de su vida», compara.

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