No se trata de una rata común. La plaga que está destrozando las praderas a unos 300 ganaderos de la montaña de Lugo está causada por la Arvícola terrestris, conocida también como rata-topo por hacer galerías y sacar la tierra a la superficie. A simple vista, un campo afectado por este roedor parece lleno de toperas.
Pero en el caso de los daños producidos en más de 2.000 hectáreas de pastizales de los ayuntamientos de Pedrafita y Triacastela y que se está extendiendo a los vecinos de Cervantes, As Nogais, O Courel o Samos, la culpable no es la Talpa europaea, el topo común que conocemos en Galicia, y que se alimenta básicamente de lombrices y otros invertebrados pero no se come los cultivos, pues es insectívora.
La Arvícola terrestris (también denominada Arvícola terrensis), por el contrario, muerde la raíz de las plantas, por lo que en el caso de las praderas estas pierden productividad, además de mermar notablemente la calidad de los forrajes en los ensilados por culpa de los montículos de tierra en superficie, lo que provoca también roturas en la maquinaria a la hora de segar y recoger la hierba.
La rata-topo pertenece a la familia de los arvicólidos, mientras que los ratones y ratas comunes, así como el ratón de campo (Apodemus sylvaticus) pertenecen a la familia de los múridos. La rata-topo provoca unos daños mucho más cuantiosos que el ratón de campo, su proliferación a la hora de colonizar una zona es también mucho mayor, al igual que las dificultades para su erradicación, al moverse casi todo el tiempo bajo tierra y ser por lo tanto menos accesible a los depredadores naturales.
La Arvícola terrestris es un roedor que mide entre 12 y 18 cm, con el rabo y el hocico cortos y orejas muy pequeñas. Vive entre 15 y 24 meses y su periodo de gestación es de unos 22-24 días, pudiendo tener de 4 a 6 partos al año con entre 1 y 6 crías por camada.
Viven dos años y acostumbran presentar dos máximos poblacionales en las épocas de primavera y otoño
Estos roedores pueden estar activos a lo largo de todo el año, aunque acostumbran presentar dos máximos poblacionales en las épocas de primavera y otoño. Excavan extensos sistemas de galerías subterráneas que constan de túneis superficiales (hasta una profundidad de 15 cm) para alimentarse y un conjunto de túneles más profundos (de más de medio metro), donde se localizan las cámaras para almacenar alimento y los nidos donde crían. Al alimentarse de las raíces producen daños graves en las praderas, donde disminuye la producción forrajera al destruirle el sistema radicular.
Favorecida por el cambio climático
Las plagas de roedores en las praderas se están extendiendo por toda Europa como consecuencia, entre otros factores, del cambio climático. El frío invernal servía tradicionalmente de elemento regulador de las poblaciones, pero la climatología cada vez más benévola y favorable incentiva su proliferación.
El pasado invierno fue suave en esta zona de la montaña lucense, por lo que el tiempo le fue propicio a la rata-topo para seguir su expansión y colonizar nuevas zonas. Su existencia en los ayuntamientos de Triacastela o Pedrafita se remonta a hace unos 8 ó 10 años, e incluso la Xunta de Galicia hizo en aquel momento un primer control mediante trampeos y tratamientos específicos que logró frenar su proliferación, pero desde entonces nada más se hizo y en el último año su multiplicación fue notoria, avanzando en este momento sin control de ningún tipo.
Existen importantes colonias desde hace años en el Pirineo navarro o en la Comarca de la Sidra asturiana
En la península ibérica la plaga está asentada en la zona cantábrica, donde en los últimos años se está desarrollando con importantes colonias en zonas altas, como en el Pirineo navarro, la Comarca de la Sidra en Asturias (que comprende los concejos de Villaviciosa, Bimenes, Cabranes, Colunga, Nava y Sariego) y ahora en la montaña de Lugo.
La rata-topo también se ve beneficiada por el aumento del tamaño de las parcelas y la uniformidad del paisaje agrario, por lo que la plantación por ejemplo de setos en los límites de las fincas o la existencia de matorrales o monte entre unas praderas y otras dificulta la propagación de la plaga y facilita su control. También se logra una reducción de la actividad disminuyendo la cubierta vegetal existente. En el caso de las praderas, por ejemplo, manteniendo la hierba muy corta mediante la siega o el pastoreo.
Del mismo modo, cuando las poblaciones llegan a niveles muy elevados, estas altas densidades acaban por bajar de manera natural a niveles mínimos solo con el paso del tiempo y de manera cíclica, aunque para eso haya que asumir los cuantiosos daños provocados por la superpoboación.
Otras medidas de control de la plaga
Aunque no se trata de una especie invasora y su presencia es conocida desde hace décadas en la península, apareciendo ya en los años 80 en las publicaciones sobre plagas del Ministerio de Agricultura, su proliferación y su afectación están aumentando en estos últimos años.
Los manuales existentes para luchar contra esta plaga, entre otros los elaborados por el Servicio de Sanidad y Ordenación Agrícola de la Junta de Castilla y León o por el Departamento de Sanidad Vexetal del Gobierno del Principado de Asturias, establecen distintas medidas en función del grado de afectación. Por ejemplo, se indica que «cuando la densidad de la población es muy pequeña es muy útil la utilización de trampas pinza».
Son pequeños artilugios mecánicos dotados de un cebo y una especie de muelle que atrapan a la rata cuando trata de comerlo. Si embargo, para que estas trampas sean efectivas deben estar colocadas en las galerías en las que está trabajando la rata, por lo que es preciso allanar antes todo el resto de las toperas de tierra.
Pero cuando la plaga está ya muy extendida y la población de roedores es muy abundante, como sucede por ejemplo en los ayuntamientos de Pedrafita y Triacastela, epicentro de la afectación en la montaña lucense, se requieren otro tipo de medidas más radicales y contundentes, como puede ser el control químico. «La lucha química solo se recomienda en casos muy extremos, cuando las poblaciones son muy elevadas alcanzando niveles de plaga y después de agotar la utilización de otras medidas», indica el departamento de Sanidad Vegetal del Principado.
Asturias declaró la plaga hace dos años y fijó indemnizaciones para los afectados
Tradicionalmente el control químico de la plaga se realizaba con anticoagulantes como la bromadiolona y el difenacum en las fases de crecimiento de los roedores y preferentemente durante el otoño, con una segunda intervención al inicio de la primavera, alternando la utilización de ambos productos para prevenir futuros problemas de resistencias.
Para la Arvícola terrestris resulta eficaz el empleo de cebos frescos como trozos de manzana, patata o remolacha, impregnados en concentrados oleosos del producto. En áreas reducidas los cebos pueden colocarse manualmente en el interior de las toperas, dejándolas destapadas, y después de 7 ó 10 días es conveniente volver a cebar en las toperas nuevas que se vean. Cuando las áreas afectadas son grandes se acostumbra emplear aperos, como un arado especial que va colocando el cebo en galerías artificiales abiertas mediante un surco en la tierra.
Pero el Gobierno asturiano, que declaró la plaga hace dos años en varias zonas de su territorio mediante una Resolución del 12 de julio de 2017, en la que estableció las medidas para combatirla, prohibió la utilización de raticidas de este tipo por el riesgo que suponen estos cebos, que son un foco de contaminación ambiental y pueden ser ingeridos por otros animales.
El empleo de raticidas químicos al aire libre trae consigo toda una serie de inconvenientes, ya que no se trata de un sistema de lucha selectivo, sino que también puede matar de forma indiscriminada a otros animales, incluidos los depredadores que disminuyen de forma natural las poblaciones de roedores, como pueden ser los zorros o las aves rapaces, agravándose de este modo la situación en caso de futuras apariciones de la plaga.
A pesar de estar previsto en la normativa estatal y al hecho de que otras comunidades autónomas como Castilla y León recurrieron a ellos para luchar contra esta plaga, el Gobierno asturiano prohibió la utilización de raticidas y limitó el uso de productos fitosanitarios únicamente a aquellos que no implicaran residuos o acumulación de tóxicos en la cadena trófica.
El Gobierno asturiano estableció indemnizaciones de hasta 700 euros por hectárea en el caso de praderas y de 380 euros en pastizales
Por eso, tras la prohibición decretada a los cebos raticidas para uso exterior, quedando estos permitidos exclusivamente para uso en interior, los métodos químicos de control efectivo en praderas quedaban reducidos al empleo de fósforo de aluminio. El fósforo de aluminio viene en pastillas que en contacto con la humedad de la tierra se descomponen formando un gas llamado fosfina, con un olor semejante a carburo o a pescado en mal estado.
Este gas ataca a la rata a través de su inhalación mediante la respiración, por lo que el modo de empleo consiste en meter las pastillas en las galerías taponando después las bocas y dejando actuar el producto durante dos días. El tratamiento debe ser efectuado por personal calificado con el título de fumigador. La cooperativa asturiana Campoastur, por ejemplo, oferta este servicio a ganaderos o productores de manzana de sidra.
En Asturias combaten la plaga con fósforo de aluminio, efectuándose los tratamientos por medio de fumigadores
El Gobierno asturiano fijó también una serie de ayudas para paliar las pérdidas producidas a los agricultores y ganaderos, tanto en las praderas como en las plantaciones de manzanos de sidra. La cuantía de las indemnizaciones quedaron establecidas en un máximo de hasta 700 euros por hectárea en el caso de daños en praderas para siega de forraje, 380 euros por hectárea en el caso de pastizales y 10 euros por planta en el caso de pérdida de árboles frutales. El beneficiario adquiría el compromiso de instalar nidos en las parcelas para el asentamiento de aves rapaces que actúan como depredadores naturales y el deber de suscribir para el ejercicio siguiente un seguro agrario que incluya la cobertura de daños por fauna salvaje.
Control biológico: el Gobierno de Navarra soltó aves rapaces para combatirla
El Gobierno de Navarra tiene en marcha desde el año 2015 un programa de control y lucha contra esta plaga en praderas del Pirineo navarro mediante trampeos y la instalación de 66 estaciones fijas de seguimiento. Tras la realización de los primeros censos de afectación, el Ejecutivo autonómico navarro procedió a la suelta de ejemplares de cárabo común, un ave rapaz nocturna que se alimenta de roedores. Además, para fomentar la fauna auxiliar autóctona, que funciona a modo de lucha biológica contra la rata-topo, el Gobierno foral actuó en estos últimos años mediante la colocación de 257 nidos y 40 posaderas de rapaces por toda la geografía navarra.
El cárabo común (Strix aluco) es un ave rapaz nocturna de tamaño medio que es común en toda España. Se trata de un ave no migratoria y altamente territorial que se alimenta principalmente de roedores y otros pequeños mamíferos, por lo que contribuye al control de este tipo de plagas perjudiciales para la agricultura y la ganadería.
El uso de predadores naturales, aves rapaces como el cárabo común, el busardo ratonero (Buteo buteo) o las águilas, facilita en este caso además que se siga usando la pradera y no haya peligro de contaminación a otros animales durante la aplicación de tratamientos de tipo químico mediante fitosanitarios.
A la espera de posibles medidas por parte de la Xunta de Galicia
El Real Decreto 409/2008, de 28 de marzo, por el que se establece el programa nacional de control de las plagas de la toupiña de campo (Microtus arvalis) y otros microtinos, entre los que se incluye la rata-topo (Arvicola terrrestris), califica, en su artículo primero “de utilidad pública» la prevención y lucha contra estas plagas, habilitando a las administraciones públicas a “establecer medidas de actuación encaminadas a paliar los daños provocados por este roedor, así como de control y prevención”.
Las distintas comunidades autónomas encuentran, pues, soporte legal para actuar frente a la plaga de la rata-topo tanto en el Real Decreto 409/2008 como en el propio artículo 15 de la Ley 43/2002, de 20 de noviembre, de sanidad vegetal. Sin embargo, y mientras otras comunidades llevan ya años tomando medidas para su erradicación, la Xunta de Galicia no estableció por el momento estrategia alguna a seguir.
Fuentes de la Consellería de Medio Rural confirmaron a Campo Gallego que técnicos de este departamento se desplazarán «lo antes posible» a la zona afectada para determinar de qué animal se trata y comprobar la superficie afectada antes de establecer las medidas a adoptar
Fuentes de la Consellería de Medio Rural confirmaron a Campo Gallego que técnicos de este departamento autonómico tienen previsto desplazarse «lo antes posible» a la zona afectada para «evaluar sobre el terreno de qué animal se trata» y «comprobar la superficie que hay afectada». Preguntados por las posibles medidas a adoptar, indicaron que «de confirmarse que se trata de la Arvícola terrestris se actuaría dentro del marco del Real Decreto establecido para esta plaga» pero sin avanzar ningún tipo de actuación por ahora, a expensas de lo que determinen los técnicos de la Consellería tras su visita al área afectada, ni aclarar tampoco si están previstas indemnizaciones por los daños causados, como se establecieron, por ejemplo, en el caso del Principado de Asturias.
Mientras, los ganaderos afectados esperan desde hace meses la actuación de la Consellería, que fue informada del problema en el pasado mes de abril, y dicen sentirse «indefensos» al «carecer de los medios necesarios para hacer frente» a la plaga de ratas que deshace sus praderas y amenaza la rentabilidad de sus explotaciones. «Los prados producen mucho menos y al bajar la reserva de forraje o bien tendremos que comprarlo o bien vender animales para pasar el invierno», explican algunos de los afectados.