Estrategias para reducir los gases de efecto invernadero a nivel de granja

Gregorio Salcedo, investigador del CIFP La Granja de Cantabria, aporta recomendaciones para reducir la huella de carbono en la producción láctea en la cornisa cantábrica

Gregorio Salcedo es investigador del CIFP La Granja de Cantabria

Gregorio Salcedo es investigador del CIFP La Granja de Cantabria

Las emisiones de gases de efecto invernadero que genera el sector productor de leche en Galicia representan solo un tercio de las que provocan los incendios forestales, pero el foco social está cada vez más centrado en la actividad ganadera. Esto obliga a las granjas a empezar a tener en cuenta índices de contaminación y a adoptar medidas correctoras para bajarlos.

“Hasta ahora medíamos la eficiencia desde el punto de vista de la producción animal o vegetal, pero hoy en día cuando hablamos de eficiencia tenemos que tener en cuenta también los índices medioambientales”, afirma Gregorio Salcedo, investigador del CIFP La Granja de Cantabria, centrado desde 2006 en aspectos como la huella de carbono.

Hasta el momento medíamos la eficiencia desde el punto de vista de la producción, pero ahora debemos tener en cuenta también los índices medioambientales

Dentro de un proyecto llevado a cabo por el INIA se estudiaron 54 explotaciones de la cornisa cantábrica, desde Galicia hasta Navarra, distribuidas en 5 categorías: ecológico, pastoreo convencional, ensilado de hierba, ensilado de maíz y ensilado de hierba y maíz. En función de cómo expresemos la huella de carbono (por litro de leche, por UGM o por hectárea) salen mejor o peor paradas los distintos tipos de explotaciones.

Según los resultados del estudio y expresada por litro de leche, la huella de carbono para una explotación ecológica es de 1,30 kilos de CO2; 1,15 en caso de ganaderías con sistema de pastoreo convencional; 1,01 para alimentación con silo de maíz y de hierba; 1,12 sólo con silo de hierba; 0,97 para las explotaciones basadas exclusivamente en silo de maíz. “El maíz es un alimento que reduce el metano bastante, pero al mismo tiempo necesita insumos para producirlo”, indica Gregorio.

Balance de entradas y salidas

La huella de carbono es un indicador de conjunto que cuantifica las emisiones de los tres principales gases de efecto invernadero: dióxido de carbono (CO2), metano (CH4) y óxido nitroso (N2O). En una granja, el consumo de energía fósil es una de las principales fuentes de CO2, el CH4 procede principalmente de la fermentación entérica de los rumiantes y el N2O de los fertilizantes y el manejo del purín. Se expresan en kilos de CO2 equivalentes, de forma que un kilo de metano equivale a 28 de CO2 y uno de óxido nitroso a 298 kg de CO2.

La compra de alimentos representa el 20% de la huella de carbono para las explotaciones de la cornisa cantábrica

La ganadería, al igual que otras actividades, consume recursos naturales y genera gases de efecto invernadero. Pero al mismo tiempo, también aporta a la sociedad servicios ecosistémicos, como paisaje y biodiversidad, además de secuestro de carbono. “Este aspecto es muy importante de cara a los ecoesquemas de la PAC”, destaca Gregorio, que participó en las últimas Jornadas organizadas por Africor en Lugo.  

A medida que compramos más forraje y más concentrado aumenta la emisión; la soja lleva tras de si casi 3 kilos de CO2 por litro de leche

Los resultados indican que la emisión de metano entérico representa el 43,1% del total de gases de efecto invernadero de las 54 granjas estudiadas; el manejo del purín el 20,4%; la compra de insumos para alimentación animal el 19,6%; el uso de la energía el 11,1%; los fertilizantes el 4,1%; y los consumibles (plásticos, medicamentos, etc) el 1,75%.

“Este tipo de mediciones sirve para comparar explotaciones y para analizar globalmente las tendencias en los procesos de producción”, afirma Gregorio. “Al final, donde el ganadero puede actuar es en el manejo del purín y en los alimentos, que representan el 40% de la huella de carbono de las explotaciones”, indica.

¿Cómo reducir el metano entérico y el óxido nitroso?

valoración explotaciones huella de carbono GaliciaUn aumento de la digestibilidad de los forrajes contribuye con un mayor porcentaje de ácido propiónico, que actúa como sumidero de carbono reduciendo la formación de metano. También ayuda sustituir parte del ensilado de hierba por ensilado de maíz y optar por el pastoreo, porque la proteína que tiene el pasto es mucho mayor a la del ensilado. El procesado del grano aumenta su digestibilidad y reduce la emisión de metano. En cuanto a la fibra, es necesaria para favorecer la rumia, “pero sin pasarse”, para evitar también la formación de metano, indica Gregorio.

Es recomendable ajustar la proteína bruta de la ración a las necesidades productivas, evitando su excreción en forma de urea

En cuanto a la formación del óxido nitroso, prácticamente todo viene de la fertilización, tanto orgánica como inorgánica, así como de los restos de las cosechas. “Cuanta menos proteína coma la vaca, menos emisión de óxido nitroso va a tener y cuanto más pastoreo, mejor por la filtración propia de la orina, que reduce la actividad de la ureasa”, explica.

Del mismo modo, también se debe restringir el pastoreo en condiciones de anoxia, así como la aplicación de purín. Ajustar la dosis de abonado a las necesidades del cultivo y utilizar fertilizantes que inhiban la actividad de la ureasa es también recomendable.

Cosechar la hierba por la tarde aumenta los azúcares, reduce la excreción de nitrógeno y las pérdidas de amoniaco y óxido nitroso

Las sugerencias para mitigar la emisión de óxido nitroso pasan también por la incorporación de leguminosas, porque tienen mayor digestibilidad y requieren de menor fertilización. “La dieta modifica la composición química del purín y la emisión de gases de efecto invernadero durante el almacenamiento y posterior aplicación, por lo que suministrar proteínas ajustadas a las necesidades de la vaca reduce el amoníaco y la posterior emisión de óxido nitroso en el estiércol”, indica.

Manejo del rebaño

“Seleccionar animales con alta eficiencia alimenticia reduce el metano y creo que es algo que se debería incluir en los programas de selección genética”, defiende Gregorio. El aumento de la productividad animal por unidad de producto (litros de leche o kilos de carne por materia seca ingerida), así como la reducción de la tasa de reposición, mejoran la huella de carbono de la granja.

Reducir los animales improductivos y aumentar su vida útil; mejorar la detección de celos y establecer límites mínimos de productividad en la explotación serían otras de las estrategias a adoptar.

Por cada litro de más que consumimos de gasóleo estamos emitiendo entre 76 y 96 kilos de CO2

A nivel de alimentación, reducir la compra de forrajes externos mediante mejoras nutricionales de los forrajes propios, no esperando a la madurez para su aprovechamiento, puesto que de esta forma requerirán mayor aporte de concentrado, y aumentar la superficie por UGM serían estrategias a adoptar. “Deben adoptarse aquellas medidas que mejor se adapten a cada explotación, porque todo es imposible”, indica Gregorio.

Comparación con otros países

huella de carbono por paisesLos datos por comunidades autónomas del estudio del INIA del año 2015 reflejan una huella de carbono media en Asturias de 1,05 kilos de C02 por litro de leche; 1,06 en el caso de Galicia; 1,10 en Navarra y 1,31 en Cantabria.

“Comparados con el resto de países del mundo no estamos tan mal ni somos tan malos productores, aunque los datos son mejorables y hay prácticas que conviene modificar”, asegura Gregorio.

Los datos a nivel internacional en las principales zonas productoras de leche del mundo varían en función del sistema de producción. Países como Nueva Zelanda, Irlanda o Uruguay, que basan la producción de leche en el pastoreo, mantienen niveles que van desde 0,81 a 1,19; mientras países más intensivos, como EEUU, se sitúan en 0,92 debido a la mayor producción por vaca.

Relación directa entre eficiencia medioambiental y rentabilidad económica

El objetivo final de las recomendaciones que Gregorio Salcedo realiza es implantar estrategias potenciales de mitigación de los gases de efecto invernadero a nivel de granja que contribuyan al mismo tiempo a mejorar la economía de las explotaciones de producción de leche.

“Al final las emisiones las vamos a convertir en euros, porque el nivel de emisiones está también relacionado con los resultados económicos de la granja. Por cada quilo de CO2 que emiten las vacas los costes aumentan 0,114 €/kilo”, asegura, en base a un estudio de 173 ganaderías de Cantabria realizado en el año 2018 que correlaciona claramente huella de carbono y coste de producción.

Hacemos muy buena leche pero hay mucho que mejorar en el proceso

“Hay una relación bastante directa entre el metano y la eficiencia de utilización del nitrógeno recuperado en leche. Cuanto más metano se produce por litro de leche, menor eficiencia”, indica Gregorio, que sin embargo asegura que “el metano sería parte de la solución, no un problema, porque es un gas de vida corta (10-12 años de permanencia en la atmósfera) que por medio de reacciones oxidativas se convierte en CO2, capturado después por las plantas a través de la fotosíntesis e ingerido de nuevo por la vaca en forma de carbono”.

Principales recomendaciones

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