Felisindo Prieto, toda una vida entre cepas

La denominación de origen Monterrei le entregó este verano una distinción a este viticultor de Guimarei por su antigüedad en la denominación. Lo entrevistamos para hablar de la evolución y presente del sector

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Felisindo Prieto, toda una vida entre cepas

Felisindo Prieto, bajo una parra al pie de su casa, en Guimarei (Monterrei).

Felisindo Prieto comenzó a trabajar la viña desde pequeño, aunque fue al volver de Alemania, donde estuvo diez años, cuando comenzó a hacer su propio viñedo. Era el año 1979 y desde aquella lleva Felisindo trabajando de manera ininterrumpida en el viñedo, primero en el tiempo libre que le dejaba su ocupación laboral principal, de albañil, y los últimos años como pasatiempo de la jubilación. Felisindo, que vive en Guimarei (Monterrei), tiene ahora 74 años y lleva los últimos 25 inscrito en la denominación de origen Monterrei, desde su comienzo.

¿Cómo recuerda el trabajo en la viña cuando usted empezó?
– Era muy malo, muy malo. Había que trabajar todo a mano y con caballerías, no había tractor como ahora. Y entonces la clase de vino tampoco tenía la calidad de ahora, aunque eran vinos ricos. Antes en la misma parcela tenías 10-12 variedades, doña blanca, alicante, tinta gorda… muchas. Estaba todo enredado, pero al tener muchas variedades, lograbas un vino más suave y redondo.

Lo que pasa es que ahora se exige más. Se exige el grado, la acidez, el azúcar. Es normal que se haga así. Ahora por ejemplo, si te acercas a la vendimia y una cepa tiene muchas uvas, pues hay que quitarle algo para que las uvas maduren mejor.

De aquella se buscaba más la cantidad que la calidad…
– Antes hacíamos vino para consumo de la casa y se vendía el sobrante por olas. Se vendía poco y mal porque no había bodegas ni promoción. Cada casa hacía el vino. Teníamos lagares, prensas y alambiques para aguardiente. Yo aún sigo haciendo algo de vino para la casa, unos 300 litros al año, pero por lo demás, le vendo todas las uvas a una bodega.

«Ahora se trata de vender calidad, no cantidad; vender pocas uvas, pero buenas»

Ahora se trata de vender calidad, no cantidad; vender pocas uvas, pero buenas. Lo que sucede es que tenían que pagar mejor las uvas, pero poco a poco. El consejo regulador está trabajando bien, gastando dinero en promoción, y nuestro vino es precioso, está a la altura de cualquiera.

¿Cuándo comenzó usted a trabajar en el viñedo de una forma más profesional?
– Yo cuando vine de Alemania, comencé por comprar fincas, que no tenía. Fui comprando un cacho hoy, otro mañana y después, a partir de 1980 vino la concentración y me lo juntó todo. De aquella hice una viña en Albarellos (Monterrei) de 7.000 metros cuadrados, que es pequeña, pero va dando algo.

Entonces se empezaba a hablar mucho del godello y de la mencía. Yo de la mencía ya tenía idea de como era y como queríamos meter cosa buena, plantamos la finca mitad a godello y mitad a mencía, con una pequeña parte también de treixadura. Plantamos la finca a inicios de los 80 y hoy está en pleno apogeo. La uva que sale de ahí es buena. Las cepas están plantadas modernamente, en espaldera, con lo cual la uva madura mejor que antes; y la finca se labra perfectamente en tractor. Se hace el trabajo mucho mejor, más a gusto.

Felisindo, con la distinción del consello regulador.

Felisindo, con la distinción del consello regulador.

Del trabajo en el viñedo, ¿qué es lo que más le gusta?
– Tratándose del vino, me gusta todo, ahora la poda me hace bastante gracia, andar seleccionando las vides, dejando la buena, descartando la mala. Puedo hacer hasta unas 150 cepas al día, pero es un trabajo para el que hay tiempo. Comenzamos en diciembre y hasta abril hay tiempo. Con el tractor también me defiendo bien, es algo que me gusta.

El viñedo da mucho trabajo, mucho. Hay que sulfatar, laborear con el tractor dos o tres veces, ‘marfoñar’ la cepa cuando comienza a brotar, porque si no la ‘marfoñas’ en dos o tres años quedas sin viña. La cepa desde el pie comienza a echar brotes y esos brotes hay que quitarlos y dejar la cepa limpia.

Después hay que recortar tres o cuatro veces porque la viña crece mucho y pasa de parte a parte, por lo que la hay que recortar para que pueda pasar el tractor. Una semana antes de la vendimia también quitamos hojas para que madure mejor y para que los que vendimian vean bien las uvas, que si no quedan allí (risas).

Este año vino un tiempo complicado para el viñedo. ¿Cómo se fue desarrollando el suyo?
– Con el mildiu tuvimos bastante trabajo este año. Yo por ejemplo di ocho manos de sulfato y si hubiese venido un año normal, con cuatro o cinco manos arreglábamos. Lo malo que tenemos es que gastamos mucho dinero en los sulfatos y después la uva se paga mal. Cada mano de sulfato que echo me cuesta 40 euros.

«El viñedo lo vamos trabajando la gente mayor porque los jóvenes no lo ven rentable»

Peor fue el año pasado, que por las heladas tardías cogimos sólo 3.000 kilos, cuando lo normal tenían que ser al menos 8.000. Lo bueno el año pasado es que la bodega con la que tenía contrato me pagó bien la uva, hay que decirlo, pero este año no va a ser así la cosa.

¿Van haciendo contrato de año en año?
– Vamos cambiando de bodega y hacemos contrato cada año. Vienen ofreciéndote, a cómo vendes las uvas?. A tanto. Pues yo te pago a tanto. Pues llévalas. Es normal que se haga así. Lo que pasa es que en Galicia la agricultura no es rentable, funciona mal. Aquí el viñedo normalmente lo vamos trabajando gente mayor porque la poca gente joven que tenemos no ve la agricultura rentable.

¿Ve complicado el relevo generacional?
– Yo de momento no tengo en la casa quien siga porque no quieren. El día que falte yo, probablemente quede la viña abandonada; pero no se sabe, el mundo da muchas vueltas.

Si eres un pequeño viticultor no haces nada, si eres grande, recompensa. Yo, al no tener gasto más que el sulfato, compensa hacer algo. Pero para alguien joven que se quiera dedicar a esto, para ser rentable, en lugar de una hectárea, había que tener 5-6 hectáreas de viñedo, que aquí en Monterrei también tenemos casos así, de gente que tiene bastantes parcelas.

Claro que si eres pequeño, aparte del viñedo, puedes hacer otra cosa, como yo cuando vine de Alemania, que trabajaba de albañil y las horas libres iba para la viña. Y ahora, el viñedo me ayuda a recompensar la jubilación. Paso allí el tiempo. Que me canso, me siento un poco, bebo un vaso de agua. La tengo porque me ayuda a pasar el tiempo.

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