Ganadería Nar Xosé, reinventando un modo de trabajar cooperativo

Ubicada en Vilamariz, perteneciente al ayuntamiento de Ribadeo, esta explotación, que ordeña 180 vacas, tiene un peculiar sistema de gestión de las tierras y de la recría basado en la colaboración. A Xosé García, su propietario, nunca le asustaron los retos y fue el primer presidente de Mondigoleite, que en los años 80 distribuía leche fresca pasteurizado desde A Mariña a distintos puntos de Galicia.

Ganadería Nar Xosé, reinventando un modo de trabajar cooperativo

“Yo escogí tener vacas, por eso siempre fui feliz en la ganadería”, comienza diciendo Xosé García Salgado cuando, con 62 años, hace balance de las tres décadas que lleva dedicado a la producción de leche. Contrariamente a lo que acontece en la mayoría de las explotaciones gallegas, a él tener vacas no le venía de tradición familiar. Su padre, Narciso, tenía una granja de gallinas con las que hacía venta directa por A Mariña y buena parte de Asturias. Pero a Xosé aquello no le gustaba así que decidió cambiar de ganado. “En aquel momento en todas las casas había vacas, pasaban de padres a hijos, pero en mi caso no fue así, fue una elección personal y por eso nunca enfoqué esto con negativismo”, argumenta.

Del ganado ovino a las vacas

Aunque no pensó en vacas en un primer momento. “Soy un enamorado de las ovejas y llegué a tener 70 o 80 madres. En un Land Rover que tenía fui a Talavera de la Reina y traje de una explotación que dirigía una francesa dos machos, uno de ellos Romanov, que es una raza rusa que se parece más a una cabra que a una oveja y que da muchas crías, un promedio de tres corderos por parto, y yo lo cruzaba con ovejas de aquí para sacar corderos F1 de carne. La idea era destetar y hacer como hacían los ingleses y los franceses, engordar esas crías cruzadas y vender canales con 30 o 40 kilos. Aquello me funcionó muy bien unos años, porque tenía un carnicero que me llevaba todo para bodas”, cuenta. Era a comienzos de los 80, “cuando aún no entraba carne de Nueva Zelanda y casi no había competencia”. Pero la explotación ovina de Xosé fue creciendo y llegó un momento en el que aquel intermediario no daba asumido toda la producción que tenía, así que tuvo que reinventarse de nuevo.

“La idea que yo tenía para las ovejas era la de producir carne de cordero en estabulación cerrada, ya había hecho incluso el rebaje para la nave, pero cuando eso cae, fue cuando pensé en las vacas”, dice. Inicialmente iban a ser de carne pero José Salvatierra, técnico de Desarrollo Ganadero, una agencia dependiente en aquellos años del Ministerio de Agricultura, le hizo el estudio de viabilidad para las 40 cabezas que pensaba meter e incluyó en los cálculos también vacas de leche y los resultados concluían que la rentabilidad de la leche, en aquel momento, era mayor que la de la carne. «En aquel momento había un precio mínimo de venta garantizado por el Estado, eso te daba seguridad y fue lo que me hizo decidirme», explica.

Así que Xosé le dio otra vuelta más a su idea inicial y arrancó produciendo leche en el año 1986 junto a su mujer, María Trabada, con la que se acababa de casar. Y menos mal que había hecho aquel estudio previo, porque comenzó a producir leche justo cuando comenzaban las cuotas lácteas y, gracias a aquel documento, le asignaron como cuota histórica 200.000 litros, la resultante de multiplicar por las 40 vacas del estudio una producción media estimada de unos 5.000 litros por animal y año.

Una explotación de vacuno de leche innovadora: De las primeras en tener sala de ordeño con medición electrónica y retiradores automáticos´

Nar Xosé, que nacería más tarde, en el año 1999 bajo la fórmula de cooperativa, fue una explotación innovadora en muchos aspectos a lo largo de sus 31 años de vida. Fue una de las primeras naves cerradas de la zona cuando los cánones constructivos del momento apostaban por granjas semicubiertas y contó ya desde su comienzo con una sala de ordeño con medición electrónica y retiradores automáticos. “Compré la sala de ordeño en el año 84, dos años antes de hacer el establo. Hice al revés de lo que parecería lógico, pero lo hice así porque en la sala de ordeño no quería reparar y si no me llegaba el dinero prefería dejar sin enlosado la nave antes que meter una sala de ordeño de menores prestaciones. Había ido a verla a Cataluña”, recuerda Xosé. Con esa primera sala ordeñó hasta el año 2003, cuando hizo una ampliación en la nave para 60 vacas más y cambió aquella primera sala por la actual, que es rotativa.

 La mezcla húmeda permitió superar la limitación de la base territorial

Nar Xosé fue también de las primeras explotaciones de la zona en apostar por ensilar todo lo que producía y en contar con una máquina desensiladora y con un carro mezclador (fue algo que Xosé había visto en Alemania). En el 2008 dio un paso más y se pasó a la mezcla húmeda, que inicialmente le servía la cooperativa Os Irmandiños y, desde hace un año, Comercial Agropres, la empresa de Castropol pionera en este sistema. Pasarse a la mezcla húmeda eliminó definitivamente uno de los principales condicionantes que limitaba a la explotación: la falta de superficie agraria.

Ganar superficie agraria a base de roturar monte

Xosé e Rubén

Xosé e Manuel Carballo, un dos empregados

De hecho, uno de los problemas que tenía la familia de Xosé para tener vacas, y que había motivado que su padre optara por las gallinas, era la falta de tierra. Aunque poseían unas 22 hectáreas de terreno, casi todo era monte excepto 3,5 hectáreas donde sus padres cosechaban maíz para grano y habas, y donde Xosé comenzó con las ovejas.

Pero este hándicap luego mudó. “Las primeras concentraciones parcelarias de la provincia de Lugo comenzaron a hacerse allá por el año 1965 en esta zona, en concreto en Vilarbetote, que pertenece a Trabada, y aquí en Ribadeo en Vilamariz y Cedofeita», recuerda Xosé, que comenzó también a roturar los montes para convertirlos en las tierras y las praderas para producir forraje que hasta entonces no tenía. Años más tarde su padre empezó a cambiar también montes con los vecinos hasta que finalmente salió adelante también una concentración de montes.

Pero aun así las 38 hectáreas con las que cuenta hoy (16 de ellas alquiladas) serían insuficientes para las 180 vacas en ordeño que Nar Xosé tiene hoy después de la última ampliación, realizada en el año 2012, para otras 60 cabezas (en total en la nave resultante hay hoy 200 cubículos para animales en producción y 60 para vacas secas).

 La granja de Xosé se especializa en las vacas y la de Rubén en hacer la recría

Además de ese aumento, ese fue un año de muchos cambios en el modo de trabajar de la explotación. Para poder optimizar mejor la nave, pudiéndola dedicar toda a vacas en producción, Rubén García Martínez, primo de Xosé, vendió sus vacas y pasó a hacerse cargo en su explotación de la recría de Nar Xosé, liberando de este modo el espacio que antes ocupaban las novillas en la granja de Xosé. El sistema es peculiar, porque cuando las terneras marchan de Nar Xosé les ponen un precio de común acuerdo y pasan a ser propiedad de Rubén y cuando están próximas al parto son recompradas por Xosé y vuelven a la nave de producción.

Al mismo tiempo, Rubén pasó a encargarse también de la gestión de las fincas de su primo, que se las tiene alquiladas. En total, entre las suyas y las de Xosé, este año Rubén echó 68 hectáreas de maíz, que sirven para alimentar a la recría y vender los excedentes de forraje sobrantes.

“Con los tres ordeños logramos mejorar en calidad de vida”

De este modo, las 5 personas que atienden la explotación (Xosé, María y tres empleados, Manuel Carballo y su mujer Alicia, que llevan 20 años trabajando en la explotación y Osvaldo, que hace los ordeños de la noche) están dedicadas al 100% a cuidar de las vacas en producción, que están divididas en tres lotes: en uno están las primerizas, en otro las de segundo parto y en el otro el resto de vacas en ordeño.

Sala de muxido de Nar Xosé

Sala de muxido de Nar Xosé

Desde hace 5 años hacen tres ordeños al día (a las 7 de la mañana, a las 3 de la tarde y a las 10 de la noche). Cada ordeño dura cuatro horas y obligó a Nar Xosé a contratar en ese momento a Osvaldo. “Es inhumano hacer tres ordeños con el mismo personal porque casi no saldrías de aquí”, explica Xosé, que dice que, de este modo, además de lograr un aumento de producción de 3 o 4 litros más por vaca al día, “incluso conseguimos marchar más temprano de la explotación y prácticamente todos los días a las 7 de la tarde estamos en la casa porque ese tercer empleado se encarga exclusivamente de ordeñar por la noche”. Xosé defiende los tres ordeños “porque los gastos fijos son prácticamente los mismos y nosotros logramos mejorar en calidad de vida”

Xosé admite que siempre le gustó probar cosas nuevas y desde hace 11 años todos los pasillos de la nave, por los que circulan las vacas, tienen goma en el suelo. “De esta manera reducimos mucho los accidentes y las bajas provocadas por caídas”, explica. Del mismo modo, admite que “no tenemos prácticamente mamitis desde que introducimos las camas de arena, y eso que yo le tenía miedo a la arena por cuestiones de desgaste y por temas de purín, pero nos sirvió para acabar con la mamitis. Son casos muy puntuales, llevamos ahora por ejemplo 4 meses sin ningún caso de mamitis y, cuando aparece uno, se vende la vaca”, cuenta.

Falta de relevo generacional

Aquellos 200.000 litros al año que Nar Xosé producía cuando comenzó en el año 1986 hoy salen de la nave de Vilamariz en un solo mes (la producción anual es unos 2,5 millones de litros, que entrega a Nestlé desde el año 2011). La explotación se encuentra entre las 20 mejores de la provincia de Lugo por producción diaria, según el ránking de Africor, con 41,1 litros por vaca, 3,77% de grasa y 3,41% de proteína.

Pero aun así, Nar Xosé se enfrenta a un problema importante, la falta de relevo generacional. “Mi problema ahora es darle una salida a todo esto cuando me jubile”, admite Xosé. Es un problema compartido con muchas otras explotaciones gallegas, que le lleva a afirmar que “en pocos años en Galicia quedarán vacas solo en determinadas zonas, como la Terra Chá o Santa Comba, pero en el resto, como es el caso de A Mariña o del occidente asturiano, irán desapareciendo”.

Explica que la última ampliación, acometida hace 5 años, tuvo precisamente como finalidad “dimensionar la explotación para que dentro de unos años alguien se haga cargo de ella. bien sea en alquiler o en venta”, una solución aun poco frecuente en Galicia pero muy habitual en otros países.

“Las cooperativas tienen que ayudarle a los ganaderos a vender sus productos, no venderles productos a los ganaderos”

Xosé García es una persona de fuertes convicciones y siempre fue firme defensor del cooperativismo. A mediados de la década de los 80 fue uno de los impulsores de Mondigoleite, una cooperativa de productores de la que formaban parte 60 ganaderos principalmente de los ayuntamientos de Ribadeo, Barreiros y Trabada y que fue pionera en el envasado de leche fresca pasteurizada, leche del día que ellos mismos producían y que se encargaban de envasar en una planta ubicada en Reme y distribuir por toda Galicia. “Diariamente salía un tráiler lleno de leche que lograba repartir a la otra punta de Galicia”, recuerda Xosé, que ríe contando anécdotas como esta: “En las etiquetas poníamos leche sin antibióticos y, en vez de ayudarnos a venderla, aun nos perjudicaba, porque el consumidor no estaba concienciado e informado cómo lo está hoy y la gente pensaba que era peor leche por no llevar antibióticos, porque era lo que recetaba el médico para curar las enfermedades”.

Xosé fue el primer presidente de aquel proyecto “adelantado a su tiempo y muy ilusionante”, que rememora con mucho cariño y del que se siente muy orgulloso aún a día de hoy, a pesar de que al final no salió adelante y tuvo que cerrar por problemas económicos. Mondigoleite, que aún sigue existiendo como grupo de productores de leche, nació como fábrica cooperativa en 1986 y funcionó hasta 1992. Con parámetros de calidad muy exigentes (admitían únicamente leche refrigerada y ordeñada directamente al tanque, algo que en esos años no era aún generalizado), solo envasaban leche del día y solo se pusieron a hacer queso al final, “cuando la cosa iba mal y ya era tarde”, reconoce Xosé, que achaca a la Administración parte de la culpa de su desaparición (la otra parte a la presión del resto de las empresas del sector). “Cayó, como todas las industrias cooperativas de carácter comarcal de aquella época, como Xallas o más tarde Leyma, porque la Administración la dejó caer”, afirma.

 “Es mucho más importante que me busquen soluciones para vender la leche y no para comprar el pienso”

Xosé cree en un cooperativismo “de base” y dice que “el cooperativismo tiene que servir para ayudar al ganadero a vender sus productos y no para venderle productos al ganadero”. Por eso afirma que “el cooperativismo en Galicia hizo su labor en su momento porque quizás en los años 70 podía tener sentido hacer pienso, porque había pocas fábricas, pero quedó estancado y no hizo todo lo que debiera por el sector, porque nunca se preocupó de que los ganaderos viviéramos mejor, sino de vendernos cosas. Con el tiempo las cooperativas tenían que ir evolucionando mudando su modelo y sin embargo hasta ahora no lo hicieron”, dice.

“En Europa el cooperativismo surgió para buscar salidas y soluciones a la producción, aquí para los suministros. Pero es mucho más importante que me busquen soluciones para vender la leche y no para comprar el pienso, porque para eso no hacen falta las cooperativas, sirven igual las empresas y, por encima, te hacen la pelota”, argumenta.

 

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