Situada en la parroquia de Guiar, en el concejo asturiano de Vegadeo, las cosas en Casa Sola parecen funcionar con la precisión de una máquina. Y eso a pesar de que hablamos de vacas, pero las 330 cabezas totales que hay en la explotación están adaptadas a la perfección al ritmo diario que marcan los robots que hay en la granja.
Javier y su mujer decidieron hace 6 años iniciar un proceso de automatización de las instalaciones para poder seguir creciendo sin aumentar las necesidades de personal de la explotación, que atienden ellos dos solos con la ayuda de un empleado.
Javier se incorporó en el año 1999, con 19 años, a la explotación familiar, en la que sus padres ordeñaban ya medio ciento de vacas. Con una ayuda por la incorporación y un plan de mejora, en el año 2001 construyeron un establo nuevo con 104 camas y 80 cornadizas que desde entonces sufrió ya varias ampliaciones (la primera, en el 2006, para la recría y la segunda, en el 2010, para las vacas secas).
Casa Sola produce unas 6 toneladas de leche diarias, con un promedio de 39 litros por vaca y día. Sin embargo, Javier busca un animal intermedio y funcional que le dure un mayor número de partos y que le dé los menores problemas posibles en la explotación. En los últimos años está apostando por poner toda la genética americana y con anterioridad, cuando hacía la recría en la casa, puso embriones a medias con SAT Teixeiro.
En la explotación, los animales están divididos en dos lotes: por un lado están las vacas secas, las primerizas y las novillas preñadas que vienen del Rancho Las Nieves, a donde envían la recría, con entre siete y medio y ocho meses de gestación. Y en el segundo lote están las vacas en ordeño a partir de la segunda lactación y hasta el momento del secado.
“Los robots suponen una inversión muy fuerte, pero ahorramos en personal”
En el 2011 instalaron el primer robot de ordeño y comenzaron a emplearlo con las novillas mientras seguían ordeñando el resto de las productoras en la sala de ordeño convencional. La experiencia les convenció y en noviembre de 2015 instalaron dos robots más y vendieron la sala de ordeño.
“Supone una inversión muy fuerte, pero ahorramos en personal, cuando trajimos el primero hicimos el cálculo y con un leasing a 8 años nos salía el mismo coste al mes que el salario de un obrero”, justifica Javier, que gastó unos 340.000 euros en las tres máquinas.
Javier: “El robot nos libera de lo que más ata al ganadero a la explotación: el ordeño”
“Todos los sistemas tienen cosas buenas y cosas malas, pero el robot de ordeño en explotaciones familiares pienso que encaja bien, porque no pide vacaciones ni días libres y libera al ganadero de uno de los procesos que más hasta en una explotación: el tener que ordeñar como mínimo dos veces al día”, argumenta.
Sin embargo, y aunque los robots funcionan de manera autónoma, dice que “hay que estar pendiente de ellos porque a veces paran por alguna circunstancia y cuando esto acontece tienen un sistema que te avisa al móvil”. Como funcionan de manera continua las 24 horas del día, a demanda de las propias vacas, el aviso puede llegar a cualquiera hora y hay que acudir porque puede ser qué haya una vaca atascada, por ejemplo.
Con la robotización aumentaron la producción entre un 10 y un 12% y las vacas acuden a ordeñarse hasta 5 veces al día
Otra de las ventajas que Javier le encuentra a los robots de ordeño es que permiten hacer más de dos ordeños al día, lo que para Casa Sola supuso un incremento de producción de entre un 10 y un 12%. “Para animales de alta producción es un buen sistema, porque acuden al ordeño hasta 4 y 5 veces al día y esto, además de aumentar su producción, supone una ventaja importante al tener menos problemas de ubre y de mamitis. Esto es algo que también pasa con las primerizas”, explica.
De hecho, Javier comenzó usando el primero de los robots con ellas y la experiencia fue muy buena. “Se adaptan muy bien, en solo 3 o 4 días están perfectamente familiarizadas con el sistema, lo mismo que si tuvieran que adaptarse a la sala de ordeño”, explica. Durante cuatro años compatibilizó el robot para las primerizas con la sala de ordeño para el resto, pero “era complicado”.
Antes de tener los robots Casa Sola llevaba dos años haciendo tres ordeños diarios en sala. “Pero el personal que habíamos contratado era muy justo para hacer eso y acaba quemándote porque si falla alguien quien acaba pringando eres siempre tu”, asegura.
Control individualizado de cada animal
En la actualidad, Javier tiene los tres robots prácticamente a pleno rendimiento, con un promedio de entre 60 y 65 animales por robot, después de ir incrementando paulatinamente en los últimos meses el número de vacas en ordeño. Con esa ratio, es capaz de mantener un promedio de 3 ordeños por vaca y día, aunque el número varía dependiendo de cada animal.
Un collar que lleva cada vaca sirve para que cada vez que entra a ordeñar el robot monitorice sus datos y a través de una aplicación Javier pueda ver en su móvil las estadísticas diarias de cada animal. Una antena ubicada en la propia granja le envía información cada dos horas. Incluye datos sobre arrumia, celo y estado del animal, lo que es muy útil por ejemplo para detectar animales que están enfermos, aunque estén en el cubículo y no pasen a ordeñarse.
El ganadero recibe en el móvil estadísticas diarias de cada animal
El sistema analiza incluso datos sobre los niveles transformación de energía de cada animal o sus células somáticas y le permite también hacer variación de parámetros en cuestiones como la cantidad de concentrado que toma cada animal mientras se está ordeñando, dependiendo de su producción o de su estado de gestación de cara a momentos como el del secado.
“Es una buena herramienta para seguir el día a día de la granja y te ayuda a tomar decisiones”, reconoce Javier, que hace un balance positivo de la automatización. “Estamos muy contentos y seguimos viendo mejoría cada día que pasa”, dice.
El robot para arrimar la comida permite aumentar la ingesta diaria
En la granja cuentan también con un robot para arrimar alimento al ganado. Es autónomo y realiza las tareas en función de las rutas y la periodicidad que Javier le marca. Lo ha programado para que haga una pasada cada tres horas, de manera que hay alimento fresco para los animales tanto de día como de noche, lo que aumenta su nivel de ingesta diaria.
Cada vez que se ponen en marcha realiza un pitido que sirve al mismo tiempo de reclamo para las vacas, que acostumbran a responder a la llamada aproximándose al pesebre. Una vez que realiza la pasada correspondiente, el robot regresa a su base, donde recarga las baterías eléctricas que emplea para los desplazamientos.
Externalizar los procesos de alimentación, recría y tratamiento del purín
También con el objetivo de reducir necesidades de personal y optimizar el espacio disponible en las instalaciones, Casa Sola decidió externalizar algunos procesos. Por ejemplo, hasta 2008 Javier hacía el ensilado en la explotación y venía un carro mezclador de Central Lechera Asturiana a hacerle la ración diaria.
Pero a partir de ese año se pasó al servicio de suministro de mezcla húmeda de la cooperativa Os Irmandiños, un servicio con el que Central Lechera no cuenta.
“El sistema de mezcla húmeda de Os Irmandiños fue una solución idónea para nosotros”
“Para nosotros fue una buena solución por las propias características que tiene la explotación. No fuimos capaces de ir aumentando la base territorial al mismo ritmo que el número de cabezas, así que tenemos un déficit importante de superficie agraria. Manejamos unas 44 hectáreas, de las que sólo 32 son aptas para echar maíz por la propia orografía de la zona, y además una parte de esas Fincas están muy distantes, algunas de ellas situadas a 20 kilómetros de la granja”, afirma.
“Así que, por un lado, ya teníamos que comprar forrajes y ensilado para varios meses del año, porque lo que producíamos no nos llegaba, y, por otro, al estar una parte de esas fincas tan distantes, su gestión no era fácil y nos suponía grandes esfuerzos. De esta manera, cedemos el terreno a Irmandiños, ellos se encargan de todo el proceso y nos sirven diariamente el alimento para el ganado y eso nos permite dedicarnos en exclusiva a la granja”, explica Javier.
Están barajando volver a hacer la recría porque con los robots disponen de más tiempo
En 2012 comenzaron también a enviar la recría al Rancho Las Nieves, en Zaragoza. Tomaron la decisión para liberar espacio en la explotación y poder dedicarla íntegramente a vacas en producción. Pero en este momento está repensando esa decisión. “En la alimentación no tenemos mucha alternativa, pero en la recría sí, y estamos barajando volver a hacerla en la casa”, reconoce.
Las 130 novillas de promedio que tiene en Zaragoza y por las que paga cada mes le suponen un gasto importante. “Los robots me permiten tener tiempo para atenderlas yo y tendría que hacer poca inversión, porque tengo la granja antigua y además podrían estar fuera buena parte del año”, dice.
Tratamiento del purín: 1,5 euros por tonelada
Otro de los procesos que Casa Sola está a punto de externalizar es el del tratamiento del purín. “El purín es un tema que nos da mucha guerra, así que decidimos enviarlo a la nueva planta de biogás que se acaba de construir en Navia”, cuenta Javier. La planta, que copia instalaciones similares existentes en Dinamarca, pertenece a Biogastur, en la que Central Lechera tiene un 25% del capital.
De momento, envió alguno viaje de prueba, lo que lo obligó por ejemplo a prescindir de la arena en las camas de las vacas porque la planta no la admite, pero en 2018 los siete millones de litros de purín que genera al año la explotación de Javier e Isabel serán tratados en esta planta. Pagarán 1,5 euros por tonelada de purín enviado.
“Los excesos de producción no traen nada bueno”
Javier es socio de Central Lechera Asturiana y desde el año 2013 es también miembro de la Junta Rectora de la cooperativa, de la que su padre, Manuel Marcos, fue socio fundador.
“Envidio muchas cosas a los gallegos -reconoce-, porque pienso que Asturias no tiene ni la sombra de potencial para hacer leche que hay en Galicia e incluso creo que en Galicia hay más relevo generacional que en las granjas asturianas”. “Pero tenemos una gran ventaja: tener una empresa seria de transformación de base cooperativa, y los ganaderos asturianos somos unos privilegiados en ese aspecto”, dice.
Central Lechera tiene más de 6.000 socios, aunque el número de ganaderos en activo se fue reduciendo en los últimos años hasta los 1.200 socios que tiene en la actualidad entregando leche. Javier afirma además que la alianza entre Central Lechera y Capsa, donde Central Lechera tiene el 81% del capital, es “positiva” y la estrategia de buscar mercados fuera para exportar “atinada”. En relación a la implantación en Galicia, considera que “Larsa va como un tiro”.
“La gran ventaja de los ganaderos asturianos frente a los gallegos es que tenemos una gran industria láctea cooperativa”
Reconoce que, como ganadero, tener el respaldo de una cooperativa como Central Lechera Asturiana “es una garantía y aporta estabilidad de precios” pero insiste en que “la evolución del sector depende también mucho de nosotros mismos, de los que producimos, porque los excesos de producción no traen nada bueno”.
“Desde mi incorporación llevamos gastados 40 millones de las antiguas pesetas en comprar cuota y acabé de pagarla el mismo año que desaparecía”, explica. Por eso apuesta por moderar los aumentos de producción. “Tenemos que autolimitarnos”, dice.
Sin embargo, no teme la competencia de la leche de fuera. “Con el fin de las cuotas pensamos que iba a haber una inundación de leche en el mercado y no fue así, porque la leche no se produce tan fácil”, concluye.