El incremento del precio de la energía eléctrica en los últimos años hizo aumentar de manera muy importante uno de los principales gastos fijos para las explotaciones lecheras, que están apostando en muchos casos por medidas de ahorro enérgético y por la introducción de fuentes propias de energía como manera de reducir la factura eléctrica.
Es el caso de la ganadería Varela, situada en el concello lucense de Castro de Rei, que pasa por ser una de las que más invirtió en los últimos años en eficiencia y autosuficiencia energética. Los tejados de la nave principal están llenos de placas solares, con una potencia instalada de 50 kilowatios y cuenta también con un pequeño aerogenerador eólico que completa el particular mix energético de la explotación.
Gabriel cuenta con un coche eléctrico que carga con los excedentes que produce la instalación
Además, todo el sistema de iluminación es led y Gabriel Varela Villamide, su propietario, se mueve en un coche eléctrico que carga con los excedentes que produce la instalación. «Al precio que está la luz, hay que tratar de reducir su coste como sea», dice.
Esta apuesta decidida por las energías renovables tiene una culpable, su mujer Laura Aldariz, técnica en la materia y propietaria de una empresa de este sector, Tecgal. «Yo soy el conejillo de indias», afirma Gabriel, que explica que el próximo proyecto en este campo será el de instalar baterías para almacenar la energía producida por las placas solares durante el día para poder usarla también por la noche. «Ahora mismo las baterías están fuera de precio, pero como toda esta tecnología, en 2 o 3 años serán asequibles», asegura.
Gabriel afirma que «las inversiones en producción y ahorro energético se pagan solas», aunque reconoce que en el momento de hacer las instalaciones hay que acometer un importante desembolso económico. Por ejemplo, las primeras placas solares que instaló, hace ya 12 años, conectadas a la red y con una potencia de 20 Kw, le costaron 120.000 euros, aunque se trata de una instalación muy rentable porque las primas a la producción de energías renovables en ese momento eran muy altas. «Yo soy de los que gano dinero con las placas solares, porque cogí las primas anteriores. Fue pena no haberse decidido en ese momento a poner más placas, arriesgué poco», se lamenta ahora.
Pero la desaparición de las primas no lo echaron para atrás y en el 2017 completó el tejado de la nave con más placas (otros 30 Kw instalados), en este caso en régimen de autoconsumo. «En solo una década la bajada de precios fue criminal y a pesar de suponer un tercio más de potencia instalada que las primeras, me costaron la mitad», relata.
Cambios en la alimentación para aumentar calidades
Ganadería Varela pasa también por ser casi autosuficiente en la alimentación. Dispone de unas 70 hectáreas de superficie en las que produce hierba y maíz (este año echó 55 hectáreas) para ensilado, que se almacena en la propia explotación, donde se hace también la ración diaria con un carro mezclador propio. «Prácticamente solo compramos el concentrado, el corrector y la soja, que traemos directamente desde el puerto en un camión y almacenamos en unos silos grandes en la propia granja», explica Gabriel.
Desde hace 5 años entregan la leche a Entrepinares e hicieron cambios en la alimentación para pasar de más producción a más calidades. «Hay que ir adaptándose a las demandas y necesidades del comprador», defiende el dueño de esta explotación, que considera sin embargo que «al aumentar la calidad las vacas bajan la leche, por lo que aún no compensa mucho ir la calidad en vez de a cantidad, porque la mayoría de las empresas no valoran de momento lo suficiente la calidad». En su caso, el promedio se sitúa en 4,40% de grasa y 3,40% de proteína y la producción media está en 40 litros por vaca y día.
La explotación cuenta con 4 trabajadores y destaca por la estabilidad del personal, con un caso de 12 años en la granja
También hacen con medios propios la mayoría de los trabajos agrícolas, excepto el sembrado y cosecha del maíz. «Estamos bien equipados en cuanto a maquinaria y hacemos el corte y el ensilado de la hierba, preparamos las tierras del maíz y echamos el purín nosotros mismos», explica. Esto también hace que las necesidades de mano de obra aumenten y en la actualidad trabajan en la explotación Gabriel junto a cuatro empleados a tiempo completo. «Tenía tres trabajadores, pero en la última ampliación metí uno más para poder hacer los turnos de ordeño y las libranzas de los fines de semana. En invierno sobra el tiempo, pero en las épocas de laboreo y ensilado hacen falta los cuatro y alguno de ellos lleva ya 8 y 12 años trabajando aquí», explica.
La comodidad de las instalaciones y la automatización hace que todos los trabajos puedan ser realizados por una sola persona. «Buscamos la versatilidad, que todos sepamos hacer de todo y normalmente trabajamos individualmente. La granja es cómoda y si hay que cambiar vacas de sitio puede manejarlas una persona sola perfectamente. También ordeña una persona sola porque pienso que en la sala es importante que esté una persona sola, funciona mejor y la diferencia en tiempo es muy pequeña», opina. La explotación dispone de una sala de ordeño de 16 puntos (2×8 trasera) y se hacen, desde hace ya una década, 3 ordeños, a las 6 de la mañana, a las 2 de la tarde y a las 9 de la noche.
Por cada bajada de precios, una ampliación
Esta explotación, que hasta el momento funcionó como una SAT familiar y a partir de ahora pasará a ser una SL, ordeña hoy por hoy 155 vacas de un total de 290 cabezas. La granja, que era de sus padres, pasó por distintas ampliaciones, pero Gabriel aún recuerda «cuando en la casa había solo 8 vacas». En el año 1981 su padre hizo la primera estabulación libre para 25 cabezas y después para otras 25.
En esa primera cuadra está ahora la recría. Las terneras pasan los dos primeros días de vida con la madre en parideras individuales y después pasan a estas instalaciones, donde son alimentadas con leche en polvo gracias a 4 amamantadoras. Gabriel destaca el hecho de tener las crias con la madre durante estos dos días, «algo que casi nadie hace hoy pero que nosotros mantenemos porque la tranquilidad tanto de la madre como del ternero es distinta y pienso que da menos trabajo y menos problemas, porque no hay que darles el calostro y en el 90% de los casos maman solos», dice. Transcurridos esos dos días, las madres pasan a los distintos lotes de producción (tienen tres por cuestiones de operatividad, pero la alimentación es la misma para todos los animales).
Pero el verdadero salto en cuanto a modernización y tamaño de esta explotación se produjo con la construcción, en el año 2000, de una nave nueva con 108 cubículos para las vacas en producción, que sufrió ya dos ampliaciones: una en el año 2012 para 30 animales y otra en el 2016 para 70 vacas más, que no fue aún completada, dado que en la actualidad esta ganadería tiene aún cabida para 30 vacas más en sus instalaciones. «Vamos creciendo poco a poco, porque también hay que ir creciendo en tierras y dependes de que la empresa a la que le entregas asuma ese aumento de producción», explica Gabriel.
De hecho, reconoce que la última de las ampliaciones de las instalaciones fue una decisión arriesgada tomada en un momento de poca demanda de leche y precios bajos. Lo mismo aconteció con la primera de las ampliaciones, la llevada a cabo en el año 2012, un momento en el que la crisis de precios coincidió además con un momento de altos costes de producción por el aumento del precio del gasóleo y los forrajes. «La gente me decía que estaba loco al ampliar», reconoce.
«Si cuando baja la leche, eres capaz de invertir para crecer, te irá bien cuando repunte el precio»
Pero Gabriel es una persona decidida y siguió adelante. «Si cuando te pagan poco la leche eres capaz de sostener la inversión necesaria para crecer, está claro que cuando repunte te va a ir bien», argumenta. «Esto es algo cíclico, desde pequeño recuerdo crisis y repuntes, aunque es cierto que ahora los repuntes son más comedidos. El precio de la leche va y viene y volverá a bajar, que la gente no se equivoque», pronostica.
Gabriel une a esta experiencia («llevo toda la vida en medio de las vacas», dice) su formación. «Hice un FP de segundo grado de técnico en explotaciones y casi acabo peritos, lo dejé por poco, pero esa formación me vale mucho», explica. Por ejemplo, para tomar decisiones en cuanto al manejo de los animales o incluso en materia de mejora genética. «Siempre puse toros altos en porcentaje, siempre seleccioné la calidad, y ahora desde que entrego a Entrepinares pongo más énfasis en eso, pero nunca usamos semen sexado y no empleamos tampoco embriones. No digo que no sea una buena herramienta, pero es una herramienta cara. Nosotros mejoramos todo a base de semen bueno, lo que íbamos a gastar en embriones lo gastamos en comprar semen bueno», aclara.
En cuanto al semen sexado, «no tenemos necesidad de recurrir a él porque tenemos una tasa de reemplazo muy baja, inferior al 20% y nos sobran terneras, de hecho vendemos con 15 días de vida en torno a un 30% de las que nos nacen a otras explotaciones y estamos poniendo también carne a una parte de las vacas que inseminamos y, aun así, aumentamos 25 vacas en ordeño en los últimos 6 meses sin comprar nada», explica. Las terneras se crían a partir de los 4 meses a base de silo de hierba y 1 kilo de soja diaria. «Este año estoy criando muy barato, pero otros años hay que comprar algo más y sale un poco más caro», reconoce Gabriel.
Cama fría de compost, una novedad en Galicia
Otra de las novedades que esta explotación introdujo este año tiene que ver con la cama empleada para las vacas secas. Si para la recría y las parideras se usa cama caliente de paja y los cubículos de los animales en producción tienen arena, desde febrero están empleando en preparto cama fría de compost.
Se trata de una base de serrín que se fresa todos los días junto a los excrementos de las propias vacas. La mezcla resultante es seca y mantiene las vacas limpias con la ventaja de no tener que añadir ningún tipo de material (solo se pone una cubierta inicial de unos 10 centímetros de espesor de serrín) ni tener que renovar este, como en el caso de la paja. Además, se produce menos purín y se ahorra en cemento, porque la cubierta de serrín inicial se coloca directamente sobre un suelo de tierra.
«La idea me la dio el nutrólogo y decidí probar con las vacas secas porque arriesgaba poco y da resultado. En Galicia no conozco ninguna explotación que esté usando este sistema, pero tanto en Estados Unidos como en Cataluña y en otras partes de España ya hay granjas que usan esta cama en las vacas de producción», explica Gabriel, que considera que «en los animales que están dando leche pienso que también funcionaría bien, pero en nuestro caso tendríamos que adaptar las instalaciones para eliminar los cubículos y precisaríamos casi el doble y espacio».
«Es otro sistema distinto, pero la inversión no variaría mucho, porque tendrías que hacer una nave más grande pero precisarías una fosa de purín más pequeña y no tendrías que hacer cubículos», aclara.