Localizada en el municipio de Santa Eugènia de Berga, a 3 km de Vic, en la comarca de Osona, Granja Comas ordeña casi 200 vacas y ha apostado por la diversificación, transformando una parte de su producción de leche en yogures y otros derivados.
Hablamos con Jopep Comas y su hijo Guillem, que constituye la cuarta generación en la masía familiar, para averiguar la historia de la granja y conocer las limitaciones que para una explotación láctea supone estar en una zona declarada vulnerable a la contaminación por nitratos.
“Pagamos unos por los otros. Osona es la comarca con más sector ganadero de Cataluña, pero el problema no son las vacas, sino los cerdos. En nuestro municipio somos 2.400 habitantes, pero hay un matadero que sacrifica 15.000 cerdos al día”, explica Guillem.
Con tantos purines las granjas de cerdos lo que necesitan son tierras y eso compromete a las demás explotaciones de vacuno para poder crecer
«Con tantos purines las granjas de cerdos lo que necesitan son tierras y eso compromete a las demás explotaciones de vacuno para poder crecer”, asegura Guillem. Por eso, dice, “nuestra filosofía non es crecer más, porque para ampliar tendríamos dificultades y las tierras disponibles son limitadas».
Comparativamente con otras comarcas catalanas, Osona todavía mantiene una importante presencia de granjas lecheras, aunque son menos de la mitad de las que había hace 30 o 50 años, y las que quedan son de un cierto tamaño, con un volumen medio de entre 150 y 200 cabezas en ordeño.
Leche A2A2
Diferenciación y valor añadido son los objetivos que persigue esta ganadería familiar. “Creemos en una buena calidad y buen servicio. Yo pienso que lo que tenemos que hacer las ganaderías es diferenciarnos y transformar para dar valor añadido. Nosotros no tenemos intención de crecer más en tamaño de explotación y buscamos que con un volumen contenido en torno a las vacas que ordeñamos hoy, entre 180 y 185, y de las 400 cabezas totales que tenemos, generar más ingresos”, indica Guillem.
Buscamos generar más ingresos con un volumen de explotación contenido en torno a las 180-185 vacas en ordeño y 400 cabezas totales
Con la intención de diferenciar sus productos en el mercado, hace 5 años empezaron a trabajar a nivel genético para lograr animales A2A2 y hoy prácticamente el 100% de la cabaña produce leche con betacaseína A2A2.
“En estas pequeñas cosas es en lo que nos podemos diferenciar. Las industrias lo tienen más difícil al mezclar y homogeneizar la leche, pero para que esto gane valor es cierto que los grandes se tienen que sumar, porque al ser pequeñitos tienes una capacidad justa de comunicación”, reconoce.
Tercera generación de ganaderos desde 1920
La masía Mas Roure suma ya la cuarta generación. Inició la granja Ramón Comas en 1920, cuando se instaló en esta antigua residencia de verano del obispado de Vic como masovero, cultivando la finca a cambio de una parte de la cosecha.
Su hijo Manel enseguida compró unas vacas lecheras para suministrar a la cercana población de Vic, convirtiéndose en la primera generación de ganaderos de la familia Comas. Josep y su hermano Ramón, continuaron con el negocio en 1978, encargándose Ramón del trabajo de las tierras y la parte agraria y Josep de la atención de la granja y el cuidado de los animales.
Nos encontramos en una fase de restructuración, tanto en la gestión de la granja como en la transformación, para ganar capacidad productiva en la parte de elaboración
Hoy en día la cuarta generación, representada por Guillem, el hijo de Josep, y por Elisabet, la hija de Ramón, está incorporada a la empresa, aunque centrada sobre todo en la parte de transformación y venta. “Ahora mismo nos encontramos en una fase de restructuración, tanto de la producción lechera como de la parte de transformación”, admite Josep.
“Tanto mi hermano como yo estamos ya en la edad de jubilación y tenemos que buscar una alternativa para la gestión de la granja. Necesitamos también un nuevo obrador para aumentar la transformación propia porque estamos capados por las infraestructuras con las que contamos”, indica.
Transforman el 30% de la leche que ordeñan
En Granja Comas trabajan en total 11 personas para tender la explotación y el obrador. Además de Guillem, Josep y Ramón, cuentan con 8 empleados. A día de hoy ordeñan unas 185 vacas y producen entre 5.500 y 6.000 litros diarios de leche, de los que transforman el 30%. El 70% restante se lo venden a la industria, concretamente a Pascual, que cuenta con una fábrica en la localidad barcelonesa de Gurb.
El excedente de leche lo venden a Leche Pascual, con planta de transformación en Gurb
El precio de venta de la leche en la actualidad es de 55 céntimos, tras haber sufrido una bajada de 5 céntimos en la última renovación de contrato, el día 1 de mayo. Pero la vigencia del contrato es de sólo 3 meses y temen nuevas bajadas.
“En los últimos años hemos invertido sobre todo en transformación, para darle el valor añadido que merece nuestra leche y no depender para eso de los demás. En la venta de leche hay monopolio de la industria y siempre va a ser así”, afirma Guillem.
Elaboración propia
En 1992 la familia Comas construyó una pequeña quesería para empezar a elaborar productos derivados a partir de su leche para de esta forma darle mayor valor añadido. “Empezamos elaborando requesón, seguimos con los yogures naturales, los desnatados, y poco a poco hemos ido completando la gama con yogures con mermeladas, batidos, kéfires, flanes, etc”, explica Josep.
En la actualidad elaboran más de 30 variedades de lácteos, como batidos, yogures, flanes o leche fresca, aunque este es un producto más residual debido a las dificultades de transporte y distribución.
Estamos haciendo un buen producto y queremos defenderlo
Comercializan directamente en la propia granja y venden en tiendas gourmet, fruterías y supermercados. La red de distribución se completa con cadenas como Aldi, para la que fabrican flanes de marca blanca, aunque su presencia en este tipo de grandes superficies es “comedida”.
“Intentamos cubrirnos las espaldas. Nuestro principal punto de venta es la tienda especializada y delicatessen que se quiere diferenciar y cuida el producto. Llegamos a toda Cataluña a través de distribuidores y repartimos prácticamente a diario en la provincia de Barcelona”, detalla Guillem. La parte comercial y de logística es externa, a través de distribuidores y vehículos subcontratados.
“Pedagogía” del valor de lo local
La intención de la familia Comas es abrir también una agrotienda en la propia granja para dar al consumidor la posibilidad de encontrar un producto de proximidad sin intermediarios. “Estamos a 3 km de Vic, donde viven 47.000 personas; tenemos muy cerca al potencial cliente”, dice Guillem.
Estamos a 3 km de Vic, donde viven 47.000 personas; tenemos muy cerca al potencial cliente
Con ella quieren hacer también “pedagogía”. “Queremos concienciar al consumidor de que con su decisión de compra diaria o semanal está beneficiando o perjudicando al sector. No es necesario comprar leche de marca blanca, existen otras posibilidades”, afirma.
Guillem defiende la autosuficiencia alimentaria. “Hay que volver a creer en el producto local, al que por culpa de políticas cuestionables no se le está dando la importancia que realmente tiene. ¿Por qué tenemos que importar el yogurt de Alemania y la leche de Francia? De la globalización se pueden aprovechar cosas, pero el alimento tenemos capacidad de generarlo nosotros aquí”, dice.
Incremento de los costes de producción
Los costes de producción del litro de leche se han incrementado hasta alcanzar en 2022 los 36 céntimos en esta explotación y la sequía extrema que este año sufre toda Cataluña no ha hecho más que empeorar la situación.
“Llevamos dos años muy secos. Venimos arrastrando ya un año con poca comida. Tuvimos que comprar en Lleida bastante cantidad. Estos días ha caído alguna gota, esta semana 15 litros. La situación no está mejor, porque para la comida de primavera vamos tarde y la producción ha sido menor, pero a ver si estas lluvias arreglan algo, a ver si salvamos al menos la alfalfa, que brota rápido, para hacer un par de cortes”, indica Guillem.
La sequía extrema que este año sufre Cataluña ha empeorado la situación de las ganaderías
Los costes de transformación también se han disparado. “De luz pagamos el doble, el cartón, el plástico, ha subido todo. El año pasado fue difícil a nivel de transformación de producto, porque tratabas de aguantar y no repercutir todo al consumidor”, relata.
Por el tipo de productos que fabrican, aumentar el porcentaje de leche que transforman se hace más complicado. “Para hacer un quilo de queso necesitas 10 litros de leche, pero con un solo litro de leche haces 8 yogures”, explica.
Alfalfa, el alimento principal
El ingrediente esencial en la dieta de las vacas de Granja Comas es la alfalfa. La ración diaria de alimentación de los animales en ordeño está formada por entre 16 y 17 kilos de alfalfa, silo de maíz, paja y concentrado, que preparan en un carro unifeed con 4.500 kilos de comida diarios.
Casi no usamos soja. La ración unifeed lleva 16 kilos de alfalfa, paja y silo de maíz
La alfalfa la ensilan en microsilos, con un presecado largo para que pierda humedad antes de hacer las bolas. “Buscamos conseguir mucha proteína, llegamos a un 18%, con más de un 60% de materia seca”, explica Josep.
“Cuando hay años buenos de alfalfa prácticamente no tenemos consumo de soja, sólo compramos harina de maíz para suplir la falta de energía”, indica. Se aprovisionan en la cooperativa Plana de Vic, que cuenta también con fábrica de pienso. “La harina de maíz históricamente siempre ha estado a un precio razonable; lo que nos cuesta caro es la proteína y por eso intentamos producirla nosotros y autoabastecernos con la alfalfa”, recalca.
Rotación de cultivos
“Trabajamos con un sistema de producción de círculo cerrado, en el que incluimos agricultura, ganadería y elaboración. Y el primer paso son los cultivos. La alimentación de nuestras vacas es una cuestión que cuidamos mucho”, insiste Josep.
En Granja Comas utilizamos un sistema de producción de círculo cerrado y el primer paso es el cultivo propio de la alimentación de nuestras vacas
“Utilizamos un sistema rotativo de cultivos, que consiste en alternar los cultivos para que la tierra sea lo más fértil posible, evitando así las malas hierbas, plagas y problemas ocasionados de sembrar siempre el mismo forraje. Principalmente trabajamos con leguminosas (alfalfa) y gramíneas (sorgo, trigo, maíz)”, detalla.
Hacemos algo de sorgo y maíz, pero estamos dejando de cultivarlo por el cambio climático
“Con la alfalfa podemos hacer rotaciones bastante largas, es un cultivo plurianual que nos dura 4 o 5 años, y para hacer las rotaciones metemos cereal, por ejemplo trigo o cebada. La alfalfa fija el nitrógeno y esa tierra ya nos sirve para labrarla directamente después, sin tener que abonar. Aramos profundo y funciona bien con poca agua. El maíz al necesitar mucha agua estamos dejando de cultivarlo y todo lo que podemos sembrar con alfalfa lo tenemos con alfalfa”, explica.
Precio disparado de la tierra
Gran parte del trabajo agrario lo realizan ellos directamente. Trabajan alrededor de 100 hectáreas, un tercio propias y dos tercios alquiladas. “Hay algunas que están lejos, a 20 minutos de la granja”, reconocen.
“Todo lo que se ha podido se ha ido adquiriendo a base de años y de mucho trabajo, pero la tierra está carísima en nuestra zona”, indican. La competencia que ejercen las explotaciones de porcino, necesitadas de superficie agraria en la que aplicar los purines que generan, ha contribuido a elevar los precios.
La hectárea se paga en la zona en arriendo entre 500 y 600 euros al año
El grupo aragonés Jorge, propiedad de la familia Samper, una de las principales empresas europeas exportadoras de carne de porcino a China, mantiene una importante presencia en la zona y se ha lanzado a comprar tierras.
“Desde entonces se han disparado mucho los precios, llegando a más de 60.000 euros la hectárea, y el coste de arriendo se mueve entre 500 y 600€/ha al año y es secano, es decir, dependes de que llueva para tener buena producción”, explica Josep. Granja Comas no dispone de regadío, poco habitual en Osona, a diferencia de lo que sucede por ejemplo de la zona de Lleida.
Veranos calurosos
Santa Eugènia de Berga tiene un clima de interior con oscilaciones térmicas importantes. “Somos extremos. Donde estamos ubicados en invierno hace frío y en verano calor. Aunque los inviernos son cada vez menos fríos, llegamos a -7 grados de mínima, y en verano superamos los 30 grados y podemos llegar puntualmente a los 35”, explica Guillem.
La recría sale al exterior hasta el momento del primer parto, con dos años de edad
Para reducir el estrés térmico de las vacas disponen de ventiladores, techos aislados y cortinas para evitar el sol directo sobre los animales. Las vacas en producción no salen fuera, pero el lote de secas y la recría sale a diario a un campo que conecta con las instalaciones de la granja.
Cruces cárnicos y cebo en la propia explotación
En la actualidad realizan la recría en la propia granja, aunque Josep todavía recuerda cuando el reemplazo necesario se cubría comprando novillas en Francia y a las vacas de la explotación les ponían cruces cárnicos para cebo. “En ese momento era rentable comprar en Francia, pero eso generaba algún problema sanitario y las novillas de importación han subido mucho de precio”, reconoce Josep.
La base genética del rebaño es la raza holstein, aunque están valorando otras razas, como la montbeliard
Hoy inseminan entre un 20 y un 25% con holstein para garantizar recría propia con vocación lechera y al resto ponen limusín para lograr un cruce industrial para cebo, que realizan ellos mismos en un establo perteneciente a uno de los empleados de la explotación.
Desde hace dos años han recuperado esa fuente de ingresos complementaria a la producción láctea de la explotación. “Decidimos aprovechar los machos. Mi tio y mi padre lo hacían al principio, hace más de 30 años, aunque después lo dejaron un poco de lado para centrarse en producir leche”, explica Guillem.
Utilizan un 75% de cruce con limusin para disponer de terneros de engorde
“La gente que viene a la granja a comprar nuestros lácteos es susceptible de comprar también la carne. Lo que hacemos es llevar el ternero al matadero y hacer lotes de 7 kilos para venta directa a particulares y hamburguesas para algún colegio. El volumen es muy bajo por el momento pero creo que puede tener un cierto desarrollo porque la gente responde bien”, indica. La mayor parte de los terneros son vendidos por ahora a la industria, a un precio medio de 5,60 euros el kilo.
“Estar en una zona declarada como vulnerable nos limita en nuestro trabajo”
La amenaza de la declaración de zonas vulnerables a la contaminación por nitratos planea sobre varias comarcas gallegas, como A Limia en Ourense y O Deza en Pontevedra. La Xunta ha tratado de retrasar esta decisión, que tendría importantes consecuencias sobre el funcionamiento de las ganaderías existentes, su futura ampliación y el establecimiento de nuevas explotaciones en estas áreas.
La multiplicación en los últimos años de granjas intensivas porcinas en estas zonas agrava un problema que sufren desde hace años en Cataluña, donde un tercio de su territorio está bajo vigilancia continua y la actividad agroganadera fuertemente condicionada.
Al igual que ocurre en O Deza, en la comarca de Osona conviven granjas porcinas con explotaciones lácteas. “Sufrimos las consecuencias de un problema creado por otros, por las granjas de cerdos que hay instaladas en esta zona”, explica Josep.
La burocracia nos está comiendo, nos hace perder mucho tiempo
El área en la que está ubicada Granja Comas está declarada zona vulnerable a la contaminación por nitratos desde el año 2009, lo que les supone restricciones a la hora de fertilizar sus campos, con una reducción de 220 a 170 unidades de nitrógeno por hectárea como máximo, y un sinfín de controles. “Padecemos mucha burocracia, que nos hace perder mucho tiempo y no nos facilita en nada el trabajo”, se queja.
El 45% de los municipios catalanes declarados vulnerables
El 45% de los municipios catalanes están declarados como vulnerables a la contaminación por nitratos de origen agrícola. La Generalitat de Cataluña ha designado desde el año 1998 un total de 13 zonas vulnerables, lo que representa un 33,8% de la superficie total de Cataluña.
Trabajar en estas zonas supone un control exhaustivo de periodos de aplicación, dosis empleadas, momentos de siembra y parcelas utilizadas, con un calendario estricto de abonado.
A las granjas instaladas en estas zonas vulnerables se les exigen prácticas agronómicas específicas que sobrepasan las recogidas en el nuevo Real Decreto de Nutrición Sostenible de suelos agrícolas. “Hace años que usamos cisterna con tubos colgantes para aplicar el purín”, ejemplifica Josep.
Valorando el paso a ecológico
Aunque críticos con la forma de aplicar la norma y la burocracia que ello conlleva, la familia Comas cuida sus tierras “por convencimiento”. “Tratamos de trabajar bien la tierra, de ser sostenibles, de generar el mínimo impacto sobre el medio ambiente y creo que lo logramos”, asegura Guillem.
“Prácticamente no usamos abono químico de ningún tipo, únicamente el purín que genera la propia granja, que utilizamos para abonar las tierras de la explotación”, explica. Este modelo de economía circular se complementa con su apuesta por el cultivo de alfalfa, una leguminosa que les ayuda a fijar nitrógeno atmosférico en el suelo y reducir las necesidades de abonado.
Prácticamente no usamos abono químico de ningún tipo, únicamente el purín que genera la propia granja
Este tipo de prácticas respetuosas con el medio ambiente, primadas en la nueva PAC, entran también dentro de los preceptos de la agricultura ecológica, a la que están estudiando si se incorporan. “Lo hemos planteado, pero el tema burocrático y el coste de la certificación nos echa para atrás. Aunque si vemos que el mercado lo valora, daremos el paso, porque lo que hacemos a día de hoy no es muy distinto, tendríamos que hacer únicamente pequeños cambios”, indica Guillem.
“Estamos valorando si merece la pena o no dar el paso, de momento hemos frenado un poco la decisión, porque cuando entras en ecológico tienes que comprometerte a estar una serie de años, ahora son 5 años como mínimo, y esto supone algún problema para los arrendamientos de las tierras, ya que hay propietarios a los que ese tipo de alquileres de larga duración les echa para atrás”, explica Josep.