Hace 200 años, productos de uso habitual hoy en día como los helados, los chicles o las bebidas carbonatadas eran cosa de la ciencia ficción. En la actualidad, la misma sensación despierta entre buena parte de los consumidores la idea de comer alimentos impresos en tres dimensiones. Tal posibilidad, sin embargo, ya existe y los expertos pronostican un rápido desarrollo de las impresoras 3D de comida a lo largo de la próxima década.
La tecnología de la impresión en 3 dimensiones nació en un comienzo en el campo de la ingeniería industrial con la idea de reducir el tiempo de producción de piezas. Las impresoras 3D consisten en una serie de sistemas que permiten la creación de estructuras en 3 dimensiones a partir de técnicas de inyección y moldeo. Por lo demás, funcionan con la misma lógica que las impresoras de tinta de los ordenadores. Desde un ordenador o dispositivo móvil se le indica al equipo lo que tiene que imprimir.
Las primeras impresoras 3D para alimentos ya están en el mercado. La tecnología de momento está en una fase inicial y sus resultados son limitados, pero los expertos pronostican un rápido desarrollo y abaratamiento de costes. “Hace poco más de 20 años, en unas jornadas en las que pretendíamos evidenciar el futuro de las ensaladas preparadas, higienizadas y envasadas en film, los comentarios irónicos y la incredulidad era generalizadas entre la audiencia. Sobra decir que hoy en día estos productos son una realidad”, compara José García, del centro tecnológico Ainia, de Valencia, especializado en servicios al sector agroalimentario.
Experiencias en el mercado
Desde Ainia consideran que el mismo futuro podrían tener las impresoras 3D de alimentos. Las primeras experiencias, como impresoras para chocolate, ya están a la venta. La tecnología permite que el consumidor personalice sus propios diseños, interactuando con una galería de gráficos 3D mediante su tablet.
Más ambicioso es el proyecto de una empresa catalana, Natural Machines, que habilitó un sistema de cápsulas abiertas en el que el consumidor puede introducir sus propios ingredientes frescos, tales como masas de trigo o dulces, carne picada o pasta, y darles la forma que decida.
«Imaginemos un país que se alimente a base de arroz, pero con carencias de vitaminas. Las impresoras 3D podrían solucionarlo» (José García, Ainia)
De cara al futuro, se espera un desarrollo tecnológico que permita que las impresoras 3D se combinen con un robot de cocina para ofrecer el producto impreso y cocinado, listo para su consumo. “La disponibilidad de ingredientes y programas de recetas crecerá a medida que aumente el mercado. Es de esperar que grandes empresas ofrezcan ingredientes bajo el formato de cápsulas, cartuchos o sistemas alternativos”, valora José García, director de la Unidad Estratégica de Negocio de I+D+i de Ainia.
Crecimiento demográfico
El experto entiende que las impresoras 3D de alimentos también pueden jugar un papel en el futuro en el marco de los desafíos demográficos y medioambientales del planeta.
“Imaginemos el caso de un país en el que la base de su alimentación sea el arroz, pero que tiene en su dieta una aportación limitada de algunas vitáminas y aminoácidos esenciales. Los sistemas de impresión 3D permitirían elaborar platos equilibrados con texturas y sabores aceptables, haciendo uso de materias primas locales y cubriendo las carencias mediante la incorporación de minerales, vitaminas o proteínas de diferentes orígenes, que se podrían adquirir en pequeños lotes de ingredientes”.
José García recuerda que el agua es el contenido de hasta el 70% de los alimentos que se transportan en el mundo, un volumen que se reduciría en las cápsulas de ingredientes. “Para esas cápsulas, se podrían aprovechar además fuentes inusuales de proteínas, como las algas o los insectos”, valora. “Los cambios que viviremos -pronostica-, no pueden entenderse desde nuestra actual concepción de la sociedad ni desde la manera en la que vivimos hoy en día”.