La importancia del polen en la alimentación de las abejas

Resumen de la ponencia de Antonio Gómez Pajuelo, consultor apícola de referencia en España, dentro de las XVII Jornadas Apícolas del Eume, organizadas por la Asociación Gallega de Apicultura (AGA) Eume y la Casa do Mel de As Pontes

La importancia del polen en la alimentación de las abejas

Abeja gorda y abeja flaca. Foto: Antonio Gómez Pajuelo

Una de las principales causas de la mortandad invernal de las abejas es la malnutrición, y en concreto la falta de polen. El polen es la principal fuente de proteínas y vitaminas, y la única de grasas de las abejas, y es determinante para que puedan tener una buena cría.

Una dieta equilibrada de las abejas debe incluir alrededor de un 72% de azúcares asimilables, un 20,4% de agua, un 5% de proteínas, un 1% de grasas, otro 1% de minerales, un 0,6% de fibra y vitaminas, suponiendo un consumo de las abejas de un 80% de miel y de un 20% de polen. Este último es prácticamente su única fuente de proteínas, de grasas, de fibra, así como es el que aporta a las abejas la mayor parte de los minerales, mientras que la miel es principalmente la que le proporciona azúcares y agua.

Hay que tener en cuenta que las proteínas contenidas en el polen son imprescindibles para la formación de tendones, esqueleto externo (quitina), secreciones digestivas (enzimas), hormonas, productos del sistema defensivo, péptidos antimicrobianos (AMP)… de los cromosomas (ADN). Además, el polen contiene vitaminas hidrosolubles de los grupos B y C, imprescindibles para el desarrollo de las crías. Se puede estimar que una colmena consume al año alrededor de 50 kilogramos de polen.

Además, hay que tener en cuenta que las grasas solo están en el polen. Junto con los azúcares y las proteínas, las grasas constituyen sustancias de reserva necesarias para el sistema defensivo del organismo de las abejas. Además, el polen contiene antioxidantes, A (carotenos), E (tocoferol) y K (nadionas y quinonas), que se encuentran en los vegetales y como actividad de las bacterias intestinales.

mel_abella_grafica_pajuelo_1

El polen que consumen las abejas y las crías es fermentado durante unos 20 días en celdillas, lo que hace que sea hasta tres veces más nutritivo que el polen fresco que transportan las abejas en sus patas y que se recoge para consumo humano.

En cuanto a la composición de nutrientes de los pólenes, como norma general se puede decir que cuanto más oscuros (los procedentes de zarza, chupamiel, …etc) mayor cantidad de proteínas y de minerales contienen y cuanto más amarillos (los procedentes de jaras, ginestas…etc) más proporción tendrán de grasas y de azúcares.

Para poder nutrirse correctamente la abeja debe realizar bien los procesos químicos y para ello:

-Tiene que contar con buena genética para saber hacerlos. Existen colmenas que por genética son más trabajadoras que otras.

-Tiene que tener los elementos para hacerlo: ingerir alimentos, fragmentarlos,
asimilarlos y recombinados para “fabricaciones de compuestos”, o utilizar las reservas y reponerlas.

-Ingerir alimentos “no fabricables”, como vitaminas, o utilizar las reservas y
reponerlas.

De esta forma, si una abeja tiene buena genética y cuenta con una buena dieta equilibrada estará gorda. Esto se mide por la longitud del abdomen, que tiene que ser la misma que entre la punta de las dos alas. Abdómenes más cortos son indicativos de una mala alimentación o de problemas de enfermedades.

Con abejas gordas las larvas tendrán más jalea real, estarán mejor alimentadas y la colmena estará más fuerte. Se trata de un círculo virtuoso que da como resultado generaciones de abejas más fuertes y con mayor garantía de supervivencia.

Es necesario precisar que no todas las abejas tienen las mismas necesidades nutricionales, variando esta según sea larva o abeja joven (mayor consumo de proteína) o adulta (más consumo de azúcares). Si la colmena tiene cría y abeja joven necesita polen, por ello un síntoma de que el enjambre está criando bien es ver a obreras transportando polen a la colmena.

Principales síntomas de la escasez de polen en la colmena:

En una primera fase:

-Disminución de la producción de jalea real.
-Cese de la cría de zángano y disminución o cese de la cría de obrera.
-Uso de las reservas corporales de grasa por parte de las obreras.

En una fase intermedia:

Si la falta de polen persiste, sobre todo porque la colmena no ha podido aprovechar la última floración de otoño, y se queda sin reservas para afrontar el invierno:

-Extracción de proteínas y de grasas de los tejidos menos vitales. Pérdida de músculo y adelgazamiento del abdomen, lo que las hace más vulnerables a nosemiosis y otras enfermedades digestivas.
-Fallos hormonales y de defensas.
-Disminución de tamaño y daños corporales.

Fase terminal:

-Instinto de recolección de Instinto de falsos pólenes: piensos animales, harina, aserrín …
-Muerte.

Se suele decir que una abeja vive 800 kilómetros, o lo que es lo mismo, 20 días viajando una media de 40 kilómetros en primavera y verano. Si el apicultor entra en invierno con una colmena de abejas jóvenes y gordas tiene más posibilidades de llegar bien a la primavera. Sin embargo, si la colmena no ha podido aprovechar la última floración de otoño y no cuenta con reservas las posibilidades de mortandad serán elevadas.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Solicitamos su permiso para obtener datos estadísticos de su navegación en esta web, en cumplimiento del Real Decreto-ley 13/2012. Si continúa navegando consideramos que acepta el uso de cookies. OK | Más información