¿Por qué y con qué objetivos afrontan esta apuesta por la IA?
Antes de nada, hay que dejar un concepto muy claro: el uso de la IA no es un objetivo en sí mismo; primero tenemos que saber cuál es nuestro objetivo como empresa y luego buscar las herramientas de IA que nos sirvan para conseguirlo. La digitalización que hicimos estos años fue la que nos permitió tener una recogida de datos que ahora posibilita un uso de la IA que cada vez será más provechoso para los 300 socios de la cooperativa y los 250 viticultores que nos proveen de uva. La IA no hace milagros, necesita una recogida de datos muy rigurosa para que pueda utilizarlos de forma eficiente. Con esos datos se desarrollan los algoritmos predictivos, generativos o de otro tipo que serán los que tengan utilidad más práctica.
La IA no es un objetivo en sí mismo. Es la herramienta para conseguir un objetivo fijado previamente
Ya llevamos muchos años apostando por las nuevas tecnologías. Y desde el primer momento intentamos aplicarlas en todo el proceso: desde el trabajo en la viña hasta que la botella llega al consumidor. Fuimos pioneros en la teledetección, aplicándola en la clasificación de los viñedos con el empleo de imágenes de satélite. Entonces obteníamos mapas que nos daban mucha información sobre diferentes índices como el vigor de las cepas, la densidad de hoja o el aspecto de los suelos. Toda esa información que se fue y se sigue recogiendo, la mezclamos con otros parámetros de tipo climático, topográfico, hídrico… y la ponemos en manos de las herramientas de IA para que nos ayuden a tomar decisiones sobre cosechas, tratamiento de plagas y demás procesos de la viticultura. Estamos empezando pero sabemos que cada vez irá a más.
También fuimos pioneros, allá por 2011, en el desarrollo de una plataforma para la detección de mildiu en la que los protagonistas fueron los viticultores. Se realizaron encuestas para tener los datos de cuáles eran las funcionalidades que veían más útiles, una especie de precursor del cuaderno de explotación. De eso salió el proyecto Viñas Atlánticas, que fue un éxito.
Con las limitaciones que ahora vemos que tenía la teledetección fuimos capaces de agrupar parcelas. Es decir, identificar aquellas que tenían valores similares en vigor del viñedo y potencial enológico. De ese modo pudimos seleccionar las uvas similares para hacer cada tipo de vino con las características que buscamos. Por la dispersión y número de parcelas que tenemos -2.500- sería imposible hacerlo de forma manual. Pues si eso se hizo con algo relativamente sencillo como la teledetección, las posibilidades de la IA son casi infinitas. Podemos no sólo conocer el potencial de la mezcla de uvas de parcelas afines sino hasta predecir su calidad y matices o escoger la forma de elaboración.
¿En qué apartados de la cooperativa están empleando ya las herramientas de la IA?
De momento estamos utilizando la IA en tres partes de nuestro trabajo. Por supuesto, en la gestión comercial y económica y todo lo que tiene que ver con ventas, compras o mercados. Un ejemplo es la aplicación CRM para tratar con los clientes. Hoy hay herramientas predictivas que permiten anticiparse a los gustos de los consumidores y eso es muy útil para diseñar la estrategia comercial y organizar y priorizar los productos que vamos a ir sacando. Por poner un ejemplo, si tenemos una idea clara de la demanda que va a haber de un determinado vino, planificaremos mejor su embotellado.
Las máquinas que hay en las bodegas son una fuente de información para que la IA funcione correctamente
La parte de bodega es otra área en la que estamos introduciendo la IA. En ese ámbito hay muchos puntos en común con los procesos industriales en otras empresas agroalimentarias muy diferentes de la nuestra. Se puede hacer un mantenimiento predictivo de la maquinaria u optimizar los métodos y líneas de trabajo. Insisto en que, para que todo eso sea efectivo, las máquinas -las cubas donde se almacena el vino, las embotelladoras…- deben hacer una recogida de datos lo más exacta posible.
Y también en la parte comunicativa, de diseño y de marketing, que es muy importante en nuestro sector y que, de momento, es el campo más accesible de la IA en lo tocante a generación. Por ejemplo, en la generación de contenidos para las redes sociales o en los diseños corporativos e imágenes de marca. Hay que tener en cuenta que comercializamos alrededor de 90 referencias y todas necesitan de esa labor de promoción e imagen que la IA puede favorecer. No es que estemos prescindiendo del factor humano -que sigue siendo la primera fuente de creatividad- pero si que hay procesos que son más lentos y costosos si se hacen del modo tradicional.
¿Qué hacen con la IA en el viñedo?
Estamos aún al inicio de los procesos. Pero partimos de que en la viña hay dos líneas principales. Una es la predicción de la cosecha, que permitirá organizar con mucha antelación el trabajo en nuestras diferentes bodegas e identificar las posibilidades de cada viñedo para agruparlos por afinidad. Y otra es la predicción de plagas y enfermedades, con la que podemos optimizar el uso de los tratamientos fitosanitarios o hacer manejos preventivos, algo fundamental en una cooperativa coma la nuestra, con tanto minifundio y dispersión de parcelas. Nosotros no somos matemáticos y non vamos ni a desarrollar ni siquiera a entender los algoritmos y fórmulas matemáticas que se emplean para interrelacionar los datos. Nuestra función es recogerlos y servirlos de manera eficaz para que las fórmulas funcionen.
En Galicia la IA aún no pone en riesgo la labor del pequeño viticultor tradicional
El uso de la IA y sobre todo de la IA aplicada a la robótica para los trabajos físicos en la viña aún parece algo lejano. Dependerá de su accesibilidad económica y del tipo de terreno en el que se vaya a utilizar. En zonas donde hay poca mano de obra tendrán que ir pensado en drones o brazos robóticos para tareas como el sulfatado o la poda. Pero siempre y cuando la orografía permita emplearlas y el coste no sea inasumible. Ni la IA ni la robótica ponen en riesgo de desaparición a día de hoy la labor de viticultura tradicional. Por lo menos en lo tocante al perfil de pequeño viticultor que tenemos hoy en Galicia.
¿Cómo obtienen conocimiento sobre la IA?
Nosotros hacemos un seguimiento muy exhaustivo de todas las herramientas de IA que van apareciendo. Incluso aunque estén en fase experimental o estén por encima de nuestras posibilidades técnicas y económicas. Porque es un mundo que avanza muy deprisa y lo que parecía imposible hace un año hoy puede ser una realidad. Tenemos constancia de que hay en marcha proyectos que permiten hacer un primer análisis del vino en su fase inicial y predecir cuál va a ser su evolución y qué cuerpo, sabores o aromas va a tener; algo que sería de mucha ayuda para los enólogos.
Otra cosa que hay que saber es que los algoritmos se pueden “entrenar”. Pongamos un caso ya existente, que es el de La Rioja. Allí ubicaron estaciones e instrumentos para medir todo tipo de datos con el objetivo de predecir la cosecha que iba a haber. Introdujeron datos de diferentes campañas en una serie de puntos por el territorio, datos hídricos, de producción, de malas hierbas, de plagas, de temperaturas…para que fueran analizados por la IA y que ésta extrapolara la cosecha que podría haber. El resultado fue muy satisfactorio. Pues eso podemos hacerlo aquí, aunque con nuestras particularidades.
¿Y cómo están acogiendo los socios estas nuevas tecnologías?
Nosotros intentamos implicar a los viticultores en la implementación de todas estas herramientas. Cierto que acaban trabajando sólas, pero en las fases iniciales de toma de datos puede y debe participar quien trabaja la parcela. El uso de la IA no tiene que ser algo que preocupe al viticultor, que debe estar centrado en el manejo agrario, sino que tiene que ser un aporte que le hacemos para su beneficio y el del conjunto de socios, un elemento que lo informe y que le ayude a tomar decisiones. Antes se trabajaba con los datos de las estaciones climáticas que no eran ni suficientes ni totalmente fiables. Ahora hay muchísimos otros datos que, interrelacionados, pueden dar una idea clara del sulfato que hay que aplicar o de cuándo hacer la poda. Sobre todo en los años que se presentan más difíciles. Porque, repito, el objetivo es la gestión correcta de la viña, no el uso correcto de la IA.
Los responsables técnicos tenemos que acercar las herramientas para que el viticultor tome decisiones con la máxima información posible
Desde el departamento técnico de la cooperativa, informamos en todo momento a los socios e incluso a los proveedores externos de uva de los pasos que se dan para la implementación de la IA. Ya lo hicimos con los primeros pasos que se dieron en digitalización. Porque, al fin y al cabo, son ellos los que se van a beneficiar de esas herramientas. Y hay que decir que en todo momento la acogida fue muy positiva. Y esta praxis de informar de cada paso que se da la aplicamos tanto en la zona donde nació Martín Códax como en los lugares en los que adquirimos presencia en los últimos años, como son O Ribeiro, Monterrei o las tierras del Ulla. Aunque no tiene que ver con el mundo digital, y a modo de anécdota, una muestra de lo permeable que es aquí la gente hacia las innovaciones lo vimos cuando participamos en un proyecto de combatir los hongos con ozono. En aquel momento ayudó mucho un socio de la cooperativa que conocía el potencial desinfectante del ozono porque trabajaba en una piscifactoría y hasta había diseñado un aparato para aplicarlo en la viña.
¿Estamos, pues, ante una revolución en la viticultura?
La IA está aquí para quedarse y cada vez irá a más. El que no asuma eso y no actúe en consecuencia, tiene las horas contadas. Antes de los buscadores de internet, había que ir a una enciclopedia y consultar con un experto, pero los buscadores abrieron una ventana al mundo. Pues ahora las posibilidades de la IA son infinitamente mayores. Yo soy ingeniero agrónomo y sé que la IA puede reemplazar la mayor parte de mis funciones y conocimientos; lo que tengo que hacer es buscar otros ámbitos en los que pueda aportar mi valor.
Lo fundamental es que el vino se haga del mejor modo posible y que se venda. Con las herramientas que tengamos en cada momento
No hay que tener miedo. Cuando aparecieron los primeros tractores seguro que muchos trabajadores del campo se echaron contra ellos y pensaron que sin la tracción animal desaparecerían las vacas, y ni desaparecieron las vacas ni los agricultores. Hoy estamos en un proceso análogo a la Revolución Industrial, con sus debates éticos y condicionantes. Para mi, lo importante es que el vino se haga lo mejor posible y que se venda bien. Con las herramientas que sean precisas.