El valle formado por el río Ouro, que comparten los ayuntamientos vecinos de Alfoz y O Valadouro, en la comarca de A Mariña, es uno de los lugares con más tradición apícola de Galicia y la feria de la miel que reúne a los productores de la zona en Ferreira cada otoño desde hace 33 años es una de las más antiguas de cuantas se celebran en la comunidad.
La producción de miel tiene mucho arraigo en este valle y quizás el culpable haya sido un maestro, Jesús Rodríguez, que en la década de los 40 del siglo pasado trasmitió a sus alumnos su pasión por las abejas y las técnicas modernas de producción que comenzaban a llegar de Europa.
El maestro Jesús Rodríguez, natural de Monforte de Lemos, era discípulo de Benigno Contento, el cura de las abejas, y dio clase en Budián
Su mecha prendió en aquellos niños y hoy sus hijos y nietos mantienen encendida todavía aquella antorcha, que nunca llegó a extinguirse desde entonces. Entre las nuevas incorporaciones de chicos y chicas a la apicultura que se han producido en los últimos años hay muchos a los que la afición les viene por tradición familiar y otros que se han dejado contagiar.
Eucalipto, brezo, silva y frutales
En estas tierras fértiles de clima suave se produce una miel reconocida y prestigiada por los consumidores y que acaba de alzarse con tres de los premios en la cata de las mejores mieles de Galicia con Indicación Geográfica Protegida: el oro en la categoría multifloral, que correspondió a O Poder das Flores guardado en un bote por Javier Carreiras; el premio homólogo en la categoría monofloral de brezo, que fue para Iván Marrube y su Ouro Puro; y el bronce multifloral de los Trobos, de Marifé Sixto.
La velutina ha mermado las producciones en los últimos años y aumentado la mortalidad, a pesar de los esfuerzos conjuntos por combatir la plaga
Tres vecinos (porque las abejas no entienden de límites administrativos) que comparten inquietudes y también preocupaciones, como la de la velutina, una plaga muy presente en la comarca de A Mariña y contra la que los apicultores llevan años luchando y combatiendo sin descanso para minimizar las bajas y limitar sus efectos sobre la producción.
Las abejas de Javier, Iván y Marifé comparten también la rica y variada flora existente en la zona, con predominancia de especies como el eucalipto, el brezo, la silva o los manzanos que un buen número de vecinos, integrados en la asociación de fruticultores Afruval, tienen también plantadas en esta zona. La lucha contra la velutina también es una guerra suya, compartida desde hace años desde el Ayuntamiento de O Valadouro.
Savia nueva con ideas comerciales
La fama de la miel de O Valadouro ayuda a vender la producción, pero nuevas herramientas como las redes sociales son un buen escaparate donde mostrarse que los apicultores de la zona, muchos de ellos jóvenes, saben aprovechar.
Pero a pesar del importante nivel de mejora técnica que están alcanzando muchos de los productores de Alfoz y O Valadouro en los últimos años, las abejas siguen siendo en todos los casos una afición o un complemento, puesto que no hay apicultores a día de hoy en ninguno de estos dos ayuntamientos que hayan dado el paso definitivo a vivir exclusivamente de las abejas.
«Seguimos haciendo la misma apicultura tradicional de siempre pero tecnificada»
Una de esas nuevas incorporaciones, y también de los que más ha crecido en los últimos años es Javier Carreira que, junto a su hermano Fran, mantienen una explotación de más de un centenar de colmenas divididas entre Alfoz y A Pontenova.
El padre de Javier y Fran, Miguel, tenía colmenas en Carballido y cuando él falleció «quedaron las colmenas en casa y siguió con ellas nuestra madre unos años, pero le diagnosticaron que era alérgica y nos deshicimos de ellas», cuenta Javier. Habían pasado 15 años desde eso, pero hace 3 y animados por Iván Marrube, de Ouro Puro, Javier y Fran volvieron a empezar con las abejas. «Comenzamos ayudándole a él pero la apicultura es algo que te engancha», asegura Javier.
A día de hoy los dos hermanos tienen colmenas repartidas en 4 emplazamientos, tres en Alfoz y uno en A Pontenova. De allí es la mujer de Javier y han llevado abejas a la Fraga das Reigadas, uno de los montes altánticos mejor conservados de Europa, situado en plena Reserva de la Biosfera Eo, Oscos y Terras de Burón. Es en ese entorno en el que O Poder de las Flores, el nombre con el que envasan la producción, obtiene su miel monofloral de castaño.
Cuentan en total con entre 120 y 140 colmenas y piensan hacer núcleos esta primavera para seguir aumentando. «El número exacto lo sabremos cuando acabemos de hacer la primera revisión de comienzo de la primavera. Este año ha sido un invierno duro, con temperaturas bajas y dos meses de lluvia y eso ha influido en la mortalidad, sobre todo en aquellas colmenas que quedaron débiles por los ataques de la velutina», explica.
Arpas por control remoto
Javier saca ya a relucir uno de los problemas más importantes al que se enfrentan los nuevos apicultores en zonas próximas al litoral. «Trabajamos mucho todo el año en contra de la velutina, sobre todo usamos el trampeo en primavera para reducir la formación de nidos y las arpas eléctricas como defensa para los apiarios en los meses de más ataques en verano», indica.
Probamos muchas cosas, pero las arpas es lo que nos salva. La producción de miel de brezo, que se produce en el mes de agosto, depende de eso
Javier tiene formación en electrónica, algo que les vale para construir ellos mismos las arpas que utilizan. «Llevamos tres años haciéndolas nosotros con un diseño propio que hemos ido mejorando. Les tenemos un control remoto para saber en todo momento que están funcionando y no nos dan muchos problemas. Probamos muchas cosas, pero las arpas es lo que nos salva. La producción de miel de brezo, que se produce en el mes de agosto, depende de eso», asegura.
Pero además de la merma en la producción que provocan los ataques de las avispas asiáticas, «cuando la incidencia es muy elevada la reina deja de poner esas últimas puestas de cría de octubre y noviembre y las colmenas quedan muy debilitadas y se mueren porque no consiguen pasar el invierno», explica.
Ser apicultor hoy es un trabajo constante porque los tratamientos y cuidados hay que hacerlos en el momento que tocan
Después de mucho pelear contra la plaga, «cada vez sabes controlarla un poco mejor pero te incrementa el trabajo», asegura Javier, que afirma que «ser apicultor hoy es un trabajo constante porque los tratamientos y los cuidados hay que hacerlos en el momento que tocan y no pueden esperar», por lo que no es fácil compaginarlo con otro empleo, como es su caso.
Cría de reinas seleccionadas
La presencia de la avispa velutina es uno de los cambios a los que se tuvieron que adaptar los apicultores en los últimos años, pero no el único. «El manejo que se hacía antes en casa cuando yo era pequeño no tiene nada que ver con el que se hace hoy. La apicultura ha cambiado muchísimo. Las floraciones ahora están también cambiadas, antes empezabas en abril o mayo a poner las alzas y ahora ya empiezas en febrero», ejemplifica Javier, que defiende la necesaria formación y actualización constante para adaptarse a los cambios.
Lo que no queremos es dar pasos en falso, aumentando de golpe 50 colmenas y que igual después veamos que nos hemos equivocado en la selección que hicimos
La idea de estos dos hermanos es «seguir aumentando en la medida que podamos», dicen. «Primero comprábamos las colmenas, ahora ya criamos nosotros y lo que queremos es ir pasito a pasito y que los pasos que vayamos dando, asegurarlos. Lo que no queremos es dar pasos en falso, aumentando de golpe 50 colmenas y que igual después veamos que nos equivocamos en la selección que hicimos», dice.
Están trabajando en este momento con tres líneas genéticas distintas de Apis melífera. «Una de ellas cria muy rápido y es muy buena para aprovechar las floraciones tempranas, otras sacan más enjambres», detalla. Los aspectos que tienen en cuenta son fundamentalmente tres: «miramos la higiene por la varroa, la mansedumbre y la producción, aunque la producción sale sola si los dos aspectos anteriores se cumplen», considera.
Miramos sobre todo la higiene, por la varroa, la mansedumbre y la producción, aunque la producción sale sola si los dos aspectos anteriores se cumplen
Javier y su hermano Fran cambian las reinas cada 2 o 3 años como máximo. «Varía mucho la producción y tienes que estar menos pendiente de ellas para evitar los enjambres», indica. A pesar de todos estos cambios sustanciales en el manejo, Javier defiende que lo que ellos hacen «sigue siendo la misma apicultura tradicional de siempre pero tecnificada».
Producen cuatro tipos de miel distinta, tres de ellas monoflorales (de brezo, castaño y eucalipto) y una multifloral. Venden en tiendas de distintas localidades de A Mariña, como Burela, Foz, Ribadeo y Alfoz y O Valadouro y reconocen que «la producción tras el premio se te queda en nada para atender los pedidos que tienes».
«El perfil de la gente que apadrina una de nuestras colmenas es el de personas que viven en la ciudad»
Cuando hace casi 10 años Iván Marrube decidió tener abejas y bautizó su proyecto con el nombre de Ouro Puro, pensó no solo en la producción de miel sino en el valor que lleva aparejada para el medio ambiente y la biodiversidad. Por eso una de las iniciativas que ha puesto en marcha en estos años fue la del apadrinamiento de colmenas, que tiene como contrapartida la entrega de una cantidad anual de miel.
Esta idea novedosa es una manera también de atraer a una parte de la población que nunca tuvo contacto con las abejas. «La mayoría de los apadrinamientos son de personas que viven en las ciudades y no pueden tener acceso a esto en su entorno», explica.
Mi idea es crear una marca de productos de calidad y diversificar con otros derivados
No era su caso. «Mi abuelo Fidel tuvo abejas toda la vida para tener miel para casa», explica Iván, pero su idea desde el comienzo era ir más allá: «quería crear una marca de productos de calidad, hacer derivados de la miel y diversificar», dice, y por eso apostó por buscar un nombre comercial y un diseño atractivo para su marca.
«La IXP tendría que servir para valorizar más la miel»
La comercialización, como en el caso de Javier y de Marifé, la hace a nivel local en tiendas de A Mariña. Desde el principio Iván apostó por la calidad y por eso también decidió inscribirse en el la Indicación Geográfica Protegida Miel de Galicia. «Estando dentro de la IGP está más acreditada esa calidad desde el punto de vista comercial pero el sello debería servir también para darle más valor a la miel que ampara. Se debería cuantificar esa calidad demostrada en el precio de venta pero en realidad la IGP, por sí sola, no sirve para incrementar el valor de la miel, al final es el valor que cada apicultor sea capaz de darle a su producto», considera.
Las colmenas de Iván están en el entorno del valle del río Ouro, la mayoría en el ayuntamiento de Alfoz y alguna en el de O Valadouro. No es una zona de montaña pero consigue una miel monofloral de brezo que ha sido galardonado como el mejor de Galicia en el 2020. «Aquí hay mucho brezo también en el fondo del valle, en concreto, el que ganó procedía del apiario que tengo en Carballido», explica.
Esa miel que se llevó el premio contaba en su composición floral con un 46% de erica, un 10% de silva, y otro tanto de eucalipto y de castaño. Por eso, dice Iván, «es una miel con muchos matices porque aunque cumple los requisitos para ser considerada una miel monofloral de brezo, es también una miel multifloral en toda regla», evidencia.
«No se están tomando medidas reales de control contra la velutina»
La erica, igual que el eucalipto, son especies que producen mucho volumen de miel en años en los que hay una buena floración, algo que no ha sucedido en la última cosecha en el caso del eucalipto. Pero lo que más ha influido, a juicio de Iván, en la escasa producción de esta campaña ha sido la velutina.
«La producción está muy condicionada por la velutina y, aunque haya buenas floraciones, las colmenas producen menos por los ataques. El problema de la velutina sigue estando igual y no se están tomando medidas reales de control, lo que se hace es poner parches y cada apicultor haciendo la lucha por su cuenta. La Xunta es quien tendría que liderar esto. Pero la gente se cansa de llamar para que retiren los nidos y ni eso se hace. Solo se retiran los que suponen un gran peligro para la gente, los que están cerca de las casas, pero a nivel de producción apícola nos hacen poco caso y tenemos muy poca ayuda», se queja.
«Veo que la gente a día de hoy se vuelve a interesar por la apicultura y por una alimentación más sana»
De los tres premiados Marifé es la que lleva más años en el sector. De hecho, fue una precursora en la venta de la miel con etiqueta IGP, igual que su tatarabuelo Aquilino lo había sido de las velas de cera blanca que distinguían en su tiempo la iglesia de Ferreira por la Semana Santa. «Siempre hemos estado en casa relacionados con las abejas porque esta familia era cerera y la cera sale de las abejas», relata.
Pero fue en el año 1999, coincidiendo con la jubilación de sus padres, cuando Marifé se puso al frente de las colmenas, aumentando su número y dando de alta su propia marca en el registro de industrias agrarias para poder comercializar directamente su producción en las tiendas dentro de la IGP Mel de Galicia, que desde 1988 distingue a este producto gallego de calidad diferenciada..
Desde entonces es una habitual de las catas anuales organizadas por el Consejo Regulador, donde ha cosechado numerosos premios. El último, la medalla de bronce entre las mieles multiflorales el pasado diciembre. Pero el que Marifé siempre recordará con más cariño es otro bronce, el del año 2003. En las paredes de su Museo de la Miel, que abrió para recuperar todo ese legado familiar, cuelga un recuerdo de aquel momento, una foto de Marifé recibiendo la distinción de manos del entonces presidente de la Xunta, Manuel Fraga. Luego vinieron muchos otros pero aquel premio es especial para Marifé, quizás no por el personaje, sino por ser el primero, como el de este año para Javier e Iván.
Además de a particulares, O Trobo vendía su miel también en algunos hoteles de A Mariña en envases pequeños para los desayunos
Desde su experiencia, Marifé se atreve a darles un consejo: «Llegar se llega fácil, pero lo difícil es mantenerse». Miel O Trobo se vende sobre todo a particulares, por eso Marifé no ha notado tanto los efectos del coronavirus, pero también envasaba una parte de su producción en frascos pequeños destinados a los desayunos en algunos hoteles de A Mariña, que hoy están cerrados.
«En abejas y ovejas nunca metas todo lo que tengas»
Su padre vio un nicho de mercado en la producción de miel cuando, al llegar a la edad de jubilación, cerró la pequeña explotación ganadera y ella dio el paso con él, aunque «no te animaban mucho los vecinos», recuerda. «Cuando arreglamos el local y metimos la maquinaria de extracción y envasado había quien te echaba para atrás diciendo que teníamos buenas ganas de hacer ese gasto y de meternos en abejas», cuenta.
Las abejas de Marifé se encuentran en la parroquia de A Laxe, en una zona de valle rodeada de frutales, el mismo emplazamiento donde las tenía ya su padre
Su padre era, sin embargo, de los que la animaban a hacer una explotación más grande «pero yo nunca quise pasar de mi miniexplotación», dice, que hoy sigue manteniendo con solo 50 colmenas. «Las abejas antes no daban para vivir y había un dicho que recomendaba: en abejas y ovejas nunca metas todo lo que tengas«, explica Marifé. Por eso ella siempre lo ha planteado como «un extra».
Por el Museo de la Miel que abrió en el 2015, y que en este momento está cerrado por culpa de la pandemia del coronavirus, pasaban grupos de escolares de colegios de la comarca y visitas a las que Marifé explicaba la historia de la apicultura en la zona y los cambios que se han ido produciendo. «Veo que la gente a día de hoy se vuelve a interesar por la apicultura y por una alimentación más sana», asegura.
La teoría del «porque sí» y del «porque siempre se hizo así»
En las épocas de sacar la miel o de poner las alzas siempre hay algunos amigos dispuestos a echarle una mano a Marifé pero hay otros trabajos que hace ella sola. «Manipular la miel en casa sí que lo hago yo, para desapercular y extraer. Sacar 200 kilos de miel puede llevarme día y medio. Hay mucha gente que va al gimnasio. ¿Es más divertido? Para mí no», razona.
Yo hago lo que aprendí de mi padre y mi padre lo que aprendió de sus tíos
«La gente me pregunta muchas veces qué hago y cómo lo hago para tener tantos premios y yo respondo que hago lo que aprendí de mi padre y mi padre lo que aprendió de sus tíos. Yo aplico la teoría del porque sí y del porque siempre se hizo así, aunque ha habido que adaptarse en algunas cosas como desde el año 85 con los tratamientos para la varroa. Pero en el resto, hago las cosas que se hacían de viejo. Y si pones a una persona mayor a hacer unas filloas no te pesa, las hace a ojo. Pues lo mismo yo con el humo, por ejemplo, yo no calculo si echo mucho o si echo poco», ejemplifica.
La ubicación del colmenar está también en el mismo sitio de siempre, cuenta, «así que le tendremos que echar la culpa de la buena miel que hay en O Valadouro a este valle y al tipo de suelo, que saca buenas flores, y también a que no tenemos contaminación», dice.
En la apicultura moderna desde 1936
Miel O Trobo es una marca con historia y constituye uno de los referentes en la zona y Marifé es la continuadora de una familia con gran tradición apícola, que se refleja en el Museo que ha abierto. «Aquí en esta casa estamos en la apicultura moderna desde la Guerra Civil», cuenta. El viejo extractor de zinc que habían construido dos hermanos de su abuelo en la fábrica de Chavín y que hoy es una de las piezas de la exposición, funcionó hasta el año 1999, cuando el acero inoxidable impuesto por Sanidad obligó a jubilarlo.
Uno de los precursores de ese sistema moderno de producción y responsable de su llegada a O Valadouro fue Jesús Rodríguez, natural de Monforte de Lemos y discípulo de Benigno Contento, el cura de las abejas. Jesús era maestro en la escuela de Budián, y su mujer, María Pardeiro, en la parroquia de al lado, A Laxe. Los sábados juntaban a los alumnos y les enseñaban las técnicas de aquella apicultura que se abría paso y los secretos de las colmenas. «De esos niños, los más jóvenes tienen hoy 75 años», relata Marifé. Uno de ellos era su padre, Javierito de Aquilino, aunque él partía con ventaja porque ya tenía abejas en casa. Lo mismo que Marifé, que asegura que «mientras pueda con las alzas seguiré porque las abejas te enganchan y es algo que me gusta».