
Una de las cuatro naves que Granjas Dical posee en Chantada
El sector avícola ha experimentado en Galicia un cierto auge en los últimos años. Se han abierto nuevas granjas (unas 100 en los últimos 5 años, principalmente en comarcas como la de Lugo y O Deza) y se han ampliado algunas de las existentes.
En total, hay en este momento unas 1.000 granjas en toda la comunidad, pero la producción sigue dominada por la provincia de Ourense y la influencia de Coren. Más de la mitad de las 250.000 toneladas de carne de pollo que se producen cada año en la comunidad se generan en Ourense, y el resto se reparte entre Lugo y Pontevedra principalmente.
La producción avícola en Galicia sigue dominada por la provincia de Ourense y la influencia de Coren
La segunda industria con mayor presencia en Galicia es el grupo catalán Vall Companys, propietario de Sada y Avigal, que gestiona los mataderos de Castro Riberas de Lea en la provincia de Lugo y Campañó en la de Pontevedra.
Vall Companys es el mayor operador cárnico español, con presencia en sectores como el porcino, el vacuno, el avícola y el cunícola. En Galicia, el grupo catalán comenzó comprando Avícola de Galicia en 2008 y formalizó la compra en 2022 de uno de sus principales competidores, el Grupo Sada, perteneciente a la multinacional Nutreco, tras el visto bueno de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia.
Vall Companys, el mayor operador cárnico español, compró Avigal y Sada
Actualmente, controla una cuarta parte del mercado de carne de pollo en España, y a través de la adquisición por parte de Avigal del matadero de Celanova a Cunicarn en 2019, también entró en el mercado de la carne de conejo.
“Como no hay competencia, pagan lo que quieren”

Suso, delante de una de las naves en Argonzón
Pero esta concentración empresarial acaba perjudicando a los productores, que tienen cada vez menos alternativas a quién vender su producción y están más expuestos a una bajada de precios por parte de las empresas con las que trabajan en régimen de integración.
El padre de Jesús montó la primera nave en el año 1966
Jesús Diéguez García lleva toda la vida en el sector. Empezaron sus padres montando la primera granja en el año 1966. “Por aquel entonces aquí lo que había eran vacas, pero las fincas eran muy pequeñas y, como pasaba la carretera general, más aún. Mi padre era maderista, y el tractorista que le sacaba la madera había montado una granja de pollos en Chantada, y fue quien lo acabó convenciendo para que montara él otra”, recuerda.
Tras tomar el relevo, fue ampliando la capacidad de la explotación hasta los 90.000 pollos actuales en cada rotación (hacen entre 5 y 6 al año). Cuentan con 4 naves en producción, dos en Argonzón (la segunda construida en 1995) y otras dos en la parroquia limítrofe de Muradelle (que construyeron en 2003 y 2004), y producen unos 70.000 kilos de carne en cada una de ellas cada mes y medio.
Cobran menos de medio euro por cada pollo que producen
Suso ya está jubilado y la explotación la atienden hoy su esposa Mari Carmen y su hijo Pablo con la ayuda de dos empleados. Los problemas para conseguir mano de obra se ven agravados incluso con respecto a otro tipo de granjas, ya que, aseguran, “es un sector que conoce muy poca gente”.
“Cinco céntimos por kilo en el supermercado no es nada y a nosotros nos salva”
Los productores de pollo se quejan de los escasos márgenes con los que trabajan. “Desde la pandemia nos bajaron el precio porque dicen que ahora hay mejor genética y los pollos crecen más”, explica Suso. “Cobramos lo mismo que hace 20 años, cuando los costos de producción se dispararon desde entonces”, denuncia.
Reciben actualmente 13 céntimos por kilo de carne, por lo que por cada pollo que envían a sacrificar con entre 2,5 y 3 kg de peso cobran entre 32 y 40 céntimos. “Producimos 70.000 kilos de carne en cada nave por turno. Eso es lo que nos salva, la cantidad, porque el margen es muy pequeño”, se queja Suso.
En una pechuga fileteada hay 50 céntimos de diferencia con una sin filetear; es más de lo que nos pagan a nosotros por el pollo entero
“En una pechuga de pollo fileteada o sin filetear hay 50 céntimos de diferencia, y es hacerle un corte. A nosotros nos dan 13 céntimos y tenemos que trabajar 50 días”, compara. Por eso, quiere mandar un mensaje a las empresas integradoras que controlan el mercado: “Cinco céntimos más en el supermercado no es nada, y a nosotros nos salva la vida”, asegura.
Además, los 13 céntimos que les pagan por kilo de carne no es una cantidad fija, sino que está condicionada al consumo de pienso, que no puede superar 1,7 kg por animal en todo el ciclo de cría. “La diferencia en el consumo de pienso nos la cobran o nos la abonan, por lo que si crías bien y ahorras pienso, ganas más. Nosotros estamos logrando medias muy buenas, nos movemos en un rango entre 1,550 y 1,650 kg de pienso por animal, dependiendo de la calidad del pollo que nos llega, que a veces varía en cada camada”, dice.
Eficiencia alimenticia
El costo de producción más importante para una granja avícola es el consumo de pienso, pero esto lo aporta la integradora, al igual que los pollos, mientras que ellos ponen las instalaciones, el trabajo y todos los cuidados que necesitan los animales para crecer.
Hay una serie de factores que no dependen del ganadero pero que influyen en el resultado final
“Hay que ser eficientes para obtener rentabilidad, pero no depende solo de cómo hagas tú las cosas, ya que hay una serie de factores que afectan al resultado final y que no dependen de ti, como el pienso o la calidad de los pollos que llegan a la granja. Tú trabajas siempre igual, pero el resultado que obtienes o el producto que logras no es siempre el mismo, puede haber diferencias entre una remesa y otra”, explica Suso.
Los productores reciben una penalización o un pago en función de la cantidad de pienso consumido en cada ciclo de cría
“En nuestro caso, al venir de más lejos, ya sea de Cataluña o de Sevilla, pasan más tiempo en los camiones de transporte y sufren más que si las granjas de producción estuvieran en Galicia”, reconocen. Los pollitos llegan directamente desde la incubadora, con un día de vida, y permanecen en las instalaciones de Argonzón o Muradelle entre 45 y 50 días, según la demanda del mercado.
A medida que los pollos van creciendo y necesitan más espacio, se van sacando aquellos de mayor tamaño, que son comercializados para asar enteros. “Son unos 3.000 a la semana los que se sacan con 2 kg aproximadamente”, explican. El resto continúa hasta completar su ciclo de crecimiento.
La alimentación se adapta a las necesidades nutricionales del animal en función de su edad
Las normas de bienestar animal y la propia demanda del mercado han reducido en los últimos años el número de animales criados en cada turno. “Hace años había mucha más demanda de este tipo de pollo pequeño de asador, por lo que en cada turno podíamos llegar a meter 120.000 animales, pero en este momento, al poder sacar menos pollos pequeños de este tipo, tenemos que meter menos animales desde el inicio”, indica.
Los pollos son sacrificados en el matadero de Avigal en Pontevedra o en el de Sada en Castro de Rei, ambos pertenecientes ahora al mismo grupo
El pienso que comen varía a medida que el pollo crece, para adaptarse a sus necesidades nutricionales, con un grupo entre 0 y 11 días, otro entre 11 y 21 días, un tercero entre 21 y 31 días, y un último de finalización hasta el sacrificio.
Cuando el grupo Vall Companys tiene necesidad de suministro, los pollos se cargan en la granja en camiones que los llevan, indistintamente, tanto al matadero de Pontevedra como al de Castro de Rei, ambos pertenecientes ahora al mismo grupo. “Incluso han cargado aquí los de Coren, que en teoría son competencia”, dice Suso para ejemplificar la concentración que hay en el mercado y que se ha convertido en “un problema para los productores”. «Estamos indefensos ante el poder de las integradoras», asegura.
“Los paneles solares son ahorro; algunos meses en la factura solo pagamos la potencia instalada”
“A día de hoy no tenemos previsto ampliar; son inversiones muy elevadas que es difícil amortizar”

El precio de la viruta de madera o de la cascarilla de arroz para las camas se ha disparado y es difícil de conseguir
«A día de hoy no nos planteamos seguir invirtiendo en naves», aseguran en Dical SL. «Son inversiones muy elevadas que se van a 400.000 euros para construir una nave para unos 26.000 o 27.000 pollos», indica Suso, quien asegura que «hoy amortizar una nave nueva de estas características no es fácil» y se queja del escaso retorno que obtienen. «Nosotros estamos cobrando por cada remesa lo mismo que cuando construimos las naves de Muradelle hace 20 años, mientras que los costos de producción se han duplicado», calcula.
«Hace 10 años teníamos el proyecto de construir otra granja, pero lo dejamos y construimos un almacén, y gracias a eso tenemos material para la cama almacenado para casi un año. Cuando hay disponibilidad compramos y llenamos el almacén, porque ahora la cuestión ya no es el precio, es que haya material», explica.
Construir una nave para 27.000 pollos puede costar hoy unos 400.000 euros; no es fácil amortizar esa inversión
Encaman con viruta procedente de dos empresas, un aserradero de Oza-Cesures y una fábrica de ataúdes de Piñor de Cea, y lo encargan con 3 meses de antelación. «Traíamos también cascarilla de arroz de Valencia y de Portugal, pero ahora hace ya dos años que no hay», cuenta.
El precio de la viruta de madera se ha incrementado en los últimos años y está «por las nubes», dice. «Un camión de 80 metros cúbicos cuesta 2.100 euros y no llega para una nave», detalla.
El mantenimiento de la cama es una de las labores principales en una granja avícola. Remover la cama con frecuencia para mantenerla seca, que no se apelmace, y añadir material en caso de que sea necesario es una de las tareas que más horas ocupa, sobre todo en invierno o en días de niebla o lluvia, cuando la humedad es mayor.
Nos encontramos con dificultades para encontrar materiales para la cama, tanto viruta como cascarilla de arroz
El trabajo de supervisión es también básico. Dado que la alimentación, la iluminación o la ventilación están automatizadas, hay que asegurarse de que nada falla. Para ayudarles a controlar que todo funcione correctamente en todo momento, disponen de un circuito de cámaras que les permite vigilar lo que está ocurriendo en tiempo real. «Las cámaras nos evitan muchos viajes al día, porque a través de ellas vemos las alertas y controlamos lo que está pasando dentro de la nave», explica Suso.
También han realizado inversiones en los últimos años en eficiencia energética y autoconsumo mediante la instalación de paneles fotovoltaicos en los techos de las naves, lo que les ha permitido reducir el gasto en electricidad a menos de la mitad.