El grupo operativo Bio_Marterra presentó en la Escuela Politécnica Superior de Lugo las investigaciones que se están llevando a cabo con el objetivo de elaborar, a partir de algas de las costas gallegas, productos bioestimulantes y fungicidas para usar en huertas y en cultivos de vid y patata. Fruto de estas investigaciones, ya está a punto de introducirse en el mercado un primer bioestimulante que comercializará la empresa Porto Muíños. Más adelante prevén sacar otra línea de bioestimulantes y una más de fungicidas. Manuela Buján, del departamento de I+D+i de la empresa, explicó que los bioestimulantes son productos que estimulan los procesos naturales de las plantas para mejorar la absorción y eficiencia de los nutrientes aplicados y así incrementar la producción y la calidad de los vegetales que llegan a los consumidores. Buján explicó que están trabajando con 10 variedades de algas y 7 fórmulas diferentes de elaboración.
El futuro de la producción de algas en Galicia pasa por su cultivo y no por la recolección directa del mar. Manuela Buján, Porto Muíños
Para alcanzar los objetivos fijados en Bio_Marterra, Buján señaló que es necesario incidir en las especies de algas, en los métodos de extracción de los componentes útiles y en los contenidos mínimos de estos componentes que habrá que incluir en cada uno de los elaborados. Y también realizar un análisis comparativo de resultados con bioestimulantes ya existentes en el mercado pero que se elaboran de forma diferente, con otras materias primas o con un uso de algas muy reducido.
Uno de los objetivos últimos del grupo operativo es crear una nueva fuente de riqueza para las comarcas costeras gallegas, basada en las algas. Actualmente hay cinco proyectos empresariales de tamaño medio que comercializan algas en diferentes formatos y para diferentes usos. Y muchas cofradías de pescadores y mariscadores ya incluyen entre sus actividades la recolección de algas para abastecer a la industria. En Porto Muíños procesan anualmente unas 400 toneladas de algas, de las cuales más del 95% proceden de la recolección directa. Pero entre esas algas recogidas vienen variedades sin valor para el consumo humano y, entre las válidas, solo se aprovecha una parte. Por lo tanto, los proyectos en los que trabaja el grupo operativo Bio_Marterra servirían para dar valor económico a esos residuos y, así, profundizar en la economía circular y la sostenibilidad.
Buján considera que el futuro de la producción de algas en Galicia —sea cual sea su destino y uso— pasa por el cultivo y no por la recolección. Y eso que los procesos de cultivo, tanto en mar abierto como en espacios acotados, son aún muy complejos y costosos, tanto por la falta de experiencia en Galicia como por las dificultades de cualquier trabajo vinculado al medio marino. Sin embargo, en Porto Muíños ya han conseguido buenos resultados con el cultivo de 3 especies en el mar y 3 en formato indoor.
Y es que la recolección no es tan sencilla como parece: las empresas tienen que presentar un plan de explotación en el que deben especificar qué variedades de algas quieren recoger, en qué lugares de la costa, en qué cantidad y quiénes serán las personas encargadas de la recolección. Y ese plan puede ser modificado o incluso rechazado por la Consellería do Mar si no se ajusta, entre otros, al criterio de sostenibilidad. Por otro lado, puede ocurrir que los días autorizados para la recolección no haya la cantidad deseada o la especie permitida. Además, se realizan inspecciones tanto en los lugares de recolección como en los de almacenamiento para verificar que se cumplen los requisitos. Sin olvidar que hay algas que se permite recoger pero no cultivar, o viceversa, y otras de las que no se puede ni recoger ni utilizar muestras porque tienen un comportamiento invasor.
Aunque aún es necesario continuar con las investigaciones para obtener resultados concluyentes, los datos de las primeras pequeñas experiencias son alentadores. Néstor Liñares —de Horta da Lousa, colaborador en el proyecto— explicó que en sus terrenos están empleando las algas como fertilizante y que los resultados fueron mejores incluso que los obtenidos con estiércol de vaca. En la empresa dieron el paso de huerta convencional a ecológica pero con la intención de mantener los niveles de producción que venían alcanzando. Algo realmente difícil por las limitaciones que contempla la agricultura ecológica en el uso de insumos. El horticultor explicó que el uso foliar de bioestimulantes en sus bancales favoreció el aumento de producción y también la calidad y peso de las hortalizas, y que eso se notó a simple vista, incluso antes de que se realizaran las mediciones por parte de los técnicos del proyecto Bio_Marterra. Recordó también que los márgenes de beneficio en el sector de la huerta son de los considerados bajos en agricultura —entre un 5% y un 10%— por lo que contar con herramientas como los bioestimulantes a base de algas y los resultados que están obteniendo puede significar la diferencia entre beneficio y pérdida.
Empleando bioestimulantes de algas podemos aumentar la producción de huerta ecológica. Néstor Liñares, Horta da Lousa
En la jornada también se presentaron los resultados obtenidos en una plantación de patatas ecológicas de la variedad kennebec en la comarca de A Limia, propiedad del agricultor Avelino Santana, también integrante del grupo operativo, en la que se aplicaron fungicidas derivados de las algas. Y se pudo comprobar que las parcelas donde se aplicó el fungicida fueron las más productivas, con 32.667 kilos/hectárea, un 8,12% más que aquellas donde no se aplicó. Además, la producción comercial se situó en 32.420 kilos/hectárea, es decir, con un destrío (parte del fruto que no se puede comercializar por defectos) de solo el 0,75% y, por lo tanto, una mejor calidad de la patata. La cantidad de materia seca se mantuvo en un 18,5%. El siguiente paso será calcular las dosis exactas que hay que emplear para cada cultivo y parcela y analizar también los posibles usos que el fungicida pueda tener como herbicida para combatir la hierba solano y que las patatas dañadas puedan recuperarse. Un problema es que la legislación aún no permitiría el uso comercial (sí para investigación) del producto, por lo que habrá que seguir mejorándolo.
Susana Boso, por parte de la Misión Biológica de Galicia-CSIC, señaló que la producción vitivinícola en España supone el 1,5% del PIB y abarca 914.000 hectáreas, de las cuales 32.000 están en Galicia. Por eso, cualquier herramienta que sirva para protegerlas y dinamizarlas será bienvenida. Y más si se trata de herramientas sostenibles y no químicas, como serían los productos que investiga Bio_Marterra. Porque las vides se adaptan a terrenos y climas muy variados pero también están expuestas a todo tipo de hongos, bacterias, insectos o nematodos que cada año provocan la pérdida de entre el 20% y el 40% de la cosecha.
Los bioestimulantes de algas no sustituyen a los fitosanitarios, pero pueden reducir su uso y hacerlos más eficientes. Susana Boso, CSIC
Una de las enfermedades que más afecta a las más de 5.000 variedades de vid que existen es la Plasmopara viticola, el famoso mildiu. Un oomyceto o falso hongo perteneciente al reino Chromista. Más allá de los métodos tradicionales y sostenibles aplicados contra el mildiu en agricultura ecológica, biodinámica o de precisión, la herramienta más útil y extendida son los fitosanitarios. Y todos ellos —sintéticos, químicos y sistémicos— con una base de cobre. En Galicia hay años en que se pueden llegar a aplicar hasta 12 tratamientos, lo que supone un uso nocivo para el medio ambiente y, al mismo tiempo, hace que el mildiu se vuelva más resistente. Por otro lado, la UE es cada vez más restrictiva respecto al uso de estos fitosanitarios.
En este contexto, el uso de extractos de algas como fungicidas contra el mildiu parece una alternativa óptima desde el punto de vista ecológico. Hormonas, aminoácidos, polisacáridos, compuestos fenólicos… son muchos los componentes de las algas que pueden resultar beneficiosos para el cultivo de la vid. Diversos estudios realizados desde hace décadas demuestran que los extractos de algas fortalecen las cepas, refuerzan su sistema inmunitario y la pared celular y potencian su “memoria” para reaccionar ante patógenos ya padecidos. Además de reforzar los tejidos de las hojas, que es por donde penetran las zoosporas del mildiu. Las propiedades antioxidantes y el aporte de aminoácidos ayudan a reparar los daños producidos por el falso hongo. Y tienen un alto contenido en potasio, que actúa como vacuna frente al mildiu, además de ayudar a retener agua y evitar el estrés hídrico.
Boso explicó que el uso de extractos de algas como fungicida no sustituye los tratamientos fitosanitarios, pero sí sirve para reducir su uso y hacerlos más eficaces. En esa línea, relató los resultados del grupo VIOR, que analizó los efectos de los extractos de algas tanto en campo como en laboratorio sobre vides de las variedades mencía y albariño afectadas por mildiu y botritis. Lo que se hizo fue recoger restos de poda, desinfectarlos, parafinarlos, enfriarlos e injertarlos en cámara climática. Después se les inoculó zoospora de mildiu y, finalmente, se aplicó en las hojas el extracto de algas conocido como A1. En un primer momento con dosis de 1 mililitro por litro y después subiendo a 2 mililitros. Los resultados arrojaron una mayor incidencia del patógeno y una mayor densidad en las cepas de mencía que en las de albariño. Por el contrario, en los ensayos realizados en campo se comprobó que la mayor afectación se produjo en las épocas de cuajado y envero, pero en este caso con más daños en el albariño. En cualquier caso, las plantas que no fueron tratadas padecieron un 80% de incidencia de mildiu y un 75% de severidad, mientras que las tratadas con el extracto de algas redujeron esos parámetros al 20% y al 50% respectivamente. Como conclusión, la técnica del CSIC señaló que los extractos de algas, por ahora, funcionan mejor como bioestimulantes que como fungicidas.
Alfredo Taboada, tecnólogo del Centro de Investigaciones Agrarias de Mabegondo (CIAM), expuso las investigaciones llevadas a cabo con pimientos, tomates y lechugas de variedades autóctonas gallegas. Las pruebas se realizaron en invernaderos: las lechugas en maceta y el pimiento y tomate en suelo. Se aplicaron bioestimulantes denominados A1, B1 y Control. El procedimiento consistió en comparar el mismo número de plantas que recibieron los tratamientos con otras que no los recibieron.
En el caso de las lechugas, de la variedad Feáns, se trabajó con 30 plantas en 3 dosis de 1 mililitro por litro cada diez días. Posteriormente, se midieron el peso, calibre y valor comercial de cada ejemplar, una vez eliminadas las raíces y hojas secas o deterioradas. Finalmente, se realizó un análisis foliar, de grados Brix y otros parámetros botánicos.
Para los tomates se utilizó la variedad Negro de Santiago, con 60 plantas. Se aplicaron los bioestimulantes en dosis de 1 mililitro por litro, repitiendo cada 15 días. La primera aplicación se hizo un mes después del trasplante y la última dos meses después de la primera. En el caso del pimiento, se eligió la variedad Oímbra. El seguimiento se realizó en 84 plantas y las dosis fueron iguales a las del tomate. Adicionalmente, se realizaron ensayos en semilleros de pimiento y tomate con el bioestimulante A1. Se compararon 120 plantas y se aplicaron 10 mililitros por alvéolo, con una proporción de 1ml/L, cuando las plantas tenían entre 3 y 4 hojas verdaderas. Las raíces se secaron durante 24 horas a 25ºC y se pesaron por separado de la parte aérea.
Hay que emplear los bioestimulantes como medida de prevención y no como tratamiento frente al estrés de las plantas. Alfredo Taboada, CIAM
Los resultados mostraron que los bioestimulantes que mejor funcionaron fueron el A1 y el Control, quedando el B1 con menor eficacia. Taboada señaló que la ausencia de factores de estrés abiótico en las pruebas, al realizarse en invernadero, no permite aún extrapolar resultados a aplicaciones en campo. Por ahora, se aprecia que los bioestimulantes no deben usarse como fertilizantes y que no todas las especies y variedades van a responder de la misma manera. También que deben utilizarse para evitar situaciones de estrés y no como remedio cuando estas se produzcan.
El investigador del Campus Terra, Andrés Osoro, explicó que las algas pueden aportar de forma natural componentes que no se encuentran o no son fáciles de obtener en el medio terrestre. Explicó las investigaciones realizadas en germinación en berro y lechuga. En el primer caso, se analizaron parámetros de estrés por salinidad, calor y sequía con semillas en placas Petri. Posteriormente, esas semillas se llevaron a plantón en alvéolo. En ambos procesos se encontraron diferencias significativas entre los tres tipos de bioestimulante aplicados y siempre mejores parámetros en las plantas que recibieron aplicaciones. También en estas pruebas, los bioestimulantes de algas ayudaron a que las plantas tuvieran más rendimiento que las tratadas con bioestimulantes convencionales.
Por parte de la Fundación Empresa-Universidad Gallega (FEUGA), la técnica de gestión Beatriz Moure explicó la importancia de las jornadas formativas y divulgativas para dar a conocer estos proyectos y poner sus resultados a disposición de empresas y productores. En el caso concreto de Bio_Marterra, el objetivo explícito es medir el efecto de la aplicación de bioestimulantes elaborados con algas ante estreses abióticos y bióticos en variedades autóctonas de huerta, viña y patata.
Los destinatarios serán empresas productoras y comercializadoras de algas marinas, agricultores y viticultores, centros tecnológicos y de investigación, plataformas tecnológicas, empresas de servicios, administraciones públicas vinculadas a la agricultura, actividad costera, medioambiente y desarrollo rural, y finalmente, consumidores y público en general.
En resumen —e independientemente del lanzamiento del bioestimulante de Porto Muíños— durante los próximos meses se continuará con análisis de campo, experimentación, observación y mejora de los extractos. También se analizará la proporción y dosis adecuada para su aplicación y, no menos importante, se seguirá trabajando en los aspectos legales que permitan sacar los productos al mercado con todas las garantías. Todo ello con la finalidad de crear riqueza aprovechando residuos para convertirlos en recursos agronómicos de forma sostenible.
El Grupo Operativo BIO_MARTERRA está formado por un equipo multidisciplinar que incluye la empresa Porto Muíños, el CIAM, el Grupo de Agronomía de la USC, el Grupo VIOR de la Misión Biológica de Galicia-CSIC, el Centro de Formación y Experimentación Agraria de Guísamo, dos productores primarios (Avelino Santana y la empresa familiar Horta da Lousa), y la fundación FEUGA. El proyecto está financiado conjuntamente por la Unión Europea, el Ministerio de Agricultura y la Xunta de Galicia con un total de 179.634,83 euros.