“Los lazos comunitarios hacen que hoy en el rural haya menos odio hacia las personas LGTBI”

Entrevista a Ángel Amaro, sociólogo y activista Lgbti y uno de los impulsores del foro  “El rural gallego entiende. ¡Hazte ver!” que se celebrará este sábado en Arzúa.

“Los lazos comunitarios hacen que hoy en el rural haya menos odio hacia las personas LGTBI”

Ángel Amaro, sociólogo y activista Lgbti

Galicia acogerá este sábado el primer foro que se celebra en Europa organizado por un sindicato agrario sobre la relación entre las personas Lesbianas, Gays, Trans y Bisexuales (LGTBI) y el mundo rural.

Ángel Amaro, sociólogo y activista LGTBI residente en el rural, en concreto en el ayuntamiento ourensano de Pereiro de Aguiar , es uno de los impulsores de esta reunión que lleva por título “El rural gallego entiende. ¡Hazte ver!”.

Hablas de que el colectivo gay, lésbico, bisexual o transexual tiene que “deschuequizarse” y abrirse al mundo rural. Explícate…
Estuve emigrado en Alicante durante 13 años y empecé allí mi activismo LGTBI en ese entorno de grand ciudad. Y sé de lo que hablo cuando digo que el LGTBI -a grandes rasgos- tiende a ser un movimiento muy masificado, muy orientado a cabalgadas como la de Chueca, también al capitalismo. Cuando volví al rural hace dos años fui normalizando la cuestión LGTBI con mi gente y mi entorno y me di cuenta del contraste, pues en el rural las experiencias LGTBI son más cercanas a la tierra, más decrecentistas y lejanas de la dinámica capitalista, y esto no son teorizaciones alejadas de lo cotidiano, sino que mas bien son evidencias prácticas y empíricas.

Hasta hace poco la ciudad era el espacio de libertad para gays o lesbianas mientras que la aldea era un entorno más asfixiante del que era preciso huir para poder salir del armario. ¿Ya no es así?
Hubo muchos intereses porque la gente LGTBI se concentrara en los entornos urbanos. Son los mismos intereses que hacen que el rural esté quedando sin gente por la dispersión, el éxodo y el abandono. El consumismo urbanita alimenta esta lógica.

Siempre se vincula la ciudad a la libertad sexual por la vía del anonimato. Es decir, que vas a ser sexualmente más libre porque no te va a conocer nadie, pero considero que eso es una trampa. Esa libertad del “anonimato” también implica que no tienes vínculo con nadie, mientras que en el rural sí que tienes la oportunidad de tejer lazos reales con la comunidad.

En este sentido, pienso que tenemos que priorizar la cuestión comunitaria, porque de nada vale salir de un armario para entrar en otro: el del individualismo. En el anonimato de la ciudad impera el consumismo y la desconexión entre las vecinas. También es cierto que esto acontece en el rural, pero aún en menor medida.

En el rural hay muchos temas en los que hay que seguir avanzando, pero no está peor que la ciudad a nivel de represión sexual. De hecho, lo que veo en pequeñas experiencias con gente mayor en el rural es que están muy abiertas al colectivo LGTBI y rompen el perjuicio de la LGTBIfobia con mínimas intervenciones que se hagan.

Afirmas que los sindicatos agrarios deberían normalizar que haya militantes que salen del armario y ayudar en este proceso…
Lo que pasa en el sindicalismo agrario en particular, y en el sindicalismo en general, es que es un espacio muy heteronormativo; es decir, cuando se habla de sindicalismo se piensa en un granjero que no es gay, en una familia que no es homoparental, o en una sindicalista que no es lésbica. Esto acontece porque en la historia del sindicalismo aún se arrastra como norma la negación de la sexodiversidad. Es algo en lo que las organizaciones agrarias y ecologistas tienen que avanzar mucho.

“En el rural los vínculos comunitarios actúan contra la LGTBfobia”

Apostar por vincular el movimiento LGTBI a la agroecología ¿no dificulta que cale el mensaje en la mayoría de las agricultoras y ganaderas que trabaja en convencional?
La lucha es complicada, pero la agroecología es el pasado más sostenible que tiene el país y también su futuro. Vincular la soberanía alimentaria a la soberanía sexual depende de nosotros. Hace poco leí un libro muy interesante, “Lo pequeño es grande”, que nos indica que tenemos que poner en el centro del sindicalismo agrario la vida y la diversidad, el valor de la disidencia contra todo sistema injusto de dominación, explotación y opresión. Enfrente tenemos al capitalismo, al patriarcado y a las grandes multinacionales de los agronegocios que actúan de facto como una Hidra con una matriz idéntica. Necesitamos alianzas fuertes entre todos los movimientos sociales que luchen de uno o de otro modo por un rural vivo, diverso y con un futuro digno.

Como conclusión, ¿no hay más LGTBfobia en la ciudad que en el rural?
No creo. Hay un incremento bestial de agresiones LGTBfóbicas en las grandes ciudades, el caso de Madrid llama la atención. Pienso que en las ciudades hay cada vez más odio hacia la diferencia. Y lo peor de todo es que hay más indiferencia en general.

En la ciudad puedes salir del armario pero, generalmente, es para entrar en otro gueto del que formarás parte gracias al consumo y al dinero. Es decir, tanto gastas tanto de aceptado serás. En el rural, y sin caer en visiones idílicas y románticas, la gente tiende a depender más una de la otra. Las necesidades colectivas están más interrelacionadas y aún se conservan lazos. La creación de vínculos comunitarios es un buen antídoto contra la LGTBfobia.

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