
Amy y Greg, en una de las praderas con las que alimentan a sus vacas
La fiebre de los robots de ordeño aún no ha llegado a Nueva Zelanda. Con 10.500 granjas y 4,6 millones de vacas, el paisaje agrario inunda todos los rincones del país, pero hay que buscar mucho para encontrar una explotación que ordeñe con robot.
Tan solo 24 ganaderías lecheras neozelandesas han apostado por sistemas de ordeño robotizado, una minoría en la que se incluye la de la familia Gemmell. El matrimonio formado por Greg y Amy tomó el relevo de los padres de Amy, Margaret y Brian, que habían regentado la explotación durante 32 años, incorporándose como aparceros mediante el sistema de ordeño compartido (share milking) habitual en Nueva Zelanda.
Ordeñaban en una sala antigua en espina de pescado hasta que en el año 2016 se decidieron a poner los robots de ordeño, siendo pioneros en el país. “Los robots tardaron en llegar a Nueva Zelanda por dos motivos: su coste y el sistema de pastoreo”, reconoce Greg. La inversión total en la modernización de las instalaciones, en su caso, fue de un millón de dólares neozelandeses (medio millón de euros) para la instalación de 3 cabinas de ordeño.
Hay más robots de ordeño en una parroquia cualquiera de Pastoriza o de Santa Comba que en toda Nueva Zelanda
Fueron varias las razones que llevaron a Greg y Amy a apostar por los robots, conscientes de que poner robots en Nueva Zelanda es ir a contracorriente. Una de ellas fue la de la calidad de vida: “Ordeñábamos 2 veces al día y nos llevaba unas 6 horas diarias ordeñar, con bastante frecuencia trabajábamos 90 horas a la semana y la mitad de ese tiempo lo pasábamos ordeñando. Hasta que pusimos los robots nunca habíamos podido desayunar juntos en casa con nuestros hijos por la mañana”, señala Amy.
Greg añade otros argumentos que tienen que ver con la salud física y con el relevo generacional: “Nosotros llevábamos ya 25 años ordeñando en la sala y pensar en tener que pasar otros 20 años que nos faltaban para jubilarnos encima del hormigón nos echaba para atrás. Evitar ese trabajo físico repetitivo fue una de las razones que nos llevó a montar los robots. Y pensando a largo plazo, si nuestros hijos (Flynn y los gemelos Hadley y Ronan) están interesados en seguir con la granja, esto les da la oportunidad de hacerlo de otra manera”, asegura.
Concentración de partos dos veces al año

La granja de los Gemmell está ordeñando en este momento unas 180 vacas, habiendo tenido que reducir unos 50 animales en producción debido a la limitación que imponen los robots. Pero la reducción en el número de cabezas no supuso una caída de la producción total de la explotación. “Logramos un 20% más de producción con 40 vacas menos”, destacan.
Como los robots limitan la capacidad de la granja, pasaron de ordeñar 230 vacas a 180, pero mantuvieron la producción
La mayor parte de las vacas paren en primavera, pero a las que no preñan y quedan para parir en otoño les ponen cruces cárnicos con toros de raza hereford para después criar los terneros para carne.
Cuando tenían la sala, prescindían de ordeñar en invierno, como hacen la mayoría de las granjas en Nueva Zelanda, concentrando la totalidad de los partos en primavera. Pero desde que pusieron los robots volvieron a instaurar la doble paridera.
Fonterra incentiva la producción de leche en invierno con una prima extra
“En la zona de Manawatu acostumbramos a tener inviernos suaves, por lo que no supone un problema excesivo tener vacas paridas y es una lástima tener que mandar las vacas que no preñan para parir en primavera al matadero y no poder darles una segunda oportunidad en otoño para aprovecharlas”, justifican.
Producen unos 85.000 kg de sólidos al año, de los que unos 10.000 proceden de los partos de otoño, época en la que cuentan con una prima adicional por parte de Fonterra para la leche producida en invierno. La media por vaca es de 21 litros diarios, con un 4,08% de grasa y un 3,7% de proteína.
La tecnología no sustituye al ganadero
Aseguran que la implantación del ordeño robotizado les sirvió para mejorar la salud de la ubre y el bienestar general de su rebaño. “Lo primero que vemos es que no tenemos vacas enfermas”, destacan.
La monitorización del ganado por medio de los collares permite a Greg y Amy adelantarse a posibles problemas. “Podemos detectar la enfermedad de la vaca antes de que ella misma sepa que está enferma”, asegura Greg.
Hoy podemos detectar la enfermedad de la vaca incluso antes de que ella sepa que está enferma
La tecnología les permite tener más controladas a las vacas, aunque no las vean físicamente en todo el día. “Antes las tenía delante de mí dos veces, cuando las tenía que ordeñar por la mañana y por la noche, pero al final no mirabas para ellas, solo les veías el culo y la ubre”, dice Greg.
Es Amy la que se encarga diariamente de supervisar y analizar los datos en el ordenador y aunque es partidaria de aprovechar al máximo las ventajas de la tecnología en cuestiones como la mejora reproductiva, insiste en que “debes seguir siendo un ganadero para saber lo que es un celo sin necesidad de mirar la pantalla”.
Sin empleados

Gracias a la mayor libertad horaria que les permiten los robots, Greg y Amy manejan la explotación sin empleados, aunque recurren a un servicio de sustitución durante las vacaciones y algún que otro fin de semana. “Unas 120.000 personas, entre ganaderos y empleados, se levantan a las 4 de la mañana todos los días para ordeñar en Nueva Zelanda; nosotros no somos de esos”, valoran.
Tienes que ir siempre un paso por delante del robot y tener al día los mantenimientos; si haces eso, las llamadas nocturnas son muchas menos
Para evitar las temidas llamadas del robot por la noche, Greg recomienda llevar al día los mantenimientos. “Tienes que ir siempre un paso por delante del robot, hay detergentes que llenar, filtros que cambiar y láseres que limpiar. Si haces eso, las llamadas son muchas menos”, asegura.
“El futuro está en lo ecológico”
Nueva Zelanda produce 21 millones de toneladas de leche al año y es uno de los principales países exportadores de productos lácteos a nivel mundial, representando una cuarta parte de las exportaciones de productos lácteos en el mercado global.
Por eso, la cooperativa Fonterra, casi hegemónica en el país, es muy sensible a los vaivenes comerciales de la oferta y la demanda pero, al mismo tiempo, un faro que detecta antes que nadie los cambios de tendencia en el consumo a nivel internacional.
Fonterra está incentivando el paso de sus granjas a ecológico con una prima específica, pero de las 10.000 granjas que hay en Nueva Zelanda, solo 100 producen leche ecológica
Fueron quienes lanzaron hace años la leche A2, que están abandonando porque no le ven recorrido, para enfocarse ahora más hacia la producción de leche ecológica, una tendencia aún muy minoritaria entre las explotaciones lecheras del país pero que desde Fonterra están incentivando a través de una prima extra de 3 dólares neozelandeses (1,5 euros) por kg de sólidos entregado, la unidad de medida en la que se paga la leche en Nueva Zelanda.
La media de Manawatu se sitúa entre los 440 y los 450 kg de sólidos por vaca y año. “Estamos siendo más rentables desde que nos pasamos a ecológico, porque producimos los mismos kilos de sólidos por vaca pero nos los pagan más”, dicen. El precio del pienso ecológico es tres veces más caro que el convencional, pero los gastos veterinarios bajaron de 40 dólares por vaca a 5.
Salud del suelo y buena higiene de manejo son los criterios que emplea Fonterra a la hora de escoger las granjas que pueden pasar a ecológico. Entre el 6 y el 8% de la producción de la granja de Greg y Amy se destina a leche fresca para venta en los supermercados locales y el resto para exportar como leche de fórmula infantil. La fábrica está en el centro de Nueva Zelanda y el producto se envía a 9 países: el 50% de la producción a EE. UU. y el resto a Europa, China y Corea del Sur fundamentalmente.
La leche de transición o con alta conductividad va para alimentar la recría y los terneros de carne hasta los 12 meses
Debido al destino principal de la leche producida por Manawatu, ponen especial cuidado en la calidad higiénico-sanitaria. “La leche de transición o con alta conductividad va para alimentar a los terneros, tanto para la recría como para los destinados a carne, que después son cebados con hierba. Les damos leche unos 12 meses, que sería el tiempo que mamarían de manera natural de la madre”, justifican.
A las vacas con células altas o con baja proteína en la leche las inseminan con semen de carne y no recrían de ellas. No usan semen sexado, aunque está permitido en ecológico, y tienen un toro para las repetidoras, que echan después del período de 6 semanas de inseminación artificial. “No usamos semen sexado porque es un riesgo, ya que la fertilidad es menor con el sexado y tendríamos menos tiempo después para otros intentos”, argumentan.
El Gobierno no quiere que aumente la producción de leche ecológica porque no quieren granjas, quieren árboles
Greg está convencido de que el futuro de la producción de leche pasa por hacerlo en ecológico, porque “el consumidor está demandando una trazabilidad de su alimentación”. Sin embargo, de las más de 10.000 granjas que hay en Nueva Zelanda tan solo 100 producen leche ecológica y todas están en la isla norte.
En Nueva Zelanda también hay granjas estatales y todas ellas producen en ecológico, pero Greg considera que “en realidad, al final el Gobierno no fomenta que haya más vacas ni más producción de leche”. “No quieren granjas; quieren árboles”, asegura.
“La salud de las vacas comienza con la salud del suelo”

La granja de la familia Gemmell está situada en Bunnythorpe, una localidad próxima a Palmerston North, en la isla norte de Nueva Zelanda. Disponen de 100 hectáreas de superficie de pastos en el entorno de la nave de producción lechera donde instalaron los robots de ordeño, más 52 hectáreas adicionales de superficie de apoyo que dedican a la producción forrajera y al cebo de los terneros de carne, que toman leche de vaca hasta el año y después son cebados a pasto, alcanzando un peso al sacrificio de unos 600 kg de peso vivo (entre 320 y 350 kg/canal). Los venden con 24 meses a un precio de 7 dólares neozelandeses/kg canal, 1 dólar más que en convencional. “En ecológico el precio es estable, mientras que en convencional fluctúa mucho más”, añaden. Buscan tener carne marmoleada y de crecimiento lento, por lo que seleccionan toros cárnicos de razas como hereford o angus con ese objetivo.
En esa otra ubicación, situada aproximadamente a un kilómetro de distancia, disponen de una granja satélite para la recría y hacen unos 500 rollos de silo y 600 de hierba seca para la suplementación del ganado en invierno. Son autosuficientes en forraje, lo que les supone un importante ahorro económico. “Si los tuviésemos que comprar, cada rollo en ecológico nos costaría 150 dólares neozelandeses (75 euros)”, detallan. Cuando ensilan, cortan la hierba a un cuarto del suelo buscando calidad del forraje y favorecer el rebrote del prado.
Hacen unos 1.100 rollos de silo y hierba seca para suplementar al ganado en invierno
Greg y Amy cuidan de la salud de sus vacas, pero también de la salud de sus fincas. “La salud animal comienza con un buen suelo”, asegura Greg. Cada año envían una muestra de suelo a EE. UU. para analizar y detectar carencias que corregir. Por ejemplo, hace años tuvieron un problema de falta de yodo en el suelo.
“No hay laboratorio de suelo para ecológico en Nueva Zelanda, y como necesitamos la certificación de EE. UU. para exportar nuestra leche allí, también hacemos allí los análisis de suelo”, explican.
Prácticas de agricultura regenerativa

Además de estar certificados en ecológico y no emplear urea ni herbicidas químicos, siguen los principios de la agricultura regenerativa en cuestiones como no labrar y sembrar praderas multiespecie.
Las vacas entran en las parcelas a pastar con 3.000 kg de materia seca y salen con 1.500. “Lo que vemos es que las vacas lo primero que comen es el resto de plantas y después el raigrás, lo que quiere decir que en una pradera solo de raigrás no les queda más remedio que comer lo malo”, argumenta Greg.
Renuevan cada año 5 hectáreas de pastos mediante siembra directa de al menos 14 o 15 especies diferentes. Además de variedades de raíces profundas y otras que fijan nitrógeno, también incluyen raigrases, tréboles, achicoria, plantago o girasol.
Emplean plantas de raíces profundas para movilizar hacia la superficie los nutrientes del subsuelo
En las parcelas que destinan a patios de castigo en invierno, avanzan en franja con hilo eléctrico. “Antes en convencional esas fincas quedaban muy castigadas; ahora, en cambio, vemos que sale mucho trébol en ellas”, asegura Greg.
Pero la mayor diferencia que vieron en las praderas con el paso a ecológico fue “la cantidad de bichos que comenzó a aparecer en la superficie”. “Las colonias de escarabajos peloteros están trabajando por nosotros; son un muy buen bioindicador”, afirman.
“En nuestros pastos hay muchos gusanos, y en el suelo lombrices, plantas de raíces profundas y mucho trébol”, destaca Greg. El suelo es franco limoso que en verano se vuelve muy duro. “Es una zona seca en verano y húmeda en invierno, con parcelas que se encharcan”, cuentan. Para favorecer la infiltración del agua siembran especies de raíces profundas que también son capaces de aprovechar los nutrientes del subsuelo.
Hacen análisis todos los años y abonan solo para corregir las carencias detectadas, pero no fertilizan con nitrógeno
Hacen análisis todos los años y abonan solo para corregir las carencias detectadas, pero no fertilizan con nitrógeno. El calcio, el potasio y el boro suelen ser los principales ingredientes de la mezcla con la que abonan. Procuran mantener altos niveles de materia orgánica y un pH de 6,4 y gracias a las plantas de raíces profundas tratan de movilizar el fósforo del subsuelo y atraerlo hacia la superficie.
Disponen también en parte de la superficie, sobre todo en aquellas parcelas más secas, de riego mediante el sistema K-Line, muy presente en Nueva Zelanda y que consiste en la extensión por la superficie de la pradera de una manguera conectada a unas unidades superficiales de aspersores circulares.
Sistema de pastoreo con robot

La explotación mantiene el pastoreo como base del sistema de alimentación del ganado y adaptaron el cambio de parcela al ordeño con robot, de manera que la superficie de pasto se divide en tres bloques (A, B y C), con una puerta selectora a la salida del robot que envía a la vaca en una nueva dirección cada ocho horas aproximadamente.
Entrar a una nueva parcela de pasto es el verdadero incentivo para que las vacas acudan a ordeñarse, aunque en el robot reciban también una pequeña recompensa a base de minerales y melaza, cuyo objetivo principal es mantenerlas entretenidas en el momento del ordeño y que permanezcan quietas.
Una puerta selectora a la salida del robot sirve para enviar a las vacas que acuden a ordeñarse a una parcela con pasto fresco
La división del pasto diario en tres de las parcelas diferentes disminuye el efecto de las vacas dominantes, diluyendo las jerarquías y permitiendo pastar con mayor libertad a las novillas y a las vacas más tímidas.
Como complemento al pasto, las vacas reciben silo de hierba, hierba seca, grano de trigo y 1 kg de pienso al día como máximo (para lograrlo tienen que acudir 3 veces al robot a ordeñarse, ya que reciben 330 g en cada ordeño). El promedio de veces que los animales acuden al robot se sitúa en 1,6 ordeños/vaca/día.
Longevidad del ganado

La longevidad del ganado es un aspecto fundamental en esta granja. “Para nosotros es un indicador clave del bienestar animal”, dicen. Tan solo necesitan entre 10 y 15 novillas de reemplazo al año, que alcanzan el primer parto entre los 30 y los 36 meses. “Tratamos de que lleguen a parir grandes y damos importancia al proceso de recría para que después aguanten mucho tiempo dando leche en la granja”, justifican.
Pocas veces se les enferma una vaca y, cuando esto ocurre, recurren a remedios homeopáticos y soluciones naturales permitidas por la certificación en ecológico. “Para el control parasitario nuestra estrategia es darles a las terneras la leche materna durante un año porque sabemos que de ese modo no van a coger parásitos en ese tiempo. Nos da bastante trabajo pero es efectivo”, aseguran.
Recurren a remedios homeopáticos y soluciones naturales para tratar las enfermedades del ganado
Por cuestiones de bienestar animal, no hacen descornado, sino que lo que hacen es utilizar semen sin cuernos. En los machos que engordan, la normativa en Nueva Zelanda obliga a realizar la castración en las dos primeras semanas de vida. En las vacas, tampoco hacen tratamiento de patas ni podología, puesto que al caminar todos los días ya desgastan los cascos. “Con nuestra carga ganadera no presionamos ni los pastos ni a las vacas”, afirman.
Aseguran además que el ordeño robotizado les permite también ser más respetuosos con el medio ambiente. “Otra de las ventajas de los robots es que acumulamos menor cantidad de purín y otros efluentes, dado que las vacas vienen a ordeñarse y vuelven al prado, no están tanto tiempo en las instalaciones como pasaban antes en la sala de espera y en la sala de ordeño”, argumentan. También ahorran agua, dicen, porque antes empleaban unos 40 litros por vaca y día para lavar y ahora necesitan tan solo 7.
El cierre que tenían en la mayoría de las fincas era de estacas de pino tratado mediante un proceso químico, pero ahora al estar en ecológico no pueden usarlas y emplean estacas de plástico reciclado procedente del plástico de los silos.
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