«No es bueno poner todos los huevos en la misma cesta». Es un consejo que Manuel Macía gusta de dar y que él mismo ha aplicado en su vida. Ese interés por diversificar el riesgo fue lo que le llevó a la apicultura y, pasados los años, lo que le salvó de la crisis del ladrillo, el sector en el que había trabajado como encofrador.
Pero Manuel es también un apicultor vocacional y lleva 60 años entre abejas. «Me gustan las abejas desde niño y me he estudiado todos los libros que han ido saliendo, yo me hice buen apicultor porque me gustan», admite. A los 7 años su padre le compró sus primeros trobos. «Le compró a un señor que había estado en Cuba una alvariza y 3 colmenas. Las trajimos en un burro durante dos horas de viaje desde Outeiro, el pueblo de mi madre, hasta Vilarmel, donde vivíamos», cuenta.
En este pueblo de Quiroga, a 930 metros de altitud, lindando ya con O Courel, Manuel vivió hasta los 18 años. Allí, a los pies del Pico Montouto, tuvieron lugar sus inicios en la apicultura moderna. «La primera colmena moderna que vino a Quiroga, una Langstroth, se la regaló Extensión Agraria a mi padre para mí porque sabían que me gustaban las abejas. Tenía yo 12 años», recuerda aún hoy.
A los 7 años su padre le compró sus primeros 3 trobos y comenzó una afición que conserva aún hoy con 2.000 colmenas
Después Manuel fue emigrante, en Barcelona y en Suiza, donde pasó 16 años, pero siempre siguió cuidando de sus abejas. «Allí trabajaba en la construcción, pero cuando tenía un día libre iba a ver abejas. En Suiza las tienen metidas en una caseta, 30 o 40 colmenas juntas. Trabajábamos 9 meses y parábamos 3 en invierno por el mal tiempo, que era cuando venía de vacaciones. Yo iba aprendiendo de los viejos, mirando dónde armaban las trampas. Cuando marchaba dejaba armadas a lo mejor 40 trampas en cortizos y cuando volvía igual tenía 20 enxambres cogidos», cuenta Manuel.
«En Suiza se ganaba mucho dinero, diez veces más que aquí», calcula Manuel, pero llegó un momento, con una hija de 8 años y la mujer embarazada, que había que decidir: «era venirse o quedar allí, el 90% de los emigrantes optaba por quedar, porque era una vida más fácil, pero yo siempre pensé en escaparme para aquí», dice.
No es bueno poner todos los huevos en la misma cesta, por eso decidí mantener las abejas mientras trabajaba de albañil
Así que Manuel y su familia hicieron la maleta y volvieron para Quiroga, donde continuó trabajando en la construcción y cuidando de sus abejas. «Hasta que vino la crisis, porque estaba claro que aquello iba a explotar, pero yo me di cuenta de eso y me hice profesional de la apicultura, tenía ya en aquel momento 1.100 colmenas», explica.
El paso a ecológico
Manuel llevaba ya años preparando el terreno para poder vivir de la apicultura. «En 2012, con 12 apiarios y 600 colmenas me pasé a ecológico y empecé a crecer metiendo entre 150 y 200 colmenas cada año para llegar a un número que me permitiese vivir de las abejas», recuerda.
La primera vez que usé ácido oxálico de un apiario de 80 colmenas maté a la mitad
Fue el primer productor de Galicia de miel ecológica pero los inicios no fueron fáciles. «Aquello fue muy complicado porque cera ecológica aquí no había, tuve que comprarla en Francia, y con los tratamientos pasaba igual. Me acuerdo que la primera vez que usé ácido oxálico empleé una dosis muy elevada y de un apiario de 80 colmenas maté a la mitad. En ese momento estuve a punto de tirar la toalla del ecológico y volver otra vez a convencional, porque el precio de la miel era el mismo y el manejo tenía muchas desventajas. Por ejemplo, el Timol no era eficaz, tenías que tratar 2 o 3 veces y producías menos porque siempre tenías más varroa», relata.
La miel te la pagaban igual, pero yo era un fanático de los productos naturales y quería tener un producto que no tuviese nadie
Pero Manuel tenía las cosas claras y siguió adelante. «La miel te la pagaban igual, pero yo era un fanático de los productos naturales y quería tener un producto que no tuviese nadie». En aquel momento fue una apuesta arriesgada pero hoy aquella decisión ha dado sus frutos. «Ahora la miel ecológica se cotiza más y hay más demanda para ella, por lo que tienes la venta asegurada, mientras para la convencional no. Eso es lo que pensaba yo hace 20 años, pero tardó en suceder más de lo que yo pensaba», admite.
Miel de las montañas de Lugo y Ourense
Aquel proyecto iniciado por Manuel bajo el nombre de Euromel es hoy «una empresa familiar que funciona muy bien» en la que, junto a Manuel, de 66 años, figura también su yerno, Rubén Ocampo. Cuentan con 46 apiarios, 36 en ecológico y 10 en convencional, repartidos por los ayuntamientos de Quiroga, Ribas de Sil, Folgoso do Courel, Manzaneda y Trives. «Para 2 que somos a trabajar son más que suficientes para atender», reconoce.
Euromel dispone hoy de alrededor de 2.000 colmenas en 46 apiarios repartidos por los ayuntamientos de Quiroga, Ribas de Sil, Folgoso do Courel, Manzaneda y Trives
En total, tienen alrededor de 2.000 colmenas, 1.640 en ecológico y 350 en convencional, «porque ya no había más sitios donde colocar más colmenas en ecológico, las montañas ya las tenía todas copadas así que para poder seguir creciendo tuve que poner alguna también en convencional», explica.
Las montañas ya las tenía todas copadas así que para poder seguir creciendo tuve que poner alguna colmena también en convencional
Ser pionero en miel ecológica en Galicia tuvo sus inconvenientes, pero también alguna que otra ventaja. «Ir primero me permitió escoger emplazamientos, algo que es fundamental en ecológico, porque hay que guardar unas distancias y en un radio de 3 kilómetros no puede haber praderas donde se eche purín ni plantaciones de frutales o viñedo donde se empleen insecticidas o herbicidas», cuenta.
Monoflorales de castaño, brezo, roble y silva
De su etapa en Suiza Manuel aprendió que había que diferenciarse y también que había que diversificar. «Había distintos tipos de miel en el supermercado y me di cuenta que en esta zona podíamos conseguir mieles monoflorales de castaño y de brezo y empecé a separar», cuenta.
Los nuevos apicultores tienen que optar por hacer un producto de calidad y diferenciado. Yo opté por eso y me salió perfecto
Hoy además de castaño y brezo, logra miel monofloral de roble y de silva. «El de silva es difícil de conseguir, tengo solo 5 bidones de silva este año, porque soy muy exigente y para envasarla con mi marca tiene que tener más del 70% de silva», explica. Lo mismo con el resto. «Legalmente a partir del 35% puedes poner miel de brezo, pero la mía da el 75% y la de castaño el 90%, cuando legalmente el mínimo está fijado en el 66%. Pero con mi marca de la envasadora solo sale la miel especial del año, la que más castaño, brezo, roble o silva tiene, las que no llegan a esos porcentajes que yo me marco prefiero venderla a granel», dice.
He logrado miel de castaño con el 96% de castaño. Con mi marca solo sale de la envasadora la miel especial del año
La mayor parte de la producción a granel se la vende desde el año 1995 a Miel Alemany, una empresa catalana que mueve grandes cantidades de miel con destino a la exportación. La cotización a la que le han pagado la producción a granel este año ha sido de 4 euros/kilo en convencional y 6,50€ en ecológico. Aunque sea para vender a granel Manuel procura separar también por floración predominante. «Las monoflorales dan un poco más trabajo pero también tienen más salida y te la pagan mejor. A mí en concreto me la pagan 40 céntimos más y si tuviese el doble el doble vendía», asegura.
Entre 10.000 y 12.000 kilos de miel con su propia marca
Pero hace 30 años que Manuel envasa también con su propia marca, Miel Rural, una parte importante de la miel que produce, aquella de mejor calidad, entre 10.000 y 12.000 kilos y que distribuye en tiendas de toda Galicia o envía a clientes de distintos puntos de la península.
Con la miel de brezo de primavera, más densa y oscura que la de otoño, lograron la medalla de bronce en el London International Honey Awards
«Es clientela fiel a la que le gusta una miel concreta, unos quieren miel de castaño, que es más dulce y otros de brezo, pero nuestra miel de brezo es diferente, porque es de primavera y lleva tres tipos distintos de brezo por lo que es más densa y oscura y tiene más propiedades; no tiene nada que ver con la miel de brezo de otoño, que lleva una sola variedad y es más clara», cuenta Manuel. Fue precisamente con la miel monofloral de brezo con la que ganó este año la medalla de bronce en el London International Honey Awards, un prestigioso galardón que se une al Premio del Craega del año 2007 como mejor productor de alimentos ecológicos.
El propóleo tiene demanda y buen precio. El kilo se paga a 165 euros y va todo para Francia. Si hiciese 100 kilos, 100 kilos vendía
Bajo la marca Miel Rural se comercializan también otros productos de Euromel, como polen o propóleo. «El polen da mucho trabajo, porque para sacar un buen polen de castaño, de buena calidad, hay que sacarlo todos los días y muchos de los apiarios que tenemos están lejos, por ejemplo, desde Quiroga hay una hora a Manzaneda y otra a O Courel», indica Manuel.
El propóleo es otro de los productos diferenciados. Comenzaron a sacarlo este año en cantidad algo mayor. «Tiene demanda y buen precio, el kilo se paga a 165 euros y va todo para Francia. Si hiciese 100 kilos, 100 kilos vendía», reconoce.
«Hace 10 años la mortalidad de las abejas era de un 10%, hoy es de un 30%»
Con 6 décadas de experiencia a sus espaldas, Manuel se atreve a dar un consejo a cualquier chico o chica que quiera comenzar hoy en la apicultura: «No hay que correr, yo empecé despacio, con solo 3 colmenas». «Antes era más fácil. Yo tenía 700 colmenas y trabajaba en la construcción, pero ahora es otro mundo distinto, ahora si quieres tener abejas hay que ser apicultor y formarse para sacarles rendimiento», indica.
«Antes era un mundo y hoy es otro. Antes todo el mundo podía tener abejas, hoy no, hoy hay que saber»
«Ahora no es lo de antes, cuando todo el mundo podía tener abejas. Hoy no, hoy un apicultor que no sepa puede quedar sin nada de un día para otro. Hace 10 años la montalidad de abejas era del 10% anual, hoy es de más de un 30%. Tenemos muchas cosas en contra de las abejas: varroa, locke, velutina y en esta zona también el oso. Hay 4 osos en esta zona de Quiroga, O Courel y Oencia, ya en León, y he tenido ya 19 ataques en los 7 colmenares que tengo con pastor, pero no puedo tener pastor en los 46 apiarios que tenemos», evidencia Manuel.
Este año la cosecha fue escasa y obtuvieron unos 23.000 kilos de miel, con un promedio de 12 kilos por colmena, pero el año pasado llegaron a los 35.000 killos totales
Asegura que también fue mermando la producción en las últimas décadas. «Cuando vine de Suiza, hace 33 años, tenía 40 colmenas modernas y 40 del país. Aquel año pasé las abejas de los trobos a colmenas modernas y sin tener cera estirada logré un promedio de 52 kilos por colmena. Pero esas medias fueron bajando primero a 40 kilos, luego a 30 y ahora a 20. Yo hoy considero una cosecha normal entre 20 y 30 kilos. Con eso sacaría 60 toneladas, pero hace dos años la media fue de 10 kilos, el año pasado de 20 y este año el promedio fue de 12 kilos. Por eso sube el precio de la miel», asegura.
Los efectos del cambio climático
Manuel achaca buena parte del aumento de la mortalidad de abejas y el descenso de producción al cambio climático. «Está clarísimo, buena parte del incremento de mortalidad se debe a que ha cambiado el clima. Desde hace cinco años yo estoy haciendo de 500 a 700 núcleos cada año y me hacen falta prácticamente para cubrir las bajas, sólo he logrado aumentar el número de colmenas un 10% en estos 5 años. Antes salían enjambres, hoy casi no ves ninguno», argumenta.
Los núcleos los vendo a 80 euros porque yo si vendo algo quiero que sea bueno, lo que no quiero para mí no se lo vendo a nadie
En la actualidad no tiene en mente seguir creciendo, por lo que vende los excedentes de abejas. «Vendo núcleos, hasta ahora pocos porque los tuve que usar para mí, para ir aumentando, pero ahora pienso mantener solo las que tengo. Los núcleos yo los vendo a 80 euros porque tengo tres razas que no tiene cualquiera. Yo lo que no quiero para mí no lo quiero para nadie. Yo se vendo algo quiero que sea bueno», asegura.
Mejora genética
A través de la selección de reinas Manuel ha ido tratando de mejorar el nivel productivo de sus abejas y su resistencia a enfermedades. «No es lo mismo una reina de una raza que de otra, pasa igual que en el caso de otras especies como pollos o vacas, la producción es muy diferente», dice.
La reina autóctona es más dura y aguanta más, aunque produce menos
Mantiene en este momento tres líneas genéticas diferenciadas. «No me gusta tener todo de la misma raza. Tengo la raza de aquí y también otras razas cruzadas en las que la reina pone muchos más huevos, por lo que las colmenas producen mucha más miel. Tengo un cruce que en primavera llena 8 cuadros de la cámara de cría, pero también son colmenas más delicadas si no viene una buena floración, porque si tenemos 20 kilos de abejas y no tenemos buen néctar y polen fuera para alimentarlas tenemos un problema. Por eso hay que tener un poco de todo, igual que es bueno tener vacas pintas, rubias y cachenas, porque cada una se adapta a un terreno, come unas hierbas y produce también cosas distintas», compara.
Cera de apérculo para renovar los panales
Además de hacer los tratamientos y vigilar las colmenas para mantener controlada la varroa, Manuel reutiliza su propia cera como estrategia para combatir el locke americano. «No tengo muchos ataques de locke, pero para eso hay que renovar mucho los cuadros y poner mucha cera nueva. He cambiado más de 10.000 láminas en un año. Yo ahora uso la cera natural mía, cera de apérculo de cuando saco la miel. Antes compraba cera ecológica, pero desde hace más de 10 años reutilizo esta y no uso la cera de la cámara de cría», explica.
La cera comprada viene llena de parafina y puede traer enfermedades, la de apérculo es la mejor cera y la más sana y sabes que no la van a rechazar las abejas
Asegura que la del apérculo «es la mejor cera y la más sana». «Hacer esto es mucho más importante de lo que se cree, porque es una manera de eliminar el locke y de meter una cera que sabes que está libre de enfermedades y que no van a rechazar las abejas. La cera comprada viene llena de parafina y puede traer enfermedades», asegura.
Una alvariza única
Amante de la naturaleza, Manuel disfruta de ella cuando va a ver a las abejas o cuando va de caza o de pesca, sus otras dos grandes aficiones. Fue también ese gusto por la tradición apícola lo que le hizo ir adquiriendo distintas alvarizas tradicionales que mantiene en uso. «Una de ellas está intacta, la compré hace 20 años y me costó 130.000 pesetas. Hoy está en la ruta de las abejas de O Courel. Vinieron unos japoneses y echaron el día entero filmándola», cuenta.
Para un apicultor no hay cosa más hermosa que tener una alvariza
Esta construcción circular, conocida como la alvariza de As Barxas, tiene también al lado un alcornoque centenario, el más grande que se conserva en la zona de Quiroga y O Courel. «Eran los que se usaban para hacer los trobos para las abejas. Pagué 15.000 pesetas por el árbol y otras 15.000 por el terreno donde está, porque aquí antes se compraban los alcornoques sin la tierra únicamente para poder hacerles el aprovechamiento de la cáscara», explica.