El sector agropecuario, un pilar fundamental de nuestra economía y sociedad, esconde una realidad preocupante: las mujeres que trabajan en él enfrentan riesgos laborales que comprometen su salud y bienestar. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el sector agrícola es uno de los sectores con más riesgos laborales, sólo superado por la minería y la construcción. Este sector se caracteriza por un alto porcentaje de trabajadores temporales y la frecuente participación de familiares en los trabajos. Las mujeres, a pesar de representar un porcentaje menor de la fuerza laboral en este sector, tienen una tasa de incidente de enfermedades profesionales y accidentes laborales significativa y requiere una atención urgente.
Un problema invisible
La invisibilidad de las mujeres en el campo contribuyó a que sus problemas laborales queden relegados a un segundo plano. A menudo, sus tareas son consideradas como una extensión de las labores domésticas, lo que dificulta el reconocimiento de los riesgos a que se exponen y la aplicación de medidas de prevención adecuadas. Como consecuencia, las trabajadoras no reciben la compensación ni la protección adecuada por parte de las mutuas o de la seguridad social. La legislación vigente muestra una preocupante falta de atención a la especificidad del sector agrario y, dentro de este, a las particularidades de la mujer labradora.
La realidad de las trabajadoras autónomas
Muchas labradoras son trabajadoras autónomas, una condición que agrava su precariedad. La idea de que, por ser autónomas, pueden organizar su tiempo con flexibilidad no se corresponde con la realidad diaria del campo, donde los ritmos de trabajo vienen marcados por las necesidades de la tierra y los animales.
«Malo será» que no encuentren tiempo, suelen escuchar estas trabajadoras, ignorándose que muchas de sus tareas no pueden posponerse. Este concepto erróneo invisibiliza su esfuerzo y subraya la falta de protección para un colectivo que debe realizar trabajos pesados, a menudo sin derechos básicos de conciliación ni protección adecuada en caso de enfermedad o accidente.
Existe una gran división entre el trabajo productivo y el reproductivo, valorizando sólo el primero y menospreciando el segundo. En el caso de las labradoras, muchos de los proyectos están localizados en el lugar donde residen, lo que lleva a que sus actividades sean vistas como una extensión del trabajo doméstico. Esta percepción hace que su labor no tenga el reconocimiento necesario y, por lo tanto, no se considere que puedan sufrir enfermedades o accidentes laborales.
Riesgos laborales con impacto particular en las trabajadoras del sector agropecuario
Las labradoras enfrentan diversos riesgos que afectan de manera desproporcionada su salud:
- Pesticidas, fertilizantes y otros productos químicos utilizados en limpieza o desinfección son compañeros constantes en el trabajo agrícola. La exposición a estos tóxicos, especialmente durante el embarazo y la lactancia, puede tener consecuencias devastadoras, desde problemas reproductivos y endócrinos hasta enfermedades neurológicas y mismo cáncer. Además, el manejo de substancias cáusticas y corrosivas, como ácidos y álcalis, supone un riesgo adicional. Quemaduras, lesiones oculares y problemas respiratorios son algunas de las graves consecuencias que pueden sufrir estas mujeres, especialmente vulnerables debido a su participación diferenciada en ciertas labores y a sus características fisiológicas.
Las largas jornadas laborales, la presión por cumplir plazos, el aislamiento social, la discriminación y la precariedad laboral contribuyen al estrés y la ansiedad
- Levantar y transportar cargas pesadas, manejar animales de gran tamaño, adoptar posturas forzadas y realizar movimientos repetitivos son parte de la rutina diaria en el campo. Este trabajo físico exigente pasa factura, especialmente a las mujeres, más propensas a sufrir lesiones musculoesqueléticas debido a que las cargas y ritmos de trabajo, adaptados al «trabajador medio», no consideran las diferencias anatómicas y fisiológicas, un ejemplo son los mandos de los aperos, maquinarias e instalaciones como la altura de las salas de ordeño… que están diseñados para las condiciones físicas de los hombres, lo que incrementa los riesgos para las mujeres, que son más propensas a sufrir dolores de espaldas, lesiones en las articulaciones y problemas crónicos.
- El ruido y las vibraciones de la maquinaria agrícola, a menudo subestimados, representan un riesgo significativo para la salud de las mujeres en el sector agropecuario, afectando desde la audición hasta la salud reproductiva. En granjas de leche, por ejemplo, el ruido del proceso de ordeño puede superar los límites recomendados, afectando especialmente a las mujeres embarazadas, causando problemas auditivos y estrés, con posibles repercusiones en la salud materno-fetal.
- Las mujeres suelen estar más involucradas en tareas que implican un contacto próximo con animales, como el cuidado de ganado, la cría de aves de corral o el manejo de explotaciones ganaderas pequeñas. Esta mayor exposición aumenta el riesgo de sufrir accidentes como mordeduras, picaduras, arañadas, cornadas o coces. Las infecciones transmitidas por animales, como la toxoplasmosis o la brucelosis, pueden tener graves consecuencias para la salud reproductiva de las mujeres, afectando a la fertilidad, al embarazo o a la lactancia.
- Las condiciones ambientales extremas, como el calor, el frío y la humedad o la radiación solar, también pasan factura, causando deshidratación, insolación, hipotermia y otras enfermedades y afecta especialmente las mujeres durante lo embarazo.
- Las largas jornadas laborales, la presión por cumplir plazos, el aislamiento social, la discriminación y la precariedad laboral contribuyen al estrés y la ansiedad, afectando la salud emocional y psicológica de las trabajadoras. Estudios publicados en la Revista Española de Salud Pública (García et al., 2018) indican que las condiciones laborales pueden influir en la salud de las mujeres durante la menopausia, señalando que aquellas con trabajos físicamente demandantes o en contornos de estrés podrían enfrentar una menopausia precoz debido a la disrupción de la función ovárica.
¡¡Es hora de actuar!!
La situación de las mujeres en el sector agropecuario requiere una respuesta urgente. No se trata sólo de implementar medidas preventivas, sino de reconocer sus necesidades específicas cómo trabajadoras. Es una obligación legal reconocer la labor que realizan, así como los riesgos laborales y las enfermedades asociadas, garantizando la protección adecuada y los derechos laborales que les corresponden.
Las mujeres labradoras deben recibir formación continua sobre los riesgos específicos que enfrentan, así como sobre las medidas preventivas y sus derechos laborales
Medidas urgentes para proteger y reconocer su trabajo
- Es fundamental avanzar en estudios sobre los riesgos laborales específicos que afectan a las mujeres labradoras. La creación de sistemas de vigilancia epidemiológica permitiría recoger datos precisos, detectar enfermedades profesionales y mejorar la prevención. Además, es necesario establecer reconocimientos médicos periódicos y específicos, con atención a la salud reproductiva, incluyendo exámenes ginecológicos y de prevención de enfermedades zoonóticas. Esto facilitaría la detección precoz de problemas y permitiría proporcionar el reconocimiento y compensación acomodados.
- Los puestos de trabajo deben ser evaluados y adaptados, especialmente para las mujeres embarazadas o lactantes. Actualmente, obtener una baja por «Riesgo en el embarazo» es un proceso complejo. Simplificar este procedimiento es clave para garantizar la protección de las trabajadoras y sus hijos, asegurando que no estén expuestas a condiciones peligrosas.
- Las instalaciones deben ser adaptadas para facilitar lo manejo seguro de animales y minimizar riesgos, con especial atención al uso de equipos de protección individual (EPIs) adaptados a las características físicas de las mujeres. Elementos como cascos, guantes antivibraciones, protectores auditivos y calzado ergonómico son esenciales para reducir el riesgo de lesiones. Además, el uso de maquinaria más silenciosa y bien mantenida puede ayudar a reducir los efectos nocivos del ruido y las vibraciones.
- El conocimiento es una de las mejores herramientas de prevención. Las mujeres labradoras deben recibir formación continua sobre los riesgos específicos que enfrentan, así como sobre las medidas preventivas y sus derechos laborales, incluyendo información sobre salud reproductiva y lactancia.
- Proporcionar horarios flexibles, permisos de maternidad y paternidad, así como servicios de guardería, es crucial para mejorar la conciliación laboral y familiar. También es importante establecer descansos regulares para evitar la fatiga y el estrés térmico, especialmente en condiciones de calor o frío extremos, garantizando la hidratación idónea.
- Las mujeres labradoras deben contar con programas de apoyo psicosocial, como asesoramiento y grupos de apoyo, que les permitan prevenir y abordar los riesgos psicosociales derivados del aislamiento, la presión laboral o la discriminación.
- Finalmente, promover la igualdad de género en el sector agropecuario es esencial, combatiendo la discriminación y la violencia de género y favoreciendo el empoderamiento de las mujeres en este ámbito.
Proteger a las trabajadoras agrarias debe ser una prioridad ineludible para todos los actores involucrados
Un futuro más justo y seguro
El camino hacia un futuro más justo y seguro en el sector agropecuario gallego pasa necesariamente por el reconocimiento y la valorización del papel fundamental de las mujeres que trabajan en él. Asegurarles condiciones de trabajo dignas y equitativas no sólo es una cuestión de justicia social, sino también una inversión estratégica en el desarrollo sostenible de la agricultura. La protección de la salud y seguridad de las labradoras es un derecho fundamental, y su cumplimiento es responsabilidad compartida entre empleadores, trabajadoras y autoridades.
Es imperativo visibilizar las dificultades que enfrentan y, más aún, actuar decididamente para mejorar sus condiciones laborales. Desde la evaluación y adaptación de riesgos específicos (especialmente para mujeres embarazadas o lactantes), hasta la provisión de Equipaciones de Protección Individual (EPIs) adecuados a la fisonomía femenina, es necesario poner en marcha medidas que prioricen la seguridad y el bienestar de nuestras labradoras. Además, la formación e información continua sobre los riesgos laborales y los derechos de las mujeres, junto con la promoción de políticas de conciliación, son pasos imprescindibles hacia la equidad.
Avanzar en la visibilidad y el reconocimiento legal de estas mujeres no sólo contribuirá a la justicia laboral, sino que también fortalecerá el sector agropecuario en su conjunto, garantizando un contorno de trabajo más seguro y justo para todas. El futuro de la agricultura gallega depende de la salud y el bienestar de los que la hacen posible. Por eso, proteger a las trabajadoras agrarias debe ser una prioridad ineludible para todos los actores involucrados.
¡Es hora de exigir y proteger los derechos de las labradoras, asegurando un mañana más equitativo y sostenible!
çLlevar a cabo una transformación real en la protección de los derechos de las labradoras y una legislación en materia de prevención de riesgos laborales que se adapte a las peculiaridades de nuestro territorio, reconociendo la realidad del trabajo rural en la Galicia, garantizará un futuro más equitativo y sostenible. No llega con cumplir la normativa estatal; conviene que esta sea sensible a las particularidades de un contexto marcado por la dispersión geográfica, el aislamiento y la escasez de recursos.
Las políticas de prevención no pueden seguir siendo diseñadas desde una perspectiva urbana y masculina. Deben ajustarse a las condiciones reales de las mujeres que trabajan en el rural gallego, muchas veces ignoradas a pesar de ser el auténtico motor de las granjas. El reconocimiento de su labor y la adaptación de las normativas a los desafíos que enfrentan es clave para mejorar su calidad de vida y fortalecer el sector en su conjunto.
Asegurar un marco normativo que responda a estas necesidades es una responsabilidad colectiva que no puede ser retrasada.