La bodega Pazo de La Cuesta, situada en la D.O. Ribeira Sacra, en concreto en San Clodio (Ribas de Sil, Lugo) presume de ser la bodega familiar más antigua de Galicia. Así lo connfirman estudios realizados por el CSIC a partir de pergaminos conservados en el Archivo de la Casa de Otero de Quiroga.
Hablamos con Manuel Bellod Álvarez de Lorenzana sobre la historia y situación actual del pazo y de la bodega, quien está apostando por un proyecto de sostenibilidad patrimonial e medioambiental que pretende devolver a la Casa el protagonismo en el mundo del vino que tuvo en el siglo XIX, cuando probablemente fue el primer vino embotellado y etiquetado en Galicia, y uno de los primeros de España.
¿Qué destacarías de la historia de este pazo?
Es un pazo que lleva mi familia desde el siglo XV, algo que sabemos desde hace poco gracias a la investigación del Instituto Padre Sarmiento en la provincia de Lugo, que pertenece al CSIC, hizo de los archivos del pazo. En estos archivos del pazo se descubrió una serie de documentos en los que se atestaba que ya en 1500 y pico se estaba haciendo vino en Pazo de la Cuesta a través de un inventario en el que se reflejan las cubas, cubetas, litros de distintos tipos de vino, aperos que se utilizaban para la agricultura y eso es lo que nos permite decir con autoridad que somos la bodega familiar más antigua de Galicia, y yo soy la 14 generación propietaria de este pazo.
¿Que te motivó a recuperar este patrimonio familiar?
Trabajaba en banca de inversión en EE.UU, llevo fuera de España prácticamente toda mi vida y fue hace unos años que he decidido dejar la carrera de banca de inversión y cuando me pregunto qué hacer me doy cuenta de que tenía algo que siempre estaba ahí pero que nunca me había decidido a hacer y era el devolver a la Viña del Pazo de la Cuesta el prestigio que tuvo antaño. A través de los documentos del archivo se ha descubierto que se exportaba vino a Inglaterra, que ganaba premios en toda clase de exposiciones y en ese momento, estoy hablando hace seis años, coincidía que la viña estaba arrendada a una tercera bodega que se encargaba de cuidar las uvas y llevárselas para hacer su su propio vino mezclado con otras uvas. Decidí no renovar ese contrato e informé al arrendatario de que lo que iba a hacer era relanzar la bodega Pazo de la Cuesta que llevaba dormida más de 100 años.
¿Qué destacarías de la investigación del CSIC sobre el pazo?
Como parte del estudio de investigación de lo que eran las 14 hectáreas de viñedo de Pazo de la Cuesta, tuvimos una gratísima sorpresa y es que nos encontramos con una parte pequeña del viñedo que fue plantada por mi tatarabuelo hace más de 150 años. Se trata de una uva que se llama garnacha tintorera, es una uva francesa, allí se llama alicante bouschet y resulta que mi tatarabuelo se fue a Francia buscando una cepa que fuese resistente al oídio. Entonces oye hablar de la garnacha tintorera, la prueba, le gusta y la importa con la gran suerte de que la planta en una serie de suelos muy cercanos al río Sil, que por su característica de aluvión los hace resistentes al bichito de la filoxera. Entonces cuando la filoxera invade Galicia y el resto de Europa, tuvimos la gran suerte de que estas cepas sobrevivieron. Ahora estamos haciendo vino que en el siglo XIX se comercializaba como el Burdeos español, un poco reflejando el origen de la cepa comprada en Francia. Ahora lo estamos comercializando con mucho éxito a pesar de ser una edición muy limitada, como garnacha tintorera prefiloxérica.
Otra de las cosas muy interesantes que encontramos gracias a la investigación del CSIC es que en el Pazo en el siglo XIX trabajaban más de 200 personas. Era una auténtica finca de producción agrícola. Se comercializaba y se explotaba trigo, maíz, cera, miel, por supuesto uva, vino y muchísimas frutas. Si os dais una vuelta por la finca veréis que hay manzanos, perales, cerezos, castaños, almendros… Cuando la bodega deja de comercializar su vino, que fue en la guerra civil, hubo un cierto estado de abandono de la viña y una serie de construcciones que daban apoyo a esa labor tan importante agrícola del siglo XIX pues poco a poco se van deteriorando, los tejados se caen, los muros se derriban… Lo que me encuentro es con la decisión de qué hago con todas esas construcciones en ruinas, porque lo que no tenía mucho sentido era restaurarlas todas.
De todas las ruinas que había hubo dos que clarísimamente merecían la pena. Una es una bodega que luego podréis visitar, que entiendo que es la bodega más grande de toda Galicia, que pertenece a un pazo en cuanto a extensión. Es enorme y está totalmente enterrada. De hecho se llamaba A Coba (La Cueva). ¿Qué mejor sitio para envejecer nuestros vinos en barrica que la bodega que lleva haciéndolo desde el siglo XVI?
Al estar totalmente enterrada y comida por la vegetación nadie en mi familia viva conocía y sabía el enorme tamaño de la bodega. Cuando nos ponemos a limpiar con vistas a ver qué restauramos y qué no restauramos, nos encontramos con este edificio que es una verdadera joya. El otro edificio fue un horno de pan para dar de comer a tanta gente, entre otras cosas, había que hacer pan y no teníamos ni idea que existía porque estaba también cubierto por la maleza. Estimamos que tendrá unos 400 años.
El proyecto enológico
Para conocer más sobre la situación y características de este vino, hablamos con el enólogo responsable desde hace poco más de un año, Luis Buitrón, que también es presidente de la Federación Española de Enólogos. Su labor, junto con la del director técnico, Carlos Suárez, es decisiva para lo presente el futuro de los vinos de Pazo de La Cuesta.
¿Cómo definirías el proyecto enológico de Pazo de la Cuesta?
Como un proyecto muy ilusionante, en el que estamos uniendo la tradición, toda la historia que tiene la finca y la bodega (hay que tener en cuenta que es la bodega más antigua de Galicia), certificada en 1608 pero ya hay antecedentes en el siglo XV de que ya había viñedo, con un futuro muy esperanzador. Estamos hablando de 14 hectáreas de viñedo que podemos definir perfectamente como un pago, en el que las tenemos perfectamente estructurada en las diferentes variedades.
¿Cuáles son las variedades de uva que podemos encontrar y cómo van a definir el futuro de la bodega?
En blancas tenemos godello, treixadura y loureira, y en tintas mencía, garnacha tintorera (que son centenarias y prefiloxéricas), brancellao, sousón y caíño.
¿Qué objetivos os habéis marcado a corto y medio plazo para convertir al pazo en un referente?
Explotar todo el potencial vitivinícola que tenemos con las fincas. Aunque estamos en la Ribeira Sacra y es una zona de valle, tenemos unos terrenos espectaculares, con una orientación norte, y tal como está evolucionando la climatología, nos está favoreciendo un montón para tener una buena maduración de las uvas. Si a eso juntamos que el viñedo está aquí y tiene estas condiciones, en esta bodega es donde algunas uvas van a tener su reposo en barrica, y si juntas todas esas cuestiones, nos hace diferentes al resto de las bodegas, por las peculiaridades que os comento.
¿Qué puede aportar esta bodega tan singular, y qué características tiene?
La singularidad de esta bodega y su aporte a los vinos es fundamental. Si diseñas una bodega nueva, tienes que tener en cuenta parámetros muy importantes como la humedad, la sonoridad, el estancamiento… Y aquí lo tienes todo perfectamente. Antiguamente la gente hacía las cosas muy bien, aquí el control de temperatura, de humedad relativa, sonido.. Está perfectamente aislada, la bodega está 3-4 metros enterrada y hace que se autorregule ella sola, eso, unido a la historia, a la tradición de tantos años… Es una nota diferenciadora. Aquí lo que hemos intentado compensar es la tecnología con la historia, el vanguardismo con la tradición.