En la parroquia de Pacios, en el concello de Baralla, queda una de las pocas explotaciones lecheras punteras que sobrevive en la comarca de los Ancares. Dos hermanos, José Manuel y Marcos, están al frente de esta SAT familiar con visión empresarial. José Manuel acabó ingeniería industrial en el año 2002 y se incorporó a la granja de sus padres. Con la explotación acabada de hacer, a su padre le dio un infarto y eso lo obligó a replantearse su vida laboral. «Mi madre no podía seguir sola, era cerrar o coger esto, había que tomar una decisión. Así que dejé el trabajo y pasé de cobrar 2.000 euros al mes a solo 500, pero siempre tuve las cosas muy claras y salimos adelante», cuenta.
Su hermano Marcos, que estudió mecánica, también se unió al proyecto y entre los dos le imprimieron una mentalidad diferente: «Nosotros pensamos como empresarios desde el primer momento y hoy viven 5 familias de esto», destaca José Manuel. «Yo no me sentía cómodo trabajando para otro. Para mí este es uno de los mejores sectores que hay para trabajar y casi la única alternativa para una zona de montaña como esta», añade. Después de 16 años, José Manuel hace balance: «al principio con mucho trabajo, pero logramos tener hoy una explotación con unas bases muy sólidas que la hacen rentable».
«Este es uno de los mejores sectores que hay para trabajar y casi el único en una zona de montaña como esta», valoran
Con esa filosofía empresarial, en sólo dos décadas esta SAT multiplicó por 10 el número de cabezas. En el año 1997 la explotación familiar cambió sus 35 vacas a la actual ubicación de la granja, donde hoy por hoy cuentan con 380 cabezas, de las que 193 son vacas en ordeño. Marcos y José Manuel hicieron en el año 2004 la primera ampliación, tres años después la segunda, con la construcción de una sala nueva 10×2 de ordeño trasero, y en el año 2010 la última. No piensan crecer, porque «la tranquilidad también vale mucho», afirman.
En el 2017, esta explotación ubicada en el lugar de Macelle cerró el año con una producción de 13.663 litros por vaca, 400 litros más de promedio por animal con respecto al año anterior, con 3,26% de grasa y 3,37% de proteína.
«Es el resultado del trabajo de muchos años de genética, manejo, comodidad de los animales y dedicación», resume José Manuel. Él es de los que le gusta mucho viajar y conocer qué se está haciendo en el sector lechero en otras latitudes y, desde ese conocimiento, afirma que «siempre queda margen de mejora, pero tal como se trabaja hoy en muchas granjas gallegas no tenemos nada que envidiarle a otros países en muchos aspectos».
270.000 euros de multa en la última supertasa
Pero el camino hasta aquí no fue fácil. En el último año de vigencia del sistema de cuotas recibieron un palo importante: «tuvimos que pagar injustamente 270.000 euros en la última supertasa», explica José Manuel, que afirma: «la Administración fue la única que no nos ayudó porque lo que nos dio por un lado nos lo quitó por el otro».
Además de la multa ponen más ejemplos: «pedimos 2 o 3 planes de mejora en este tiempo y nos los denegaron todos y pedimos la ayuda para mejora de infraestructuras frente a la sequía que exige tener las obras hechas en 6 meses, cuando la Confederación Hidrográfica tarda tres años en darte licencia», aclara.
Herbón Núñez produce unos 8.000 litros diarios, es decir, 3 millones de litros anuales. La explotación ha firmado un contrato con Mercadona que incluye un volumen total de entrega de 2,5 millones de litros, así que el resto de la producción se la venden a terceros compradores. José Manuel defiende el acuerdo con la cadena de supermercados levantina: «tenemos un gran contrato que nos da tranquilidad, cuando fue la bajada de precio y la leche estaba a 28 céntimos nosotros firmamos un contrato lineal de un año a 31,5 céntimos», explica. Este año están cobrando la leche a 34 céntimos más calidades.
Dos ordeños
Además de José Manuel y de Marcos, en SAT Herbón Núñez trabajan tres empleados de forma permanente. La necesidad de mano de obra y la dificultad para encontrar personal cualificado es uno de los principales problemas a los que se enfrenta esta explotación, al igual que otras muchas en Galicia. «Pagamos salarios muy aceptables y tenemos un horario normal, con un turno de 6 de la mañana a dos de la tarde y otro de tres de la tarde la 11 de la noche, pero aun así no resulta fácil encontrar. Nosotros siempre cogemos gente experimentada, preferimos pagar un poco más pero no tener que formar nosotros al trabajador y echar meses explicándole el funcionamiento», cuenta José Manuel.
En esta explotación se siguen unos protocolos estrictos porque «vas más rápido y si hay un fallo es más fácil saber dónde se produjo», consideran. A pesar de a su tamaño, la granja es de las que se resiste a realizar tres ordeños o a recurrir a alternativas como los robots para el ordeño. «Mantenemos los dos ordeños porque pensamos que pasar a tres es vivir con el animal y estar todo el día pendiente de las vacas», explica. «Eso nos haría depender mucho más de la mano de obra externa, que es muy difícil de encontrar», afirma José Manuel.
De hecho, asegura que «el mayor problema al que se enfrentan la mayoría de las explotaciones a día de hoy es encontrar personal formado; por eso la gente recurre a los robots, pero a mi modo de ver eso es una atadura las 24 horas del día y los 365 días del año». «Pienso que los robots y los tres ordeños diarios no ayudan a la calidad de vida del ganadero, sino al revés», razona.
Comodidad de los animales
En esta explotación de Baralla miman mucho la comodidad de los animales, lo que los obliga a un esfuerzo extra toda vez que la capacidad de la granja está claramente sobrepasada. «Tenemos una superpoblación del 40%, con 50 cubículos de menos», explica. Al estar en estas condiciones y para reducir el estrés por calor de los animales en los meses del verano, les tienen instalados ventiladores en el techo. Son de origen italiano, de más potencia y menor emisión de ruido, y José Manuel los vio en una granja en Israel. «Me gusta mucho viajar y ver cómo se trabaja en otros lados, ves cosas que valen para copiar y otras que no», dice.
Otro de los aspectos que influye en la comodidad del animal es la cama, que en este caso es de colchoneta de látex con capa de serrín por arriba para secar la humedad. «Para las vacas no hay nada mejor que la arena, pero supone más coste y más complicaciones. Acabamos de hacer una balsa para purín de 7.000 euros, pero si hubiésemos usado arena tendríamos que hacerla de cemento y nos costaba 50.000 euros», argumenta. Rehacen la cama 2 veces al día y no echan cal. «Le hacía bien para corregir la acidez de la madera en el purín», considera sin embargo José Manuel.
La comodidad influye tanto en la producción como en la longevidad de los animales. Entre las 20 mejores vacas por producción de Galicia el año pasado se situaron dos de Herbón Núñez, García Planet Sebastiana y García Shottle Nuka, con 20.570 y 19.960 kilos de leche respectivamente, y el incremento en la duración de los animales le permite a esta explotación que vacas como García Blitz Rosanne, García Marion María o García Income Lula hayan logrado el pasado año superar los 100.000 kilos producidos tras 7 lactaciones, en concreto, 151.464, 114.140 y 104.586 kilos.
Amamantadora para acelerar el crecimiento de las becerras
Herbón Núñez ha introducido una amamantadora para aumentar la ingesta de leche en las becerras y lograr así un crecimiento más acelerado para obtener animales más desarrollados físicamente tanto a la hora de la inseminación como del parto, que se produce antes de los dos años, normalmente entre los 21 y 22 meses.
En cuanto nacen, las becerras están los primeros 8 días con calostro y con 5 litros de leche de vaca. Al final de la segunda semana pasan a mamar 7 litros de leche en polvo, con una concentración de 165 gramos por litro, y a partir de los 15 días les van incrementando progresivamente la cantidad ingerida desde los 7 hasta los 8 litros, que mantienen hasta que cumplen 59 días de vida.
A partir de ese momento van bajándoles la leche hasta su retirada a los 75 días desde el nacimiento. Al final del periodo de lactación, a los dos meses y medio de vida, una becerra habrá ingerido 1,320 kilos de leche diarios, alcanzando una ganancia de peso promedio de 0,8 kilos por día, según los datos de un estudio hecho en la propia explotación consistente en pesar las becerras todos los días durante dos años.
El mismo criterio aplican al suministro de concentrado a la recría. En esta granja una novilla hasta el momento del destete come 72 kilos de materia seca, equivalentes a 2 sacos y medio, cuando lo normal en otras explotaciones está en solo 1 saco. De este modo los animales alcanzan entre 100 y 110 kilos de peso al destete, logrando así acelerar su crecimiento posterior.
«Tenemos animales de 11 meses que podríamos inseminar, pero vamos inseminando según las necesidades de la ganadería, normalmente entre los 13 y los 14 meses», explica José Manuel. Este crecimiento acelerado tiene repercusiones sobre la producción en el primer parto. De este modo, esta explotación de Baralla logra primerizas como García Gabor Maika 9901, que el pasado año alcanzó una producción de 15.818 kilos de leche, con 2,31% de grasa y 2,74% de proteína.
Semen americano
Hace 8 años que emplean únicamente semen americano. «El 100% es genética importada de EEUU. Nos dimos de cuenta de que había gran diferencia en producción y durabilidad de los animales con respecto al semen producido aquí. En nuestra explotación, la diferencia está en entre 3 y 4 litros de leche por vaca y día», asegura José Manuel.
Herbón Núñez selecciona toros altos en leche pero que no resten en patas y vida productiva. Llevan varios años con material genómico y recrían toda cuanta ternera nace en la explotación. «Seleccionamos 2 o como mucho 3 toros al año y se los ponemos a todas las vacas, sin distinción de ningún tipo porque todos los animales que tenemos sirven para criar», dice.
Sin embargo, ya genotiparon medio centenar de novillas y van a continuar hasta completarle las pruebas a la totalidad de los animales de la explotación. «Queremos poder seleccionar para poder poner semen sexado a aquellas becerras que transmiten mejor los rasgos genéticos y productivos y al resto ponerles carne, aunque vemos que la vaca frisona sufre poniéndole carne, eso es lo que nos echa un poco para atrás», reconoce José Manuel.
Al decidir estancar la granja en el número de cabezas actuales, el año pasado vendieron 22 novillas que les sobraron después de cubrir la tasa de reposición de la explotación. Sin embargo, José Manuel argumenta que «no es rentable vender recría, lo que da es producir leche».
Calidad del ensilado
La calidad del silo es un aspecto central al que le prestan especial atención en esta granja. Siembran alrededor de 45 hectáreas de maíz en tierras que están a 700 metros de altitud sobre el nivel del mar. A este condicionante hay que añadirle el problema de los jabalís, que incrementa notablemente el coste del cultivo. «Tuvimos que cerrar las fincas para reducir los ataques, pero una cosa es cerrar y otra cosa es el mantenimiento del cierre», precisa. El cierre perimetral con estacas de acacia y malla les supuso un importante gasto adicional al sembrado y abonado de las tierras.
Herbón Núñez casi no tiene maquinaria (tan solo un tractor, una cisterna, un carro mezclador y una segadora rotativa) y contrata todos los trabajos excepto sacar el purín. Además de las 45 hectáreas en las que echan maíz, disponen de otras 20 en las que no hacen rotación y que mantienen todo el año a hierba. Aun así, no logran cubrir las necesidades de alimentación de la explotación y tenían que comprar entre 700 y 800 toneladas de maíz cada año, aunque desde hace dos años cambiaron el tipo de forrajes que compran. «Por costes nos metimos a silo de pulpa de remolacha y nos está yendo bien», explica. Ahorran con respecto al maíz dos céntimos por kilo.
La ración final diaria está formada por 10 kilos de pulpa de remolacha, 25 kilos de silo de maíz, 9 de silo de hierba y 13 de concentrado. Para José Manuel, la calidad y el mantenimiento de los silos una vez abiertos es fundamental para la producción. «Abrir bien el silo y mantenerlo sin hongos es importante», dice. Para eso hacen gran hincapié en el pisado y compactación del silo, así como en el tapado, para lo cual emplean hasta 4 lonas. «Estamos logrando muy buena calidad de silo sin necesidad de echar enzimas ni ninguno otro tipo de producto químico porque hicimos un estudio con enzimas hace dos años y los resultados no fueron convincentes», argumenta.
Gracias a este cuidado especial con el ensilado y el mantenimiento de los frentes del silo una vez abierto no tienen pérdidas importantes (no descartan más de 1.000 kilos de silo al año). «Y al minimizar las pérdidas, ya sabes que aumentas las ganancias», remarca José Manuel. Otra vez visión empresarial.