“Cada 10 años la cuesta de Oia arde, es una constante. En los últimos años nosotros hemos logrado escapar al fuego, incluso nos salvamos de la ola de incendios del 2017, porque tuvimos mucha suerte y quedamos un poco en medio”, cuenta Natividad González, la presidenta de la CMVMC de la parroquia de Pinzás, en Tomiño, donde en los últimos años han puesto en marcha un ambicioso programa de pastoreo con ganado en el monte vecinal.
Aunque los terrenos de la Comunidad de Montes, situados entre Tomiño, Baiona y Gondomar, se libraron casi milagrosamente de la ola de incendios que en otoño de 2017 cercó la ciudad de Vigo, los vecinos de Pinzás estaban acostumbrados a ver el fuego cerca de sus casas. Por eso quisieron ponerle remedio.
Contamos con 532 ha en un solo monte denominado Cereixo, dedicadas a usos forestales, ganaderos y recreativos
“La idea de recuperar el pastoreo surgió en el año 2015 a raíz de una conversación entre los comuneros”, explica Francisco Javier López, secretario de la Comunidad de Montes. La nueva directiva se puso a trabajar en el proyecto, aunque los animales no comenzaron a llegar a Pinzás hasta tres años después, en el 2018.
Producción de madera
La Comunidad de Montes Vecinales en Mano Común de Pinzás está formada por 52 vecinos comuneros. La extensión total es de 530 hectáreas de monte, que se reparten entre producción de madera y pastizales recuperados.
“La actividad forestal constituye una de nuestras actividades principales. Contamos en nuestro monte con zonas dedicadas a la producción de madera, principalmente pino, y otras zonas con carácter protector en las que hay frondosas autóctonas, como robles”, explican.
En la zona de donde nos viene habitualmente el fuego teníamos eucaliptos, pero los hemos cortado y ahora vamos a plantar castaños
“En la zona de donde nos viene habitualmente el fuego teníamos eucaliptos, pero los hemos cortado y ahora vamos a plantar castaños en una superficie de unas 11 hectáreas para mantener un poco el monte protegido del fuego”, añaden.
A mayores, la nueva directiva de la CMVMC de Pinzás quiso diversificar los usos del monte, añadiendo al aprovechamiento maderero el agroganadero, así como la vertiente social, patrimonial y ecosistémica.
“La ganadería incrementa la rentabilidad del monte, crea empleo y ayuda a prevenir incendios”, destacan Nati y Fran, que contaron su experiencia en las últimas jornadas organizadas por la Sociedad Gallega de Pastos y Forrajes.
Recuperar la actividad ganadera tradicional
“Teníamos 120 ha de monte raso que eran antiguos pastizales que habían hecho en los años 80 la Comunidad de Montes y los vecinos. Se habían hecho para el ganado que había en las casas pero al ir dejando de haber ganado se habían ido abandonando y solo estaban aprovechados por caballos salvajes, que eran los que mantenían un poco a raya el matorral”, explica Fran.
“Con todo, en las zonas donde no había animales la vegetación crecía muy rápido, así que cuando entramos en la directiva de la Comunidad de Montes en el 2015 empezamos a pensar qué hacer con esas 120 hectáreas”, recuerda.
La idea de recuperar el pastoreo surgió en el año 2015 a raíz de una conversación entre los comuneros
Después de visitar varias explotaciones en la provincia de Ourense se decantaron por la introducción de animales de raza vianesa, por tratarse de una raza autóctona que podía adaptarse bien a las características del monte de Pinzás.
“Nuestro monte se encuentra entre la Sierra da Groba y la Sierra de O Galiñeiro, a una altitud media de unos 380 metros sobre el nivel del mar y rodea casi por completo el núcleo de casas de la parroquia. En general, nuestros terrenos no cuentan con grandes pendientes, y el punto más alto es el Alto das Pozas, situado a 600 metros sobre el nivel del mar”, detallan.
Apuesta por la raza vianesa
En 2018 llegaron las primeras novillas de raza vianesa a Pinzás. Pero fue un momento crítico, reconocen, ya que “cuando llegaron las vacas pasto no teníamos, solo teníamos monte raso”, recuerdan.
Hasta que trajeron las vacas vianesas había caballos salvajes que eran los que mantenían a raya el matorral
Fue entonces cuando se decidieron a crear pastizales y recuperar aquellos que estaban abandonados, una labor en la que contaron con la ayuda y el asesoramiento técnico del CIAM de Mabegondo. “Si no hubiese sido por la ayuda del CIAM no habríamos salido adelante”, asegura Nati.
51 hectáreas y 60 animales
En 2020 empezaron a hacer las praderas. “El GDR nos hizo 4 hectáreas de cierre y la plantación. Necesitábamos también una nave para guardar el tractor y los aperos de la Comunidad de Montes, que hicimos también con ayuda del Plan Leader”, cuenta Fran.
Se demuestra que el monte puede ser pradera, porque teníamos zonas pedregosas e incluso una que había sido aeródromo, con pista de graba, donde la hierba se está implantando bien
Al año siguiente, los vecinos de Pinzás pidieron otra subvención de la Consellería de Medio Rural, dentro del Plan de Pastos del 2021, para hacer 31 hectáreas más. “Es lo que nos permite sacar adelante a los animales, porque es una zona sin tradición ganadera donde no es fácil comprar forraje. Tendríamos que ir a Lugo o a Ourense y nos saldría carísimo”, argumenta Nati.
Cebo de los terneros para venta directa
Además de la recuperación de los pastizales, la realización de cierres e instalación de bebederos, colocaron un túnel de lona donde ceban a los terneros. “Cebamos dos meses, los sacrificamos entre 1 año y 14 meses con unos 200 kilos. Separamos a los machos para ir al matadero y a las hembras, que las recriamos y las vendemos para vida”, detallan.
La carne que producimos la repartimos entre los comuneros y el resto la vendemos a particulares
“Para la venta de carne estamos en la zona ideal, porque es una zona de mucho consumo pero al mismo tiempo también es una zona donde se está produciendo abandono del rural. La carne que producimos la repartimos primero entre los comuneros y el resto hacemos venta directa a particulares, pero nos está costando bastante porque aún no nos hemos dado mucho a conocer”, admiten.
Crear empleo
La puesta en valor del monte es una manera también de generar empleo, ya que la CMVMC de Pinzás tiene personas contratadas para el cuidado del ganado y del monte. “Tenemos dos trabajadores que hacen trabajos forestales de podas y desbroces y que atienden también el ganado”, explica Fran.
Tienen el Plan Forestal del Monte hecho del año pasado, donde pidieron el cambio de uso y delimitaron las zonas de pasto
La recuperación de la tradición ganadera de la parroquia, el cuidado medioambiental del territorio y la educación y sensibilización de la población son los objetivos que persiguen con este proyecto integral que apuesta por la multifuncionalidad del monte.
Uso de nuevas tecnologías
Otra de las bases del proyecto es el empleo de nuevas tecnologías que contribuyan a facilitar la gestión del monte y a divulgar la importancia de su cuidado. En este campo, los comuneros de Pinzás cuentan con soluciones tecnológicas de apoyo al manejo del ganado, como dispositivos de localización GPS que trasladan también alertas sobre su actividad que ayudan a detectar celos o partos y a interpretar el estado sanitario de los animales.
“Tenemos collares, que nos ayudan bastante con el ganado. Cuando tenemos a las vacas perdidas por el monte si no fuese por los collares no sabríamos donde están. Con los collares la verdad es que es una maravilla”, asegura Fran.
Proyecto didáctico ‘As Vaquiñas de Pinzás’
En el año 2020 el Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural, en el programa de desarrollo Rural 2014-2020 le concedió a la CMVMC de Pinzás una subvención para su proyecto As Vaquiñas de Pinzás.
Además de la construcción de la nave agrícola para la maquinaria, las praderas para las vacas, las instalaciones para cebar a los terneros y la colocación de los dispositivos de seguimiento del ganado por GPS, también se instaló una estación meteorológica y se habilitó un aula de interpretación para divulgación entre los niños y niñas de los centros de enseñanza y entre la población en general.
La inversión total, incluido el proyecto productivo y la parte divulgativa, fue de 180.000 euros
El aula de interpretación centraliza la dimensión educativa del proyecto de la Comunidad de Montes. Se trata de un espacio interactivo anexo a la nave de maquinaria y que dispone de unidades didácticas sobre el entorno, el propio proyecto y la importancia del cuidado del monte; con temáticas que van desde el papel de las CMVMC, los usos tradicionales del monte en Galicia, la ganadería extensiva, las razas autóctonas en peligro de extinción, las causas y consecuencias de los incendios forestales o la biodiversidad y los servicios ecosistémicos asociados a la presencia del ganado en el monte.
“Son montes de características graníticas, distintos a los que habitualmente se destinan a producción ganadera en Galicia”
Juan Valladares, ingeniero agrónomo e investigador del CIAM, fue quien dirigió la recuperación de los pastos de Pinzás. “Lo que había era pinos y eucaliptos en las zonas forestales y matorral en las partes altas, en las que decidimos localizar tres parcelas”, explica. La estrategia seguida en ellas fue distinta, en función de sus características.
Se trata de una zona de valor ambiental, que está muy cerca del Monte Aloia, el primer parque natural que se declaró en Galicia
“En las parcelas que podían ser laboreadas hicimos laboreo convencional con siembra, que no se pudo hacer en otoño y se hizo en primavera, por lo que falló y hubo que hacer una resiembra en el otoño siguiente, mientras que en las zonas con peñascos se hizo mínimo laboreo o siembra directa”, detalla.
Mezcla de tréboles y gramíneas
La dificultad para encontrar maquinaria en la zona (gradas pesadas, sembradoras y abonadoras), por no ser zona de tradición agroganadera, provocó retrasos en la siembra inicial prevista en otoño. “Cuando conseguimos la maquinaria ya había comenzado a llover y no pudimos entrar en las parcelas hasta la primavera y sabíamos que las siembras de primaveira difícilmente se instalan porque los tréboles cuando se comienzan a implantar tienen mucha competencia de adventicias y luego llega el verano y las sequía cuando el trébol aún se está comenzando a implantar”, razona Juan.
El objetivo era implantar una pradera con tréboles anuales mezclados con tréboles perennes. “Lo que había era helechos. Las vacas vianesas andaban por allí y pastoreaban lo que encontraban”, indica.
Para conseguir que el trébol anual funcione como un trébol perenne hay que dejarlo ir a semilla, por lo que no se puede pastorear hasta el mes de agosto
Las semillas escogidas eran una mezcla mitad y mitad de tréboles y gramíneas. “Metimos una batería de gramíneas, con festuca y datilo, porque no sabíamos cuáles se iban a implantar mejor, ya que era una zona desconocida para nosotros”, reconoce Juan. “El raigrás está funcionando muy bien pero a la festuca le está costando”, admite.
Los tréboles eran también al 50% tréboles anuales pero con la intención de que se convirtiesen en tréboles plurianuales. “Para conseguir que el trébol anual funcione como un trébol perenne hay que dejarlo ir a semilla, porque esa semilla germina después de manera gradual durante varios años. Por eso, cuando se siembra trébol en una pradera hay que esperar a agosto para pastorear para que caiga semilla viable”, explica el investigador del CIAM.
Encalado y fertilización
La zona tiene un clima de características atlánticas, que se adapta a tener pasto en cuanto a temperaturas y lluvias. Pero otra cosa es el suelo. “Son montes de características graníticas, distintos a los que habitualmente se destinan a la producción ganadera en Galicia, muy altos en la saturación de aluminio y con un pH de 5. Había que encalar de manera intensiva y aportar fertilización fósforo-potásica”, explica Juan.
El ganado hace una labor de esparcimiento de las semillas que es importante
Por las dificultades para encontrar maquinaria en la zona, finalmente la siembra se hizo a comienzos de marzo de 2020, pero por culpa de la sequía de agosto y de la competencia de las adventicias (el hecho de encalar y abonar hizo que las adventicias, mejor adaptadas a la zona y al terreno, se desarrollaron mejor), la pradera sembrada en primavera no prosperó y hubo que resembrar en otoño.
“No aplicamos nitrógeno, porque la idea es que sean los tréboles los que aporten el nitrógeno necesario. La idea de la Comunidad de Montes de Pinzás era ir a producción ecológica y en esa zona no es fácil conseguir estiércol y purín. Por eso nuestra idea era que las praderas fuesen autosuficientes en nitrógeno”, argumenta. Se mejora lentamente, por lo que hay que seguir introduciendo semilla durante varios años para ir instalando la pradera que nos interesa”, concluye.