Plan de vigilancia y control del BVD en Galicia

Un artículo de Carmen Calvo Santalla, veterinaria investigadora del Centro de Investigaciones Agrarias de Mabegondo. Con un criterio profesional e independiente aborda la situación actual de la Diarrea Vírica Bovina en Galicia.

Plan de vigilancia y control del BVD en Galicia

La Diarrea Vírica Bovina es una enfermedad que afecta a rumiantes y que está causada por un virus perteneciente al género de los Pestivirus. Dentro de esta familia están otros virus de importancia sanitaria, como es el caso del de la Peste Porcina Clásica, o el de la Enfermedad de la Frontera.

El virus de la BVD consta de dos genotipos denominados simplemente como 1 y 2 dentro de los cuales existe una gran variabilidad genética. En estos genotipos, y teniendo en cuenta si son capaces de provocar cambios o no en cultivo celular, se pueden dividir a su vez en biotipos citopáticos y no citopáticos. Las cepas que con mayor frecuencia circulan en la naturaleza son las no citopáticas. Las cepas citopáticas se asocian a la presencia de la enfermedad de las mucosas en animales persistentemente infectados (PI).

Recientemente se ha descrito un pestivirus “atípico”, llamado virus “HoBi-like”, aunque algunos autores ya lo denominan como BVD tipo 3, y que también es capaz de causar síntomas como los de la BVD (Decaro y colaboradores, 2011).

La BVD se presenta bajo muchas formas, que puede ir desde un cuadro subclínico en el que no se aprecia sintomatología hasta formas que cursen con diarreas, síntomas respiratorios y agravarse hasta provocar la muerte del animal. Los síntomas que más se asocian a la enfermedad son la diarrea, la infertilidad y los abortos, aunque hay otros como malformaciones, signos respiratorios, muertes embrionarias tempranas y disminución de la producción de leche (Donate, 2014).

La BVD es una infección que causa inmunosupresión, ya que provoca una disminución de los glóbulos blancos, afectando a la función de los neutrófilos, monocitos y macrófagos (Ridpath, 2013). Este fenómeno, denominado leucopenia, ocurre de 3 a 12 días de iniciarse la infección en muchos animales con un proceso agudo; y su gravedad depende de la cepa del virus (Ridpath y colaboradores; 2000, Bolin y colaboradore, 1992; Kelling y colaboradores, 2002).

La forma aguda de la enfermedad puede durar alrededor de unos quince días, en los que el animal disemina los virus de la BVD, pero en una cantidad menor que los animales persistentemente infectados.

Un animal persistentemente infectado (PI) es aquel que se infecta en el útero materno con una cepa no citopática de BVD. Para que aparezcan este tipo de animales la infección tiene que ocurrir durante el primer trimestre de gestación, y son animales que liberan gran cantidad de virus en sus excreciones durante toda su vida, con lo que diseminan la enfermedad de una forma mucho más efectiva que los animales con una infección transitoria (Liebler y colaboradores, 2004)

Pueden ser reses que nazcan débiles, con menores índices de crecimiento que sus compañeros y que tengan una tasa de supervivencia menor, pero también pueden tener un aspecto normal, e incluso llegar a la edad adulta y reproducirse. Es importante destacar que el descendiente de un animal PI también es PI.

Si la infección es posterior al día 150 de gestación, pueden aparecer abortos, malformaciones,… Si el feto se infecta durante el último trimestre de gestación, su sistema inmune ya es capaz de responder a la presencia del virus y puede nacer con anticuerpos (Brown y colaboradores, 1979 en Brownlie, 1990).

Además de la propia enfermedad que causa, el virus de la BVD integra el complejo respiratorio bovino. Al ser un agente inmunosupresor, favorece la acción de otros patógenos como Pasteurella, Herpes Bovino 1 (IBR), Mycoplasmas,… que intervienen en la aparición de otros procesos respiratorios (Rivera, 1993) y los agravan (Brownlie, 1990)

Medidas de lucha contra la enfermedad

Es importante tener en cuenta que para luchar contra esta enfermedad, un programa eficaz es aquel basado en unas medidas de bioseguridad estrictas combinada con la eliminación, en el menor tiempo posible, de los animales PI y la realización de controles sanitarios periódicos en el rebaño.

Eliminación de los animales PI

La principal medida de lucha para disminuir la incidencia y prevalencia de la enfermedad es la detección y eliminación de animales PI. Un animal se considera PI cuando tiene dos pruebas de detección de virus positivas separadas al menos tres semanas (OIE, 2015). Estos animales son inmunotolerantes al virus de la BVD que los infectó, es decir, su sistema inmune no lo reconoce como algo ajeno al organismo.

Numerosos autores hacen referencia a que la mayoría de estos animales nacen débiles y mueren de forma prematura; sin embargo, dentro del programa de vigilancia de las ADSG hemos podido comprobar que de todos los PI detectados entre el 2007 y el 2015, un porcentaje próximo al 16% de los PI superaban los 22 meses de edad y algunos eran capaces de reproducirse. De esto se deduce la importancia de un programa sanitario que actúe buscando de forma sistemática este tipo de animales en explotaciones dónde se detecta la enfermedad.

Control entre rebaños y dentro del rebaño

Aunque el virus puede resistir durante cortos periodos de tiempo en el medio ambiente, una de las formas principales de contagio es el contacto estrecho entre los animales.

Las situaciones que favorecen el contagio entre rebaños son que compartan abrevaderos o caminos de acceso a fincas, algo bastante habitual en Galicia; que compartan pastizales, como es el caso del aprovechamiento del monte; o que compartan el pasto con otras especies domésticas (ovejas y cabras). Actualmente también se está estudiando el papel que puede ejercer la fauna silvestre en la epidemiología de la enfermedad.

Otro factor de riesgo puede ser el que entre explotaciones se rote el uso de distintos equipamientos. Estas situaciones pueden favorecen la difusión de la enfermedad dentro de un área, y son muy difíciles de controlar, de ahí que sería importante que los programas pudiesen extenderse al menos a las explotaciones presentes en las zonas dónde se detecta la BVD.

El tipo de producción también es importante en la epidemiología de la enfermedad. En diversos estudios realizados por Gates y colaboradores (2013), Mars y colaboradores (1999), Niskaken y Lindberg (2003) y Ersboll y colaboradores (2010) se hace referencia a que las explotaciones de leche están más expuestas a una infección al ser más intensivas, a que suelen estar más próximas unas a otras y tienen más movimientos de personas y vehículos.

A nivel de explotación, aspectos ayudan a luchar contra la BVD son los vados sanitarios y el control de entradas a la explotación tanto de personas como de vehículos. Los vehículos, sobre todo los de transporte de ganado, deben cumplir los requisitos de limpieza y desinfección.

Otras actuaciones que contribuyen a controlar el estado sanitario del rebaño son: separar los animales por edades o lotes de producción, mantener un estado adecuado de limpieza y desinfección de las instalaciones, y todas aquellas encaminadas a reducir el stress, mejorando el bienestar animal y por tanto, el sistema inmunitario del animal.

Control de movimientos de entrada y salida

A pesar de que los animales PI son los más importantes a la hora de diseminar la enfermedad, la vía de entrada más común en rebaños indemnes es la incorporación de animales con infección transitoria. Una vez incorporado un animal enfermo, debido al movimiento constante del ganado dentro de la granja y al cambio de animales entre grupos, el virus puede mantenerse durante tiempo circulando en la explotación (Brock, 2003).

Las analíticas en origen son la mejor herramienta que tenemos en este caso. Los animales a la entrada en la explotación deberían estar en un lugar apartado. La duración mínima de la cuarentena debería ser equivalente a la duración de la infección transitoria (unas 3 semanas).

A pesar de tener los datos de analíticas en origen, si el transporte es prolongado o implica el paso por explotaciones intermedias, también estarían indicadas las analíticas en destino, con una cuarentena apropiada.
En el caso de la incorporación de animales preñados con serología positiva habría que extremar la vigilancia ya que podría darse el caso de que fuese un animal “troyano”, es decir que portase un feto PI. Lanyon y colaboradores (2014) publicaron que estas vacas pueden tener títulos altos de anticuerpos al estar continuamente en contacto con el virus. Otros investigadores (Brownlie en 1998, Lindberg y Alenius en 1999) encontraron que los títulos de anticuerpos en la segunda mitad de gestación eran mayores en estos animales que en vacas seropositivas que estuviesen preñadas de fetos normales. Aún así, la única medida eficaz para prevenir riesgos, una vez que ya tenemos el animal en la granja, es mantener el animal preñado aislado del resto hasta el parto y realizar las analíticas pertinentes al ternero.

Uso de vacunas

Uno de los objetivos principales de un plan vacunal para la BVD es, al igual que para el resto de las vacunas, prevenir la infección o disminuir sus efectos. La vacunación frente a la BVD, aunque no ayuda a prevenir la infección en todos los animales, si es efectiva para reducir el número de infecciones, ya que al elevar el nivel de inmunidad disminuye la incidencia de síntomas y disminuye el nacimiento de animales PI en el rebaño (Ridpath, 2013).

Un segundo objetivo sería prevenir la infección fetal, sin embargo, este objetivo es más difícil de conseguir ya que se necesita mayor nivel de inmunidad para prevenir que el virus se multiplique que para conseguir prevenir o disminuir la enfermedad (Bolin y colaboradores 1995; Grooms y colaboradores 2007; Ridpath, 2013)

A la hora de vacunar también hay que tener en cuenta cuáles son los genotipos víricos circulantes, ya que, aunque en opinión de algunos investigadores (Kelling, 1996) pueda existir una cierta inmunidad cruzada, la variabilidad del virus es tal que complica la efectividad de la vacunación, de ahí que la vacunación, a pesar de ser una buena medida de bioseguridad, no debe ser la única.

Una vez que se vacuna el animal, la inmunidad tarda un tiempo en establecerse (en torno a tres semanas), por eso un buen plan vacunal debería iniciarse entre tres o cuatro semanas antes del periodo de riesgo.

Actualmente se dispone de vacunas inactivadas y de vacunas vivas modificadas. Tanto unas como otras cumplen su función mejorando la inmunidad y atenuando la expresión de la enfermedad, si bien, podemos tener en cuenta las recomendaciones, que en 2015, hace la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) que indica que la vacuna con virus vivo modificado no debe administrarse a hembras gestantes debido al riesgo de infección transplacentaria.

También advierte que las vacunas vivas que contienen cepas citopáticas pueden comportar riesgo de inducción de la enfermedad de las mucosas en animales PI, y que aunque las inactivadas son inocuas y pueden administrarse a cualquier categoría de bovinos, en general requieren revacunaciones para alcanzar unos niveles satisfactorios de inmunidad.

La utilización de un tipo u otro de vacuna tiene ventajas e inconvenientes, por eso deberíamos seguir el consejo del veterinario que atiende la explotación, en el que se tendría que tener en cuenta cómo es la explotación a vacunar, cual es el riesgo de adquirir la enfermedad y cuales son los genotipos circulantes.

Planes de Vigilancia Sanitaria

Debido a los propios efectos de la enfermedad y a que favorece la aparición de otras, las pérdidas económicas que origina son importantes y es por lo que algunos países han establecido programas para tratar de controlar e incluso eliminar la enfermedad. Estos programas pueden implicar un control sistemático en una zona, región o país o realizarse de forma voluntaria. De una forma general pueden resumirse en:el enfoque escandinavo y suizo, que consiste en el análisis serológico de los rebaños, la eliminación de los PI y medidas de bioseguridad muy estrictas que no contemplan el uso de la vacunación; el enfoque centroeuropeo (Alemania, Bélgica, Escocia) que si tiene en cuenta la vacunación, y por último, lugares donde se realiza un programa voluntario (Gran Bretaña, Irlanda,…).

En Galicia a través de las Agrupaciones de Defensa Sanitaria se ha establecido un plan de vigilancia y control de esta enfermedad. Este programa se publica anualmente incluido en una Orden en el Diario Oficial de la Comunidad Gallega (DOG). Su objetivo es la disminución de los efectos de la BVD en las explotaciones con infección activa y la monitorización del estatus sanitario de los rebaños. Los pilares básicos del programa son:

– La búsqueda y detección de PI y su eliminación en el menor tiempo posible,
– La detección de explotaciones con infección activa
– Puesta en funcionamiento y/o aplicación de medidas de bioseguridad que eviten nuevas infecciones.

Basándonos en estos puntos es fácil entender que se consideran incumplimientos del programa y se penalice todo lo relacionado con factores que contribuyan a mantener o diseminar la enfermedad:

-La incorporación, a sabiendas, de animales positivos a antígeno.
-La permanencia de un PI confirmado más de treinta días en la explotación sin tomar medidas de bioseguridad.
-La salida de la explotación de animales que sean positivos a antígeno (el caso de animales enfermos transitoriamente) o que sean PI, y cuyo destino no sea matadero.
-También se considera un incumplimiento del programa la no comunicación a los Servicios Veterinarios Oficiales de la utilización de vacunas vivas frente a BVD, ya que el tipo de vacuna que se utilice en una explotación va a determinar el sistema diagnóstico a aplicar, dado que los anticuerpos vacunales pueden influir en la interpretación de los test diagnósticos (Gates y colaboradores, 2013)

En el caso de explotaciones en las que no se vacune o se utilicen vacunas inactivadas el programa de vigilancia se basa en la búsqueda de presencia de anticuerpos anti-p80 mediante la técnica de ELISA. Con esta técnica diagnóstica y analizando los tramos de edad en los que se detectan los anticuerpos, o los datos de seroconversión, se podría llegar a establecer si hay infección activa en una explotación. En el caso de sospecha de presencia de animales PI las pruebas a utilizar son las basadas en la detección de antígeno (ELISA y PCR)

En las explotaciones que usen las vacunas vivas el sistema de pruebas diagnósticas implica la utilización combinada de técnicas de detección de antígenos (ELISA y PCR) y en los animales jóvenes no vacunados nacidos en la explotación se buscarán anticuerpos.

El plan de vigilancia establece variaciones en el muestreo teniendo en cuenta la aptitud de la explotación (cárnica o láctea), y también establece un plan de muestreo para los tanques de leche.

Evolución del plan de vigilancia de BVD realizado por las ADSG de Galicia

El programa de vigilancia de la BVD que realizan las ASDG en Galicia ha ido ampliando paulatinamente el número de granjas sobre el que se aplica desde el 2008, en que incluía al 27,7% de las explotaciones y el 36% de las reprodutoras hasta el 32% de las explotaciones, y al 50,8% de las reproductoras en 2015.

Dada la importancia de la enfermedad y del número de explotaciones implicadas en el plan de vigilancia, en el año 2015 se constituyó un grupo de trabajo sobre la BVD en Galicia. Este grupo está constituido por personal de la Subdirección Xeral de Gandaría, la Universidade de Santiago de Compostela, el Laboratorio de Sanidade y Produción Animal de Galicia, veterinarios de ADSG y del Centro de Investigacións Agrarias de Mabegondo. Sus objetivos son, entre otros, el estudio de la evolución del programa en la Comunidad y de medidas que permitan el avance en su control.

Dentro de este grupo y en un trabajo realizado por Martínez y colaboradores se estudió la evolución del programa gallego entre el 2007 y el 2014. Algunos de los resultados obtenidos en ese estudio realizado en 2015 son los que se citan a continuación.

Uno de los aspectos que más ayuda a conocer la evolución de un plan de vigilancia es el estudio de los PI. Estos animales son muy importantes para el mantenimiento, diseminación y ampliación de la variabilidad genética del virus de la BVD (Dow y colaboradores, 2015). De este modo, hemos podido conocer que el porcentaje de PI detectados en el 2014 de entre todos los animales muestreados en granjas con sospecha de BVD es de un 1,5%.

En cuanto al estudio de los animales incorporados a las granjas, entre el 2007 y el 2014 se analizaron más de 107.000 animales, de éstos, 479 eran virémicos, de los cuales 79 reses resultaron ser PI. La puesta en marcha del control ha podido evitar que se hayan comercializado animales PI en las explotaciones de las ADSG, ya que cada año el número de PI detectados en las nuevas incorporaciones ha ido disminuyendo, como o refleja el hecho de que en 2008, de 45 animales con viremia detectados 13 estaban persistentemente infectados, sin embargo en el 2014 de 79 animales que resultaron positivos en las analíticas sólo 4 fueron PI.

Otro aspecto positivo que se observó es que la edad media a la que se detectaron los PI en explotaciones con sospecha de infección había ido descendiendo con los años, desde los 15,3 meses en 2007 hasta los 6,2 meses en 2014, y desde que se detectaron, cada vez permanecieron menos tiempo en la granja; esto contribuye a la disminución de la prevalencia de la BVD en las explotaciones de ADSG e indica que los ganaderos se han implicando cada vez más en el control de la enfermedad.

En cuanto a los genotipos de BVD analizados hasta el momento, todos los genotipos identificados excepto uno, pertenecen al genotipo 1.

El hecho de que el plan de control realizado por las ADSG indique que a medida que avanzamos se detectan menos PI y que éstos se eliminan antes, justifica la necesidad de que estos programas se mantengan y sigan avanzando de cara a mejorar el estatus sanitario de nuestra cabaña ganadera; sin embargo, y dada la facilidad que tiene este virus para diseminarse, el programa debería ampliarse, ya que algunas de las medidas de bioseguridad a implementar no sólo implican a una explotación, sino que necesitarían de la participación de las granjas próximas para ser eficaces.

Carmen Calvo Santalla

Veterinaria Investigadora del Departamento de Producciones Animales del Centro de Investigaciones Agrarias de Mabegondo-Instituto Gallego de la Calidad Agroalimentaria. Xunta de Galicia

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Solicitamos su permiso para obtener datos estadísticos de su navegación en esta web, en cumplimiento del Real Decreto-ley 13/2012. Si continúa navegando consideramos que acepta el uso de cookies. OK | Más información