La extensión del sistema de ordeño robotizado es una realidad a día de hoy en muchas granjas de leche gallegas. Pero la forma de trabajo con robot es diferente y requiere de pautas de manejo específicas. La ganadería Prado y Lozano SC, de Santalla de Rioaveso (Cospeito), instaló su primer robot hace ya 10 años y Marcos Prado, su titular, reconoce que “como mejor se aprende es con el tiempo y a base de llevar golpes en los dedos”. Por eso hoy, que tiene ya dos robots instalados, no quiere aumentar el número de cabezas de la explotación. “Con dos robots puedes ordeñar 115 o 120 vacas, pero no 140”, afirma.
Marcos vivió en los últimos 20 años, también en su granja, toda la modernización del sector lechero gallego, pero ve factores en la actualidad que pueden hacer, dice, que esa evolución se pare. «Uno de los problemas más importantes para mí es la falta de mano de obra. Es triste que el sector se frene por falta de trabajadores», lamenta. «Hoy si no fuese por las máquinas estaríamos hablando de falta de leche, porque yo si no tuviese los robots necesitaría dos empleados más», asegura.
La producción media de la granja es de 35 kilos por vaca y día y dedican la producción a las queserías de la denominación de origen San Simón da Costa desde hace 16 años, por lo que se han ido decantando hacia los sólidos. “Buscamos sobre todo calidades, estamos en un 4,15% de grasa y un 3,55% de proteína”, detalla.
Pasamos de los 1.000 litros por vaca al mes y buscamos sobre todo calidades porque entregamos a las queserías de San Simón
Marcos valora la estabilidad en el precio, con un contrato de 44 céntimos de base más grasa y proteína. No cobran otro tipo de primas, aunque se sitúan en las 10.000 gérmenes y 200.000 células. No están tampoco certificados en bienestar animal, aunque cumplirían todos los parámetros exigidos por Welfair.
De circuito a robot
La ganadería la iniciaron sus padres. Los dos fallecieron jóvenes y Marcos tuvo que hacerse cargo de la explotación que la familia había ido levantando con mucho esfuerzo, un proceso que él vivió también en primera persona.
“Yo recuerdo de muy pequeño a mi abuelo y a mi madre ordeñando las vacas a mano en el establo viejo. Tenían un mixto de carne con leche, había 14 o 15 vacas y ordeñaban 7 o 8 y vendían la leche en cántaros de 40 litros”, recuerda.
“Poco después, tendría yo 5 o 6 años, habíamos tenido un vacío sanitario y a raíz de eso se habían comprado 8 vacas en Asturias, que se habían metido en el pajar, porque el establo tenía que estar precintado en cuarentena un tiempo. Con esas 8 vacas en el año 1993 hicieron la mitad de la primera nave de producción. Cogían 34 vacas en estabulación prendida, porque mi padre había ido a ver algunos establos libres y no lo habían convencido. A los ojos de hoy esa decisión parece un error, pero en aquel momento muchas estabulaciones libres eran matavacas. Decían los vecinos, nunca van a dar traído de comer para 34 vacas, pero al poco tiempo ya hubo que ampliar hacia una zona de almacén que había quedado y se llegaron a ordeñar 68 vacas en trabado en el establo viejo”, recuerda.
Yo me incorporé con 18 años; había hecho antes la ESO y un ciclo medio de Administración
En el año 2005, cuando Marcos se incorporó, hizo una sociedad con su madre para continuar con la granja. “Yo estaba estudiando, había hecho un ciclo de Administración y estaba empezando otro de Mecánica pero al enfermar mi madre tuve que dejarlo y quedarme en la explotación. Tengo un hermano dos años mayor que yo que ayudaba mucho en cas también en aquella época”, recuerda.
Diez años de experiencia con los robots
Hace ya 10 años que Marcos se decidió a robotizar el sistema de ordeño de su explotación, pasando del circuito que tenían entonces directamente al robot, ya que en esta explotación nunca llegó a haber sala de ordeño. “Cuando monté el primer robot, en el año 2014, los veterinarios que llevaban la granja no me lo recomendaban, me decían que montase una sala, pero yo no tenía mano de obra para atenderla”, dice.
En el año 2014 había solo 40 robots en Galicia y los veterinarios no me lo recomendaban, por eso firmé un contrato de compra y otro de recompra por si no me iba bien con él
Junto a la instalación del primer robot, acometió también entonces la construcción de una nave metálica tipo invernadero de dos módulos, que fue ampliada antes de la pandemia con un nuevo módulo del mismo tipo y un segundo robot de ordeño.
“Para mí este tipo de naves metálicas tienen una serie de ventajas. Por ejemplo, son más baratas y más luminosas y ventiladas, porque cuentan con un sistema que permite regular la apertura de los techos. Se hace de manera automática en función de la temperatura que hay en el establo gracias a un sensor que hay en el techo. A partir de 17 grados, cuanta más temperatura hay más abre”, indica.
Con el paso de los años es como mejor aprendes y con dos robots puedes ordeñar 115 vacas, pero no 140
Marcos decidió instalar el segundo robot para reducir la saturación de vacas que se ordeñan en cada uno. “Mi intención no era doblar la granja, sino que los robots trabajasen más livianos. Si atacas el robot vas a tener muchos más problemas; en cambio, si los aflojas, todo va mejor. Cuando mi padre enfermó y estaba ingresado en el hospital yo estaba solo en la granja porque acababa de marchar el empleado que teníamos. En aquel momento tenía el robot muy saturado y lo que hice fue mandar al matadero las 10 vacas que menos producían. Me quedé con 58 vacas en el robot y el resultado fue que las que quedaron aumentaron a la leche y casi no tenía retrasos”, asegura.
De esa experiencia Marcos aprendió que “con dos robots puedes ordeñar 110 o 115 vacas, pero si tienes 140 lo que haces es saturarlos y necesitar más personal para meter vacas”, afirma. En este momento Prado y Lozano cuenta con un empleado de origen rumano.“Nosotros llevamos mucho tiempo trabajando con obreros en la granja, por lo menos desde el año 2010, y la verdad es que nos duran bastante. Cuando se marchan es porque les surge alguna circunstancia personal, pero no porque estén descontentos, ni por el trabajo ni por el dinero. Nosotros aquí cuando un trabajador vale lo cuidamos económicamente”, asegura.
Recría propia
Para completar el segundo robot no compraron vacas, sino que desdoblaron parte de las que tenían en el otro robot y adelantaron un poco la edad de inseminación de las novillas para contar con más recría disponible. “En función del tamaño y la condición corporal del animal llegamos a adelantar la primera dosis un par de meses, inseminando alguna ternera a los 11 o 12 meses de edad. De este modo en el transcurso de 7 o 8 meses desde la instalación del segundo robot ya ordeñábamos más de 100 vacas”, recuerda.
El desvieje lo mandamos directamente a Novafrigsa
Su objetivo es mantenerse en el entorno de las 115 vacas en producción, no más. “Aquí cuando hay un lote de 10 o 12 novillas para entrar les hacemos sitio mandando las 10 o 12 peores vacas que hay en la granja, sea por patas, por producción, por problemas de mamitis, de reproducción o de lo que sea”, indica.
Para las vacas de desvieje tienen un acuerdo con Novafrigsa. “Viene primero el tasador a valorar a los animales, a los que se les asigna un precio individualizado por kilo de carne. Después firmamos un contrato antes de que salgan los animales de la granja y se pagan en función de lo que pesen finalmente y de ese valor previamente asignado a cada uno. Tenemos vacas que sacan 400 kilos en canal y van a 5 euros el kilo. Este año han salido 25 vacas y han dejado 21.000 euros”, cuenta.
No pongo cruces cárnicos porque yo priorizo el bienestar de la vaca que va a parir antes que sacarle 50 o 100 euros más al ternero
En cuanto a los machos de recría, reconoce que “los terneros pintos tienen muy poca salida”. En esta ganadería inseminan a todas las vacas con frisón, sin utilizar cruces cárnicos. “A mi entender, cada animal tiene que ir con su raza. Antes poníamos limusín o azul belga, pero yo veía que cada vez que ponía un cruce cárnico esa vaca mentía dos o tres semanas en el parto, sobre todo con limusín, por lo que la vaca se hace más pesada y tiene más dificultades para parir y más problemas postparto, además de retrasar el momento de la producción de leche”, argumenta.
Retraso en el paso a la amamantadora
El protocolo que siguen para las terneras recién paridas, tanto si nacen en la paridera como si lo hacen en los cubículos, es ordeñar a la vaca y darle los calostros a la leche de transición a la ternera los primeros días, continuando después la alimentación con lactoreemplazante.
A pesar de que cuentan con amamantadora, prefieren tener a las terneras un tiempo inicial en boxes individuales. “La máquina es muy cómoda, pero vimos que cuando las terneras iban muy pequeñas para ella y había alguna diarrea tardábamos más tiempo en detectarla y tratarla y mientras tanto se contagiaban las otras, así que desde hace unos meses hemos optado por prolongar la estancia en los boxes individuales hasta las 2 o 3 semanas de vida. Antes las cambiábamos a los 6 o 7 días para la amamantadora pero en ese momento es cuando más problemas de diarreas puede haber y en la amamantadora te desentiendes un poco más, mientras que los boxes te obligan a ir dos veces al día y tenerlas más controladas”, argumenta.
Hace 8 meses optamos por prolongar la estancia de las terneras en los boxes individuales hasta los 10 días antes de pasarlas a la amamantadora
De este modo, los machos ya no pasan por la amamantadora, sino que después de la estancia de 2-3 semanas en el box individual salen de la granja con destino a distintos cebaderos, mientras que las hembras son cambiadas de lote y continúan su período de recría en la amamantadora. En este momento las terneras van ya tomando unos 6 litros de leche en polvo repartidos en dos tomas (3 litros a la mañana y otros 3 por la tarde), aunque Marcos reconoce que “lo ideal sería hacer tres tomas diarias”.
La mayoría de los descartes son voluntarios, en función de la entrada de novillas primerizas, descartando vacas por baja producción, velocidad de ordeño, patas o células
También prolongan el amamantamiento hasta los tres meses y medio, que es cuando hacen el destete, y la edad de la primera inseminación la llevan a los 14 o 15 meses. «Si nos hiciera falta recría podríamos volver a adelantarla, como hicimos cuando instalamos el segundo robot, pero como nos sobra preferimos que las novillas paran más tarde porque dan algún litro más en la primera lactación», dice.
Acostumbran dar entrada a unas 40 novillas cada año entre los dos lotes de producción, por lo que la media de edad del rebaño es baja. Tras el parto, esperan entre 3 y 4 meses, en función de la producción del animal, para volver a inseminar a las vacas, para de este modo favorecer la recuperación de los animales tras el parto y aprovechar mejor el pico de lactación, que de otro modo se ve cortado.
Amplitud en la zona de cubículos
En el establo de la ganadería Prado y Lozano SC priman la comodidad del ganado, buscando tiempo libre en los robots y amplitud en las instalaciones. En uno de los lotes, con 60 vacas, cuentan con 72 cubículos, mientras que en el otro robot, con otros 60 animales, hay 86 cubículos. «Cuando hicimos la ampliación e instalamos el segundo robot le dimos unos metros más de ancho al establo y metimos la tercera fila de cubículos. De esa manera siempre hay camas vacías y eso permite que la vaca no tenga que andar buscando sitio y también que se manchen menos y siempre haya una en buenas condiciones para acostarse», razona Marcos.
En las camas, tanto de las vacas en producción como en los lotes de novillas de recría, el material de relleno es arena. «Para los animales es lo mejor, pero todos sabemos que en la fosa es un problema. Nosotros tenemos un batidor que está trabajando continuamente mientras sacamos el purín, así va en la cisterna y se reparte por todas las fincas», cuenta.
La paja para las camas estaba a 3.000 euros el camión y nos duraba un mes; por eso cambiamos las novillas a cubículos de arena
«Nosotros teníamos la recría en cama caliente y hace 2 años cuando remodelamos la nave cambiamos a arena. Gastábamos en ese momento un camión de paja al mes y eran unos 3.000 euros de coste mensual. Ahora con la arena ese gasto es de unos 150 euros al mes», compara.
«El consumo de arena en animales que no dan leche es mucho menor porque esos cubículos precisan menos mantenimiento, porque las heces son más duras y se limpian mejor y rara vez mean en la cama», explica. «Nosotros metemos una bañera de arena cada 2-3 semanas para los 230 cubículos totales que hay en la granja», indica.
“Hace 10 años un robot de ordeño costaba 100.000 euros; hoy cuesta 200.000. ¿Cuántos años lleva sacar ese dinero ordeñando 60 vacas?”
“Los precios hoy están desorbitados; yo pienso que hoy no es momento de hacer inversiones, ni en maquinaria, ni en robots, ni en ampliar granjas, porque si inviertes cuando está todo por las nubes, estás multiplicando el riesgo, porque el valor real es mucho menor”, asegura. “Hace 10 años un robot de ordeño costaba 100.000 euros, hoy cuesta 200.000. ¿Cuántos años te lleva sacar ese dinero ordeñando 60 vacas?”, ejemplifica.
Por eso Marcos en este momento prefiere mantener el tamaño actual de la granja y no crecer más. “Cuando el precio de la leche sube un poco todo el mundo se echa a doblar, pero hay que mirar también los costes, porque muchas veces lo que hacemos es únicamente engordar las deudas”, dice.
Cuando los precios de la leche suben todo el mundo piensa en doblar, pero muchas veces lo único que hacemos es engordar las deudas; a veces es más rentable estabilizarse que aumentar
“A nosotros nadie nos garantiza que el precio de la leche no va a bajar más o que el pienso y la luz no van a volver a subir”, advierte. Por eso, argumenta: “si por persona que trabaja en la granja 50 o 60 vacas no son suficientes, ¿cuántas vacas hay que tener para que sea rentable el negocio?”.
“Porque el riesgo se multiplica a medida que incrementas lo invertido. Por eso un joven que quiera dedicarse a esto hoy si tiene que empezar de cero ya no es viable, y si coge la granja de los padres y la remodela, haciendo un establo nuevo y metiendo un robot se va a 700.000€ para ordeñar 60 vacas. ¿Cuándo va a ser capaz ese chico, por muchas ayudas y subvenciones que tenga, de sacar realmente una rentabilidad a esa inversión?”, se pregunta Marcos.
Llevamos invertidos más de 800.000 euros
En caso de la ganadería Prado y Lozano, la construcción hace 10 años de los dos primeros módulos de la nave metálica más el primer robot de ordeño, el tanque de la leche y la fosa de purín habían costado 350.000 euros más IVA, mientras que la ampliación realizada para la instalación del segundo robot supuso otros 160.000 euros, con un robot en leasing a 9 años y una cuota de 850 euros al mes.
Pero la última inversión importante, que fue un nuevo módulo para acoger a la recría, con estabulación libre entre los 10 meses y los 2 años, “ya se desorbitó de precio porque ya fue después de la pandemia y los materiales se habían disparado”, recuerda Marcos. Esa parte del establo más un carro mezclador usado fueron otros 210.000 euros.
Marcos tiene 38 años pero nunca recibió ningún tipo de ayuda ni Plan de Mejora para montar la granja
A pesar de su edad (tiene 38 años, 3 menos que los admitidos para las nuevas incorporaciones), Marcos no recibió ningún tipo de ayuda ni Plan de Mejora para montar la granja. “Yo me incorporé en el año 2005, pero cuando hice la nave ya habían pasado los 5 primeros años, que es cuando te dan más puntuación y entonces estaba en la sociedad también mi madre, que estaba jubilada y eso restaba mucho. La única ayuda que logré en todos estos años fue para instalar 30 Kw de placas solares”, se queja.
“Para mí, la mejor decisión de inversión fue la del segundo robot, porque se paga a sí mismo ordeñando. Son 91.800 euros en cuotas mensuales de 850 euros pero en el leasing cuando finalizas de pagar la última cuota la máquina pasa a ser tuya”, detalla.
“En esta zona nos limita mucho el tamaño de las fincas”
Marcos prioriza las inversiones en la granja sobre las realizadas en maquinaria, aunque el pequeño tamaño de las fincas de la zona le obliga a disponer de determinados aperos, como los necesarios para segar y juntar la hierba o cisterna para echar el purín.
“Si hubiese concentración parcelaria y todas las fincas fueran grandes, yo pienso que ni la cisterna del purín tendría, porque esas inversiones nunca las consigues rentabilizar. En muchas explotaciones lecheras el parque de maquinaria ha costado el doble de lo que vale la granja”, razona.
En muchas explotaciones lecheras gallegas el parque de maquinaria ha costado el doble de lo que vale la granja
“En esta zona hay muchas fincas pequeñas. Ese minifundio trato de hacerlo yo porque sino los costes de maquinaria se disparan. Pagamos únicamente por las fincas grandes. Llevamos muchas en San Lourenzo de Arbo, que ya pertenece a Vilalba, y ahí las parcelas ya son más grandes, de 2 o 3 hectáreas, y compensa contratar los trabajos”, indica.
La mayoría de la superficie que llevan es arrendada, con un coste de unos 200 euros por hectárea al año. En la zona quedan algunas granjas de leche, pero son de pequeño tamaño y sin relevo generacional, por lo que no existe mucha competencia por la superficie y los alquileres son asequibles. “En propiedad tenemos unas 20 hectáreas y otras 80 en alquiler. En total pasamos de las 100 ha y echamos unas 20 a maíz. No hacemos rotación, donde echamos maíz no echamos hierba después, porque nosotros cumplimos con la PAC al tener el 75% de la superficie a pasto permanente”, explica.
Estamos acogidos al ecorregimen de biodiversidad, en el que tenemos que dejar sin trabajar el 7% de la superficie agraria
“Estamos acogidos también al ecorregimen de biodiversidad, en el que tienes que dejar el 7% del terreno sin trabajar ni abonar entre el 1 de enero y el 31 de agosto. A eso destinamos las fincas más malas, las que tenemos más lejos o son pequeñas y tienen malos accesos. En esas únicamente hacemos un desbroce al año entre el 1 de septiembre y el 31 de diciembre”, relata. De las 100 ha que declaran en la PAC solo tienen 70 con derechos. “Y eso que he ido comprando muchos, porque empecé en 30 hectáreas con derechos”, explica.
Encalado y abonado a base de purín
Las fincas son abonadas con purín y estiércol de la explotación y con abonos minerales cuando lo precisan. “Siempre tratamos que echar el abono químico compaginado con cal. Miramos que el propio abono traiga un porcentaje de cal para hacer ya todo en la misma pasada; llevamos ya así varios años», explica.
Para labrar el maíz utilizan un abono compuesto de liberación lenta para que los aportes de nutrientes, sobre todo el nitrógeno, aguanten los tres meses que dura el ciclo del maíz. «Cuesta unos 600€ la tonelada y casi te hace falta una tonelada por hectárea para sacar algo de producción porque esta es una zona tirando ya a seca en la que dependemos mucho de que llueva para lograr medias de 40.000 kilos por hectárea», dice.
«En esta zona solemos labrar el maíz alrededor del 15 de mayo pero este año no se pudo y lo acabamos echando el 7 de junio, primero por la lluvia y después porque cuando paró de llover las empresas de servicios tenían mucho trabajo atrasado y no daban abasto. Si labras el maíz tarde tienes más riesgo de sequía y hay que estar mucho más pendiente de las plagas, porque si viene un ataque de rosquilla o alambre y te coge muy pequeña la planta avanza mucho más rápido en la finca, cuando si te coge el maíz más adelantado, con 40 o 50 céntímetros, aguanta más y tienes más margen para tratar», explica.
El 70% del forraje de la ración es silo de hierba
En cuanto a la hierba, hacen tres cortes para ensilar en las praderas permanentes. «Este año no se pudo hacer antes e hicimos el primer corte entre el 17 y el 20 de abril, el segundo a finales de mayo y principios de junio y el tercero a mediados de julio», detalla. «La base de nuestra alimentación es el silo de hierba, por lo que buscamos que sea lo más digestible posible y sea de calidad, porque eso nos va a permitir abaratar en el concentrado y que el pienso que compremos sea más barato porque ya tenemos proteína en la hierba. Pero para eso no puedes ensilar hierba que esté pasada ni ir a segar al día siguiente de parar de llover, porque esa hierba va a traer cenizas», asegura.
“Nuestra ración está compuesta hoy por un 70% de silo de hierba. Lleva entre 23 y 24 kilos de silo de hierba con un 14,5% de proteína, 10 kilos de silo de maíz y 8,5 kilos de concentrado, más lo que puntea el robot, que anda en una media de 6 kilos por vaca”, indica Marcos. «El pienso que nosotros usamos nos sale a 290 euros la tonelada, si quisiésemos producir 50 litros por vaca tendría que llevar soja y aditivos y nos saldría a 430 euros, además de que tendríamos que echar el doble de hectáreas de maíz», razona.
Tenemos 80 hectáreas a pradera permanente, por lo que tenemos muchas más opciones para echar el purín durante todo el año que si labrásemos más maíz
La decisión de apostar por el silo de hierba como base para la alimentación del ganado está motivada por una serie de condicionantes que limitan la producción de maíz de la granja. Además del tamaño de las fincas, están en una zona con numerosos cauces de agua en los que tienen que respetar márgenes de 5 metros y se sitúan a 2 kilómetros de la Laguna de Cospeito, donde hay un refugio de fauna. «Allí hay cientos de jabalís que salen a comer por las noches, por lo que seguramente dentro de unos años tengamos que dejar de echar maíz, porque cada vez quedan menos granjas y la presión sobre el cultivo es muy alta; lo que no podemos es echar 20 hectáreas y recoger al final 10 o 12», lamenta.
Hace 5 años, cuando ampliaron la nave para instalar el segundo robot, hicieron un contrato de gestión de residuos con Agroamb para evitar tener que ampliar la fosa de purín. “En caso de ser necesario, por falta de capacidad en la fosa, llamamos y nos vienen a recoger el purín, pero la verdad es que al tener mucha pradera permanente tenemos más opciones para echarlo a lo largo del año”, explica Marcos.