
Grant y su hijo Zeb, atendiendo a los ganaderos gallegos que visitaron su granja a principios de diciembre
Grant Wills, su esposa Karo y su hijo Zeb son dueños de la granja Preston Wills en Wakaito, en la isla Norte de Nueva Zelanda, una potencia láctea a nivel internacional que vienen de conocer un grupo de ganaderos gallegos, en un viaje que contó con el apoyo económico del área de Rural de la Vicepresidencia de la Diputación de Lugo.
El caso concreto de esta explotación ayuda a entender la evolución del sector agroganadero en el país maorí en las últimas décadas, en las que la reconversión de ganaderías de ovino a vacuno de leche ha convertido a Nueva Zelanda en uno de los actores principales del panorama lácteo internacional.
“Yo crecí en esta granja. La fundaron mis padres en el año 1931. Cuando era niño teníamos ovejas de carne, y en 1998 la convertimos a vacas de leche. Aquí en Wakaito y en la vecina Taranaki fue donde empezó la producción de leche en Nueva Zelanda, pero luego se extendió a todo el país. La lana ahora se vende a 0,50 dólares, cuando hace 30 años se vendía a 3,50. Es la razón por la que se cambiaron las ovejas por vacas”, explica Grant.
El 80 % de las vacas de la granja son kiwicross y el resto frisonas y jerseys puras
Actualmente tienen 580 vacas en producción y no hacen recría, sino que compran los animales necesarios para la reposición en otras granjas. “Nuestro sistema de trabajo es diferente al del resto de explotaciones porque no criamos, sino que traemos novillas primerizas ya paridas. Así evitamos lidiar con los terneros y ya llegan dando leche, por lo que conocemos los índices productivos de los animales que incorporamos”, argumenta.
El 80 % de su cabaña ganadera son vacas de raza kiwicross, un cruce de frisona (3/4 partes) con jersey (1/4 parte), que producen más sólidos por kilo de peso vivo. “Son más eficientes en el sistema de pasto porque hay que alimentar un animal que pesa 80 o 100 kg menos que una frisona. Son vacas más pequeñas que dañan menos los pastos en invierno y son más fértiles”, describe.
El coste de una novilla de primer parto ya parida es de unos 2.000 dólares neozelandeses (unos 1.100 euros)
Como no hacen recría, inseminan todas las vacas con semen de carne: angus, charolés y hereford, y los terneros son vendidos entre los 7 y los 10 días de vida. “No tenemos toro, todo es inseminación artificial. Empezamos a inseminar las vacas a principios de junio. Son 10 semanas de inseminación, y la vaca que no queda preñada se insemina de nuevo en octubre”, explica Grant.
Adaptación al cambio climático

Las vacas de la explotación, la mayoría kiwicross, en la sala de espera para ordeñarse
La mayoría de las granjas de Nueva Zelanda concentran los partos en primavera, pero Preston Wills prefiere que sus vacas paran en otoño. Uno de los motivos es que Fonterra, a quien entregan la leche, paga más durante los meses de invierno (13,5 dólares neozelandeses por kg de sólidos frente a los 10 del resto del año).
El cambio climático nos ofrece la oportunidad de producir leche en invierno
Otra razón, dice, es que “la hierba ahora en verano ya no crece como antes, mientras que en invierno crece mejor que antes debido al cambio climático, por lo que cambiar la estación de partos es una manera de adaptarnos a el”, argumenta.
Producción intensiva basada en pasto
Preston Wills maneja su rebaño en dos lotes, uno para cada estación de partos, que se concentran en los meses de abril y octubre. En primavera parieron este año 190 animales, mientras que la mayor parte de las vacas, unas 390, lo hicieron en otoño.
La granja cuenta con una superficie de 240 hectáreas de terreno, todas de su propiedad y en una sola pieza. “En esta zona es habitual que los ganaderos seamos los dueños de las tierras”, explica. “El precio de compra ronda los 60.000 dólares por hectárea (33.000 euros), y los alquileres están en torno a los 1.000 euros por hectárea al año”, detalla.
El precio de la tierra es de unos 33.000 €/ha y los alquileres de 1.000 €/ha/año
De las 240 hectáreas que poseen, 215 están destinadas a praderas permanentes y su uso principal es el pastoreo, con turnos de rotación de 22 días. El ganado entra en las parcelas con 2.800 kg de materia seca por hectárea (unos 26 centímetros) y sale cuando las vacas la reducen a 1.600 kg MS/ha (11 centímetros).
Cuentan con una foto de satélite cada 10 días para conocer la cantidad de hierba disponible en las parcelas
Miden la cantidad de hierba en las fincas mediante satélite y con un herbómetro. “Es más preciso que el satélite, pero hay que ir a revisar las fincas”, aclara Grant. También disponen de tres puntos de muestreo donde siegan y pesan la hierba para realizar mediciones exactas.
Suplementación

Una de las zonas de medición del pasto, en donde se calcula la cantidad de materia seca acumulada en las praderas
Además de lo que las vacas pastan en el prado, cuando llegan al ordeño se les proporciona una ración en un carro mezclador que contiene silo de hierba, silo de maíz, torta de palmiste (subproducto de la elaboración de aceite de palma importado de Indonesia y Malasia, con un costo de 9 dólares neozelandeses por tonelada) y algo de soja.
Aunque suplementamos a las vacas dentro, nuestra prioridad es alimentarlas con pasto
Las vacas están en el pasto desde las 7 de la mañana hasta las 2 de la tarde, y desde las 4 de la tarde hasta las 5 de la mañana. La superficie de pasto está dividida en 162 parcelas, y la distancia máxima que recorren las vacas es de 1,8 km hasta la sala de ordeño.
Ordeñan a las 5 de la mañana y a las 2 de la tarde, con 2 o 3 personas encargadas del proceso. Disponen de una sala de ordeño en espina de pescado con 44 puntos, retiradores automáticos y una puerta selectora a la salida para separar animales destinados a inseminaciones o tratamientos. “Tardamos una hora y media en ordeñar, y luego inseminamos durante las épocas de inseminación”, explica.
Colocan alfombras con sulfato de cobre a la salida de la sala para prevenir cojeras
También colocan alfombras con tratamientos de sulfato de cobre a la salida de la sala para mejorar los cascos de las vacas y prevenir cojeras. “La prevalencia ha sido más alta este año por la arena en los caminos hacia los pastos. Estamos teniendo unas 10 vacas enfermas por semana de las 580 que ordeñamos”, reconoce Grant.
Instalaciones cubiertas para el invierno

Zona cubierta para el invierno, empleada también como patio de alimentación el resto del año
La granja cuenta con unas instalaciones cubiertas tipo invernadero de la marca Herd Homes, con techo de lona y malla de sombreo. Un alero exterior protege la zona del comedero de la lluvia, y el suelo tiene rejillas para recoger el purín.
El uso de este tipo de instalaciones avanza como alternativa a las tradicionales parcelas de castigo al aire libre
En invierno, las vacas permanecen dentro para proteger el pasto de la compactación, y en verano se refugian para favorecer la resiembra natural. “En verano las metemos dentro para proteger el pasto residual de raigrás tetraploide”, explica.
En invierno las vacas están dentro para proteger el pasto, y en verano para resguardarlas del sol en las horas centrales del día
Las praderas están compuestas mayoritariamente por raigrás inglés y trébol blanco, la mezcla más habitual en los pastos de Nueva Zelanda. La zona recibe unas precipitaciones anuales de 1.200 litros. La estación seca se extiende de diciembre a marzo.
En verano, las vacas pastan por la noche, mientras que durante el día permanecen a cubierto y son alimentadas con comida en pesebre. “No tenemos que secar vacas antes de tiempo por pérdida de condición corporal”, asegura.
Abonado

Los caminos de salida al pasto cara as 164 parcelas (240 hectáreas de superficie) discurren todos por fincas propias
Preston Wills realiza análisis de suelos cada dos años en todas las parcelas para determinar las necesidades nutricionales específicas de cada una. “Revisamos el calcio y el pH. En este momento estamos en 5,5 y lo corregimos hasta 6,2”, detalla Grant.
La producción de pastos en Nueva Zelanda se basa en un uso intensivo de fertilizantes químicos, con aplicaciones regulares de nitrógeno. Los ganaderos están autorizados a aplicar hasta 190 kg de nitrógeno por hectárea al año, y la cantidad utilizada varía de una granja a otra. En el caso concreto de esta explotación, la campaña pasada aplicaron solo 60 kg, y este año han hecho un aporte de 30 kg en primavera.
El purín es alto en potasio y lo utilizamos para el maíz
Este cálculo no incluye los aportes de los excrementos de las vacas en los pastos ni el purín generado en la granja mientras los animales están bajo techo. Este purín se separa en una fracción sólida y otra líquida, que se mezcla con los efluentes del lavado de la sala de ordeño y se utiliza para fertirrigación con cañones de riego.
El trabajo agrícola está subcontratado, tanto la elaboración del silo de hierba como el laboreo y ensilado del maíz. Cultivan 25 hectáreas y obtienen unas 600 toneladas de silo para la ración.
Cuidado del medio ambiente

Han plantado vegetación de ribera en las fincas para proteger los cauces fluviales
El uso de fertilizantes químicos y herbicidas en grandes cantidades está generando problemas medioambientales en amplias zonas del país, lo que llevó al anterior gobierno progresista a legislar para intentar contener la contaminación causada por las granjas. Sin embargo, el actual gobierno de corte conservador está revisando distintos aspectos de la normativa aprobada.
El uso de herbicidas es habitual en los entornos de los cauces fluviales, sin mantener distancias de seguridad
Con una legislación bastante laxa en materia de aguas, uso de purines y fertilizantes químicos o empleo de fitosanitarios, el mayor o menor grado de cuidado ambiental depende en gran medida de la conciencia de cada ganadero.
Grant defiende la compatibilidad de la producción lechera con la conservación del entorno. “Queremos que la calidad del agua de los cauces fluviales que atraviesan nuestras fincas sea mejor después de pasar por nuestra granja que al llegar a ella”, afirma. Para lograrlo, han plantado especies nativas en las orillas de los ríos, canales y arroyos que cruzan sus 240 hectáreas. “Antes había subvenciones para esto, pero ahora lo hacemos por nuestra cuenta”, explica.
La conciencia ambiental de los ganaderos es generalmente baja, lo que provoca conflictos con la población urbana del país
Todas las parcelas cuentan con bebederos de agua para las vacas, aunque “principalmente beben mucho al llegar al establo, cuando les damos la comida”, asegura. “Nuestro objetivo es que cada 5 horas las vacas puedan beber todo lo que necesiten”, añade.
Sharemilking: el sistema neozelandés de relevo generacional mediante el reparto del cheque de la leche

Instalaciones de ordeño, que son propiedad de Grant, al igual que las vacas y las tierras
El relevo generacional (tanto dentro del ámbito familiar como fuera de él) cuenta en Nueva Zelanda con una fórmula específica denominada sharemilking (ordeño compartido). A través de contratos prorrogables de 3 años, el dueño de la granja y la persona que lo releva en la explotación se convierten en socios, repartiéndose el ingreso de la leche según lo aportado por cada uno (terrenos, instalaciones, maquinaria, mano de obra, ganado, etc.).
Es Zeb, el hijo de Grant y Karo, quien gestiona la granja con la ayuda de 3 empleados contratados, que también atienden otra granja cercana en la que Zeb es socio al 50 %. En el caso de la granja familiar, los ingresos se reparten en un 25 % para Zeb y un 75 % para sus padres, aunque el siguiente paso será pasar a un reparto del 50 %-50 % una vez que Zeb compre las vacas de la explotación. Actualmente, los padres aportan las tierras, el establo, la sala de ordeño, la maquinaria y el ganado, mientras que el hijo contribuye con la mano de obra (su propio trabajo y los salarios de los empleados).
En Nueva Zelanda los hijos no heredan las granjas, sino que deben comprárselas a sus padres
Los tres trabajadores que tienen son neozelandeses, aunque no es lo habitual. En las granjas se encuentran principalmente operarios procedentes de India, países del sudeste asiático (Indonesia, Malasia, Filipinas) o Sudamérica (Argentina). El salario del empleado con menor sueldo es de 60.000 dólares brutos al año (33.000 €), y los horarios y turnos de descanso varían a lo largo del año según la temporada de partos.
Los turnos más habituales en las granjas para los empleados son de 11 días de trabajo seguidos y luego 3 días de descanso
En las épocas de mayor carga laboral, los turnos más comunes en las granjas son de 11 días de trabajo y 3 de descanso. En periodos más tranquilos, los turnos pueden ser de 9-3 o 8-2. Las explotaciones lecheras neozelandesas buscan altas productividades laborales, con una carga de trabajo media de 250 vacas por empleado.
Ganaderos-empresarios transformadores de su propia leche

Sala de ordeño en forma de espina de pescado de 44 puntos
La granja de la familia Wills es socia de la cooperativa Fonterra, la principal empresa láctea del país, que recolecta y transforma el 80% de la producción de Nueva Zelanda. Esta posición le permite fijar el precio de la leche en todo el país, convirtiéndose en referencia para el resto de las industrias. Sin embargo, en los últimos años, estas han ido ganando cuota de mercado gracias a una regulación estatal antimonopolio.
Los ganaderos accionistas de Fonterra reciben anualmente un pago por los beneficios de la empresa en función de la leche entregada
Como accionista, Grant recibe un pago por acción que varía cada año según la leche entregada (1 acción por cada 3 kg de sólidos entregados) y los beneficios obtenidos por la empresa. Bajo estas condiciones, el pago a los ganaderos socios es muy variable. Este año está fijado en 65 céntimos de dólar neozelandés (36 céntimos de euro), pero en la campaña pasada fue de 1 dólar (0,55 euros) gracias a los ingresos por la venta de fábricas que Fonterra realizó fuera de Nueva Zelanda (Rusia, Sudamérica, etc.). Por este motivo, se prevé que los pagos aumenten en los próximos años hasta los 2 dólares (1,10 euros).
Todas las industrias lácteas de Nueva Zelanda, de una forma u otra, tienen un dueño en China
Aunque los beneficios obtenidos por Fonterra revierten directamente en sus ganaderos socios, Grant reconoce que “en realidad, de una forma u otra, todas las industrias de Nueva Zelanda tienen un dueño en China”.

En función de la demanda, la leche de Preston Wills puede ir hasta para 7 fábricas de Fonterra diferentes
De hecho, el destino de la leche que produce Preston Wills depende en gran medida de la demanda del mercado internacional, que está monopolizado por China, país que acapara la mitad de las 60 millones de toneladas de leche de vaca que se comercializan anualmente en el mercado internacional.
“Toda nuestra producción de invierno se destina a leche UHT para consumo interno, pero la de primavera se utiliza para productos industriales. El camión cisterna de Fonterra recoge la leche al mediodía en nuestra granja y, según los contratos internacionales que la compañía tenga en ese momento y los precios de mercado existentes, nuestra leche puede ir a 7 plantas diferentes, cada una especializada en la fabricación de distintos productos”, explica Grant.