Principales errores que se cometen en el cultivo del maíz forrajero

Santiago Sousa Lema, director del área de Cultivos y Mecanización de la cooperativa Os Irmandiños ofrece unas claves para mejorar las cosechas del maíz forrajero, el principal cultivo de las ganaderías de vacuno de leche.

Principales errores que se cometen en el cultivo del maíz forrajero

Finca de maíz con una germinación homogénea.

El maíz forrajero es un cultivo muy extendido en Galicia, pero también se trata de un cultivo exigente tanto en fertilización como en manejo, sobre todo en la fase inicial de implantación.

A partir de nuestra experiencia en Os Irmandiños Sociedad Cooperativa Gallega hablaré de los principales errores que venimos detectando en el cultivo del maíz forrajero en Galicia y de los aspectos clave que se deben de tener en cuenta para lograr la mejor cosecha teniendo en cuenta las condiciones climatológicas de cada año.

Principales errores que se cometen en el cultivo del maíz forrajero

Uno de los principales errores que se cometen en el manejo del maíz como forraje es la suposición de que se adaptará al terreno sin dificultades y no valorar si encontrará los nutrientes necesarios para conseguir el máximo rendimiento. No sirve de nada disponer de una variedad muy productiva si las condiciones de la nuestra finca no son aptas para que se consiga ese potencial, ya que la rusticidad, la resistencia a hongos o la sequía, no son iguales en todas las variedades, y no siempre las más productivas son las que mejor se comportan en condiciones difíciles de tierra y clima.

Otro error habitual es realizar el laboreo con mucha premura, y no airear y oxigenar la tierra correctamente. Cada vez más los trabajos de laboreo y de siembra se concentran en una época muy concreta y cada vez más corta.

Si todos los productores concentran los trabajos de laboreo y siembra y emplean las mismas variedades, se concentrará de nuevo la cosecha y la posterior siembra de hierba, componiendo un ciclo de alto estrés y falto de sentido, si no tiene una base agronómica y carece de rigor en la planificación.

“Un error habitual es realizar el laboreo con mucha premura, y no airear y oxigenar la tierra correctamente”

Es importante establecer un plan de cultivos, que se base en las necesidades reales de forraje de cada explotación, ya que la ración alimentaria del ganado y el número de cabezas es particular en cada caso. Una vez disponemos de ese dato concreto, considerando unos stocks de seguridad, podemos determinar la superficie necesaria de cada tipo de cultivo que integre la base forrajera. En esta fase de planificación es importante ser realista al tener en cuenta el rendimiento de la producción de maíz, ya que en muy pocos casos se pesa el maíz que se cosecha, y en las estimaciones el error que se comete puede ser muy elevado.

En la zona de la Mariña lucense, los rendimientos de producción reales oscilan entre las 32-38 tn/Ha, considerando niveles de MS en torno el 32-34%. Siendo datos medios, contemplan producciones puntuales superiores a las 45-48 tn/Ha, pero también consideran producciones de menos de 25 tn/Ha. Es cierto que la climatología influye mucho en el rendimiento real de producción, pero no es menos cierto que la única manera de saber el “rendimiento real” es pesar lo que se cosecha.

“En A Mariña las producciones oscilan entre las 25 y las 48 toneladas, y no todo se debe a la climatología”

No sirve de nada asimilar que de 20 Ha sacamos 1.000 Tn de maíz para ensilar, si desde que el carro mezclador finaliza ese silo, y revisamos el informe de silo de maíz extraído del mismo, apenas supera las 600 Tn. Una de dos, o asimilamos que la producción real distaba bastante de las 50 Tn/Ha, o tenemos que suponer que las pérdidas por lixiviado y podredumbres, rondan el 40 %. En todo caso, lo grave del asunto sería haber estimado una reserva de forraje muy superior a la real, lo que traería en consecuencia problemas posteriores para ajustar la ración a las reservas reales disponibles.

Otro error frecuente, es no estimar correctamente las necesidades del maíz en cuanto a disponibilidad de nutrientes en la tierra. Resulta imprescindible disponer de analíticas de tierra y basar el plan de fertilización en la información que estas aportan. Conjugar correctamente el abono orgánico que disponemos en la explotación como el purín y/o el abono, y complementar con abono mineral es la mejor manera de evitar pérdidas de producción difíciles de corregir desde que el maíz ya esta creciendo.

Análisis de costes y planificación previa

La planificación previa resulta fundamental, como se menciona anteriormente, y debería ser el plan de cultivos el que estableciese las necesidades basándose en la ración alimentaria del ganado y considerando el stock disponible. Una vez conocidas las necesidades, el rendimiento medio de producción y las parcelas disponibles, podemos establecer un plan de producción de forraje que considere las fincas disponibles aptas para la producción de maíz, sin perder de vista las condiciones de la PAC vigentes en cada año. Además de establecer la programación de fincas que se destinarán a la producción de maíz, es importante considerar la disponibilidad de cada parcela para establecer el cultivo y marcar fechas de referencia.

Como en todo plan que dependa del clima, debemos considerar diferentes opciones ya desde un inicio, pues si en las fincas que están a barbecho invernal podemos iniciar el laboreo con antelación y elegir ciclos largos, en las que se dedican a producción de hierba dentro de la rotación, deberemos adaptarnos a la climatología para establecer el nuevo cultivo. En este punto, tiene especial importancia tener claro si vamos a extraer dos cortes de la pradera o es suficiente con un único corte. Estas consideraciones deben hacerse sin perder de vista las necesidades de forraje de la explotación, y no tomar decisiones precipitadamente.

 “Con un ciclo de maíz más corto, las parcelas con hierba y maíz producen más materia seca”

Es cierto que la producción de maíz en parcelas en las que anteriormente se extraen dos cortes de hierba resulta inferior habitualmente a la de aquellas que están a barbecho invernal, pero no debemos olvidar que la producción global de la parcela en Materia Seca Total (hierba+maíz) es superior, aunque obtengamos altas producciones de maíz en las que están a barbecho. En todo caso, si realmente necesitamos hierba para equilibrar correctamente la ración del ganado, no sirve de nada optimizar la producción de maíz, por no planificar correctamente y pretender a toda costa sembrar antes de una fecha concreta, sin considerar otras opciones como adaptar el ciclo u optimizar la producción en las parcelas que estaban a barbecho.

En lo relativo a los costes de producción, cabe reseñar que aunque las distintas técnicas de producción pueden implicar cuestes diferentes, si hablamos de maíz forrajero producido con laboreo convencional, los costes globales mantienen una estabilidad anual.

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Dentro de los costes globales, si consideramos por separado el laboreo, los abonos, los fitosanitarios y la cosecha, observaremos que en el montante global el porcentaje de coste de cada parte se mantiene “constante” en diferentes años. Dentro de esta dinámica de estabilidad, las variaciones más destacables, las encontraríamos en los abonos y en los fitosanitarios. En el caso de los abonos tiene que ver con las oscilaciones del mercado global y en el caso de los fitosanitarios, depende más de la necesidad de hacer tratamientos complementarios al tratamiento principal, bien por incidencia de plagas de insectos o por tratamientos complementarios en postemergencia.

Aspectos claves desde el punto de vista agronómico

Desde el punto de vista agronómico, debemos considerar cómo fundamental la fertilidad de la tierra y prestar mucha atención a la mecanización del proceso, tanto en la siembra cómo en la cosecha.

Fertilización orgánica y/o mineral

En cuanto a la fertilización, como se menciona anteriormente, resulta fundamental basarla en analíticas de tierra, para optimizarla tanto desde el punto de vista técnico como en el económico. Sobre esta premisa, a la hora de aportar fertilizante a la tierra resulta fundamental los aportes de materia orgánica en forma de purín, abono o compost. La materia orgánica aporta nutrientes a la tierra y también ayuda a mantener una estructura idónea para que crezcan los cultivos.

Si no se dispone de purín o abono para todas las parcelas, resulta muy interesante considerar aportes externos de materia orgánica, como por ejemplo compost. Nuestra experiencia, nos permite afirmar que la única manera de conservar la fertilidad de la tierra a largo plazo es aportar materia orgánica como base, y complementar con abonos minerales a medida que aporten los nutrientes que de otra manera no resulten suficientes.

“Nuestra experiencia nos dice que la única manera de conserva a fertilidad de la tierra es aportando materia orgánica”

Es habitual que aquellas parcelas que están más lejos de la explotación reciban menos cantidad de purín, por los costes que implica y por la logística asociada a esta tarea. En estos casos, considerar aportes de compost u otras fuentes de materia orgánica resulta imprescindible para mantener los niveles de producción. En estos casos concretos, con un aporte de materia orgánica adaptado según la analítica del material a emplear, puede ser suficiente para 2-3 años.

En cuanto a la fertilización mineral, si la basamos en analíticas de tierra ajustaremos al máximo su impacto económico y optimizaremos la producción sin excedernos en aportes en aquellos nutrientes de los que ya disponga la tierra o aportemos por otras fuentes como el purín y/o abono.

En el caso del maíz es importante valorar en que forma se aporta el nitrógeno mineral, ya que de la evolución y degradación del mismo va a depender su disponibilidad para el cultivo en los momentos de mayor demanda. Por nuestra experiencia, emplear abonos con inhibidores de la nitrificación , los denominados abonos de liberación lenta, es muy recomendable para mantener una seguridad en la disponibilidad de nitrógeno para el cultivo el largo de su evolución.

Variedades y ciclos

En lo relativo a ciclos y variedades, debemos escoger con criterio aquella que mejor se adapte a las necesidades especificas de cada explotación. Dentro de cada ganadería debemos considerar los condicionantes específicos de la parcela, en lo que tenga que ver con la situación, condiciones de la tierra , clima, y sensibilidad a factores externos como exposición a vientos fuertes, sequías severas, etc.

A la hora de seleccionar las variedades idóneas para cada explotación en base a las parcelas consideradas en el plan de producción de forraje, debemos tener en cuenta que cuanto mayor es el ciclo mayor será la producción potencial, pero debemos poner atención en que esa producción sea de calidad; es decir que el maíz alcance unas condiciones idóneas de materia seca (MS) y almidón, en el momento de cosecharlo.

A la hora de definir el ciclo idóneo debemos considerar la fecha de siembra y tener en cuenta un margen de seguridad, eligiendo el ciclo más largo que nos garantice llegar a la fecha de cosecha con un buen grado de madurez. Estableciendo las fechas de siembra y la fecha límite de cosecha, podemos seleccionar los ciclos que mayores garantías nos suponga para conseguir la máxima producción.

“No tiene sentido optar por variedades en oferta que no se adapten realmente a las necesidades de la explotación”

A mayores de valorar el estado de madurez de la planta en el momento de cosecha, también debemos prestar atención a otros aspectos importantes, como la resistencia a enfermedades y hongos, que nos pueden generar problemas de conservación en el silo. Buscando las mejores calidades, también se debe considerar la digestibilidad, por lo que conocer el tipo de grano que conforma la espiga, puede ayudar a enfocar mejor la selección de la variedad y adaptarla a las necesidades concretas, en cuanto a la calidad de forraje necesario en cada explotación.

El coste de la semilla no debe ser un parámetro de referencia a hora de seleccionar la variedad, ya que en el mercado existe la suficiente gama de semillas de maíz, no tiene sentido optar por variedades en “oferta” que no se adapten realmente a las necesidades de la explotación, ni a los condicionantes de las parcelas. Un diferencial de 20-30 euros por Ha en el coste de la semilla, no compensa ni por asomo mermas de producción superiores a 1 Tn/ha, que pueden resultar de una mala selección de ciclo y variedad para unas parcelas con condiciones “difíciles”.

Una vez tengamos claro cuál es el ciclo que tiene encaje en el plan de producción de cada grupo de parcelas, deberemos centrarnos en la selección de las variedades. A este respecto, una práctica aconsejable es “testear” cada año , en un 10-20% de la superficie de cada ciclo, una variedad “relevo” para aquella que sea predominante en la explotación, ya que de esta manera comprobaremos si las nuevas variedades mejoran las habituales y, al mismo tiempo, diversificamos los riesgos ante factores agravantes como los vientos fuertes o ataques de hongos.

Control de la siembra, velocidad y profundidad

El trabajo de siembra es el ultimo paso para la implantación de la semilla en el suelo en las mejores condiciones posibles, y no tiene corrección posible si se hace mal. La correcta regulación de la máquina resulta fundamental, debe realizarse con antelación y atendiendo a criterios estrictos en lo que se refiere a la regulación de profundidad y dosis de siembra.

Cuantas más plantas bien formadas seamos capaces de presentar para la cosecha , mayor será la producción por hectárea, por lo que realizar la siembra adecuadamente redunda en una producción óptima. La densidad de plantas puede establecerse entre 80-110.000 plantas/Ha. Para determinar la densidad idónea debemos tener en cuenta, entre otras, el ciclo y la fertilidad de la parcela. Densidades altas, supondrán una alta demanda de nutrientes y si la fertilidad no es adecuada, no conseguiremos buenos rendimientos ni forraje de calidad.

En cuanto a la profundidad de siembra, debemos considerar que en las siembras tempranas, existen menores temperaturas tanto en el suelo como en el ambiente, mayor humedad y mayor riesgo de encharcamiento, por lo que debemos buscar una rápida germinación y nacimiento. Para esto situaremos la semilla lo más próxima a la superficie, entre 3-4 cm de profundidad, pero en un año seco como este se recomienda aumentar la profundidad . Según va evolucionando la primavera, las temperaturas ascienden y el grado de humedad desciende en el suelo, por lo que buscando que la semilla tenga humedad suficiente para brotar, debemos aumentar progresivamente la profundidad de siembra hasta los 4-6 cm.

“Es importante que la semilla quede totalmente cubierta por tierra, y que esta se comprima mínimamente alrededor de la misma”

En lo que tiene que ver con la velocidad de siembra, este es un aspecto que depende directamente del tipo de máquina que se emplee y de la tecnología que disponga para el control de la dosificación de semillas y/u otros elementos como micro granulados. En todo caso, lo que condiciona en mayor medida a velocidad de siembra es el acabado “correcto” de la tierra en la que realizamos esta labor, ya que si presenta un mal acabado, con irregularidades, piedras y restos de la cosecha anterior, estos elementos van a dificultar una dosificación idónea y limitan en gran medida la uniformidad en la profundidad .

La velocidad debe adaptarse en función de las prestaciones de la sembradora y del acabado del terreno, a partir de una determinada velocidad las variaciones en la profundidad de siembra van a ser elevadas y esto resultará en una germinación irregular. Es importante que la semilla quede totalmente cubierta por tierra, y que esta se comprima mínimamente alrededor de la misma, para que la humedad llegue la semilla e inicie el proceso de germinación.

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