“Producimos carne de primera calidad con una riqueza que estaba abandonada”

Hablamos con Carlos Piñeiro, presidente y socio fundador de la cooperativa Pouso da Serra. La sociedad se montó hace cerca de diez años en el Hío, Cangas (Pontevedra) con un proyecto orientado a la ganadería con cabras, con el que han mejorado los hábitats del monte vecinal

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La cooperativa Pouso da Serra nació hace cerca de diez años en O Hío (Cangas, Pontevedra) con la idea de poner en marcha una actividad productiva que mejorara los hábitats del monte vecinal de la parroquia. Con ese objetivo, introdujeron un rebaño de cabras en el monte, con el que continúan a día de hoy, y en paralelo, trabajan la producción de miel y propoleos con colmenas y hacen trabajos forestales, principalmente desbroces, tanto para su comunidad de montes como para otros montes vecinales y particulares.

– Háblanos del origen de la iniciativa de la cooperativa Pouso da Serra.
– Pues en aquel momento nos juntamos cuatro jóvenes que teníamos inquietudes ambientales e interés por la recuperación del monte de nuestra parroquia. Nos cogió en una situación difícil, pues tres de nosotros estábamos en el paro o sin trabajo… Entonces surgió esta iniciativa, teníamos esta idea en mente desde años atrás, simplemente no la habíamos puesto en marcha porque con la realidad laboral de cada uno, esto era dificultoso. Entonces, el cambio de nuestra situación y la falta de trabajo fue lo que desencadenó los acontecimientos.

– ¿Cómo fue la acogida de la comunidad de montes vecinales de O Hío a vuestro proyecto?
– En el momento de la iniciativa, preparamos un proyecto, una presentación delante de la asamblea de la comunidad de montes, pero también delante de los vecinos que no son comuneros, y de 90 votos solo hubo tres abstenciones, el resto todo fue a favor, no hubo ningún voto en contra, hubo una aceptación popular espectacular.

Pienso que la gente veía que el monte necesitaba un cambio. Nuestra iniciativa también es una manera de recuperar la ruralidad que esta parroquia tuvo y que ahora, por estar en la costa y estar tan próxima a grandes ciudades, pues estábamos perdiendo.

– Escogisteis cabras como animal más adaptado al pastoreo en el monte. ¿Qué raza elegisteis?
– Escogimos la raza autóctona, la raza gallega, porque es la raza más adaptada al territorio que ocupamos y a las inclemencias del tiempo. Precisábamos una raza muy rústica porque nuestro terreno, sobre todo el comunal, estaba lleno de tojo y de maleza dura, entonces necesitábamos un tipo de cabra que se adaptase bien a ese tipo de vegetación.

– ¿Cómo os organizasteis a nivel de instalaciones y zonas de pastoreo?
– Las instalaciones que ocupa el rebaño son una especie de invernadero recubierto de madera, es un establo adaptado al número de cabezas que tenemos, unas 150. También contamos con un pequeño cubierto donde guardamos la paja y el alimento para el invierno.

A nivel de pastoreo, tenemos un acuerdo con la comunidad de montes para la cesión de 50 hectáreas para el aprovechamiento del pasto, pero es cierto que podríamos ocupar mucha más zona porque tanto en el monte comunal como en el privado hay escasa actividad.

– ¿Cómo es vuestra rutina diaria de trabajo con las cabras?
– El rebaño, la necesidad que tiene es que hay que sacarlo todos los días del año a pastorear, a no ser que las condiciones meteorológicas no dejen salir. Aquí en la costa tenemos la suerte de tener un clima bastante templado, y quitando 20 días al año salen todos los días. Tienen la rutina de salir a partir de las 10h hasta las 17h aproximadamente. Un pastor es el que se encarga de ellas, de cuidarlas… En nuestra zona tenemos carreteras próximas a las zonas de pasto, entonces es necesario controlar al rebaño para que no accedan a esas zonas conflictivas.

El rebaño sale todos los días a pastar, salvo meteorología muy adversa. Para jornadas complicadas de mal tiempo, también tenemos tres cierres con un total de 10 hectáreas

Contamos además con tres pequeños cierres de unas 10 hectáreas totales, que nos valen para días de mucha carga de trabajo o de mucha niebla, las metemos en esos cierres y ellas pueden pastorear y comer bien y nosotros al mismo tiempo no nos complicamos mucho la vida pastoreando días complicados.

– ¿Cómo valoráis el rendimiento económico de la actividad?
– El rendimiento a nivel venta de los cabritos sí que existe porque se venden todos a particulares. También hacemos una vez al año la fiesta del cabrito al espeto, detrás de la playa de Liméns. Juntamos sobre 700 comensales de la parroquia y vendemos un 30% de la producción, unos 35 cabritos más o menos. Esa fiesta nos aporta un ingreso extra y al mismo tiempo nos da a conocer y reactivamos la ilusión de la parroquia, al ver que hay un proyecto que cuida de su propio monte.

Es una manera de valorizar nuestro producto mostrándole una vez al año a los vecinos los productos de primera calidad que se pueden hacer en su monte, aprovechando una riqueza que hasta ahora estaba abandonada.

En cuanto a ayudas de la Política Agraria Común (PAC), tuvimos el año pasado por la superficie que limpian las cabras, pero este año quedamos sin ella por complicaciones en la solicitud.

– En todo el camino que lleváis, ¿con qué dificultades os encontrasteis?
– Los problemas iniciales fueron administrativos, es decir, conseguir los permisos para poder hacer las instalaciones, los cierres, tener los animales… Aquí en el monte de O Hío tenemos muchas afecciones, Red Natura, Patrimonio, Augas de Galicia… Ese proceso duró casi dos años y medio para poder llevarlo adelante.

Las principales dificultades fueron burocráticas. Otro problema fue que el monte carecía de hierba, pero el propio pastoreo de las cabras recuperó la hierba

Después, a nivel laboral, el gran problema que tuvimos fue la escasez de pasto herbáceo, había mucho pasto arbustivo, tojo, retama, y broza en general, pero se habían perdido las praderas y antiguas zonas de hierba. Cuando llegó el rebaño al monte, solo quedaban de hierba unos 40 centímetros al lado de las pistas… Toda la hierba que hay ahora en el monte es consecuencia del pastoreo del propio ganado.

– ¿Y cómo valoráis el control del matorral en el monte tras la llegada de las cabras?
– El rendimiento ambiental en control del matorral del rebaño es algo incontestable. Tenemos nuestro monte de ejemplo, e imagino que cualquier monte en el que paste un rebaño, y sobre todo en los que lo hagan abiertamente.

Tenemos esos cierres para el control del ganado en los días complicados de pastorear o para quitar carga de encima pero, la labor que hace el rebaño en el resto del monte… Cuando llegamos aquí con nuestro proyecto queríamos que el monte de O Hío en su totalidad recuperarse el hábitat que tuvo antiguamente.

El rendimiento ambiental de las cabras en control de matorral es incontestable

La idea era reducir la peligrosidad de posibles fuegos y abrir puertas a nuevas iniciativas que cuidasen nuestro monte. Siempre decimos que un monte cuidado es un monte querido, es decir, la gente que quiere su monte se va a preocupar de que su monte esté bien cuidado y no le pase nada.

Nosotros queríamos ser la cuña para que esto sucediese en esta parroquia. Tenemos además zonas arqueológicas, como el monte del Facho, y zonas de Red Natura, en la Costa da Vela.

– Estáis haciendo también experiencias de control de los brotes de acacia, en colaboración con la comunidad de montes. ¿Cómo está funcionando?
– Desde que llegó el rebaño al monte, notamos que por donde pasa el rebaño normalmente ya no hay acacias. También estuvimos haciendo una experiencia en la zona de Melide y Cabo Home, un pequeño cierre en una plantación de pino que sí que tenía bastante acacia y se veía que avanza mucho año a año.

Siempre decimos que un monte cuidado es un monte querido

En ese pequeño cierre metimos sobre doce cabras durante tres semanas. El resultado fue que toda la acacia que había en esa zona acotada quedó reducida. Solo quedaron los cañotos, y ahora tenemos que hacerlo en cuanto vuelva a rebrotar, volver a llevar allí el rebaño. Fue una pequeña experiencia de éxito total.

El lobo no llegó a O Hío, la prevención que tenemos que tener es con los perros sueltos de personas que pasean

– Hace unos años durante la pandemia llegó el lobo al Morrazo y hubo daños al ganado en Meira (Moaña). ¿A vosotros os os afectó?.
– No tenemos presencia de lobo en esta zona del Morrazo, somos la parte más occidental de esta subpenínsula y está muy rodeada de carreteras, es muy complicado que el lobo pueda llegar aquí. Nuestra prevención va de cara a los perros de la gente, que viene al monte a pasear con los perros sueltos. En ese sentido tuvimos varias bajas, un poco por descuidos de la gente. Teníamos un mastín por infundir respeto porque en estos años ya tuvimos cinco bajas por perros domésticos.

Otro peligro es el zorro, pero tiene bien cerrado el establo para que no lleve cabritos, con lo que reducimos problemas.

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