Ni la altitud, ni la comarca ni el tamaño son parámetros básicos a la hora de decidir destinar una finca al cultivo de patata de siembra. Así de rotundo se expresa Fernando Almeida, doctor ingeniero agrónomo y director técnico de la empresa gallega Sementares.
“Hemos realizado experiencias de plantación a más de 900 metros de altitud con notable éxito. Lo que condiciona la patata destinada a semilla no es tanto la localización de la finca como sus características. Por ejemplo, el año pasado obtuvimos semilla de alta calidad cerca de la cima del Monte Faro —en Chantada—, que tiene 1.187 metros de altitud sobre el nivel del mar.”
Y es que el aislamiento respecto a cultivos similares y la ventilación de la finca son factores que influirán de forma decisiva en el resultado de la siembra.
“Que los vientos circulen de forma constante, cambiante y con intensidad es un requisito casi imprescindible. Su acción hace que los vectores de contagio de plagas de insectos y hongos sean menos dañinos para la planta. Un ejemplo claro es el pulgón, que se desorienta con el efecto del aire. Con eso se reduce notablemente la carga vírica.”
No buscamos parcelas para tener patatas de siembra. Buscamos profesionales que entiendan el cultivo y dispongan de los medios y el conocimiento necesarios.
Tan importante como obtener patata para siembra es que esta esté certificada. Almeida explica que los criterios de certificación son —y deben ser— muy rigurosos. Porque solo así se garantiza una cosecha de calidad. “La patata que va para siembra debería estar libre de patógenos. Lo cual es muy difícil. Lograr que la presencia de esos agentes baje del 1 % es el objetivo que siempre perseguimos y conseguimos en la mayor parte de los casos, pero con una labor de seguimiento intensa.”
Por eso, insiste el representante de Sementares, la selección de la parcela decidirá el futuro de la plantación. “El mejor escenario posible es que se trate de fincas donde nunca antes se haya sembrado patata. Eso aumenta exponencialmente la posibilidad de que no haya restos de las plagas que afectan al tubérculo.”

Quistes de nematodo en patata
Una de las más importantes es el nematodo, un conjunto de gusanos con características variables del que hay registradas hasta 25.000 castas diferentes. Su persistencia en los suelos donde se haya cultivado patata es muy alta, y pueden pasar años enteros sin que desaparezcan los quistes en los que se agrupan.
Como sucede con otros cultivos como la faba de Lourenzá, es fundamental que las parcelas destinadas a semilla estén separadas y lo más alejadas posible de las destinadas a consumo. Esta medida responde al hecho de que los terrenos dedicados a patata de consumo suelen tener cargas víricas muy altas y con tendencia a expandirse.
El cultivo siempre tendrá más éxito en fincas en las que nunca antes se hayan sembrado patatas. Porque la carga de patógenos es muy baja.
Pero, más allá de las condiciones que debe cumplir el terreno seleccionado, es clave el trabajo de los profesionales de la agricultura. “Nuestro esfuerzo no se centra en buscar fincas. Hay muchas que cumplen con las condiciones esenciales de ventilación, rotación y aspectos climáticos. Lo que escasea —y cada vez más— son personas con la experiencia, la voluntad y el conocimiento para sacar adelante un cultivo tan especial como este”, señala Almeida.
Una búsqueda que aún se vuelve más complicada al tener que localizar especialistas en zonas donde la patata no haya sido el cultivo mayoritario. “Hay pocas personas con la experiencia necesaria y con los aperos y maquinaria que se requieren. La mayoría son personas mayores, próximas a la jubilación.” Por otro lado, los conocimientos técnicos deben ir acompañados de un escrupuloso respeto por las normativas que rigen la certificación de la patata de siembra.
“Una parte muy importante de nuestro trabajo consiste en supervisar que se apliquen los criterios que marcan la UE y la Consellería do Medio Rural para este tipo de producciones. Estamos hablando de un producto de alta calidad y del que dependerán las futuras producciones de un alimento tan demandado como la patata”, dice Almeida.
Esta apuesta por la recuperación de la producción de patata de siembra surge de la propia filosofía de Sementares. Desde su fundación en 2021, han trabajado mano a mano con el Centro de Investigaciones Agrarias de Mabegondo (CIAM) y con la Misión Biológica de Galicia-CSIC. Los bancos de germoplasma de ambas entidades han hecho posible recuperar el cultivo profesionalizado de diferentes cereales, hortalizas, legumbres y ahora variedades de patata como la Fina de Carballo, la Agria o la Kennebec más adaptada a Galicia.
“No hablamos de variedades autóctonas, sino de producciones locales y tradicionales. De plantas que, aun teniendo un origen externo, han desarrollado unas características propias y diferenciadas en determinadas comarcas gallegas. Con sabores y propiedades organolépticas que las hacen distintas”, dice el técnico de Sementares.
El abandono recurrente de parcelas en el campo gallego es, en este caso, un factor que beneficia el cultivo de la patata de siembra. Encontrar parcelas que lleven mucho tiempo en pradera o incluso que estén en matorral poco denso es una opción muy atractiva.
“Son suelos vírgenes y, por tanto, libres de los patógenos que afectan a los cultivos en general —como el mildiu— y a la patata en particular, como el nematodo. Nunca son suficientes las advertencias que hacemos respecto a las plagas y, por encima de todas, al nematodo. Porque los criterios de certificación de semilla son muy estrictos en ese aspecto.”
Almeida recuerda que el nematodo no solo permanece escondido en la tierra agrupado en quistes, sino que puede diseminarse a través de la maquinaria agrícola, de los aperos o incluso del calzado del agricultor. De ahí que sea tan importante que las fincas donde se haya detectado estén aisladas. Tanto es así que los ensayos que se realizaron lograron salir adelante en un entorno tan abrupto como la Serra do Faro.
Un aspecto fundamental para conseguir patata de siembra de calidad es el almacenamiento. Las condiciones de los lugares donde se vaya a depositar. Lo más importante es evitar situaciones que deriven en brotación de patógenos. Ahí entra en juego la capacidad de conservación. Condiciones de frío, de aislamiento, de sanidad…
Hay que tener en cuenta que no se trabaja con semillas “verdaderas”. Se trabaja con tubérculos de calibre inferior al que estamos acostumbrados. Pero ese tubérculo debe estar certificado en la categoría sanitaria del grupo A. Son las delegaciones provinciales de la Consellería do Medio Rural, concretamente los servicios de Sanidad Vegetal, quienes garantizan los protocolos.
El escenario idóneo es la rotación de cultivos, incluso de semillas y variedades. Como mucho, una parcela de patata de siembra tiene una vida útil de 4 o 5 años. Más allá de ese período lo recomendable es pasar a cultivos cerealísticos o, especialmente, a brásicas. El grelo es la mejor opción, según la experiencia en Sementares.
Trabajamos para recuperar aquellas variedades locales y tradicionales que tienen unos sabores y unas características organolépticas que las hacen diferentes y especiales.
Los bancos de germoplasma en patata tienen, por ahora, posibilidades limitadas. Eso lleva a que solo se esté trabajando con la variedad Kennebec —la más demandada en Galicia— y con pequeñas producciones de Fina de Carballo. Lo que se hace es seleccionar semillas parentales de Fina de Carballo y Agria.
“Ahora colaboramos con el proyecto Cultigar, en Brión, que permite mantener la semilla base y garantiza unas condiciones sanitarias basadas en la experimentación con los tejidos vasculares más jóvenes. Los meristemos son los tejidos que van a condicionar el desarrollo de la patata. Y es ahí donde hay que intervenir. Son tejidos tan relativamente nuevos que no están afectados por las patologías recurrentes. Pero es un trabajo de laboratorio, porque es en el laboratorio donde podemos intervenir para sacar al mercado una patata lo más libre posible de vectores de transmisión de enfermedades.”
En Sementares tienen claro que el mercado exige producto de alto rendimiento e inmediato. De ahí que la recuperación de la patata Kennebec, la más demandada, sea prioritaria. Sin embargo, creen que la Fina de Carballo tiene un potencial muy elevado y, sobre todo, una versatilidad que la hace muy atractiva a medio plazo.
La Fina de Carballo es una variedad con gran potencial y alta versatilidad
Sin olvidar que la Kennebec —a pesar de ser considerada gallega— es excesivamente sensible a los patógenos. En este tipo de cultivos hay que buscar la resistencia desde la semilla. Hoy en día hay casas comerciales que ya incluyen en la propia semilla elementos que bloquean la acción de esos patógenos, prestando especial atención al mildiu y a los nematodos.
Un problema común tanto para la patata de siembra como para la de consumo es la limitación que impone la UE al uso de productos fitosanitarios. En ese contexto, hay que buscar patatas de gran aptitud: para freír, cocer o guisar. No se puede apostar por introducir en el mercado productos que no tienen demanda.
El factor climático es algo a tener en cuenta. La pluviometría no es ahora un problema en Galicia. Pero el cultivo de la patata sigue considerándose de secano, ya que no se le aplica ningún tipo de riego. Una normativa de la Unión Europea aplicada al caso de este tubérculo en Galicia.
Productividad en patata de siembra
En lo que respecta a la productividad, el proyecto de Sementares aspira a alcanzar entre 15 y 20 toneladas por hectárea. La dificultad del cultivo radica en que los calibres no pueden superar los 60 o 65 milímetros. Si se sobrepasan esas dimensiones, ya se consideraría patata de consumo.
Para no llegar a ese límite, en Sementares apuestan por calibres inferiores a 55 milímetros. Así no hay riesgo de incurrir en incumplimientos. Ahora bien, eso solo se consigue con técnicas agronómicas altamente complejas, trabajando con calibres desde los 28-30 milímetros hasta un máximo de 55.
Para lograr ese tamaño es necesario trabajar en la densidad de plantación y en la regulación del engrosamiento del tubérculo. Y, aun así, siempre habrá una determinada cantidad que, por tamaño, tendrá que destinarse a consumo. La cuestión es reducir esa cantidad en la medida de lo posible.
Hemos oído demasiadas veces eso de que una finca es ‘la de las patatas’. El hábito de destinar una tierra a un monocultivo a lo largo del tiempo solo perpetúa las enfermedades asociadas al mismo
Pero, insiste Almeida, el foco debe estar en localizar parcelas libres de patógenos. Y que tengan historial de rotación de cultivos. Solo así se garantizan las condiciones para que la patata de siembra fructifique. Con todo, es más importante tener la oportunidad de trabajar con personas altamente profesionalizadas en el cultivo de la patata que las condiciones de los suelos.
Estas prácticas, dice Almeida, están orientadas a tratar de revertir la tendencia de consumir patatas ultraprocesadas. “Está en nuestras manos desarrollar un cultivo de alta calidad que se imponga a los hábitos de consumo inmediato que imperan en la actualidad.”
Y, en los aspectos sanitarios, Almeida destaca la necesidad de rotar los cultivos para evitar que los patógenos presentes en el suelo acaben asentándose. “Hemos oído demasiadas veces eso de que una finca es ‘la de las patatas’. El hábito de destinar una tierra a un monocultivo a lo largo del tiempo solo perpetúa las enfermedades asociadas al mismo.”
Sementares y Patatas Meléndez colaboran en la recuperación de la patata de siembra en Galicia