¿Qué variedades de patata resisten mejor frente al cambio climático?

Un estudio desarrollado en A Limia (Ourense) muestra algunas de las claves para atajar la sequía y las pérdidas derivadas de ella en las plantaciones de patata. La elección de las castas puede ser determinante. La investigadora Laura Meno Fariñas ofrece algunas recomendaciones para este cultivo

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¿Qué variedades de patata resisten mejor frente al cambio climático?

Plantación de patatas afectadas por las altas temperaturas y la sequía en la zona de A Limia. // Foto L.Meno.

Veranos como el de este año, donde la sequía y las altas temperaturas estuvieron muy presentes, evidencian las consecuencias que el calor puede originar en cultivos como la patata. Conocer cómo afecta la temperatura y la humedad relativa durante el ciclo de cultivo puede ser vital para evitar pérdidas y daños en la cosecha.

Así lo evidencia un estudio desarrollado en A Limia (Ourense), una de las principales comarcas productoras de patata de Galicia, por investigadoras que forman parte del grupo de investigación BV1, Planta, Suelo y Valorización de productos de la Universidad de Vigo. Sus trabajos, realizados durante los cultivos de 2014, 2015 y 2016, procuraban conocer cómo afecta la temperatura y la humedad relativa a las características morfológicas de las plantas y las diferencias que se aprecian en las distintas variedades. El estudio se encuadra dentro de una línea de trabajo más amplia, que pretende impulsar la investigación relacionada con el cultivo de la patata en Galicia.

Algunas castas apenas sufrieron cambios ni se resintieron, pese a las variaciones climáticas registradas esos años

El estudio permite extraer las primeras conclusiones ante la seca. «Tres años de investigaciones no son suficientes para establecer patrones de comportamiento o para confirmar qué variedades van a resistir mejor a la sequía, pero se pueden hacer recomendaciones para evitar daños por elevadas temperaturas y también vemos ya algunas variedades que apenas sufrieron cambios, a pesar de las variaciones climáticas que hubo», detalla la ingeniera agrícola Laura Meno Fariñas, que forma parte del grupo de investigación y está elaborando su tesis doctoral sobre el cultivo de la patata.

¿Cómo afecta el calor a la planta?

«Las altas temperaturas y secas provocan un conjunto de estreses que condicionan el desarrollo fisiológico de las plantas de patata», sintetiza la investigadora. Además, el agua es uno de los componentes esenciales en la fotosíntesis para la absorción de las sales minerales, por lo que si esta escasea no se completa el proceso. «Como respuesta a este estrés, las plantas quedan más pequeñas y con menor porte, tienen un menor desarrollo de los folíolos y la capacidad fotosintética se reduce», detalla la especialista.

Con la sequía y las altas temperaturas se reduce el número de patatas por planta y su tamaño

Si la planta sufre estrés hídrico en determinados períodos también se resentirá la producción. «La planta sometida a estrés va a responder con un menor número de tubérculos por planta y de menor tamaño, así como una senescencia prematura», concreta la ingeniera. Así, las reducciones en los rendimientos de la plantación pueden ser importantes.

Plantas de patata afectadas por las altas temperaturas y la sequía. // Foto. L.Meno.

Pero, ¿cuándo comienza la planta de la patata a resentirse por el calor? La patata es una planta de clima entre tibio y frío por lo que, según explica la investigadora, la temperatura óptima para su desarrollo está entre los 13 y los 18 grados y para la formación de tubérculos necesitará entre los 15 y los 20 grados. A partir de esa temperatura, su ritmo de crecimiento disminuye y se reduce la producción (número y tamaño) de tubérculos. Por encima de 35 grados se produce el cierre de los estomas y por lo tanto, la paralización de la fotosíntesis, tal y como detalla la experta. «Cuanto más se alejen las condiciones ambientales de las condiciones óptimas de cultivo mayor va a tener que ser la intervención por parte de los agricultores», apunta.

«Cuanto más se alejen las condiciones ambientales de las condiciones óptimas de cultivo mayor va a tener que ser la intervención por parte de los agricultores»

Por eso, con temperaturas elevadas y falta de precipitaciones es preciso regar las plantas de patata, pero si no se hace de una manera adecuada esto también puede afectar al desarrollo de la patata. «Para el cultivo de la patata es necesario que haya agua disponible en el suelo de manera constante, pero no excesiva, de ahí la importancia de que cuando se realicen los riegos estos sean frecuentes y durante cortos períodos de tiempo», explica la ingeniera.

A floración, una fase determinante

Conocer los momentos más críticos del ciclo de la patata puede resultar de gran utilidad para los agricultores, que sabrán cuándo deben actuar para evitar daños en la cosecha por las altas temperaturas. «Existen tres momentos críticos en los cuáles la falta de agua puede afectar negativamente al cultivo», concreta la investigadora.

En la emergencia de la planta, la escasez de agua y las elevadas temperaturas pueden ser determinantes. «En esta estapa, la falta de agua reduce la formación de estolones y en consecuencia la de futuros tubérculos», indica Meno Fariñas.

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Floración de la variedad Red Pontiac, una de las castas cultivadas en Galicia.// Foto L. Meno. 

Si los períodos de sequía suceden durante la floración, que coincide con el inicio de la formación de los tubérculos, así como durante la etapa de tuberización la cosecha puede verse condicionada. «La falta de agua en esa fase retrasa la formación de tubérculos y reduce el engrosamiento de los mismos, lo que hace que disminuya el rendimiento productivo y aparezcan alteraciones fisiológicas», explica.

La falta de agua en el cultivo de la patata, por períodos largos de sequía, puede provocar otros daños en la cosecha. En aquellos terrenos con déficit de calcio puede aparecer en las patatas necrosis reticular, que se observa cómo pequeñas manchas de color marrón dispersas en el interior de la patata, en la carne.

Además, los períodos de altas temperaturas combinados con lluvias favorecen la aparición de enfermedades como alternaria, una enfermedad provocada por el hongo Alternaria solani. «Primeramente se observa en los folíolos, pero si no se ataja, puede afectar a los tubérculos reduciendo la calidad de los mismos e incluso provocar una prematura senescencia de las plantas así como, daños durante el almacenamiento», detalla la investigadora, que ya ha abordado en otro estudio esta enfermedad.

Los dan por alternaria en una hoja de patata. // Foto L. Meno.

Daños por alternaria en una hoja de patata. // Foto L. Meno.

Las variedades más resistentes

En este trabajo contaron con la colaboración do centro agrogandeiro do Instituto Ourensano de Desarrollo Económico (Inorde), con empresas del sector, el Consejo Regulador de la IXP Patata de Galicia, así como con fondos europeos lo que le permitió estudiar 16 variedades de patata. En concreto siguieron la evolución de castas de carne blanca y de carne amarilla, tanto clara, como oscura. Dentro del grupo de carne blanca estudiaron: Cazona, Fina, Flamenco, Kennebec, Rudolph y Sifra. En las castas de carne amarilla clara incluyeron: Arsenal, Ganade, Innovator, Loane, Red Scarlett, Taurus y Yona. Por su parte, en las castas de carne amarilla oscura vieron la Agria, Fontane y Leonardo.

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La variedad Kennebec es una de las más extendidas en Galicia y también una de las que más resistente resultó frente a la sequía. // Foto L. Meno

Los tres años de estudio le permitieron también testar estas variedades frente a condiciones meteorológicas muy diversas. Mientras que el 2016 fue el año más caluroso, con una temperatura media del ciclo de cultivo de 20,3 grados y con máximas por encima de los 30 grados; el 2014 se situó como el ciclo más frío, ya que la temperatura media fue de 16,8 grados y las máximas no superaron los 30 grados, además de ser el ciclo más lluvioso.

Las variedades Kennebec y Fontane resultaron las que mejor resistencia mostraban frente a la seca

Las variedades Kennebec y Fontane resultaron las que mejor resistencia mostraban frente a la seca. «Aunque tres años no son suficientes para poder confirmarlo, estas variedades apenas sufrieron cambios en los caracteres morfológicos observados entre los tres ciclos de cultivo, a pesar de las variaciones climáticas», explica.

Así, por una parte se trata de una variedad, la Kennebec, cuyo cultivo está muy extendido en Galicia, puesto que se adaptó muy bien a la climatología gallega y que figura entre las castas amparadas por el sello de calidad de Indicación Geográfica Protegida (IGP) Patata de Galicia,  junto con Agria y Fina de Carballo, recién incorporadas.

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Floración de una patata de la variedad Fontane. // Foto. L. Meno.

En el caso de Fontane es una variedad menos conocida, de carne amarilla, que tardó más en introducirse en la comunidad, pero que en estos últimos años ya está ocupando una superficie de cultivo importante. «Su buena adaptación a nuestro clima se traduce en patatas de calidad muy demandadas, tanto para la comercialización en fresco como para la industria del frito para su embolsado», detalla Meno Fariñas. Se trata de una casta de maduración tardía, con un alto contenido en materia seca y que soporta períodos de altas temperaturas. Esto hace que se ajuste bien a la siembra tardía, características de la comarca de A Limia.

«Escogiendo variedades más resistentes se puede asegurar unos buenos rendimientos con menos empleo de agua»

Estos primeros resultados del estudio muestran cómo la elección de la variedad puede resultar un aspecto clave para la producción. «Escogiendo variedades más resistentes se puede asegurar unos buenos rendimientos con menos empleo de agua», detalla la investigadora.

Además de la elección de la variedad, el manejo que se haga del cultivo en aspectos como el riego, determinará la producción. // Foto L. Meno.

Recomendaciones para mitigar la sequía en los cultivos de patata

En base a los resultados de los estudios, la investigadora Laura Meno Fariñas aporta algunas recomendaciones para tener en cuenta en el cultivo de la patata:

Proteger el suelo y los recursos hídricos para favorecer el desarrollo de la planta durante todo el ciclo al mismo tiempo que se está apostando por una agricultura sostenible y respetuosa con el medio. «El agua es un recurso renovable si se controla su uso. Sino hacemos un uso correcto de la misma, puede llegar a ser un recurso no renovable y escaso», puntualiza.

Acollar las plantas. Llevar a cabo este proceso antes de que se toquen las matas entre surcos resulta clave para evitar la necrosis reticular o las manchas marrones que se aprecian en la carne de algunas patatas. «Con el acollado protegemos los tubérculos de las elevadas temperaturas, ya que al ir aumentando de volumen pueden aproximarse a la superficie», explica.

Riegas más continuas y con menos caudal. Estas prácticas pueden evitar la aparición de daños fisiológicos como son los boquetes externos, al evitar los cambios bruscos en las condiciones de crecimiento de los tubérculos.

Optar por el riego por goteo, de ser posible. «A pesar de tener una inversión mayor y precisar de un manejo más cuidadoso, puede ser una estrategia para ahorrar agua, ya que se reducen las pérdidas por evapotranspiración en las horas centrales del día», detalla la experta. Al mismo tiempo, este sistema mantiene el terreno próximo a los tubérculos constantemente húmedo, sin generar humedad en las hojas que pueda favorecer el desarrollo de enfermedades fúngicas.

Adaptar la variedad al ciclo de cultivo que se quiera practicar, así como al tipo de terreno, zona geográfica, disponibilidad de agua para el riego y la fecha de plantación. Para abordar estas decisiones, la experta recomienda a los agricultores solicitar asesoramiento técnico.

«Si optamos por un ciclo tempranero, se plantará temprano porque las temperaturas ligadas a la zona geográfica lo permiten y el terreno drena bien. En este caso podemos optar por variedades poco adaptadas a la sequía, ya que al plantar temprano las lluvias primaverales permitirán completar el ciclo. Por el contrario, si estamos en una zona geográfica como puede ser la Laguna de Antela, donde las heladas en el mes de abril son típicas y el terreno se inunda con las lluvias primaverales dificultando las labores, la fecha de plantación será, por norma general en el mes de mayo, haciendo que la etapa de tuberización se alcance en la época estival y, por lo tanto, pueden aparecer limitaciones en cuanto a disponibilidad de agua para la planta. Estas limitaciones en esta zona se corrigen con la práctica del regadío, pero este recurso en otras zonas puede ser una limitación, de ahí la importancia de seleccionar variedades resistentes», ejemplifica la investigadora.

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