“Ser comunero es preservar la naturaleza y entender que genera una riqueza local”

Visitamos el monte vecinal de San Miguel de Tabagón (O Rosal), que destaca por combinar un mosaico de aprovechamientos productivos: ganado en el estuario del Miño, viñedos de la D.O. Rías Baixas, aprovechamientos madereros, extracción de resina y miel.

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“Ser comunero es preservar la naturaleza y entender que genera una riqueza local”

Vista del estuario del Miño con la comunidad de montes vecinales Niño do Corvo en primer plano y al fondo de la imagen el monte Santa Trega.

La comunidad de montes vecinales de San Miguel de Tabagón (O Rosal, Pontevedra) se sitúa al pie del estuario del Miño, en un paraje singular en el que se combinan los usos sociales y productivos de la tierra con la conservación del medioambiente.

Una de las imágenes características del estuario del Miño es la de las vacas y caballos pastando la hierba fresca de las islas fluviales de la comunidad, a las que acceden nadando. Viñedos, extracción de resina y aprovechamientos madereros son otros usos productivos en el monte vecinal. Hablamos con el presidente de la comunidad, Hipólito González, sobre la gestión que realizan y sus perspectivas de futuro.

Preséntanos vuestra comunidad de montes y los usos de la tierra que hacéis en ella.
Es una comunidad de montes fundada en el año 1989. Somos aproximadamente 100 comuneros de los lugares de Pías, Valdemiñotos y San Miguel de Tabagón. Actualmente, el monte está gestionado por una junta rectora, que en este momento nos toca a nosotros. Llevamos 7 años gestionando la comunidad. El monte tiene unas 150 hectáreas forestales y otras 150 hectáreas en Red Natura.

El uso tradicional de este monte es la explotación maderera y también estamos trabajando en el recurso de la resina. En el apartado de financiación, son importantes los alquileres de tierra para viñedos de albariño, y en cuanto al espacio natural, en el estuario del Miño, tenemos un convenio con una empresa que tiene ganado, a cambio de la limpieza y mantenimiento de las islas fluviales.

Tenéis un aprovechamiento ganadero muy singular, en la ribera del Miño, con unas islas fluviales que dejan imágenes de postal. ¿Qué tradición ganadera tenéis en la zona?
Antiguamente, muchos vecinos de estas parroquias tenían vacas, que tradicionalmente cruzaban de forma libre el río por la mañana para pastar en la ribera, y por la tarde regresaban prácticamente solas a sus casas. Eso fue evolucionando, el ganado en las casas fue desapareciendo, y esto se ha sustituido por la situación actual, con una empresa que tiene una cantidad importante de ganado y que son los que ahora hacen la limpieza y mantenimiento de estas islas que nos pertenecen. Todo de forma muy controlada, con controles veterinarios y de Red Natura, para garantizar el respeto al medio.

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A nivel forestal, ¿cómo es la gestión del monte?
Básicamente, se trata de respetar al milímetro el plan de ordenación de nuestro monte. Es lo que marca lo que hay que hacer, quién manda realmente, pues indica cuándo hay que hacer podas, clareos, talas, etc. Siempre teniendo en cuenta todo el protocolo de certificación forestal sostenible.

Desde que estamos nosotros, no se ha hecho ninguna tala, solo un clareo porque lo pedía el propio monte. El 90% del monte es pino y tiene un turno de corta de unos 30 años; son periodos largos, pero en el próximo plan de ordenación sí se hará alguna tala. Después de la tala, procuraremos una regeneración espontánea del monte, ya que el nuestro tiene rasgos mediterráneos, muy secos, y en él la regeneración natural funciona bien, pero quizá una plantación nos obligaría a regar.

Quiero destacar también que en casos de temporales, la recogida de leña caída se ofrece a los comuneros, para que la usen en sus casas.

Además del aprovechamiento maderero, ¿qué otros usos hacéis del monte?
Queremos aumentar la extracción de resina, que nos parece un tema muy interesante a nivel económico y, sobre todo, de mantenimiento del monte, porque la resina nos obliga a mantenerlo limpio.

Como ya mencioné, parte del monte está alquilado para viñedos de albariño y también tenemos una parte alquilada a un apicultor, que tiene colmenas en dos puntos diferentes del monte. Esto es interesante no solo a nivel de producción de miel, sino para facilitar la polinización de árboles y plantas.

Este otoño también organizamos unas jornadas de micología para que la gente conozca las especies comestibles. Es también una forma de atraer a la gente al monte… En definitiva, estamos muy orientados al mantenimiento y respeto de la naturaleza. Queremos conservar el monte tal y como está, como nos lo dejaron nuestros antepasados. Tenemos algunas rutas de senderismo y facilitamos todo lo relacionado con pasear y andar en bici por el monte, pero por supuesto nada de motor.

Para mí, ser comunero es conservar la naturaleza. Se trata de preservar el medio y entender que es una riqueza. Tenemos dos trabajadores y hay potencial para hacer más cosas.

Hablabas antes de que sois alrededor de cien comuneros. ¿Cómo valoras la participación social en la comunidad de montes vecinales?
La mayoría somos gente de una generación en la que todos estamos jubilados o a punto de jubilarnos, y vemos que hay una falta de gente joven en el monte, en las juntas rectoras y en las comunidades. Creo que sería algo bonito para los jóvenes, que se incorporen a un proyecto como este, que es muy interesante.

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Estáis en una zona, el Bajo Miño, con impactos periódicos de incendios. ¿Os habéis visto afectados en los últimos años?
Afortunadamente, en los últimos años no ha habido ningún incendio importante en nuestra zona. El último llegó desde otro monte en 2013, con un impacto total de unas 2.000 hectáreas, pero a nosotros solo nos afectó en unas 25 hectáreas. Esa zona quemada la tenemos reforestada con pino joven y estamos cobrando por las capturas de CO2, ya que la regeneración de la zona afectada está inscrita en el registro de sumideros de carbono.

En la última década no hemos tenido incendios, pero también es cierto que hacemos mucha vigilancia del monte. Tenemos dos trabajadores permanentes, que también controlan vertidos de escombros, etc., y los comuneros hacemos guardias en verano. Caminamos mucho por el monte y tenemos un dron para controlarlo. Estamos muy atentos.

Para terminar, ¿cómo valoras las ayudas públicas y los apoyos de la Administración para la gestión de vuestra comunidad?
Pues la verdad es que solicitamos todas las convocatorias de ayudas que salen, pero tristemente, los apoyos son casi nulos. En estos últimos años solo hemos tenido una subvención para una poda y un clareo. Hacemos todo con recursos propios, con los ingresos que tenemos por alquileres, madera y resina.

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