En el caso concreto de la Ribeira Sacra, ya hace tiempo que venimos señalando que sería de interés para el conjunto de la D.O. que existiese una cooperativa de cierto volumen. No una entidad predominante, pero sí con peso específico. Y no por el simple hecho de existir, sino porque representaría un elemento regulador dentro del sector.
En esa Denominación de Origen hay solo una gran bodega, que tiene mucho peso, por ejemplo, en la fijación de precios y en la recogida de uva. Una cooperativa podría haber ejercido de contrapeso y de alternativa. Incluso, al ser un proyecto colectivo y de volumen, podría haber reformulado o ampliado los productos que se ofrecen a los consumidores, o innovado en los métodos de elaboración. Pero nunca llegó a suceder, y ahora no se puede ni se debe construir a toda prisa, porque solo sería un parche.

Viñedos en la D.O. Valdeorras
Es cierto que desde la pandemia el consumo de vino tinto ha caído mucho. Pero ya antes del virus se vislumbraba esa tendencia. En lo que va de siglo, la bajada ya es del 30%. En la cooperativa Jesús Nazareno, en O Barco de Valdeorras, supieron anticiparse a la situación actual y llevan más de cinco años sustituyendo o injertando las cepas de tinto para convertirlas en godello. Sabían que había que tomar medidas y supieron convencer a los socios para llevarlas a cabo y acompañarlos en el proceso.
En la Ribeira Sacra no hubo quien tomase esas iniciativas hasta que, quizá, ya fue demasiado tarde. Y hay que tener en cuenta que un viticultor o una pequeña o mediana bodega no tiene los medios ni la información necesarios para acometer reformas de ese tipo.
A pesar de esas altas cifras del cooperativismo, el sector del vino suele ser más bien individualista. ¿Qué ventajas supone formar parte de una cooperativa?
Las cooperativas presentan dos ventajas principales: pueden actuar como reguladoras del sector y manejan mucha información útil. Por poner un ejemplo, la cooperativa Viña Costeira, del Ribeiro, fue la que logró introducir en esa zona los contratos homologados para la compra de uva. Y ha tenido la capacidad, en más de una ocasión, de intervenir directamente en el mercado para proteger los precios que perciben sus más de 400 socios. Algo que, a diferente escala, también están haciendo las cooperativas de las Rías Baixas y de Valdeorras.
A una gran bodega o grupo industrial vitivinícola solo le preocupa el margen que obtendrá con la compra de la uva y la venta del vino. En una cooperativa eso también es importante, pero lo es igualmente la protección y el mantenimiento de la actividad de sus socios.
«Para la cooperativa es tan importante la obtención de beneficios como la protección al mantenimiento de la actividad por parte de sus socios»
Contar con múltiples canales de información útil es otro factor que juega a favor de las cooperativas. Desde el estado actual del mercado, las previsiones a medio y largo plazo, los precios de los insumos, las tendencias de consumo, los productos innovadores, todo lo relacionado con la legislación… la información llega por muchas vías, y ese flujo ayuda a la toma de decisiones. Esto sucede en todas las cooperativas agroganaderas, y adquiere más valor en las del mundo del vino por tratarse de un mercado tan amplio. Tampoco se puede negar que la enorme cantidad de información disponible y ahora la inteligencia artificial hacen que, en ocasiones, los socios se muestren escépticos. La clave está en hacer una labor pedagógica con ellos.
¿Tiene cabida el modelo cooperativo en las cinco IXP de vino gallegas y en la que se proyecta crear en la Baixa Limia? ¿Pueden ser un freno al despoblamiento?
Las IXP gallegas, por ahora, abarcan pocos productores y operan en un mercado de proximidad. Venden toda la cosecha en la hostelería y el comercio local, o a turistas que visitan las bodegas. Disponen de poco volumen como para participar en los grandes mercados. A día de hoy, no se percibe como necesario en ellas un modelo cooperativo porque son muy pocos productores y hay poco que gestionar. Además, ya colaboran entre ellos cuando es necesario. En el momento en que decidan dar un salto productivo, sí podrían recurrir a modelos cooperativos que les den más fuerza para entrar en mercados más amplios.
Recuerdo a un técnico que decía: “Si produces 100.000 litros, tienes que venderlos en 100 kilómetros; si produces un millón, en mil kilómetros. Y a partir de dos millones, puedes pensar en exportar.” El cálculo no es exacto ni está medido, pero la idea es clara: con poco volumen no puedes ir muy lejos porque no tienes medios para llegar.
Una IXP o una pequeña bodega puede llegar a vender vino a Barack Obama, como ya ha ocurrido. Eso te da nombre, sí, pero no se cuenta con la logística, ni el músculo financiero ni la capacidad de resistencia a largo plazo para mantener esa exportación. Aunque haya algún caso muy, muy aislado, hay que centrarse en el mercado más cercano, con el que hay contacto directo.
Sobre su papel frente al despoblamiento, hay que subrayar que, por encima de todo, las cooperativas están formadas por personas. Un banco online o un fondo de inversión puede funcionar con una supercomputadora. Las cooperativas no. Se necesita gente que las constituya, las dirija y haga el trabajo. Así, donde ya no hay gente, no parece posible que surjan cooperativas.
Otra cosa distinta es que lleguen proyectos externos —cooperativos o no— que tengan algún interés en explotar las zonas despobladas y traigan nuevos vecinos o colaboren con quienes aún viven allí. Pero eso aún no ha sucedido.
En casi todas las zonas vinícolas gallegas están desembarcando grandes grupos bodegueros y fondos de inversión foráneos. ¿Cómo afrontan las cooperativas esta situación?
Cuando las cooperativas crecen de forma racional y aumentan su producción de uva y vino, contribuyen a que parte del poder de decisión sobre el sector permanezca en manos gallegas y de muchas personas: los socios y viticultores con los que trabajan.
Es cierto que desde hace años estamos viendo la llegada de grandes grupos bodegueros y hasta fondos de inversión a las zonas vinícolas de Galicia. Lo cual es legítimo y lógico, porque vienen atraídos por la calidad del vino gallego. Y eso deriva en la competencia mencionada, que es algo inherente al sistema.
Lo que debemos destacar es que las cooperativas siempre van a tener una mayor sensibilidad hacia los productores y hacia el territorio. Porque los socios son productores y viven en el territorio. Siempre verán a cualquier productor como a un igual. Y esto sucede en cualquier sector agrario.
Además, la cooperativa defiende la imagen tanto del producto como de la zona donde se produce. Por ejemplo, siempre se lucha para no bajar los precios de la uva. Porque esas bajadas no solo dañan la economía del productor, también perjudican la imagen del vino y de la comarca.
Ha habido casos en los que cooperativas han comprado uva solo para evitar caídas bruscas de precios. Porque una gran bodega o grupo puede permitirse vender el vino muy barato, deshacerse de instalaciones y proveedores y marcharse a otro sitio. En cambio, la cooperativa tiene un compromiso con la tierra y con las personas que la habitan.
«Las grandes industrias no pueden tener el compromiso con la tierra y las personas que sí tienen que tener las cooperativas»
Lo que sí hemos visto es cómo las cooperativas siempre ayudan al productor. Por ejemplo en ganadería, en el caso de los ceses en la recogida de leche en la montaña de Lugo por parte de las industrias, fueron las cooperativas las que asumieron esa recogida, aunque no les resultara muy rentable ni pudieran igualar los precios, por el espíritu de no dejar a nadie atrás. Para las cooperativas, es muy duro decirle que no a un productor, al que ven como a un hermano. Una sensibilidad que no existe en la industria convencional.

Viñas en Vila de Cruces
¿Es posible la creación de una cooperativa de segundo grado que englobe a las principales bodegas cooperativas gallegas?
En el sector lácteo nacieron cooperativas de segundo grado porque casi todo el producto va destinado a brick (envase industrial) y no se diferencia por zonas. La inmensa mayoría de los ganaderos comparte intereses y objetivos comunes. Pero en el mundo del vino la situación es radicalmente distinta.
Estamos ante un sector muy atomizado y diverso, con cientos de elaboraciones diferentes, variedades de uva muy específicas, distintos tipos de plantación y una gran variedad de modelos de gestión. Incluso entre viñedos y bodegas que están en la misma zona hay diferencias significativas. Eso hace muy difícil unificar todo dentro de una cooperativa de segundo grado que englobe total o parcialmente a las existentes.
Pero cuidado: eso no significa que no haya cooperación ni colaboración. Un ejemplo muy claro lo tuvimos a principios de año, cuando las tres grandes bodegas cooperativas del Salnés —Martín Códax, Condes de Albarei y Paco & Lola— unieron fuerzas para aplicar un sistema de feromonas con el fin de combatir la plaga de la Lobesia botrana (polilla del racimo). Esa colaboración permitió reducir costes, evitar el uso de un insecticida y beneficiar a todos los viticultores de la zona.
«Una cooperativa de segundo grado en Galicia sólo nacerá cuando interese a la mayoría de las bodegas»
También se sabe que en el pasado hubo movimientos de uva, o compras de uva y vino entre cooperativas, para sacar del apuro a alguna que atravesaba un mal momento. Además, constan colaboraciones en operaciones a gran escala de comercio exterior. Sin olvidar que existen complementos de oferta, es decir, una bodega puede recurrir a otra, incluso fuera de Galicia, para aportar un producto que no tiene en cartera. Por ejemplo, un exportador de albariño puede incluir Rioja en su oferta a un cliente exterior que busque diversidad. Y eso se realiza mediante un acuerdo previo.
En todo caso, una cooperativa vitivinícola de segundo grado en Galicia surgirá cuando resulte interesante para la mayoría de las bodegas. No tendría que ser una fusión, sino que podría limitarse a uniones puntuales para objetivos concretos, como la compra de insumos o la entrada en nuevos mercados. Ya veremos.
Últimamente el foco informativo está puesto en los vinos de las tierras del Ulla, que están creciendo mucho. ¿Es posible el nacimiento de una cooperativa propia de esa zona?
Lo primero que conviene decir es que las tierras del Ulla siempre han sido zona de producción de vino. Antes de que existiera la D.O. Rías Baixas, el mayor productor de albariño era la bodega Valdés, de Vila de Cruces. No era nadie del Salnés ni del Condado. Luego llegó la filoxera y el albariño fue sustituido por la uva llamada “catalán”, que era y sigue siendo muy buena para aguardiente pero no para vino. Y, al mismo tiempo, parcelas que estaban plantadas de albariño pasaron a huerta u otro uso debido a la plaga. Así disminuyó mucho el cultivo tradicional.
Cuando las tierras del Ulla se convirtieron en subzona de la D.O. Rías Baixas, en el año 2000, pienso que faltó una visión de conjunto por parte de los diferentes actores. Quizá hubo desencuentros por no tener objetivos comunes. Puede que en el Salnés se viera esta zona como competencia directa y que aquí no se acabara de confiar en las posibilidades que se abrían. En todo caso, aquello ya pasó.
Hoy vemos que la demanda está disparada y que hay mucha exportación, que los vinos son de calidad y que se necesitan parcelas para poder atender toda esa demanda. Tanto las grandes bodegas y grupos bodegueros como las cooperativas están en una estrategia de crecimiento. Hace 25 años hubo reuniones con la intención de poner en marcha una cooperativa de productores del Ulla, pero por algún motivo no fructificó.
En el momento actual veo difícil que nazca una cooperativa estrictamente del Ulla. Porque, como hemos dicho, no es solo construir una nave; hay que juntar producción y productores, hacerse un hueco en el mercado, competir con otros proyectos y crear y consolidar una marca. Lo importante es que los productores del Ulla tienen la posibilidad de formar parte de las cooperativas que ya existen en la D.O. Rías Baixas
REFLEXIONES Y RECOMENDACIONES SOBRE EL MERCADO DEL VINO TINTO
Mougán elaboró un documento en el que recoge una serie de reflexiones sobre el mercado de los vinos tintos que van más allá de lo que atañe a las cooperativas.
- Superada la pandemia Covid-19, los consumidores de vino aceleraron el cambio de hábitos, reduciendo los niveles de consumo de vino tinto e incrementando moderadamente el de vino blanco, los rosados, los espumosos y los de menos alcohol.
- El consumidor es el jefe, y muchas veces adopta decisiones que los productores no comprenden, pero que deben asumir con la mayor agilidad posible.
Siempre se ha dicho que lo mejor es anticiparse y tratar de ser siempre de los primeros en ofrecer aquello que el mercado demanda, para no estar sometidos a una agonía permanente de falta de esperanza.
- La caída del consumo de los vinos tintos no afectó solo a la Ribeira Sacra. Pero otros pequeños productores gallegos de vinos tintos más organizados, más previsores y amparados en alguna cooperativa fueron asumiendo los nuevos retos que marcan los mercados.
- El consumo mundial de vino alcanzó máximos en 2007 y desde esa fecha desciende.
En el caso de la Unión Europea el consumo viene reduciéndose desde los años sesenta, y cae un 30% en este siglo en España, Francia e Italia, principales consumidores.
- Por eso, los vinos europeos dependen cada vez más de las exportaciones a mercados fuera de la Unión Europea: Estados Unidos, Reino Unido, Rusia, Argentina, China, Australia,… son mercados que crecieron y que ahora algunos retroceden y otros se estabilizaron.
- La preocupación por la salud, la evolución de los hábitos sociales y los cambios demográficos impulsan la reducción del consumo, a pesar de que la juventud prefiere bebidas alcohólicas alternativas como los licores (¡tan perjudiciales para la salud!) y las cervezas.
- El sector tiene un gran desafío con la alta dependencia de los grandes mercados de Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y centro y norte europeos que consumen vinos gallegos.
- El cambio climático está creando condiciones de producción impredecibles.
Probablemente esta circunstancia exige ampliar el uso de variedades autóctonas e híbridas para aumentar la resiliencia de la producción. Las administraciones deben facilitar los avances en este ámbito.
- Hay que adaptarse a los cambios de preferencias de los consumidores con vinos locales, de variedades autóctonas, sostenibles, con bajo contenido en alcohol o sin alcohol, innovando en el envasado, adaptándose al cambio climático y explorando canales de venta digitales y directos.
- ¿Y los pequeños productores, pueden hacer esto sin estar bien organizados en una cooperativa?