Los Trastornos Musculoesqueléticos (TME), que incluyen enfermedades que afectan a músculos, articulaciones, tendones y nervios, representan una de las principales causas de baja laboral en el sector agropecuario. Los TME son alteraciones provocadas o agravadas por las actividades laborales y las condiciones del entorno. En el ámbito rural, estas enfermedades son una realidad cotidiana que afecta gravemente a las mujeres, quienes asumen tareas específicas que agravan su desgaste físico y mental.
Uno de los principales factores que contribuyen a la alta incidencia de TME entre las mujeres campesinas es el uso de herramientas y maquinaria no adaptadas a su fisiología. La falta de diseños ergonómicos adecuados aumenta el riesgo de lesiones, ya que muchas de las herramientas están pensadas para los hombres, lo que obliga a las trabajadoras a adoptar posturas o realizar esfuerzos inadecuados. Esto genera situaciones de riesgo que podrían ser evitadas con equipos diseñados teniendo en cuenta las diferencias anatómicas.
Además, la carga de trabajo relacionada con los cuidados familiares, generalmente no compartidos, suma estrés y fatiga física, empeorando su situación. Este trabajo, a menudo invisibilizado, coloca a las mujeres campesinas en el último lugar cuando se trata de cuidarse a sí mismas. Asumen las necesidades de la familia y de la granja como prioridades, dejando su propia salud en segundo plano. Incluso cuando sufren dolores o están agotadas, postergan las consultas médicas por falta de tiempo o recursos, lo que deriva en un agravamiento de sus problemas de salud. Además, encuentran una falta de sensibilidad por parte de algunos profesionales sanitarios, que minimizan los síntomas o ofrecen tratamientos superficiales sin investigar las causas reales. Este descuido incluye, a menudo, atribuir los síntomas a cambios hormonales (como la menstruación o la menopausia), lo que invisibiliza el problema e incrementa la culpabilización de las mujeres, generando desconfianza en el sistema sanitario y, en consecuencia, reduciendo la frecuencia de consulta.
Un problema estructural, no individual
Los expertos coinciden en que los TME en el sector agropecuario no son un problema individual, sino un reflejo de las condiciones estructurales del trabajo en el campo. La falta de inversión en prevención, la precariedad laboral y la invisibilización del trabajo de las mujeres perpetúan esta situación. No se trata de que las campesinas no cuiden de sí mismas, sino de que operan en un sistema que no proporciona las herramientas ni las condiciones necesarias para preservar su salud.
El coste físico del trabajo en el campo
Los trabajos agrícolas imponen un esfuerzo físico considerable. La sobrecarga física derivada de levantar y transportar cargas pesadas, la adopción de posiciones incómodas durante largos períodos, a menudo bajo condiciones climáticas adversas, y los movimientos repetitivos son solo algunos de los desafíos diarios. Además, la fisiología femenina, ignorada en el diseño de la mayoría de las herramientas y maquinaria agrícola, incrementa el riesgo de lesiones. Sin la adaptación de equipos al cuerpo de las mujeres y con una falta general de formación en ergonomía, estas trabajadoras quedan desprotegidas ante los peligros diarios de sus tareas. La combinación de estas largas jornadas laborales y responsabilidades domésticas adicionales incrementa la fatiga física y mental, exacerbando el riesgo de lesiones y enfermedades. Las mujeres campesinas asumen una doble o triple jornada, combinando sus responsabilidades profesionales con el cuidado de los hogares y las familias. Este desgaste constante provoca una fatiga crónica que no solo afecta al cuerpo, sino también a la mente, incrementando el riesgo de accidentes laborales por falta de concentración y reflejos.
Cifras que hablan:
Según el INSST:
-Más del 60% de las trabajadoras agrícolas sufre algún tipo de TME.
-Las mujeres tienen el doble de riesgo de sufrir lesiones musculoesqueléticas que los hombres.
-Los TME son la principal causa de baja laboral en el sector agrario.
-Además, el análisis de las enfermedades profesionales en el sector muestra que casi el 73% de ellas son TME.
-La falta de prevención de los TME cuesta en el estado español más de 2.000 millones de euros al año, según estimaciones del INSST.
-Los datos del Observatorio Estatal de Condiciones de Trabajo (OECT) revelan la magnitud del problema. En 2020, el sector de la Agricultura, Ganadería, Caza y Servicios Relacionados ocupó el sexto lugar en número de accidentes laborales por sobreesfuerzo, con 6.835 casos notificados. La espalda fue la zona más afectada (33,5%), seguida de las piernas (14,4%) y los hombros (8,5%).
Entre los TME más frecuentes destacan:
–Síndrome del túnel carpiano: La compresión del nervio mediano en el túnel carpiano de la muñeca provoca dolor, entumecimiento y hormigueo en la mano y los dedos, afectando la destreza y la capacidad de agarre.
–Tendinitis: La inflamación de los tendones, especialmente de los hombros, codos y muñecas, genera dolor, sensibilidad e hinchazón, dificultando el movimiento y la realización de tareas.
–Dolor lumbar: El dolor en la parte baja de la espalda, causado por posturas forzadas y levantamiento de cargas, puede volverse crónico y limitar gravemente la movilidad.
–Lesiones de columna vertebral: La presión sobre la columna puede provocar hernias discales o protrusiones, generando dolor intenso y limitando la capacidad de trabajo.
Además de estos TME específicos, las campesinas también pueden experimentar:
–Fatiga crónica: El agotamiento físico y mental afecta la calidad de vida, el sueño y la capacidad para realizar las tareas diarias.
–Mayor riesgo de accidentes: La fatiga y el dolor disminuyen la concentración y los reflejos, aumentando el riesgo de sufrir accidentes laborales.
El impacto de estos trastornos es profundo, no solo en términos de dolor físico, sino también en la calidad de vida. Las trabajadoras afectadas a menudo experimentan dolor crónico, limitación de movimientos y, en casos graves, discapacidades que afectan su capacidad para trabajar y realizar tareas cotidianas. Esto puede llevar a problemas psicológicos como la ansiedad, la depresión y el aislamiento social. Un problema que se ve agravado por la falta de acceso a servicios de salud en áreas rurales y la presión para continuar trabajando a pesar del dolor. La reducción de profesionales sanitarios, junto con la falta de transporte público y las largas distancias que hay que recorrer para llegar a un centro médico, hace que muchas mujeres no puedan acceder a atenciones básicas. Esta realidad, sumada a la falta de tiempo debido a las múltiples responsabilidades que asumen, hace que los problemas de salud sean ignorados o tratados de forma tardía.
Medidas urgentes para prevenir y abordar los TME
Ante esta situación, es urgente aplicar medidas efectivas para prevenir y tratar los TME en el sector agropecuario. Alcemos la voz para exigir medidas concretas que protejan la salud de las campesinas como:
-La realización de estudios exhaustivos sobre las tareas agrícolas, identificando los movimientos, posturas y cargas que pueden generar riesgo de TME. Identificar y corregir factores de riesgo ergonómicos, como posturas forzadas, movimientos repetitivos y manejo de cargas pesadas. Esto permitirá implementar medidas preventivas específicas.
-Las herramientas y maquinarias agrícolas deben adaptarse a la fisiología femenina, garantizando que su uso no implique un riesgo adicional. Es necesario promover el diseño y uso de equipos ergonómicos que tengan en cuenta las diferencias anatómicas.
-Capacitar a las trabajadoras en técnicas de levantamiento y manejo de cargas, así como en la importancia de adoptar posturas correctas y realizar pausas activas. El uso correcto de herramientas y la adopción de posiciones seguras son esenciales para reducir la incidencia de TME.
-Mejorar el acceso a servicios de salud en áreas rurales, incluyendo fisioterapia y rehabilitación, para el diagnóstico temprano y tratamiento de los TME. Esto es fundamental para evitar el agravamiento de los problemas de salud.
-Promover campañas de sensibilización sobre la importancia de la prevención de los TME, dirigidas tanto a las trabajadoras como a los empleadores y autoridades. Visibilizar el problema es el primer paso para impulsar el cambio.
Es hora de actuar para proteger la salud de quienes nos alimentan. Es fundamental que se reconozca la contribución vital de las mujeres campesinas y se tomen medidas para garantizar un entorno de trabajo seguro y saludable. La mejora de sus condiciones laborales no solo beneficiará su salud y bienestar, sino que también fortalecerá la agricultura y la economía rural en Galicia. No podemos permitir que el trabajo en el campo siga siendo sinónimo de dolor y sufrimiento, y debe garantizarse que las mujeres que nos alimentan tengan el reconocimiento y el apoyo que merecen.