Uno de los desafíos actuales de la viticultura es el impacto que puede tener el cambio climático en los viñedos, tanto por las variaciones de temperatura, como la disponibilidad de agua necesaria para la producción o las alteraciones que puede provocar en las especies. Un manejo regenerativo del viñedo, centrado en la conservación de la vida de los suelos y a medio camino entre una producción intensiva y una producción basada en la mínima intervención, puede ser la alternativa de futuro para la viticultura, tal y como argumenta la ecóloga Pilar Andrés, una de las mayores expertas en analizar los impactos de la producción agrícola en los suelos y en la biota que los integra.
En su participación en la jornada virtual “Regeneración y conservación del suelo vitícola” organizada por la Plataforma Tecnológica del Vino (PTV) recientemente, Andrés ha incidido en recordar los efectos que la propia actividad agraria tiene sobre el clima, por la disrupción del ciclo de carbono que provoca. “La agricultura distorsiona el ciclo del carbono al pretender maximizar la biomasa vegetal aprovechable, que se exporta fuera del agroecosistema, reduciendo la cantidad de carbono que las plantas entregan al suelo”, explica. Así, dependiendo del manejo que se haga del suelo, este se comportará como un sumidero o fuente de carbono.
Los viñedos provocan también un empobrecimiento del suelo en carbono. “Se degradan la base nutritiva, la estructura y el clima edáfico que soportan a la biota del suelo”, detalla. En la viticultura intensiva, al igual que otras prácticas agrícolas intensivas, se produce una quiebra de los servicios ambientales. “El suelo solo puede entregar un servicio: la producción, pero además, este servicio será subvencionado, por el aporte que se precisa proporcionarle al suelo”, concreta Andrés.
“Los viñedos son la forma de uso agrícola que causa mayores tasas de erosión en el Mediterráneo. Además, la viticultura provoca un empobrecimiento del suelo en carbono”
La viticultura es una de las actividades agrícolas que provoca un desgaste importante de los suelos debido a los efectos de la erosión. “Los viñedos son la forma de uso agrícola que causa mayores tasas de erosión en el Mediterráneo, con medias de erosión de la tierra de 2,4 a 9,3 toneladas por hectárea al año, cuando lo tolerable, según los baremos fijados por la Comisión Europa, es una pérdida de entre 0,3 y 1,4 toneladas por hectárea en un año”, explica la ecóloga.
La importancia de conservar el suelo
Además de conocer el impacto que la viticultura tiene sobre los suelos, Pilar Andrés recuerda los servicios ambientales que ofrece la biota del suelo para poder comprender su importancia. “Los suelos aportan servicios ecosistémicos que permiten la vida en la Tierra”, señala. Así, los suelos son el hábitat de un gran número de organismos fundamentales. Un gramo de suelo puede llegar a contener varios miles de especies, 200 millones de hijas fúngicas y 1 billón de células bacterianas.
Un gramo de suelo puede llegar a contener varios miles de especies, 200 millones de hijas fúngicas y 1 billón de células bacterianas
El suelo actúa también como regulador del clima y de las inundaciones y contribuye a la purificación del agua y la reducción de contaminantes. Los suelos son también fundamentales en el ciclo de nutrientes y una fuente de alimento, fibras y combustibles, así como de productos farmacéuticos y recursos genéticos.
Dada la contribución de los suelos, la nueva PAC recomienda adoptar prácticas y estrategias integradas que orienten la restauración de los suelos agrícolas, de cara a facilitar no solo el secuestro de carbono sino también la salud integral del suelo y el cumplimiento de los servicios ambientales. Medidas como el Pacto Verde Europeo, adoptan medidas para proteger el suelo, buscando una reducción del 55% de las emisiones del gases de efecto invernadero para el 2030, así como la neutralidad climática de cara a 2050. Con todo, como señala la ecóloga, la agricultura emite aproximadamente el 10% de los gases de efecto invernadero en la Unión Europea, con lo que existe poco potencial para la reducción de emisiones en este sector.
Tres modelos de producción vitícola …
La ecóloga Pilar Andrés ha llevado a cabo, junto con otros profesionales, un caso práctico en el Ampurdán en la provincia de Gerona, para comparar el impacto y los beneficios que aportan a la conservación de la biota del suelo y a la producción vitícola tres modelos diferentes de manejo de los viñedos: intensivo, regenerativo y mínimo. Conocemos los detalles de cada uno de ellos:
-Manejo intensivo
En este caso se trata de un viñedo de 30 años, que se ara a 20 centímetros 5 veces al año para evitar la competencia de la cubierta. También se procede a la eliminación de las malas hierbas mediante el uso de glifosato.
En materia de fertilización, emplean 150 kilos de NPK por hectárea. El control químico de las plagas se realiza optando por fungicidas sistémicos, así como herbicidas de preemergencia.
– Manejo regenerativo
El manejo regenerativo de la tierra es una práctica que potencia el poder de la fotosíntesis en las plantas para cerrar el ciclo del carbono, producir salud en el suelo, resiliencia de los cultivos y densidad nutricional. Como detalla Pilar Andrés, son prácticas de agricultura regenerativa aquellas que contribuyen a regenerar o crear suelos sanos y fértiles, incrementan la infiltración, retención y escorrentía limpia y segura del agua. Además de incrementar la biodiversidad, salud y resiliencia de los ecosistemas e invierten las emisiones de carbono de la agricultura actual y logran secuestrar carbono. “La agricultura regenerativa cumple totalmente las demandas de la crisis climática en la que nos encontramos hoy en día”, valora la ecóloga.
Al igual que en caso del viñedo intensivo, en esta parcela las viñas tienen 30 años. Se trata de un viñedo que ha sido manejado de manera intensiva hasta el 2015, por lo que los resultados obtenidos han sido logrados en 4 años. Actualmente en este manejo regenerativo no están arando el suelo y la fertilización es a base de estiércol de vaca. Aplican tés de microorganismos y proceden a la regulación de cationes para mantener bajo control el pH de la tierra.
Este viñedo cuenta con cobertera permanente a base de una mezcla de luminosas y gramíneas. En primavera y verano, para el control de la cubierta, las hierbas de los corredores las aplastan con un crop roller, y el espacio entre dos viñas se deshierba a mano. En invierno proceden a descompactar el suelo con la inyección de ácido húmicos.
En cuanto a los ataques por hongos, los combaten utilizando azufre y cobre. En las plagas de insectos, las previenen utilizando feromonas.
– Manejo mínimo
En este viñedo, las cepas tienen 50 años y hasta el 2007 se gestionaron mediante un manejo intensivo. En la actualidad, se ha optado por suspender por completo el arado de la tierra y dejan que se produzca un desarrollo espontáneo de la cubierta herbácea en las calles.
Realizan un desherbado anual con cortadora manual y los restos de poda los retiran del campo y los queman.
… Distintos resultados
A la hora de evaluar los efectos conseguidos en la salud del suelo con los tres modelos de manejo, la experta atiende a parámetros físicos, químicos y biológicos. Los mejores resultados se alcanzan con un manejo regenerativo, que logra un impacto más positivo en los suelos. Las prácticas regenerativas resultan incluso mejores que cuando se deja la tierra y el cultivo, en este caso el viñedo, casi sin intervención y, sobre todo, frente al “desastre fisicoquímico y biológico” que proporciona el manejo intensivo.
En cuestiones como densidad aparente, el pH o el carbono orgánico, el manejo regenerativo logra resultados muy positivos en solo 4 años, muy similares y en proporción mejores que los alcanzados en 12 años de un manejo mínimo. “En 4 años hemos pasado de un 0,54% de carbono orgánico en el suelo a 1,27% y en 12 años a 1,84%. Es brutal la rapidez a la que se logra este secuestro de carbono en un modelo regenerativo en 4 años”, valora la ecóloga.
Uno de los aspectos en los que se aprecia más el impacto positivo de las prácticas regenerativas es en la presencia de seres vivos. Con el manejo regenerativo han contabilizado 973 millones de flagelados por metro cuadrado en 15 centímetros de profundidad frente a los 117 millones que se contabilizan con un manejo mínimo y los poco más de 61 millones presentes en un modelo intensivo. “La comparativa nos ha permitido ver la tremenda riqueza de controladores que se logra con un manejo regenerativo, seguido a corta distancia en algunos grupos en el manejo mínimo” señala Pilar Andrés.
La gran diferencia en un manejo regenerativo está en todos aquellos parámetros biológicos, que de esta forma se potencian y preservan, mientras que con un modelo intensivo acaban destruidos. También cabe señalar que, en aspectos como la estructura física del suelo un manejo mínimo tiene una importante ventaja frente al modelo regenerativo.
¿Es rentable económicamente apostar por la conservación del suelo?
En cuanto al impacto económico, la comparativa ha permitido determinar que el manejo regenerativo además de las ventajas que proporciona para el suelo es también rentable económicamente. En el manejo regenerativo se apreció una caída de la producción en los 2 primeros años, pero en estos momentos han logrado una rentabilidad económica superior a la que se lograba con una producción intensiva debido a una mezcla derivada no solo de la recuperación de producción sino también por la revalorización del producto, ya que ahora está siendo comercializado como ecológico, con un precio más elevado.
En este sentido, el manejo mínimo está siendo el menos rentable, ya que pese a que los gastos son muy reducidos apenas se está logrando producción, en parte porque las viñas son viejas, pero también por los efectos de este tipo de manejo.