
Chap Zwiers, delante de las instalaciones de la granja en Putaruru, en la isla norte de Nueva Zelanda
La granja Waimakariri Lands se encuentra en Putaruru, cerca de Tirau, en la región de Waikato, en la isla norte de Nueva Zelanda. Es una zona de orografía escarpada, pero eso no impide el pastoreo del ganado ni el abonado, incluso en zonas inverosímiles debido a la pendiente.
La propiedad de la granja pertenece a una sociedad de capital de la que forman parte el matrimonio formado por Jack y Tiz Scheres, su hija Ashley y su esposo Chap Zwiers, quienes optaron por una fórmula diferente al modelo habitual de ordeño compartido (sharemilking), mayoritario en Nueva Zelanda. Este modelo resulta equilibrado en ganaderías de pasto autosuficientes en forrajes, pero perjudica al ganadero socio en explotaciones más dependientes de la compra de insumos.
Las únicas instalaciones a cubierto de la granja son la sala de ordeño y el patio de alimentación
Waimakariri dispone de 157 hectáreas efectivas de terreno agrícola, de las que 45 se destinan al cultivo de maíz para ensilado. Además del pasto que consumen las vacas, que están todo el año fuera, se suplementan con una ración que incluye también soja, alfalfa, palmiste y bagazo de manzana en un patio de alimentación, la única instalación techada junto con la sala de ordeño. “Teníamos pérdidas del 20% al dar el silo de maíz en el prado, según las estimaciones que nos hizo DairyNZ, por eso decidimos construir un patio de alimentación”, explica.
Concentración de partos en otoño
La explotación tiene 500 vacas en producción y produce una media de 387 kg de sólidos (grasa y proteína) por vaca al año, que es la unidad de medida con la que se paga la leche a las ganaderías en Nueva Zelanda por parte de las industrias que recogen la leche.
Realizan la concentración de partos en otoño para poder vender así la mayor parte de la leche en invierno, época en la que las industrias neozelandesas pagan un sobreprecio. Fueron cambiando la temporada de partos de la primavera al otoño y actualmente el 85% de las vacas están paridas y dando leche en invierno, frente al 15% que lo hacen durante la primavera y el verano.
El 85% de las vacas paren en otoño y el 15% en primavera
En el último año, la granja tuvo unos ingresos totales de 2.736.900 dólares neozelandeses por venta de leche, que les pagaron a 10 dólares por kg de sólidos más una prima de 2 dólares por los kilos producidos en invierno.
El coste de producción se situó, de media, en 8,57 dólares por kg de sólidos producido. “El mayor coste de la alimentación es la proteína, por eso el contenido en proteína de la ración lo vamos variando entre el principio, el medio y el final de la lactación en función de las necesidades que tiene la vaca en cada momento y su nivel productivo”, indica Chap.
Compra de insumos

En la ración añaden manzanas procedentes de una sidrería, además de otros subproductos como torta de palmister
Además de ser intensiva en producción de pasto, como todas las ganaderías lecheras del país, Waimakariri está clasificada dentro del sistema 5 por su mayor dependencia de la compra de insumos, según la clasificación establecida por la entidad de asesoramiento público DairyNZ, al depender en más del 30% de la alimentación del ganado de compras externas a la explotación y realizar suplementación a las vacas durante toda la lactación.
Está clasificada en el grupo de las explotaciones más intensivas del país al comprar más del 30% de la alimentación del ganado fuera de la explotación
Siembran 45 hectáreas de maíz para ensilar y compran aproximadamente la misma cantidad fuera de la granja, además de otros suplementos, como un subproducto a base de manzanas procedente de la industria sidrera, que deben limitar porque “tiene un olor que incluso llega a percibirse después en la leche del tanque”, admite Chap.
Las manzanas se las echan enteras en el pesebre, mezcladas con el resto de la ración. Aunque la temporada de producción de manzana es estacional, la industria que les suministra las congela en grandes cámaras para ir descongelándolas a lo largo de todo el año y hacer con ellas zumo y sidra, por lo que tienen suministro constante durante los 12 meses del año.
Antes de utilizar las manzanas, les daban a las vacas kiwis también procedentes de la industria alimentaria, pero tuvieron que dejar de usarlos debido a los problemas de acidosis que provocaban en las vacas. “Son carbohidratos de fácil asimilación”, explica.
Cada vaca consume unas 3,8 toneladas de alimento en pesebre al año, además de la hierba que pasta directamente en el prado
La ración con la que suplementan a las vacas en lactación está compuesta por 12 kg de silo de maíz, 7 kg de manzanas procedentes de la industria de fabricación de sidra, 4,6 kg de harina de maíz, 4 kg de silo de hierba, 2,2 kg de torta de soja y 0,3 kg de una mezcla de correctores vitamínico-minerales (calcio, magnesio y zinc).
La ración va variando en función del momento de la lactación, con la introducción de hasta 3 kg por vaca y día de torta de palmiste (un subproducto de la industria de producción de aceite de palma importado de países como Indonesia), de 2 a 3 kg de alfalfa ensilada y torta de soja (2,5 kg al inicio de la lactación y 1,2 al final).
Manejo del pasto

Los cierres de las fincas son de madera con una altura de 1,60 metros y duran de media unos 15 años. Cada poste cuesta entre 8 y 20 dólares neozelandeses, en función de su grosor, y la mano de obra para su colocación 70 dólares la hora
La granja partía de una alimentación exclusivamente a base de pasto, pero se fue intensificando en los últimos años, ya que concentra buena parte de sus pastizales en zonas de pendiente. Para incentivar que las vacas pasten en estas zonas menos accesibles, lo que hacen es cambiarlas de parcela cada 24 horas, es decir, después de dos ordeños, frente a lo más habitual en Nueva Zelanda, que es que el rebaño vaya a un prado nuevo cada vez que se ordeña.
Los turnos de rotación de las parcelas de pasto en primavera son de 14 días
Dado que permanecen el doble de tiempo en cada finca, las parcelas son de mayor tamaño que lo habitual en el resto de explotaciones de Nueva Zelanda. En este caso, disponen de 24 parcelas, con una media de entre 6 y 7 hectáreas, en función de la calidad del suelo, el nivel de pendiente y el grado de aprovechamiento del terreno, cuando la media de superficie de las parcelas de pasto en el conjunto de las granjas lecheras de Nueva Zelanda es de 2,5 hectáreas.
Las zonas más empinadas de la granja están reservadas para la recría, que entra a pastar en estas parcelas una vez al mes
“Con el sistema de pastoreo de 24 horas en la misma parcela, las vacas suben a los cerros por la noche en busca del pasto y lo aprovechan mejor, porque a las vacas les gusta estar pastando por la noche en zonas altas por instinto, para ver por dónde les pueden venir los depredadores”, defiende Chap.
El sistema ya lo empleaba su suegro Jack, antes de pasarles las granjas de la familia a él y a su cuñado Snow, que gestiona otra de las granjas de la familia, de 150 hectáreas, con este mismo sistema. Además, en ambas explotaciones las parcelas más empinadas las destinan a pastar con la recría.
“La tecnología puede ayudarnos a ser más eficientes produciendo leche”

Sistema automático de apertura de las cancillas de las fincas, programable y alimentado con una placa solar
Las vacas vienen desde el pasto a ordeñarse dos veces al día. El sistema de ordeño que tienen es una sala rotativa de 50 puntos en la que ordeña una sola persona, encargada de limpiar y colocar las pezoneras. La sala está equipada con retiradores y selladores automáticos para que la salida del ganado no se ralentice. Les lleva una hora y media ordeñar. Por la tarde, por ejemplo, comienzan a las 14:30 y a las 16:00 ya han terminado.
Ordeñan dos veces al día en una sala rotativa de 50 puntos donde una sola persona ordeña 500 vacas en hora y media
La granja cuenta también con collares de monitorización del ganado que mejoran la detección de celos y con cancelas programables para la apertura automática hacia las vacas que están en el pasto. “La tecnología puede ayudarnos a ser más eficientes produciendo leche”, asegura Chap.
Los collares Halter, de fabricación neozelandesa, se están volviendo muy populares entre las ganaderías lecheras del país. Permiten mover el ganado y establecer cercados virtuales. A Chap le gusta el sistema, pero por ahora tiene un coste elevado (una suscripción de 10 dólares neozelandeses por vaca al mes por el uso de los collares, más el coste de las antenas aparte, y debido a la orografía de su granja tendría que instalar muchas para evitar las zonas de sombra).
Disponen de collares de monitorización para la detección de celos y un sistema de apertura programable para las cancelas de las parcelas de pastoreo
La rutina en la explotación es siempre la misma: a las 2 de la madrugada el sistema de apertura automática abre las cancelas del prado para que las vacas vengan a comer al patio de alimentación, donde ya tienen la ración preparada; una vez comen, a las 4 de la mañana pasan a ordeñarse en la sala de ordeño, que está junto al patio de alimentación; al terminar de ordeñarse, alrededor de las 6 de la mañana, vuelven al pasto, a una parcela nueva, donde permanecen hasta las 12 del mediodía, cuando regresan nuevamente a comer al patio de alimentación; a las 14:00 vuelven a ordeñarse y a las 16:00 retornan a la misma parcela donde pastaron por la mañana.
Mano de obra total: 2,5 personas para 500 vacas

La sala de ordeño rotativa de 50 puntos, instalada en 2016, una de las primeras de este modelo de DeLaval en el mundo
La ganadería cuenta con dos empleados a tiempo completo además de Chap, que computa solo media jornada, ya que también se encarga de la producción forrajera de otras 7 granjas que pertenecen a distintos miembros de la familia Scheres.
Uno de los trabajadores de la granja, que ejerce de encargado, es un joven maorí de 30 años, Ben Purua, que el año pasado recibió varios premios por su trabajo en la explotación y por su espíritu de superación, ya que nunca había trabajado con vacas y entró en contacto con la ganadería trabajando en la granja de la cárcel en la que estuvo preso.
El salario bruto de un encargado de granja ronda los 40.000 euros brutos al año y el de un ayudante los 30.000
Su salario es de unos 85.000 dólares neozelandeses brutos al año (unos 40.000 euros) y su ayudante cobra unos 65.000 dólares. “Antes les pagábamos un poco menos y les dábamos la casa, pero ahora lo que hacemos es pagarles un poco más, también para compensar el pago de impuestos y seguros, que corren por cuenta del trabajador”, explica.
Trabajos agrícolas en helicóptero

La orografía de buena parte de las fincas condiciona el uso de maquinaria
En la zona de Putaruru hay poco terreno llano. De las 190 hectáreas totales de Waimakariri, solo unas 160 son de uso efectivo por parte de la explotación. La mitad de ellas, aunque presentan ondulaciones, permiten el trabajo con maquinaria y están destinadas a cultivos y pastizales. Otra cuarta parte es terreno escarpado, destinado exclusivamente a pasto, donde no entran los tractores.
Por eso, Chap recurre a helicópteros para realizar algunos de los trabajos agrícolas, como el abonado de las fincas más empinadas, la aplicación de herbicida para el control de malas hierbas o las resiembras anuales.
En Nueva Zelanda hay empresas de servicios agrarios que ofrecen trabajos en helicóptero dentro del equipamiento que tienen disponible
Mantener el pasto en estas zonas tan pendientes es esencial para evitar escorrentías provocadas por la lluvia en suelos que no son pedregosos, sino que acumulan unos 40 cm de horizonte 0 (materia orgánica) y luego una capa de cenizas de origen volcánico por debajo.
Para ello, el manejo que hacen consiste en una resiembra anual con helicóptero en las 55 hectáreas de pastos de montaña y en un pase de herbicida en el mes de octubre para controlar las malas hierbas.
“Nos cuesta unos 7.000 euros la aplicación con helicóptero y otro tanto el herbicida. Es muy caro, pero sería muy peligroso hacerlo con otro tipo de maquinaria. Probamos con drones, pero tardan mucho más, así que el coste es similar”, asegura.
Servicios de asesoramiento
Además de contratar estos trabajos, la explotación cuenta con un servicio externo de asesoramiento para análisis de suelos y elaboración del plan de abonado, que calcula los nutrientes necesarios para aplicar en las fincas mediante fertilización química y las dosis de nitrógeno recomendadas.
Fertilizan con tractor y abono granulado las zonas llanas y con helicóptero y abono líquido los pastos de montaña
Cuentan además con la ayuda de otros dos técnicos, uno de contabilidad, encargado de la administración de la granja, y otro de alimentación, mediante un nutricionista que trabaja en 20 granjas que emplean un sistema de ración para el ganado similar.
Cría de los terneros machos a pasto hasta los 4 meses

Zona de pastizales de montaña de la explotación, donde pasta la recría y los terneros de carne
La mayoría del rebaño de la granja es de raza holstein frisona, pero Chap selecciona los toros buscando reducir el tamaño de su ganado. “No quiero un tipo de animal grande para pastar en las zonas de pastos de montaña”, dice.
Como tiene dos ciclos de partos a lo largo del año (otoño y primavera), la fertilidad de las vacas no es un factor tan determinante como en otras explotaciones que concentran todos los partos en una sola época.
La media de longevidad en la granja es de 8 años
“Les damos a nuestras vacas 4 oportunidades para preñarse mediante inseminación artificial, ya que si no quedan preñadas en los tres celos de cara al otoño, tienen una más en primavera”, explica.
Logran una tasa de éxito del 80% en los partos de otoño y del 60% en los de primavera, ya que la ventana de inseminación es más corta, con solo una dosis de inseminación. En el conjunto del año, contando ambos periodos, como máximo un 10% de las vacas de la granja quedan vacías.
A las vacas cuya descendencia no interesa recriar les aplican un cruce cárnico con semen charolés. Vende los terneros con entre 4 y 5 meses de vida, con un peso aproximado de 100 kg, que consigue a base de leche en polvo y pasto. En los pastos de montaña más empinados, donde tiene la recría, es también donde están estos terneros que vende para carne.
El futuro de la producción de leche en Nueva Zelanda

Lechería de la explotación, al lado de la sala de ordeño
De cara al futuro de la producción de leche en Nueva Zelanda, Chap prevé un incremento del tamaño medio de las explotaciones y una mayor intensificación en la alimentación del ganado. “El tamaño mínimo para que una granja pueda ser rentable hoy en día, trabajando una familia sin empleados, es de unas 200 vacas y 70 hectáreas, siempre que no haya una variación brusca en las condiciones actuales, es decir, en un escenario de estabilidad de costes y precios de la leche”, asegura.
El sistema bancario en Nueva Zelanda ofrece créditos hipotecarios específicos para la compra de vacas y tierras, de los que pueden hacer uso las granjas para crecer. “Yo pienso que va a haber un mayor tamaño de granja, ya que en el futuro las granjas pequeñas no podrán competir porque no tienen capacidad para comprar insumos y subproductos”, considera.
La intensificación de las granjas probablemente continuará, pero no creo que aquí se avance hacia un modelo de estabulación permanente del ganado
“Nuestra granja es el modelo más intensivo que se puede encontrar en Nueva Zelanda a nivel de suplementación. Hace 10 o 20 años esto podía parecer una locura, pero hoy está aceptado porque supone un mayor control sobre la alimentación, el uso del agua, etc. La intensificación de las granjas probablemente continúe, pero no creo que aquí se avance hacia un modelo de estabulación permanente del ganado, porque la producción con pasto está muy arraigada y representa la imagen de producción verde del país”, afirma.
La edición génica del ganado no está permitida en el país, tampoco los cultivos transgénicos, pero podrían ser la mejor bala en la recámara de los productores de leche
A nivel normativo, espera que no se produzca un endurecimiento de la legislación, tanto en materia medioambiental como de bienestar animal. “El anterior Gobierno estaba muy encima de nosotros, los ganaderos, sobre todo a nivel ambiental (emisiones de gases de efecto invernadero y contaminación de aguas por nitratos), pero esa presión se ha relajado con el cambio de Ejecutivo”, reconoce.
Gestión forrajera y compra de materias primas en conjunto en las 8 granjas de la familia

Finca de cultivo de maíz de Waimakariri en una de las 45 hectáreas que dedica a ensilado
El matrimonio formado por Jack y Elizabeth (Tiz) posee tres granjas a las afueras de Putaruru, dos de ellas en sociedades de capital: Waiohotu, con su hijo Snow y su nuera Clarie, y Waimakariri, con su hija Ashley y su yerno Chap.
Para que pudieran hacerse con su parte en sus respectivas granjas, Jack y Tiz les prestaron a Snow, Clarie, Chap y Ashley 1 millón de dólares neozelandeses (unos 500.000 euros) en un préstamo sin intereses.
La tercera de las granjas de la familia, Grangelands, sigue siendo propiedad al 100% de Jack y Tiz, aunque también está gestionada por Snow, y con ella tienen previsto compensar su parte de la herencia a la otra hija del matrimonio, Nina, que no trabaja en la explotación.
El precio de compra de la tierra en esta zona se sitúa entre los 15.000 y los 25.000 euros por hectárea
Snow y Chap, como responsables de las dos granjas que gestionan y de las que son socios, reciben un salario por parte de las sociedades de capital de las que forman parte, y anualmente perciben la parte correspondiente de los beneficios que generan, según su participación en el capital de las mismas.
Con esta estructura, los miembros de la familia Scheres pretenden dar pasos hacia la sucesión futura en las explotaciones familiares y facilitar así el relevo al frente de las mismas de la siguiente generación: Snow y Clarie en Waiohotu, y Chap y Ashley en Waimakariri.
Hasta su entrada como miembros de estas sociedades en el año 2021, los dos matrimonios participaban como socios mediante el sistema tradicional neozelandés del sharemilking al 50%, en el que los dueños de la granja mantienen la propiedad de la tierra e instalaciones y cobran la mitad del cheque de la leche.
El sistema tradicional de ordeño compartido (‘sharemilking’) penaliza al ganadero que gestiona la granja en explotaciones dependientes de la compra de insumos externos
Pero en este método de ordeño compartido, en el que el propietario jubilado y el ganadero que toma la explotación se reparten el cheque de la leche al 50%, el dueño de la granja cuenta con ventaja sobre el ganadero que la trabaja cuando se trata de una granja con un sistema de alimentación dependiente de insumos comprados, ya que la alimentación del ganado corre a cargo del ganadero, mientras que los ingresos se reparten por igual.
Cultivo de maíz en común

Parque de maquinaria de la explotación, que incluye una picadora de maíz para todas las granjas de la familia
Chap y Snow gestionan cada uno su propia granja y toman sus propias decisiones, pero trabajan juntos en las labores agrícolas, por ejemplo en el cultivo de maíz, compartiendo maquinaria y uno de los empleados.
Los dos cuñados se llevan bien y se entienden a la perfección a la hora de trabajar en conjunto. “Compartimos las mismas ideas y las dos granjas son muy parecidas, por lo que aprendemos el uno del otro para poder ir mejorándolas”, asegura Chap.
La compra de materias primas e insumos para la alimentación del ganado de las 8 granjas también la realizan en conjunto
La gestión forrajera conjunta del cultivo de maíz se extiende también a las granjas de los hermanos de Jack. En total, suman 300 hectáreas de maíz entre las 8 granjas de la familia Scheres, lo que justificó la compra de una picadora entre todos. Chap, que había trabajado anteriormente en una empresa de servicios agrícolas, es quien se encarga del cultivo en todas las fincas de las explotaciones de la familia.
Una familia de origen holandés
Los padres de Jack llegaron a Nueva Zelanda procedentes de Holanda y compraron las primeras 60 hectáreas de terreno, donde instalaron la primera granja. Peter, el hermano de Jack, es quien cultiva esas tierras actualmente. Henry, el otro hermano, también se dedica a la producción de leche. En total, la familia posee 8 granjas en la zona.
El banco agrícola holandés de origen cooperativo Rabobank está muy presente en Nueva Zelanda
Al igual que ya hiciera Jack con sus hermanos en su momento, prefirió que cada uno de sus hijos gestionara una de las granjas, en lugar de compartir entre todos la propiedad de todas las unidades de producción de la familia.