Agroalimentación

Comercializar los productos del campo en circuitos cortos: claves para avanzar en una alimentación sostenible

El proyecto Food Improviders realizó un evento multiplicador el pasado miércoles en Oleiros (A Coruña) en el que se dieron a conocer diferentes rutas para conseguir la sostenibilidad en la agricultura, así como para conseguir que el sector productor obtenga mayores beneficios. La cooperación juega un papel fundamental en el proceso

A.G. 23/05/2023 6:46 pm

Food Improviders es un proyecto europeo que trata de acercarle a los productores conocimiento y competencias acerca de modelos más sostenibles en la cadena alimentaria, y que asimismo les sirvan para mejorar sus ingresos y tener una valoración cada vez más positiva del consumidor final. Por eso, entre sus objetivos están la investigación de las prácticas innovadoras de la cadena de abastecimiento de alimentos para dar más fuerza a los productores en la cadena alimentaria, o promover el contenido elaborado para estimular la aceptación de modelos más innovadores.

La Fundación Juana de Vega colabora con esta iniciativa, enmarcada en la convocatoria del proyecto europeo Erasmus +, y será la coordinadora del paquete de trabajo 4 donde se lleva a cabo a evaluación de los productos pedagógicos diseñados y testados, y del que se extraen un conjunto de buenas prácticas. Además, la entidad también participa en la gestión y difusión del proyecto mediante un evento multiplicador de difusión local. Este evento se celebró el pasado miércoles 10 de mayo en la sede de la Fundación, y se centró en la comercialización de productos en circuitos cortos.

La sostenibilidad como base de los sistemas alimentarios

Uno de los avances planteados para afrontar el cambio climático desde la alimentación, y en concreto desde la cadena agroalimentaria, es la comercialización de alimentos en circuitos cortos. “Afortudamente, tenemos muchas herramientas para reducir el efecto del cambio climático desde el sector, tales como el secuestro de carbono hasta la reducción del mismo a través del consumo de productos de kilómetro 0, etc.”, señala la responsable del Programa de Alimentación Sostenible de la Fundación Daniel y Nina Carasso, Eva Torremocha.

De este modo, resiliencia y sostenibilidad se tornan en dos conceptos clave a la hora de profundizar sobre los cambios que requiere la exigencia climática. Por este motivo, una posible estrategia es “la teoría del cambio, por la cual, hay un reto en el que las empresas y administraciones que controlan las palancas de cambio a gran escala tienen una visión reduccionista de la alimentación, y al respecto, la hipótesis de la que partimos es que la alimentación sostenible, por su dimensión sistémica, permite trabajar simultáneamente con numerosos actores”, propone la responsable de la Fundación Daniel y Nina Carasso.

En esta propuesta, “las personas deben estar en el centro y ser el motor de los cambios, y además hay que acompañar a los agentes económicos, sociales y políticos en su transición. La escucha y el diálogo son fundamentales en este entramado para acelerar el cambio hacia sistemas de alimentación sostenibles”, amplía Eva Torremocha. De la misma manera, “en el proceso hace falta utilizar la innovación como punto de partida, y articularla con el mundo académico, con procesos multiplicadores, y con una diversidad de ámbitos y territorios para confluir en estrategias de amplio impacto”, añade.

“La innovación debe ser el punto de partida, articulada con el mundo académico, con procesos multiplicadores, y con una diversidad territorial” (Eva Torremocha)

Por lo tanto, el primero de los elementos clave es la innovación social, entendida como un punto de partida que nos permita detectar, identificar y dar a conocer iniciativas interesantes a pequeña escala, y darle una mayor trascendencia. “Hay que tener en cuenta que no toda la innovación social es sostenible, por eso es importante conectar con el mundo académico, para obtener datos, corregir elementos negativos del cambio, etc.”, afirma Torremocha. Una vez superados estos dos escalones, y una vez se demuestra que esa iniciativa es sostenible, es el momento de darle trascendencia y ampliar horizontes territoriales.

Experiencias en marcha a nivel nacional 

Horta Cuina y Ekoalde son dos iniciativas que se desarrollan en dos puntos de España, y que llevan la comercialización en circuitos cortos al contexto territorial del que forman parte. Entre ellas hay algo en común: pequeños y medianos productores locales están en contacto directo con clientes potenciales que aseguran la compra del total de la producción anual -acorde a la temporalidad de los productos- como comedores escolares o centros de restauración colectiva. En estos dos casos, uno de los eslabones que interconecta a los diferentes agentes son los centros de acopio, esto es, locales donde se depositan los productos, se preparan y se empaquetan para su distribución entre los lugares conveniados.

El primero de los programas mencionados es Horta Cuina, un proyecto dirigido a facilitar la conexión entre producción local de las comarcas de la Horta de Valencia y las comarcas colindantes dentro de la Comunitat Valencià y el canal de restauración colectiva. “Llevamos un año y medio, y en concreto, nosotros trabajamos con los comedores escolares, y englobamos a 19 productores que están organizados en torno la una red de productores concentrada en el centro de acopio Ecotira”, explica el Técnico de Dinamización Local del Centro de Estudios Rurales y Agricultura Internacional (CERAI), Pedro Lloret.

“Es más fácil acceder a la restauración colectiva escolar de forma conjunta que por separado” (Pedro Lloret)

Con el recorrido que llevan hecho hasta ahora, ¿qué claves señalan? Destacan tres : “La primera reflexión es que es más fácil acceder a la restauración colectiva escolar de forma conjunta que por separado. En general lo que nos dicen las escuelas y las empresas de restauración colectiva es que necesitan diversidad de producto pero también quieren facilidades, como una facturación conjunta, una compra conjunta, etc.”, adelanta el técnico de CERAI.

“El punto de partida dos sería el ámbito de la profesionalización. Cada productor tiene su modelo, sus condiciones, pero el canal de la restauración colectiva exige un grado de profesionalización importante, tanto a nivel de calidades, capacidad de planificar con otros productores de todo lo que es el sistema de producción y logística, etc. Y la otra recomendación sería tener paciencia porque para juntarse con otras personas, sean productores o no, hay que tener paciencia y construir un modelo que se adapte a sus necesidades”, continúa.

Un caso similar se encuentra en Navarra, a través de Ekoalde. Se trata de una asociación sin ánimo de lucro que crearon productores y elaboradores ecológicos de Navarra. “En la actualidad son 66 asociados, y nos dedicamos a distribuir, comercializar, y somos un centro de acopio que ayuda a los productores a hacer la comercialización y distribución de forma conjunta”, señala el coordinador de la asociación, Jon Garai.

“El origen de Ekoalde está en esa necesidad: los productores son conscientes de que si se quieren dedicar principalmente al trabajo de producir necesitan estructuras y herramientas para distribuir, y llegar a canales que, por sí, solos no podrían llegar. Entonces la idea base es esa, mejorar, llegar a más canales y sobre todo llegar a un canal tan importante como es restauración colectiva: comedores de hospitales, escuelas y demás, que cada uno de ellos de manera particular es imposible hacerlo”, aconseja Jon Garai. 

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Cómo la tecnología puede ayudar a conseguir la sostenibilidad en la cadena?

En el transcurso del evento multiplicador organizado por la Fundación Juana de Vega intervinieron otras entidades que apoyan la transformación digital de los canales cortos de comercialización, como es el caso de Plant on Demand, una corporación que procura acercar la tecnología a esos canales y “así ayudarles a los productores a asentarse en el mercado como modelos competitivos que puedan ser alternativas reales a otros modelos de distribución y comercialización”, comenta el cofundador de Plant on Demand, Alejandro Wonenburger.

"Yo creo que en primer lugar, a nivel de proceso operativo sencillo del día a día, la tecnología tiene que facilitarle el trabajo a todas las partes implicadas en la cadena de valor, desde la producción al consumo, pasando por la logísitica y la distribución. Creo que tiene haber un asesoramiento y una actividad formativa in situ, en el desarrollo de la rutina que permita que los proyectos vayan creciendo. Al final, si la digitalización impulsa tu competitividad, probablemente cambie formas de trabajar, y cuando cambie formas de trabajar aparezcan nuevas necesidades de digitalización, porque la digitalización va muy vinculada a los procesos”, señala.

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