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Viaje para conocer experiencias de sistemas silvopastoriles en el norte de Portugal

La Oficina Agraria Comarcal de Lugo organiza la Jornada Técnica Los sistemas silvopastoriles, que se celebrará el jueves 21 y viernes 22 de noviembre y que incluye un viaje para conocer distintas experiencias en el norte de Portugal.

El contenido teórico, que correrá a cargo de los catedráticos de la USC en el Campus Terra de Lugo Rosa Mosquera y Antonio Rigueiro, se desarrollará el jueves por la tarde, a partir de las cuatro, en la sala de juntas de la Escuela Politécnica Superior de Lugo. Hablarán sobre el pastoreo como herramienta de gestión del territorio en la prevención de los incendios forestales, las sinergias entre el castaño y el ganado, las alternativas para el asentamiento de la población rural, y sobre la red europea AFINET de innovación agroforestal.

El viernes habrá un viaje de prácticas al norte de Portugal, donde se conocerán dos experiencias llevadas a cabo en Bragança, en la Quinta de Arufe, con pastoreo en sotos con ganado ovino y caprino, y en la localidad de Vila Pouca de Aguilar, con vacas maronesas en pastoreo libre en montes vecinales.

Esta acción está aprobada dentro del plan de transferencia para el apoyo a las actividades de demostración y de información al campo gallego 2019 (2019/020) y cuenta con la colaboración de distintas entidades (AFINET, USC e Instituto Politécnico de Bragança).

Está dirigida a personas vinculadas profesionalmente con los sectores productivos relacionados con la agricultura, ganadería, industria agroalimentaria y cadena forestal-madera, o con expectativa de incorporación, en especial jóvenes del medio rural gallego.

La actividad es gratuita pero tiene plazas limitadas para el viaje a Portugal, por lo que para asistir es necesario cubrir el seguiente modelo de solicitud y presentarlo antes de las 14.00 horas del día 20 de noviembre en la Oficina Agraria Comarcal de Lugo o enviarlo por mail a xbruna@xunta.es o por fax al número 982294937.

Lucenza: un ejemplo de unión vecinal para prevenir los fuegos en el monte

El devastador incendio de agosto de 2015 que arrasó buena parte de la Sierra del Larouco, con más de 3.500 hectáreas quemadas, supuso un antes y un después para los vecinos de Lucenza, una aldea de Cualedro, uno de los ayuntamientos más afectados por aquel desastre. La Asociación de Vecinos de Lucenza -un pueblo de apenas 80 personas-, y la comunidad de montes de la localidad decidieron dar un paso adelante para poner en valor el Monte das Chairas, un monte comunal de 175 hectáreas que periódicamente era pasto del fuego. “En este monte hace años pacían más de 2.000 ovejas que lo mantenían limpio, pero con el declive de la actividad agroganadera y la despoboación, el monte vecinal quedó abandonado y se cubrió de matorral que de forma cíclica era pasto del fuego”, explica Jose Bailón Fernández, apicultor y tesorero de la Asociación de Vecinos. Para romper con esta dinámica, este año comenzaron con un proyecto para introducir caballo de raza gallega y vaca cachena, dos especies autóctonas que son auténticos apagafuegos, al pastar tanto tojo, gesta como el resto de biomasa. “Empezamos cerrando 15 hectáreas, en las que tenemos 16 cabezas de vaca Cachena -12 madres, 1 toro y tres becerros que nacieron este verano-, y 5 caballos que fueron cedidos por la Asociación Caballo de pura raza Gallega”, explica Jose. Una experiencia piloto para romper con los fuegos forestales en la comarca de Verín, la más castigada por los incendios en Galicia Este proyecto de prevención de los fuegos forestales mediante el silvopastoreo acordaron presentárselo también a la Consellería de Medio Rural que decidió apoyarlo como experiencia piloto para frenar los incendios en el distrito forestal con mayor actividad incendiaria de Galicia, como es el de Verín. La ayuda de la Consellería, 150.000 euros, se destinará a vallar 42 hectáreas del monte comunal con un cierre fijo, con un perímetro de 3,5 kilómetros, así como para construir una pista de acceso desde la aldea de Lucenza hasta el monte. También se adquirirá una manga de manejo para los animales y se construirá un galpón para que se puedan resguardar en los días de lluvia. Las obras, que ejecutará la empresa pública Tragsa, está previsto que se inicien la mediados de este mes de octubre. “Nuestra idea es seguir recriando y llegar a tener un rebaño de 35 vacas y 6 caballos en esas 42 hectáreas. Y una vez que consigamos un tamaño, certificarnos en ecológico y vender una parte de los terneros”, explica José Luis.
 “Si el proyecto va bien, no descartamos ampliar el pastoreo a todo el monte comunal”
Y si el proyecto se consolida, no descartan ampliar el pastoreo y el cierre eléctrico a las 175 hectáreas del monte comunal, una parte del cual está plantado con pinos. “Ahora mismo los pinos son pequeños, pero más adelante las vacas y los caballos podrían encargarse de debrozalos”, explica. “El objetivo principal es tener el monte limpio, unir a los vecinos y que los ingresos que se generen reinvertirlos en el pueblo y en el proyecto”, añade Jose Luis.

Los trabajos de los vecinos de Lucenza: 

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Os veciños recollendo herba para as vacas
La disponibilidad de alimento no es un problema para el ganado en esta zona: y es que junto a la abundante gesta, retama y también tojo y pastos, en este monte de As Chairas hay puntos de agua, y durante el verano complementan con rollos de hierba seca procedentes de parcelas abandonadas de la aldea.

Un proyecto que contribuyó a unir al vecindario

Además, el proyecto está contribuyendo a reforzar los lazos entre los vecinos. “Es un proyecto que está uniendo al pueblo. Para los trabajos nos juntamos hasta 30 personas los sábados por la tarde o los domingos por la mañana, llevamos unas empanadas y comemos juntos”, reconoce el tesorero de la asociación de vecinos, que en su momento apoyó mayoritariamente esta iniciativa. Los propios vecinos (Faustino, David, Mario, José, Fernando, Camilo o Delfín son algunos de ellos) también hacen turnos todos los días para ir a vigilar el ganado al monte, y llevarle trozos de pan o manzanas. El pasado año los vecinos de Lucenza inauguraron en plena Sierra del Larouco -un dios celta adorado en esta comarca antes de la llegada de los romanos- un banco desde el que se divisaba el paisaje calcinado por el fuego de 2015. Los niños de Cualedro plantaron junto a él 25 robles y castaños, y lo bautizaron cómo el “Banco de la Esperanza”, un símbolo de la ilusión por un futuro mejor para su monte que brotó con esos árboles y con el proyecto de los vecinos y vecinas de Lucenza.

Un día con los trashumantes de los Ancares

Son las cuatro de la mañana en los Ancares y José Antonio Díaz 'Palillo' finaliza su jornada. Separó del rebaño las 9 vacas que mañana llevará en trashumancia hasta la montaña y se aseguró de que el resto del grupo queda atendido. Cerró una pradera con doble hilo de pastor eléctrico, llenó una cisterna de agua y se la llevó a los animales. No los volverá a ver hasta pasado mañana. A José Antonio, un ganadero ya veterano del lugar de Cerredo, en Navia de Suarna, le quedan poco más de tres horas de sueño y le espera un largo trayecto de trashumancia a pie hasta Campo de Agua, en Villafranca del Bierzo (León). Es uno de los 15 ganaderos de los Ancares que mantiene el desplazamiento estacional del ganado para aprovechar entre mayo y noviembre los pastos de la montaña leonesa. Cada primavera, 300 vacas de los Ancares lucenses marchan hacia León.
Campo de Agua era la referencia de aldea tradicional de los Ancares leoneses, pero un incendio se la llevó por delante en los 80
Su punto de destino, Campo de Agua, era la referencia de aldea tradicional de los Ancares leoneses. Destacaba por una veintena de pallozas tejadas con paja de centeno y por su emplazamiento, en un valle rodeado de montañas, a casi 1.300 metros de altitud. Funcionó durante siglos como aldea de verano, que sólo se habitaba cuando pasada la invernada y desaparecida la nieve, los vecinos de los pueblos próximos subían con el ganado a aprovechar los pastos del estío. Los ganaderos Amadeo Fernández, José Méndez, Hugo Trabado y José Antonio Díaz. Todo cambió en los años 80. Varios fuegos quemaron por completo el pueblo, que quedó abandonado, y al poco también dejó de haber ganado que subir a la montaña. Desde finales de los años 90, el valle de Campo de Agua, que suma más de 700 hectáreas de pastos arbustivos, es aprovechado por un grupo de ganaderos de los Ancares gallegos, que le alquilan el terreno a las dos comunidades de montes propietarias. El movimiento estacional del ganado desde la parte gallega de la montaña hasta la leonesa se explica por la carencia de superficie de pasto en los Ancares lucenses, donde el crecimiento de las ganaderías no se acompañó de un aumento paralelo de las tierras agrarias. "Uno de los problemas que tenemos en Cervantes es la falta de superficie. Nosotros, por ejemplo, manejamos alrededor de 40 hectáreas para 38 vacas, cuando con ese rebaño necesitaríamos el doble de terreno", resume Hugo Trabado, un ganadero que no llega a la treintena y que se incorporó hace un par de años a la explotación familiar. En la ganadería de Hugo, llevan desde hace 18 años una parte de las vacas hasta Campo de Agua cada primavera. José Antonio Díaz 'Palillo' suma casi otro tanto, 15 años de desplazamientos. Los acompañamos esta primavera en el viaje de trashumancia hacia León. Van también en la partida las vacas de José Méndez, ganadero de Santalla (Cervantes), toda una vida dedicada al campo que continúa tras pasar la frontera de la jubilación. Entre los tres van a conducir 28 reses de carne -rubias, asturianas, limusinas y cruces- hasta los pastos de León. Vacas en la pista forestal hacia la Campa de Tres Bispos. Nos esperan más de 20 kilómetros a pie por la montaña, partiendo de los poco más de 800 metros de altitud de Quindous, donde se juntan los tres rebaños de vacas, a los más de 1.500 de la cordal que separa León de Galicia, para luego bajar al valle leonés, en el que los animales permanecerán hasta noviembre. La mañana comienza con fuerza. Los animales, descansados, encaran la carretera de subida a la montaña con velocidad. Suena sobre el asfalto un concierto continuo de los cencerros que llevan las vacas colgadas del cuello. Para un oído cualquiera, las campanas no se distinguen unas de las otras. Error. Cuando los animales estén en el monte, ocultos entre abedules y piornos, cada ganadero será capaz de identificar los suyos sólo por el sonido del cencerro, sin necesidad de verlos. Los rebaños de las tres explotaciones marchan por la carretera separados unos metros unos de los otros, para así evitar conflictos entre los animales. Entre medias, los ganaderos, con la ayuda de vecinos y familiares, guían y se ocupan de que ninguna de las vacas se despiste en los cruces. "Las vacas conocen el camino. Hay algunas que fueron siete u ocho años y conducen al resto" -explica José Antonio Díaz 'Palillo'-. "Las mías ya son veteranas y saben bien por donde tienen que ir", presume. Kilómetros después, esas buenas previsiones se torcerán. Llegados a Degrada, ya a unos 1.300 metros de altitud, donde finaliza el asfalto y comienza una pista forestal, los ganaderos esperaban reagrupar las reses ante un paso canadiense, un dispositivo que consiste en una zanja que corta la pista y que está cubierta por una parrilla metálica, a fin de evitar el avance de los animales. El problema es que el paso resultó estar abierto por un lateral, por lo que las reses siguieron adelante antes de que nadie pudiese pararlas. La consecuencia, tres de las vacas de José Antonio tomaron el camino equivocado. "Son vacas un poco locas" -bromean los compañeros.- "Quisieron ir primeras y avasallarnos y mira lo que pasó". 'Palillo' justifica el despiste de los animales: "Lo que sucedió es que las vacas más veteranas, que hacen de jefas, no pude traerlas esta vez porque van a parir dentro de poco. Estas son más novatas". Entre tanto 'Palillo' va tras los animales extraviados, el resto del grupo hace parada, ya bien pasado el mediodía, en la Campa de Tres Bispos, donde finaliza la pista forestal y comienza una senda por la que toman camino las vacas, ya encarriladas hacia el destino final. La Campa de Tres Bispos es un punto habitual de paso de montañistas y de las excursiones que suben a la sierra. Desde allí hay menos de una hora a la cumbre de Tres Bispos, una montaña que lleva ese nombre porque en un tiempo se dice que separó los obispados de Lugo, León y Asturias. Ese día coinciden en la Campa con los ganaderos dos excursiones de A Coruña y de Lugo. El grupo de A Coruña, una veintena de adolescentes de un instituto, contempla el imponente panorama, todo un cordal de kilómetros de cumbres que se acercan a los dos mil metros de altitud, desde el Mustallar en el norte hasta el Penarrubia en el sur. - ¿Y aquí no hay ciudad? -pregunta, despistado, uno de los jóvenes de A Coruña. - Al llegar allí al alto está el centro comercial. -anima otro. Excursión en la Campa de Tres Bispos, durante el paso del rebaño de vacas. Calienta el sol y no queda nieve en la montaña. Vino un invierno seco que dejó un pasto pobre en los valles. Otros años, los ganaderos recuerdan haber llevado las vacas casi enterrándose en la nieve. "Hubo una vez que tuvimos que venir el día antes y nos pasamos toda una tarde paleando nieve desde Campa do Brego hasta el alto para que las vacas pudiesen subir", recuerda Amadeo Fernández, ganadero de Cervantes, que hoy no lleva vacas en la partida pero va echando una mano en el control de los animales de sus vecinos. Peor que la nieve es incluso cuando hay niebla. Entonces, si uno se aventura en la montaña, llega un momento en el que pierde la orientación y no es extraño, cuentan, andar a vueltas en círculo durante horas sin encontrar el camino. Las que finalmente encontraron el camino bueno son las tres vacas fugitivas de 'Palillo', que parecen haber entrado en razón y, ya pasada la Campa de Tres Bispos, marchan hacia parte leonesa de la montaña. Los animales, sin embargo, van con ideas propias y al poco abandonan la senda para improvisar un área de descanso, tumbados al sol sobre la hierba en la Campa das Porcarizas, justo al cruzar el límite de Lugo con León, en una golada del cordal montañoso que crestea entre las dos provincias. Cumbres de Tres Bispos, a la derecha, y de Os Penedos. Estamos a unos 1.500 metros de altitud bajo un sol que quema, en un paisaje descubierto en el que hay que buscar la sombra al pie del matorral, formado por piornos y uces que superan los dos metros. Sólo queda una bajada de poco más de una hora hasta Campo de Agua, así que los ganaderos barajan dejar esos animales en la Campa das Porcarizas. Al final, se deciden a encaminarlos hacia abajo, pues tiene pasado que algunas vacas vuelven por su cuenta a Cervantes y es mejor quitarles esa idea. "El regreso de animales sucedía sobre todo los primeros años, cuando no conocían el terreno. Ahora que están acostumbrados es extraño que vuelvan -explican-, pero hemos llevado vacas a Campo de Agua y al día siguiente por la mañana aparecer en Cervantes en la puerta de la casa". Atravesamos un piornal en la bajada hacia Campo de Agua, dejando a un lado un refugio de montaña, y entramos en un bosque de acebos y abedules. El sonido de un río anuncia la pronta llegada al valle, donde las vacas se dividirán en los tres rebaños originales y elegirán territorio para los próximos meses. Tienen a su disposición cientos de hectáreas de monte bajo, salpicado de bosquetes de arbolado y de parcelas de pastos, en las que aún se conservan los antiguos vallados de piedra. Amadeo Fernández guía un rebaño a través del piornal. El matorral, una mezcla de carquesa, brezo y uces, fue colonizando con los años gran parte del valle y de las laderas, donde en otro tiempo había tierras de labor para el centeno y hierba para los animales. Las cerca de 300 vacas que llegan cada primavera de Galicia para aprovechar los pastos arbustivos contribuyen a frenar esa expansión del monte. Los ganaderos, a mayores, escogen los mejores terrenos para desbrozarlos y favorecer la regeneración de pastos. Manga de manejo, en Campo de Agua. El suyo es un trabajo contra el abandono del territorio. En los últimos años, las aldeas de Campo de Agua viven una recuperación en paralelo, pues los vecinos de los pueblos próximos están restaurando las pallozas caídas y las antiguas casas de piedra para transformarlas en chalés de verano. Ya se va el sol y dejamos Campo de Agua, camino de vuelta en todoterreno hacia la parte gallega de los Ancares. Las vacas quedan atrás, establecidas en el que será su hogar hasta las nieves de noviembre. "Si hay alguna que va a parir antes, en agosto o septiembre, venimos con un remolque y la llevamos de vuelta. Aquí no podemos dejarla con el ternero por los ataques del lobo", explican los ganaderos. Hugo Trabado, en la bajada hacia Campo de Agua. Todos los años se pierde algún animal, quizás por el lobo o por el oso, aventuran los productores. Muchas veces ni aparecen los restos de las vacas extraviadas, con el agravante de que para los animales en extensivo no existe posible indemnización por ataques de fauna salvaje. Entre repaso a problemas varios, llegamos de vuelta a Quindous, ya de madrugada. Amadeo aún tiene que atender una novilla, que parece que está de parto, y Hugo marcha al prado mirar una vaca que también tendrá un ternero en cualquier momento. Así es una jornada de trabajo de los que en León llaman "los vaqueros de los Ancares", probablemente los últimos trashumantes de Galicia. Galería de imágenes
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[1/13] Saída de Quindous (Cervantes), pasadas as 8 da mañá.

Poner en valor el monte

De los 2 millones de hectáreas que hay de monte en Galicia, están arboladas 1,4 millones de hectáreas, en tanto las otras 600.000 hectáreas carecen de usos productivos en su mayor parte. El sector forestal entiende que esta superficie abandonada constituye un potencial que conviene poner en valor. Así se lo trasladó a la Xunta el grupo de trabajo del Consello Forestal que estuvo elaborando durante el último año una propuesta de directrices para el nuevo Plan Forestal de Galicia, que se prevé que esté en marcha a finales del 2016. El grupo de trabajo del Consello Forestal, en el que participan, entre otras, las asociaciones forestales de propietarios, apuesta por dedicar las superficies actualmente improdutivas a pastos, forrajes y a arbolado. En concreto, el sector calcula que los terrenos de monte dedicados a pastos y a cultivos para el ganado podrían elevarse hasta las 225.000 hectáreas.
El sector aboga por fortalecer las líneas de ayudas para creación de pastizales y para producción en extensivo
Para incentivar los usos ganaderos del monte, las directrices que se le transmitieron a la Xunta abogan por fortalecer las líneas de ayudas dirigidas a la creación y mejora de pastizales, así como aquellas que apoyen la producción de carne en extensivo. El sector advierte también de la necesidad de que toda acción de pastoreo cuente con las correspondientes autorizaciones de la propiedad, bien comunidades de montes, bien propietarios particulares; y de que los terrenos en pasto se inscriban en el registro público de terrenos forestales en pastoreo. Plan Forestal de Galicia El nuevo Plan Forestal de Galicia, que sustituirá al anterior, vigente desde 1992, es un documento que servirá de guía para las políticas forestales de la Administración autonómica. El sector estuvo trabajando a lo largo del último año en una propuesta de directrices para el Plan Forestal, que ya le fueron trasladadas a Medio Rural, y se espera que la Xunta presente a lo largo de 2016 su propuesta de Plan Forestal, que debe ser debatida y aprobada en el Parlamento.

¿Como gestionar el ganado en el monte en un sistema silvopastoral?

 

El uso del ganado en el monte para consumir el pasto natural que crece bajo del arbolado o en los matorrales, cuando se elige adecuadamente y se maneja adecuadamente, no sólo puede suponer un incremento de la rentabilidad económica, sino que también puede significar una reducción importante del riesgo de incendios forestales.

Como punto de partida debemos hacer un inventario de las plantas con las que contamos en la superficie a transformar en un sistema silvopastoral, para a partir de ahí elegir bien el tipo de ganado más idóneo y la carga ganadera. Si acertamos en la elección podemos transformar de manera natural matorrales de especies leñosas como tojo, gesta o erica y sustituirlas por comunidades herbáceas naturales, sobre todo de gramíneas, transformando el monte en pradera.

Como primer paso, si la altura del matorral es importante, debemos realizar un desbroce mecánico y luego meter los animales.

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¿Cuál es el mejor tipo de ganado para pastar cada planta?

El caballo y la cabra son buenos ramoneadores de matorral. En concreto, el caballo controla muy bien el tojo, relativamente bien las ericas y no controla bien las uces, las zarzas y los helechos. Es recomendable utilizar razas rústicas, siendo el caballo gallego una de las más resistentes y adaptadas al monte gallego. Además de ser de fácil manejo, el caballo no come los pinos ni los eucaliptos, aunque sí los árboles frondosos.

La cabra es un bueno ramoneador que controla muy bien el tojo y la zarza. Controla bien las gramíneas, al igual que el caballo, y también las ericas y las uces, pero no los helechos. ES compatible con el eucalipto pero no con el pino ni con las frondosas. Incluso cuando no les puede llegar a la copa puede dañarlos seriamente o matarlos por mordisqueo de la corteza o por roces con los cuernos. La cabra tiene un manejo más difícil y presenta más problemas sanitarios que el caballo. Además, precisa de una cuadra para recogerlas por la noche y tener las hembras con las crías las primeras semanas.

La cabra enana de África Occidental es un buen ramoneador. Se hizo una experiencia con ella para controlar el tojo con buenos resultados. Otra ventaja de esta raza es que no daña el tronco de los árboles.

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En cuanto a la oveja y la vaca, son animales más herbívoros que lignívoros, aunque las razas rústicas del país controlan los brotes tiernos de los arbustos.

En cuanto a la oveja, es un animal más herbívoro que lignívoro, aunque controla los brotes tiernos de los arbustos.

¿Como calculamos la carga ganadera?

En primer lugar tenemos que hacer un inventario de las especies del sotobosque y de su abundancia. Partimos de dos casos. Uno en el que en una hectárea de sotobosque el 80% sea tojo y el 20% silva, y otro en el que sea a la inversa.

En segundo lugar, tenemos que estimar la biomasa total del sotobosque para calcular las toneladas por hectárea de materia seca. Hay distintos modelos matemáticos para calcularlo, en función de la altura y de la abundancia de cada especie (cobertura medida a través de transectos).

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Pero los animales no consumen toda esa materia seca, sino que sólo la parte más tierna: en el caso del tojo el 72% es hoja y el 28% tallo y en el caso de la zarza el 41% es hoja y el 59% tallo. Esto hace que el total de materia seca consumible disminuya.

También tenemos que tener en cuenta las necesidades nutricionales de cada animal: en el caso del caballo de raza gallega podemos estimarlas en 5 kg de materia seca por día, por lo que al año consume 1,7 toneladas de MS. Y también debemos recordar que los animales no van a consumir toda la materia seca disponible y aprovechable, sino que alrededor del 50%.

Esto lleva a que la carga ganadera recomendada para un sotobosque de pinar o eucaliptal se sitúe entre 1 a 4 cabras/ovejas por ha y de 0,25 a 0,5 caballos/vacas por ha. En una pradera lo normal puede ser una carga ganadera de 16 y de 2 animales, respectivamente.

 

Variación de la carga ganadera con el tiempo

En una primera fase se recomienda meter animales lignívoros, como cabras y caballos, y a medida que se vaya empradizando el suelo hacer rebaños mixtos con herbívoros (oveja y vaca), para acabar en una última fase en la que en el rebaño predominan las vacas y las ovejas, pero manteniendo algún lignívoro para evitar que el matorral vuelva a recuperarse.

Variación de la carga ganadera por hectárea con el tiempo en una experiencia en un pinar en el Marco da Curra (Monfero-A Coruña):

Carga general por hectárea
Comienzo de la experiencia 2 cabras
Un año después 2 cabras y 1 oveja
Dos años después 1 cabra y 2 ovejas
A partir del tercer año 1 cabra y 3 ovejas.
 

Esta producción ganadera puede compatibilizarse con el aprovechamiento maderero, ahorra en desbroces, reduce el riesgo de fuegos forestales y proporciona un ingreso suplementario por la venta de carne que incluso puede llegar a superar los rendimientos de la madera.

En cuanto al efecto del pastoreo sobre la altura y biomasa del sotobosque, en el caso del pinar de Monfero, antes del pastoreo el sotobosque tenía una altura de 2 metros, con una biomasa entre 40 y 50 toneladas de materia verde por hectárea. Después de tres años de pastoreo a altura media del sotobosque fue de entre 10 y 15 centímetros y entre 0,5 a 2 tn de MS/ha (1-4 tn de materia verde por ha).

Distintas experiencias de pastoreo en plantaciones forestales

Experiencia en el monte de San Breixo, en Parga (Guitiriz-Lugo)

Se partió de un pinar de pino insigne en el que se establecieron cuatro parcelas de 6 hectáreas con tojo, zarzas y helechos. Se introdujo caballo de pura cepa gallega y se comparó un sistema de pastoreo continuo, con uno rotacional. Dos parcelas de 6 ha se sometieron a pastoreo continuo y otras dos a pastoreo rotacional, dividiéndose cada una de estas últimas en 4 subparcelas de 1,5 hectáreas.

El tiempo de ocupación de cada subparcela fue de 1 mes y el tiempo de reposo de 3 meses. El ganado iba rotando sucesivamente por todas las parcelas. Se partió de una carga ganadera general de un caballo cada 3 ha. La carga puntual o instantánea en el pastoreo rotacional fue de 1,3 animales por hectárea.

Partimos de una biomasa inicial de tojo en el sotobosque de 6 tn de materia seca por hectárea. El gráfico siguiente muestra como fue disminuyendo la biomasa de tojo con el tiempo en los dos tipos de pastoreo (cada rotación son 4 meses). Llamamos pasto residual a la biomasa que queda en cada subparcela de pastoreo rotacional cuando el ganado sale de ella, y en el pastoreo continuo la biomasa media en el mismo momento para poder comparar el efecto de los dos tipos de pastoreo.

Autor: Antonio Rigueiro

Tal y como se observa en el gráfico, el pastoreo rotacional resultó ser más efectivo inicialmente, con una tonelada menos de MS en la primera rotación que el contínuo. Sin embargo, 20 meses después, en la quinta rotación, la cantidad de MS es sólo ligeramente inferior en el rotacional, lo que no compensa la facilidad de manejo y los menores costes del pastoreo contínuo.

Experiencia con pastoreo de eucaliptal en el monte Couto do Muíño. Zas (A Coruña):  

Se partió de un pastoreo mixto de cabras y caballos en un eucaliptal. Tras una tala se hizo una quema controlada de los restos de la tala y del matorral y después volvieron a brotar tanto los eucaliptos como la vegetación arbustiva, y se permitió la entrada del ganado en una zona pero no en otra. En el caso de la parte sobre la que no se hizo pastoreo, tres años después el sotobosque tenía una altura media de 1,5 metros y había un promedio de 45 toneladas de materia verde por hectárea.

Por el contrario, en la que se realizó pastoreo, la altura del sotobosque se rebajó a 20 centímetros y había 10 toneladas de materia verde por hectárea. Además, los brotes de los eucaliptos salieron mejor dando lugar a árboles de mayor grosor.

Antonio Rigueiro concluyó su ponencia haciendo una defensa del control biológico mediante pastoreo del sotobosque, más rentable económica y ambientalmente y que contribuye a reducir notablemente el riesgo de incendios forestales, ya que, en el caso de producirse, alcanzan menos virulencia y afectación a los árboles al haber mucho menos combustible vegetal

Desde la administración se debería favorecer el pastoreo controlado en los montes, para mantenerlos limpios y seguros de incendios, con acuerdos entre los propietarios de los montes y los ganaderos y promover las escuelas de pastores”, concluyó el profesor de la USC.