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PROTEINMASTER, una mezcla específica con leguminosas para praderas para cumplir con la PAC

La nueva PAC, que entró en vigor el pasado 1 de marzo, exige llevar a cabo una serie de buenas prácticas por parte de los agricultores y ganaderos, entre las que se encuentra la rotación de cultivos y la introducción de especies mejorantes en las praderas.

El Grupo Soaga ofrece una amplia gama de soluciones para pradera dentro de su completo catálogo de semillas pratenses y cultivos de invierno, con diferentes combinaciones de raigrases, leguminosas y cereales que se adaptan a las distintas necesidades de las explotaciones agroganaderas.

PROTEINMASTER está específicamente diseñada para cumplir con el ecorregimen de rotación con especies mejorantes de la PAC

Alguna de estas mezclas está específicamente diseñada para cumplir con el ecorregimen de rotación con especies mejorantes, que exige sembrar al menos el 5% de las tierras de cultivo de la explotación con leguminosas, bien solas o en combinaciones donde estas semillas sean mayoritarias.

En concreto, PROTEINMASTER, elaborada por la cooperativa francesa Cérience, que suministra fórmulas de semillas al Grupo Soaga, incluye un 51% de leguminosa (trébol rojo diploide, trébol encarnado y trébol blanco gigante) y un 49% de raigrás (híbrido tetraploide e híbrido diploide). La dosis recomendada de esta mezcla es de 35 kg/ha.

Esta mezcla aporta comodidad a la hora de sembrar y excelentes resultados a la hora de cosechar

Con PROTEINMASTER, además de cumplir las exigencias normativas de la nueva PAC se logra una excelente producción forrajera, tanto en cantidad como en calidad de ensilado, con altos porcentajes de proteína en la ración, lo que sirve para reducir las necesidades de concentrados y abaratar el coste de alimentación del ganado, al mismo tiempo que se está mejorando el suelo para el cultivo siguiente, al fijar nitrógeno atmosférico y airear la tierra.

En el siguiente enlace se puede descargar el catálogo completo de semillas pratenses de Cérience que ofrece Soaga, con indicación de las dosis de siembra recomendadas.

Otras fórmulas tanto para pasto como para ensilado

El cultivo de invierno con diferentes mezclas de raigrás y leguminosas aporta proteína y reduce las necesidades de fertilización del cultivo de verano al fijar nitrógeno ambiental

El Grupo Soaga trabaja a mayores con la empresa de semillas DLF, ofreciendo en su catálogo distintas mezclas de gramíneas, cereales y leguminosas pensadas tanto para el ensilado como para el pastoreo directo. Cuenta también con la marca propia GRAOS, con la que hace fórmulas y combinaciones a medida para sus clientes.

El departamento técnico de Soaga, formado por ingenieros agrónomos, está a disposición de los agricultores y ganaderos para ayudarles a elegir la mezcla que mejor se adapta a sus necesidades, en función de factores como el tipo de suelo o la duración y destino final de la pradera.

Puedes contactar con el Grupo Soaga en el teléfono 986 516 035 o a través de la página web www.gruposoaga.com.

“Hay que apostar por cultivos que el ganadero sepa manejar y sea capaz de rentabilizar”

Manuel Crespo, miembro del equipo técnico de Soaga

Este año la campaña de siembra de praderas estará condicionada por las nuevas reglas de la Política Agraria Común. “Para cumplir con el ecorregimen de rotación de cultivos con especies mejorantes, una ganadería que siembra una superficie de 100 hectáreas de maíz tendría que labrar a hierba en invierno el 50% de sus tierras, es decir, 50 hectáreas, de las que 10 ha tendrían que llevar especies mejorantes y al menos 5 leguminosas como especie predominante”, explica Manuel Crespo, técnico del Grupo Soaga.

Existe un amplio abanico dentro del listado de especies mejorantes aceptadas por Bruselas, pero Manuel Crespo recomienda “labrar cultivos que se sepan manejar y con los que se esté habituado a trabajar”. “Si siembras algo para cumplir con la PAC que no conoces bien y con lo que no estás familiarizado no serás capaz de rentabilizarlo”, asegura.

Por eso, seguir apostando por fórmulas de raigrás con trébol y otras leguminosas como las que distribuye el Grupo Soaga, que se adaptan a la perfección a las condiciones edafoclimáticas de la comunidad y con las que las explotaciones gallegas llevan muchos años trabajando, suponen una garantía a la hora de obtener buenos resultados.

No sembrar praderas monofitas

Entre las recomendaciones a la hora de sembrar praderas, Manuel Crespo hace hincapié en las ventajas de incorporar leguminosas. “Si queremos aprovechar un cultivo de invierno lo rentabilizamos mucho más con las mezclas de gramíneas y leguminosas que usando únicamente una sola variedad de gramínea y la ventaja de los raigrases es que nos permiten hacer combinaciones para aprovechar las mejores características de cada una de las especies”, explica.

La ventaja de los raigrases es que nos permiten hacer mezclas para aprovechar las mejores características de cada una de las especies

“El raigrás hibrido da calidad y producción, pero si le sumamos un raigrás inglés, aumentan los contenidos de proteína y los azúcares estructurales, lo que va a mejorar la calidad de los ensilados”, detalla. Las garantías de producción también son mayores, porque “si falla una de las especies siempre tienes las otras”, evidencia.

Variedades resistentes

Manuel recomienda incluir las leguminosas en las mezclas “no solo para cumplir con la PAC sino también para mejorar los suelos”. “El objetivo de la UE para 2030 es reducir en un 20% de uso de fertilizantes en un 50% la pérdida de nutrientes del suelo sin perder capacidad productiva. Para eso va a ser fundamental el uso especies mejorantes como son las leguminosas, que fijan nitrógeno atmosférico y descompactan el suelo”, recuerda.

Pero a la hora de decantarse por una variedad u otra o por una semilla u otra, aparte de la capacidad productiva que pueda tener la leguminosa hay que tener en cuenta también otros aspectos, como los que tienen que ver con la sanidad vegetal.

En Galicia hay que sembrar raigrases resistentes a la rolla y tréboles a los que no les afecte el oídio

“No debemos usar cualquier tipo de trébol, porque los tréboles son muy sensibles a los hongos, fundamentalmente al oídio, por eso en Galicia debemos emplear especies resistentes al oídio y en el caso de las gramíneas, es fundamental a resistencia a la rolla, una enfermedad que ataca mucho a los raigrases en Galicia”, explica el técnico del Grupo Soaga.

Tipos de suelos

Una de las claves para garantizar una buena implantación de las praderas es la elección de las variedades idóneas para cada tipo de suelo. “Hay que hacer una buena elección de las fincas y de los tipos de suelo donde hacer las praderas para optimizar al máximo el rendimiento”, defiende. «Por ejemplo, los cereales son muy sensibles a los encharcamientos, la producción puede reducirse a la mitad en terrenos muy mojados y que encharquen”, indica.

Es fundamental conocer qué tipos de fincas tienes para decidir qué sembrar en cada caso; en suelos arcillosos que encharquen con facilidad lo mejor es no sembrar cereales

Por eso, en suelos arcillosos que encharquen con facilidad es mejor no sembrar cereales. Además, una buena opción en terrenos húmedos es no hacer la siembra de las mezclas de cereales de invierno y leguminosas en otoño, sino en enero, explica. 

Momento de la siembra

Otra de las recomendaciones tiene que ver con la elección del momento óptimo de la siembra. “Las leguminosas necesitan horas de luz (fotoperiodo) para implantarse bien. Cuanto antes sembremos una pradera de leguminosas mejor se implantarán, al contrario que los cereales de invierno, que necesitan horas de oscuridad”, cuenta Manuel Crespo.

Por eso aconseja sembrar antes las praderas de raigrás con trébol y dejar para las siembras más tardías las mezclas de cereales de invierno con leguminosas.

Beneficios de la introducción de especies mejorantes en las praderas

Pradera mixta de raigrás y trébol en la Finca de Cartelos, en Carballedo (Lugo), en un ensayo del CIAM El otoño es el momento idóneo para sembrar nuevas praderas o renovar las existentes. Bien sea para pasto o para ensilado, las leguminosas son una buena opción. La implantación suele ser mejor que en primavera, además de coincidir con la rotación habitual en Galicia con el cultivo del maíz. Este año, después del ensilado del maíz, muchas ganaderías tendrán que variar su estrategia para cumplir con lo exigido en la nueva PAC, lo que supone una oportunidad para mejorar algunas prácticas. “Dejar la tierra sin cultivar en invierno agronómicamente no es recomendable, habría que sembrar un cultivo de invierno cuando se coseche el maíz. Lo recomendable es introducir un cultivo regenerador y mejorante del suelo y cuando te dedicas a la ganadería lo que hay que introducir son leguminosas”, insiste Juan Valladares, investigador del CIAM.
Cuando te dedicas a la ganadería hay que introducir leguminosas en las praderas
En el Centro de Investigaciones Agrarias de Mabegondo llevan varios años estudiando distintas alternativas para los cultivos de invierno en Galicia, comparando los resultados de las diferentes mezclas de gramíneas y leguminosas. Juan enumera los beneficios de sembrar especies mejorantes en las praderas desde el punto de vista agronómico (el terreno queda mejor preparado y es más fácil de trabajar; salen menos malas hierbas, por lo que son necesarios menos herbicidas; y se logra un aporte extra de nitrógeno para el siguiente cultivo, que redunda en una mayor producción); pero también desde el punto de vista nutricional, al lograr mayor contenido en proteína en la ración.
De los tréboles hay mucho que estudiar aún y es necesario aprender a trabajar con ellos
Pero con las leguminosas, dice, “es necesario aprender a trabajar con ellas”. En los últimos años el CIAM ha estado realizando ensayos con leguminosas anuales en distintas zonas de Galicia, como en la finca de Mabegondo o en la del Pazo de Cartelos (Carballedo), perteneciente a la Fundación José Luis Taboada, donde se probaron distintas mezclas de tréboles para comprobar su implantación y rendimiento: trébol migueliano, también llamado balansa; trébol resupinatum (persa); trébol maral (trifoliun suaveolens o trébol resupinatum de hoja grande) y trébol encarnado. “Según en que zonas de Galicia, se dan mejor unos tréboles que otros. El trébol maral, por ejemplo, tiene capacidad de rebrote, pero es tardío, por lo que se implanta mejor en Mazaricos que en zonas del interior”, asegura Juan. Mezclas de tréboles y gramíneas Independientemente de la variedad escogida, el trébol funciona mejor mezclado con una gramínea, que aporta el contenido de azúcares suficiente para una buena conservación del silo. “Además, en los estudios que hicimos vimos que había que introducir un raigrás porque la implantación de los tréboles es lenta; el que mejor funciona es el raigrás híbrido”, explica. “Si después del maíz siembras solo trébol, como tarda en implantarse, si vienen lluvias se lava el terreno. Mezclado con el raigrás, sin embargo, se evita la escorrentía, porque el raigrás al mes ya tiene el desarrollo suficiente para frenar el efecto de lavado del suelo por la lluvia”, detalla.
Los tréboles funcionan mejor mezclados con raigrás híbrido, porque se evita el lavado del suelo cuando llueve
Además de las diferencias en la implantación, la preparación del terreno debe ser también diferente cuando se siembran solo gramíneas que cuando se aportan mezcladas con leguminosas. “El trébol obliga a preparar mejor el terreno para la siembra y después hay que pasar siempre un rulo. El raigrás, cuando se siembra solo, va creando una especie de fieltro en el suelo que impide la contaminación por piedras y cenizas cuando ensilas la hierba, algo que no sucede en el caso del trébol”, indica.   Cereal con leguminosa Mezcla de veza, raigrás y avena El CIAM también hizo ensayos con veza, una leguminosa cada vez más frecuente en Galicia tras el maíz en combinación con cereal de invierno. “Se probaron mezclas de veza villosa con tréboles y raigrás. La veza villosa es menos digestible que la sativa, pero la sativa tiende la tumbarse y necesita un cereal (triticale, cebada o avena) como tutor”, indica Juan.
La veza sativa es más digerible que la villosa pero tiende a tumbarse y necesita un cereal (triticale, cebada, avena) como tutor
Junto con la veza, otra de las leguminosas empleadas en las mezclas con cereal es el guisante. “La clave está en la proteína. Se ponen estos cultivos porque vas a un solo corte y logras un contenido proteico más elevado. En raigrás si vas a dos cortes puedes igualar la cantidad de proteína, pero los costes se duplican”, razona. Labrar sin abonar De cara a la siembra del cultivo de invierno no es imprescindible abonar las tierras. Es más, puede ser incluso contraproducente. “En los ensayos que realizamos hicimos laboreo y sembramos sin abonar en fondo, aprovechando únicamente los excedentes de la fertilización con purín en el cultivo del maíz (entre 50 y 60 metros cúbicos por hectárea). En el purín una cuarta parte del nitrógeno que aporta quedaría para el año siguiente, porque se corresponde con la mineralización de la materia orgánica. Por la composición habitual del purín en Galicia, unos 25 kg de nitrógeno por hectárea quedan para el siguiente año, que es lo que se necesita para el arranque de las leguminosas. Y no hay que pasarse de 25 kg/ha de nitrógeno porque sinó se perjudica el desarrollo del rizobium”, advierte el investigador del CIAM.
El momento de abonar en cobertera está determinado en función de la temperatura del suelo (entre 8 y 10 grados)
Sería conveniente, eso sí, aplicar una fertilización después en cobertera, de unos 50 kg de nitrógeno por hectárea. “Cuando el cultivo empieza a desarrollarse sería el momento de aplicar esta fertilización con abono químico convencional o incluso purín, pero depositado en el terreno. La leguminosa tiende a crecer cuando la temperatura del suelo está entre 8 y 10 grados. Según las zonas, esto se produce a finales del invierno o comienzos de la primavera; en el interior de Galicia suele coincidir a primeros o mediados de marzo”, ejemplifica. La fecha de abonado marca también el momento de segar, pues habría que cortar dentro de los 40 días posteriores. Sembrar en octubre o en enero? Hay ganaderías que optan por retrasar la siembra del cultivo de invierno al mes de enero, para evitar la presencia de malas hierbas, algo que Juan solo recomienda en determinados casos. “La implantación de las leguminosas es lenta y eso hace que si tenemos en el suelo un banco de malas hierbas salgan y se desarrollen antes. Sembrando el cultivo de invierno en enero evitaríamos esta competencia, pero hay que tener en cuenta que las leguminosas en general son bastantes sensibles al frío. El guisante, por ejemplo, es sensible a la humedad excesiva y al frío”, alerta, de ahí que debamos considerarlo.
Las leguminosas son bastante sensibles al frío, por lo que si en la zona hay heladas es preferible no esperar
Por eso, si en la zona hay heladas en enero y febrero, recomienda sembrar el cultivo antes, en otoño, sin esperar a los meses de invierno. “En zonas donde no hay heladas, puedes sembrarlo más tarde, pero en zonas donde hiela es preferible sembrar en otoño, para que cuando vengan las heladas ya esté implantado. La leguminosa cuando nace es extremadamente sensible, a medida que ya tiene 3 hojas aguanta mejor las heladas”, explica. Un único corte en abril Las mezclas con leguminosa tardan más en desarrollarse que cuando se siembra solo raigrás. El punto de crecimiento lo marca la temperatura del suelo (por encima de 8-10 grados), que es cuando se activan las bacterias (rizobium) y la planta aprovecha el nitrógeno atmosférico y crece más. “Las leguminosas se quedan paradas a la espera del buen tiempo. Los tréboles si hay lluvias, frío o encharcamiento no crecen. Con el guisante pasa algo parecido. Son cultivos de implantación lenta y que dependen de la temperatura del suelo para crecer y desarrollar todo su potencial”, indica Juan.
Las leguminosas se quedan paradas a la espera del buen tiempo. Son de implantación lenta y dependen de la temperatura del suelo para crecer
El ensilado, mediante uno solo corte, depende de la zona y de cómo haya venido el tiempo. “El momento de segar es cuando comienza la floración de las leguminosas, que en un año normal podría estar en torno al 15-20 de abril en zonas como Mazaricos, pero en zonas interiores viene un poco más tarde”, explica. “Si viene mal tiempo y no da crecido tienes que meter nitrógeno extra, mediante abono químico, pero en ese caso no estaríamos aprovechando la función de las leguminosas como fijadoras de nitrógeno ambiental”, dice. Rendimientos En los ensayos realizados en Cartelos en el año 2021 con una mezcla de raigrás híbrido y tres tréboles anuales y una fertilización de 60 metros cúbicos de purín por hectárea previos en el cultivo del maíz más un abonado de cobertera con tres dosis diferentes de abono químico en el mes de marzo, se lograron los siguientes rendimientos:
  • Sin abonado en cobertera = 4,7 toneladas de materia seca por hectárea
  • Con 50 kg de nitrógeno por hectárea = 5,8 toneladas de materia seca por hectárea
  • Con 100 kg de nitrógeno por hectárea = 6,3 toneladas de materia seca por hectárea
“Cuanto más abonas más se incrementa el rendimiento, pero habría que ver si compensa desde el punto de vista económico pasar de una determinada cantidad, porque con 50 kg de nitrógeno por hectárea tenemos unos rendimientos superiores a si metes 0 kg pero similares estadísticamente a si metes 100”, argumenta Juan.
Introduciendo trébol mezclado con el raigrás obtienes un 40% más de proteína por hectárea en el forraje e incrementas un 5% la proteína bruta en la ración
Pero además de la cantidad de forraje obtenido, el investigador del CIAM pone el énfasis en la calidad del ensilado. “En una pradera de raigrás solo, con los mismos 50 kg de nitrógeno por hectárea sacas 400 kg de proteína por hectárea, mientras que con la mezcla con leguminosas obtienes 577 kg por hectárea de proteína, un 40% más”, compara. El porcentaje de incremento depende del nivel de implantación de las leguminosas. “Cuanto mejor se implanten más proteína vas a tener después en el silo, pero hay que tener en cuenta que el raigrás tiene un 6% de proteína frente al 11% de los tréboles. Si vas a más de un corte en el raigrás se incrementaría la proteína, pero los costes de siega, recogida y ensilado también son mayores”, razona. Mejora en el siguiente cultivo La ventaja de introducir una leguminosa de invierno es que el suelo queda más abonado y en mejores condiciones para recibir el siguiente cultivo. “Las raíces y la parte aérea no segada quedan en el terreno, se descomponen y aportan nitrógeno. La cantidad se cuantifica entre 40-100 kg de nitrógeno por hectárea dependiendo de la implantación de leguminosa”, explica Juan.
Las leguminosas pueden llegar a fijar en el suelo a mitad del nitrógeno que necesita el maíz
Esa fijación de nitrógeno supone un ahorro considerable en fertilizante, o bien un extra de cosecha, debido al plus de abonado. “El maíz es vicioso en nitrógeno, cuanto más le aportas más crece, y tener ese nitrógeno almacenado en el suelo supone una gran ventaja a nivel de toma de decisiones”, considera. Por eso, en función de la estrategia que adopte el ganadero (ahorrar en abono o recoger más forraje) se puede variar o no la fertilización del maíz tras el cultivo de invierno con leguminosa.
Con el raigrás solo el terreno queda más compacto y es más difícil de trabajar
Según el tipo de terreno, la disponibilidad de nitrógeno puede ser mayor o menor, pero la dosis recomendada para el maíz puede ser establecida en función de los rendimientos esperados. “En base al rendimiento (proteína) se tienen unas extracciones de nitrógeno u otras. Si espero un rendimiento para el ciclo que he sembrado de 15 toneladas de materia seca por hectárea (7% de proteína), las extracciones serán de 170 kg de nitrógeno por hectárea, por lo que el nitrógeno disponible (en el suelo más el aportado) debe ser superior a esa cantidad”, ejemplifica Juan. En base a ese cálculo, para hacer una correcta fertilización sería necesario conocer el nitrógeno mineral presente en el suelo al inicio del cultivo y el que se genera por mineralización de la materia orgánica. Este nitrógeno mineral puede ser importante cuando se cultiva previamente una leguminosa o cuando se incorpora al terreno un cultivo como abonado en verde. “Además, agronómicamente, de cara al laboreo, al introducir leguminosas el terreno queda más mullido, por lo que es más fácil de trabajar”, concluye el investigador del CIAM.

Rotación con leguminosas en las granjas: ventajas y claves para su cultivo

La rotación con leguminosas es una práctica realizada en Galicia por algunas ganaderías y que ofrece múltiples ventajas, al poder obtener un forraje de calidad para el ganado, así como por los beneficios que pueden proporcionar estas especies para otras cosechas o incluso para la salud de los suelos. El aporte de nitrógeno es una de las principales ventajas que asegura escoger leguminosas como cultivos forrajeros, como apuntó el ingeniero agrónomo y ganadero Miguel Fernández Labrada durante su participación en unas jornadas realizadas en la Granja Gayoso, dependiente de la Diputación de Lugo, y en las que se abordaron alternativas forrajeras para las ganaderías de vacuno de leche. Una de las maneras en las que proporcionar un aporte de nitrógeno a los suelos es emplear las leguminosas como abono verde, es decir, enterrarlas una vez que alcanza su ciclo. “Cultivar una leguminosa para enterrarla va aportar mucho nitrógeno al siguiente cultivo. Por ejemplo el altramuz, así como la alubia pueden fijar 100 o 150 kilos de nitrógeno en el suelo en el período de invierno, de octubre a abril”, explica el ingeniero. Al margen de las leguminosas, como abonos verdes también se suelen emplear crucíferas como los nabos, por su acción bactericida; así como gramíneas que permiten enriquecer los suelos con materia orgánica.
Optar por las leguminosas permite enriquecer los suelos por el aporte de nitrógeno que proporciona y deja disponibles nutrientes para otros cultivos
Por otra parte, la simbiosis que logran las leguminosas con las bacterias rhizobium, que están naturalmente en el suelo, permiten un mayor aprovechamiento del nitrógeno. Como recordaba Fernández Labrada, el nitrógeno es uno de los nutrientes más importantes para el crecimiento de las plantas, más necesario para lograr una buena producción que otros nutrientes como puede ser el potasio o el fósforo, presentes ambos en los fertilizantes complejos más empleados. Nitrógeno fijado en el suelo y disponible en función de los cultivos empleados. Al margen del aporte de nitrógeno que proporcionan, otra de las ventajas del uso de leguminosas es que son especies con raíces profundas, que adquieren nutrientes de las capas más hondas y los acercan a la superficie, de manera que enriquecen la capa superficial para otros cultivos. Además, las leguminosas protegen de la erosión hídrica y compiten con otras semillas adventicias y consiguen mejorar la actividad biológica del suelo. “Las leguminosas también permiten un aporte de nitrógeno y de otros nutrientes de una manera más paulatina que cuándo se emplean fertilizantes químicos”, destaca.

Recomendaciones para el cultivo de las leguminosas

Algunas de las leguminosas más empleadas por las ganaderías gallegas suelen ser los tréboles (blanco, violeta, encarnado), a veza, alfalfa, así como los guisantes o las alubias, entre otras. Una de las primeras claves a tener en cuenta para el cultivo de estas especies es proporcionar una fertilización adecuada. “El aporte de nitrógeno no está recomendado para las leguminosas, excepto cuando no pueda obtenerlo del aire, es decir en los primeros días después de la siembra o tras una siega”, especifica Fernández Labrada. En estos casos, el ingeniero agrónomo recomienda una aplicación de 30 kilos por hectárea. También hace falta tener presente que las leguminosas extraen más minerales de los suelos que el raigrás, especialmente Calcio, Magnesio y Fósforo. Una manera de proporcionar estos minerales es empleando purín de vacuno de leche. Sin embargo, debe aportarse antes de la siembra, evitando proporcionar purín en cobertera, ya que el pisado que se precisa para abonar resulta contraproducente para muchas leguminosas, que luego tienen dificultades para continuar creciendo. Además la aplicación directa del purín sobre las leguminosas tampoco es recomendable, por las características de estas especies. “El propio purín se pega más a las hojas, impidiendo la fotosíntesis y si hace calor y viento puede llegar a crearse un ambiente muy ácido en la hoja y llegar a quemarla”, concreta. Así, de querer aplicar purín a las leguminosas es recomendable hacerlo con llovizna o previsión de lluvias débiles para que el agua lo arrastre hasta el suelo y no quede en la planta. Recomendaciones de fertilización de leguminosas. A la hora de sembrar las leguminosas, se debe hacer de manera semejante a los procedimientos seguidos con otras especies, aunque se recomienda enterrar más aquellas especies que tengan una semilla más grande. Debe enterrarse siempre 1,5 veces el diámetro de la semilla. En la siega, hay maquinaria que cuenta ya con rodillos pensados para las leguminosas, puesto que los acondicionadores de púas en V, pensados para romper los tallos de las gramíneas como el raigrás, resultan poco adecuados para las leguminosas. “Usando estas V de hierro podemos llegar a perder casi el 7% de la biomasa de alfalfa. Por eso, so sembramos leguminosas puras es aconsejable no apretar casi el acondicionador o segar sin él”, explica.

Obtener silos de leguminosas de calidad

Para conseguir ensilados de calidad con leguminosas es preciso tener en cuenta la capacidad tampón de estas especies, que suele ser alta, por lo que tiende a ser complejo lograr buenos ensilados. La capacidad tampón viene determinada por el contenido de azúcares, por lo que a más azúcares mayor cantidad de ácidos se producirán. También influye la alta cantidad de proteína que tienen las leguminosas, así como de Calcio y Potasio. “Para mejorar el ensilado se pueden realizar mezclas con gramíneas y aportar ácidos, con conservantes químicos”, recomienda el ingeniero agrónomo. Otro de los aspectos a tener en cuenta para lograr silo de leguminosas de calidad es el riesgo de proliferación de clostridios, procedentes de la contaminación por tierra. Los clostridios consumen el ácido láctico y las proteínas del silo, pero que además de empeorar la calidad del ensilado suponen una amenaza para la salud de los animales. “El clostridium crece en forrajes muy húmedos y con pH mayores de 4.2, por lo que una acidificación buena es básica”, concreta Fernández Labrada. Al ser la presencia de tierra uno de los contaminantes del clostridios, hace falta trabajar con aperos altos, a más de 6 centímetro del suelo, y contar con prados bien nivelados. También es importante tener las entradas a los silos sin tierra.

La rentabilidad económica de los silos de leguminosas

El impacto económico y en la alimentación de las vacas que proporcionan los silos de hierba es uno de los factores que determina que sean una alternativa por la que apostar en las granjas. Para evaluarlo es preciso prestar atención a cuestiones como la proteína y la energía que proporcionan a los animales y el coste que tiene el cultivo. La estimación de la ingesta de proteína y energía se calcula con la capacidad de ingestión (FND), de manera que a valores más alto, la vaca se siente saciada antes e ingiere menos kilos de silo al día, con lo que la ingesta de nutrientes es menor. Por otra parte, si el forraje es muy digestible se consigue una mayor cantidad de nutrientes por cada kilo. Otro dato que será importante tener en cuenta es la fracción de la fibra que la vaca no consigue digerir (FAD), que debe ser lo más baja posible. “Con silos con trébol podemos conseguir muy buenas calidades y en especial con menor cantidad de fibra, de manera que se pueden aportar más kilos en la ración”, apunta el ingeniero agrónomo. Comparativa entre los silos de raigrás y leguminosas como el trébol anual o la veza. Se compara la proteína (PF), energía (UFL), capacidad de ingestión (FND) y digestibilidad (FAD). Además de en el aporte nutricional en la ración, los costes de siembra, fertilización y producción marcan la diferencia entre los silos con leguminosas o solo con raigrás. Uno de los gastos más elevados en los silos de leguminosas es la semilla, mientras que se reduce de manera notable el gasto en fertilizantes químicos. También hay que tener presente que con los silos de leguminosas se consigue una menor producción de materia fresca. “De elegir raigrás a trébol tenemos una diferencia de 3.9 toneladas de materia fresca menos. Esto implica que cada tonelada producida cuesta 16 euros más”, estima el experto. Así, en una ración media en la que se proporcionen 12 kilos de silo de hierba, hacerlo con un silo de leguminosas supondrá 19 céntimos más por vaca y día. Con la diferencia de calidad que proporcionan las leguminosas el objetivo sería conseguir un ahorro de 435 gramos de pienso, es decir unos 17 euros por tonelada en la fórmula o que la vaca proporcione 0.2 litros más, según los cálculos del ingeniero agrónomo. “En mi opinión, es bastante fácil conseguir esos objetivos. Si la FND es menor y la vaca puede comer más silos, tanto de hierba como de maíz, y depender menos del pienso. A mayores se mejora la digestibilidad y calidad, por lo que también puede conseguirse el aumento en la producción de leche”, valora Fernández Labrada. Comparativa entre los costes de producir silos de raigrás o trébol anual.

Las leguminosas en la nueva PAC

La nueva PAC también tendrá en cuenta a las leguminosas, de manera que en el ecorégimen P3, en el que se aborda la rotación de cultivos con especies mejorantes, se contempla el pago de hasta 85 euros por hectárea por hacer rotación de cultivos en la mitad de la superficie, incluir un 10% de especies mejorantes del cual, por lo menos el 5% deben ser leguminosas. Además de esto, el barbecho no puede suponer más del 20%. Tampoco será obligatorio recoger las leguminosas, ya que el uso para abono verde también está aceptado. La nueva PAC también contempla ayudas para cultivos protéicos (como la alfalfa, veza, avena o altramuz...). En este caso el pago es de 60 euros por hectárea, pero no se permite emplearlo como abono verde.