La importancia para las abejas del manejo de masas vegetales y la necesidad de recuperación de cultivos autóctonos fue uno de los ejes temáticos de una jornada online sobre la miel organizada por Frouma, en colaboración con la Asociación Galega de Apicultura y el Sindicato Labrego. Algunos de los retos que enfrenta el sector son el aumento de la superficie de eucaliptales en Galicia, que se cortan antes de entrar en edades de floración, la pérdida de especies frutales autóctonas o la merma del nabo y las coles en las huertas gallegas.
El manejo de masas vegetales
En Galicia hay más de 300.000 hectáreas de eucaliptos. Se trata de una especie que podría ser interesante para la apicultura, pero por el momento eso sólo es demostrable en la variante «globulus», en masas adultas. El problema es que se precisan masas en floración, «muy difíciles de alcanzar en nuestro territorio debido la falta de estaciones de cultivo propicias, a los turnos de tala muy cortos y a la expansión del eucalipto «nitens», cortado en turnos que imposibilitan su aprovechamiento floral», explica Diego Sánchez, del Sindicato Labrego.
La búsqueda de un mejor ecosistema para la apicultura, según los ponentes, está vinculado al desarrollo de espacios como los bosques, las formaciones de ribera, los sotos o las superficies herbáceas. Sánchez considera que «son necesarios incentivos fiscales que procuren una re-apuesta por una ‘industria’ comarcal de matorrales y uces, y en el caso de los sotos es primordial su recuperación, tanto para fruto como para la flora que se da en este entorno, muy beneficiosa a nivel apícola».
«En Galicia la apicultura depende del monte, por lo que debemos apostar por su mejora en los espacios propicios para la apicultura» (Diego Sánchez)
Los pisos herbáceos son otro exponente para las abejas muy extenso en el territorio. La riqueza floral dentro de los campos permite una recogida de polen más rica y con mejores resultados. Hoy en día, uno de los problemas a lo que se enfrentan estas superficies son «la carencia de una producción diversa de especies en los pastos, que se está relegando poco más que al «ray grass»», afirma Diego Sánchez. Además, entre las problemáticas también están «los cortes de hierba, que al ser en rotación, a penas existe floración, o el uso de pesticidas, que conviene disminuir», critica el miembro del SLG y de AGA.
La desaparición de árboles frutales autóctonas es otro hito a tener en cuenta. «La merma de estos tipos frutales vino dado, en parte, en los procesos de concentración parcelaria, por lo que se necesita la recuperación y rescate de variedades locales», reclama Sánchez. En este mismo sentido, otro fenómeno que marca la producción apícola es la menor presencia de nabos y coles en la horticultura gallega. Según Diego Sánchez «son especies muy visitadas por las abejas que, tras el cambio de dieta del ganado, están quedando relegadas a un segundo plano».
«Es necesaria una recuperación de especies frutales autóctonas, así como de cultivos de nabos o coles, muy frecuentadas por las abejas» (Diego Sánchez)
La relación entre abejas y plantas
Abejas y cultivos se benefician además mútuamente. En el proceso de obtención de la miel, «las abejas tienen un importante rol en la polinización, lo que las vincula con el resto de biodiversidad y la producción de alimentos», afirma Suso Asorey, miembro de AGA y ponente en la jornada.
En Galicia, una gran parte del territorio es monte, y en palabras de Asorey, «un sitio ideal para la producción de nuestros mieles». En paralelo a la diversidad medioambiental gallega, está la pluralidad de colores y sabores de la miel, desde blancas a negras, pasando por diferentes tipos de marrón. «Esta variedad se debe al tipo de polen que se utiliza para su fabricación. Al haber un 70% de pequeños productores, de tantas zonas diferentes, lleva la existencia de muchas mieles», especifica Xesús Asorey.
En función del tipo de árbol, la proporción de polen tiene que ser una u otra para que se pueda atribuir el tipo de miel a la planta. «El eucalipto «globulus» de más de 30 años es interesante y la miel se podría etiquetar si tiene una proporción de polen igual o mayor a un 70%», comenta Asorey. Igualmente, este miembro de AGA hace referencia a las dificultades que supone el cambio climático en la producción de polen de los árboles, e incluso a las consecuencias de la importación de mieles, pues «es un producto que no aporta polinización local».
«La miel podemos importarla, pero la polinización y sus efectos positivos en la biodiversidad no» (Xesús Asorey)
Pesticidas de alta peligrosidad
La bióloga Rebeca Vázquez, por su parte, incidió en los pesticidas de alta peligrosidad. Son, por norma general, los que persisten durante mucho tiempo en el espacio aplicado y en las zonas que lo rodean. Esto tiene consecuencias sobre las abejas «aportándoles cambios fisiológicos y sociales, como el síndrome del colapso de las colonias», detalla Vázquez. Parte de los pesticidas con mayor impacto en las abejas ya se prohibieron y aparecieron otros más ecológicos, pero el problema no desapareció. Desde el sector, se recomienda que los profesionales del campo atiendan al etiquetado de los pesticidas, para escoger aquellos con menor impacto.
¿Cómo puede ayudar la PAC?. La política agraria puede ofrecer una «condicionalidad mejorada», según denominó Vázquez, bajo la finalidad de «proteger a los polinizadores y disminuir el uso de pesticidas», reclama la bióloga. Algunos ejemplos de mejoras pueden ser «el establecimiento de una guía de buenas prácticas, evitar el uso preventivo de los fitosanitarios, o crear hoteles para abejas para que así no sufran las consecuencias de los sulfatos», aconsejó Rebeca Vázquez.