Estrategias de fertilización de praderas en ecológico

El ingeniero agrónomo Joan Alibés da algunas claves para el aporte de nutrientes con este tipo de manejo, así como los productos autorizados. Las necesidades varían en función de la pradera y del uso que se le da, pero siempre hace falta partir de un análisis del suelo

Estrategias de fertilización de praderas en ecológico

La fertilización en ecológico tiene algunas materias primas autorizadas como la sal potásica y la roca fosfórica, sin necesidad de certificados

Galicia se caracteriza por suelos ácido y con gran humedad, pero no son las únicas características que influencian la fertilización en ecológico de las praderas. Darle al suelo lo que necesita es una de las bases fundamentales para mejorar su productividad, así como para incrementar la rentabilidad y competitividad de las explotaciones de ganado vacuno con este tipo de certificación.

Esto, junto a unas buenas prácticas en la fertilización, aumenta la eficiencia en la utilización de los nutrientes, y de este modo, mejora la fertilidad de los suelos, pero ¿con que se puede abonar y cuáles son las bases a tener en cuenta para hacerlo de un modo óptimo? Para responder a estas preguntas el ingeniero agrónomo y asesor técnico Joan Alibés da algunas recomendaciones.
Tipos de fertilizantes autorizados
Las praderas en ecológico pueden utilizar fertilizantes orgánicos con aportes de nitrógeno, fósforo o potasio (NPK) como purines, estiércoles -muy variables dependiendo de sus orígenes, pero con especial atención a los de pollos y gallinas-, y aquellos otros comerciales, aunque con unos costes muy elevados. También existe otra variante que son materias primas minerales que no habían sufrido ningún proceso de síntesis o tratamiento químico; las más interesantes son la roca fosfórica para aporte de fósforo, y la sal potásica para el potasio.

“La sal potásica está extraída en Cataluña, bastante cerca y disponible en cantidad, aunque el principal problema para lo ecológico es conseguirla sin ningún tratamiento químico. Tanto una cómo a otra, al ser materias primas no necesitan una certificación en ecológico, esto es, que vengan con un sello de ecológico. En cuanto a la roca fosfórica, una de las reservas más importantes del mundo está en el Sáhara Occidental, por lo que también intervienen cuestiones de política internacional”, comenta Joal Alibés.

La roca fosfórica es una materia prima que, al ser mineral, contiene otros elementos, aunque la “disponibilidad de fósforo para las plantas es relativa porque viene dentro de un compuesto complejo”, afirma Alibés. Asimismo, contiene otras ventajas muy interesantes, como el atributo de calcio y la reducción de la saturación de aluminio -efecto encalante-. “En Nueva Zelanda, en el 2003, el 10% de los fertilizantes fosfóricos son roca fosfórica de aplicación directa en los pastos”, amplía. Otro punto positivo de este material es que, al ser una materia prima, “se espera un menor coste”, concreta.

“La roca fosfórica aporta calcio y contribuye a la reducción de la saturación de aluminio, por lo que actúa como un encalante” (Joan Alibés)

Algunas limitaciones de la roca fosfórica no sólo están vinculadas a su disponibilidad comercial, sino también a sus orígenes, puesto que, dependiendo del tipo de terreno de extracción tiene una solubilidad determinada. Además, cabe tener en cuenta que su absorción también depende de las características del suelo: “necesitamos una humedad determinada, recomiendan utilizarla en climas por encima de los 850 litros por m2 -que es la mayor parte de Galicia, en suelos ácidos y ricos en materia orgánica para una mayor solubilización del producto, y en suelos con una presencia de azufre”, enumera el ingeniero agrónomo.

En este sentido, para comprobar la utilidad de la roca fosfórica como fertilizante ecológico en las condiciones de suelo y clima de Galicia, desde el CIAM realizaron un ensayo de campo en una pradera compuesta de raigrases y tréboles. Con esta investigación, también se pretendía “ajustar las dosis de fósforo para obtener un buen rendimiento y calidad del forraje, así como para mejorar la productividad de las praderas”, detalla la investigadora del CIAM María Isabel García.

“El ensayo consistía en usar tres fertilizantes fosfóricos a dos dosis; los fertilizantes utilizados eran superfosfato del 18%, una roca fosfórica comercial con una riqueza total de fósforo del 27% y una roca fosfórica importada con una riqueza del 32%. Las dosis de 90 kg/ha de P2O5 y 150 kg/ha de P2O5 se ajustaron en función de la riqueza del fertilizante fosfórico soluble en ácidos minerales (18, 27 y 32%, respectivamente) para poder hacer una comparativa entre ellos”, especifica María Isabel García. También se incluyó un tratamiento control sin fertilización fosfórica.

Las aplicaciones de los fertilizantes se realizaron durante 3 años, antes de la implantación de la pradera y cada otoño. Previamente a las aplicaciones se analizó el contenido en fósforo del suelo. En los cortes realizados se hicieron controles de producción, calidad y de la extracción de fósforo por la planta.

Aplicación de roca fosfórica en los campos de ensayo del CIAM. Fuente: CIAM

Aplicación de roca fosfórica en los campos de ensayo del CIAM. Fuente: CIAM

Por el momento, en cuanto a los resultados obtenidos tras tres años de aplicación de roca fosfórica en pradera, “el contenido en fósforo en la capa de 0 a 10 centímetros del suelo descendió en los tratamientos con roca fosfórica y en el tratamiento control sin fósforo de una manera semejante, mientras que en los tratamientos con superfosfato se incrementó”, avanza García.

“Los contenidos de fósforo en la planta presentaron unos valores ligeramente más altos en los tratamientos con superfosfato, siendo menor en los tratamientos con roca fosfórica y en el control que tuvieron valores similares. Las producciones fueron mayores para los tratamientos con superfosfato. Por tanto, como la roca fosfórica no mostró su efecto en los 3 primeros años, se renovó la pradera para ver si se necesita un período más largo para que sea efectiva”, concluye la investigadora del CIAM.
Bases para la fertilización en ecológico por tipos de pradera
“Necesitamos análisis para tener información de referencia del suelo, concretamente yo lo que me encuentro en muchas ocasiones son suelos muy ácidos, con mucha saturación de aluminio, y en ciertas partes de Galicia hay mucha dificultad para encalar. Después, también hay que tener en cuenta que en los próximos años va a ser necesario, por ley, realizar analíticas periódicas”, recalca el asesor técnico. Al respeto, Alibés insiste en “analizar los suelos y calcular, con los programas del CIAM, las necesidades nutricionales de cada pradera en concreto”.

“Necesitamos análisis para tener información de referencia del suelo, concretamente yo lo que me encuentro en muchas ocasiones son suelos muy ácidos, con mucha saturación de aluminio” (Joan Alibés)

“El pH y saturación del aluminio no sólo afecta a la disponibilidad de los nutrientes en el suelo, sino que también afecta a su microbiología”. En un caso práctico de un terreno abandonado presentado por el ingeniero agrónomo, “el primer análisis de tierra hecho registraba una saturación por acidez de más de un 80% -por lo que, independientemente de lo que le echemos quedará ahí bloqueado- un pH bajo, y una inmensa cantidad de materia orgánica sin mineralizar”.

En cuanto a las praderas en ecológico, se suelen diferenciar tres tipos, aquellas que son de siega y diente, parcelas a diente, que son más difícilmente mecanizables, y pequeñas superficies convertidas tras una recuperación de terreno. “En el caso de los prados de siega y diente, las necesidades totales para una producción de 10 toneladas por hectárea son 160kg/ha de nitrógeno, 100kg/ha de fósforo, y 120kg/ha de potasio, aunque son cantidades difíciles de alcanzar”, afirma Joan Alibés.

¿Cómo se pueden satisfacer esas necesidades? “Si se establece un valor medio de 3,7 de nitrógeno, 0,7 de fósforo y 3,6 de potasio para un purín, serían necesarios entre 40 y 50.000 litros por hectárea, además de un buen manejo del purín para evitar pérdidas de nitrógeno, así como hacer varias aplicaciones”, explica el técnico.

En los prados a diente las necesidades para la producción de hierba cambian reduciéndose a la mitad los nutrientes NPK, y por lo tanto, cubriendo la cantidad necesaria de purín con unos 25 o 30.000 litros. De no tener suficientes, “hace falta valorar el aporte de otros estiércoles, principalmente de pollos y gallinas, aunque también es necesario analizarlos porque hay una fuerte variación entre unos y otros”, señala Joan Alibés.

Ante la mayor exigencia de recuperación de tierras agrarias, la transformación de parcelas de monte raso a pradera representa una convergencia de gran potencial debido a su disponibilidad en el territorio y a la producción de futuros aprovechamientos. Este tercer tipo de tierras de pasto parten de un proceso de mecanización completa y un posterior cultivo en el que Alibés reivindica “la importancia de las especies autóctonas adaptadas, que en estos momentos están en el Banco de Xermoplasma del CIAM a la falta de patentes y registros”, a lo que añade que “hasta que tengamos acceso a su multiplicación hace falta seguir apostando por las mezclas biodiversas”.

Hace falta señalar que las praderas biodiversas representan otro instrumento para reducir los requisitos de fertilización, así como para prolongar el tiempo de producción forrajera. “Como son campos muy ricos en leguminosas ya contamos con un aporte de nitrógeno de unas 40 o 50 unidades. Aun así, las necesidades de fósforo son imprescindibles porque, si no se cubren, en el caso de las parcelas de recuperación es difícil competir con la flora anterior”, amplía el ingeniero agrónomo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Solicitamos su permiso para obtener datos estadísticos de su navegación en esta web, en cumplimiento del Real Decreto-ley 13/2012. Si continúa navegando consideramos que acepta el uso de cookies. OK | Más información