Quico Ónega, investigador del Laboratorio del Territorio de la USC, es uno de los responsables del proyecto Terra Activa, grupo operativo centrado en la investigación y apoyo a los nuevos entrantes en la agricultura.
¿En qué consiste Terra activa y como surgió?
En las últimas décadas nos habíamos centrado mucho en analizar los obstáculos desde el lado de la oferta de tierras, pero cada vez más el problema en grandes áreas de Galicia es del lado de la demanda, porque los jefes de explotación son muy mayores y no existe relevo generacional, por lo que, o se hace algo o muchas tierras van a quedar abandonadas en poco tiempo.
Vimos la oportunidad de plantear esta temática en el marco de la convocatoria del año pasado del plan estratégico de la PAC dirigida a crear Grupos Operativos para desenrollar proyectos de innovación y desarrollo. Decidimos presentarnos para dar apoyo y soporte a los llamados nuevos entrantes, pero no de manera directa sino a través de las entidades públicas y privadas que potencialmente pueden ayudar la estos nuevos entrantes. La cuantía es 177.644 euros y cuenta con fondos autonómicos, estatales y europeos.
¿Qué son los grupos operativos, quien forma parte y que objetivos tiene?
Los Grupos Operativos son siempre colaborativos entre diferentes agentes del ámbito de la investigación e innovación pero también productores del sector primario para que haya una verdadera transferencia de conocimiento, o mejor dicho, una colaboración efectiva en pie de igualdad entre los socios para llevar una idea a la práctica. No se trata de que los investigadores le digan a los productores cómo hacer. Se trata de que juntos traten de llevar a la práctica alguna idea o concepto del que ya existe conocimiento teórico.
En nuestro caso las entidades colaboradoras serían la Escuela de Formación Agraria de Fonteboa (EFA Fonteboa), el Laboratorio del Territorio de la USC, Fundación Juana de Vega, la cooperativa Horsal y el GDR Mariñas-Betanzos y otros tres colaboradores que no son beneficiarios directos, Slow Food Compostela, Granjas Lousada SC y Eloy Galván, productor de las Mariñas.
El primer objetivo sería investigar y conocer si efectivamente este fenómeno de incorporación de gente nueva en el sector se está dando en Galicia y en que condiciones, que necesidades tienen y como se les puede dar apoyo para que puedan llevar a cabo sus proyectos en el rural.
Un segundo objetivo sería generar esas herramientas de apoyo a los llamados nuevos entrantes, pero no de manera directa sino para las organizaciones e instituciones que puedan colaborar con ellos potencialmente, porque pensamos que así tendría más impacto. Lo que intentamos, por ejemplo, es que un grupo de desarrollo rural monte una oficina o ventana de apoyo específica para los nuevos entrantes. En estos tres años esperamos crear una serie de guías y recursos que una entidad pueda usar si quiere apoyar o asesoras a los nuevos entrantes en su territorio. Sería dirigido a grupos de desarrollo rural, cooperativas, ONGs, la propia administración autonómica… Que la Consellería de Medio Rural utilice estos materiales en oficinas rurales sería lo ideal.
Un último objetivo implícito sería poner encima de la mesa el debate sobre la definición concreta de nuevos entrantes, su importancia y sus problemáticas, que son bien diferentes a las de los hijos de los agricultores que cogen explotaciones familiares y ya mamaron esa cultura desde pequeños.
“Sus problemáticos son bien diferentes a las de los hijos de los agricultores que cogen explotaciones familiares”
¿Qué se entiende por nuevo entrante y que características y necesidades presentan?
Es una persona que se incorpora a la agricultura por primera vez, sin experiencia previa en la agricultura, frecuentemente con experiencia en otros campos y procedente de la ciudad.
En la reforma de la PAC del 2023 ya se habla explícitamente de este concepto de nuevos entrantes y de la necesidad de apoyarlos. Tradicionalmente existían dos líneas de ayudas: subvenciones para agricultores jóvenes, diseñadas para hijos de agricultores, y las de mejora de explotaciones agrarias. En esta nueva reforma se reconoce la importancia de tenerlos en cuenta, considerando que las ayudas clásicas estaban pensadas en un modelo de relevo familiar y aparece una nueva línea de ayudas para mayores de 40 años que no cumplen los requisitos de agricultores chicos y que se incorporan por primera vez al sector primario.
Una cosa destacable de nuestros estudios es que de los casi 100 nuevos entrantes que localizamos en los últimos 10 años, la mitad está adoptando modelos de producción agroecológica, lo que pulveriza los registros generales de Galicia donde no llega ni al 10% del sector. Estos modelos de producción priorizan mucho la conservación del suelo, la biodiversidad y buena gestión del agua y de los recursos naturales, lo que significa que está entrando en el sector gente con interés en la gestión sostenible que apuestan por un modelo de producción principalmente ecológico, sea con certificado o sin él.
De los 100 casos analizados en Galicia, 64 eran hombres siendo el rango de edad más común de los 26 a los 35 años. Poco más de la mitad optan por producción vegetal, poco más de un cuarto por la producción animal y menos de un cuarto por la producción mixta. Dentro de los hombres, el 65% optó por la explotación animal.
En cuanto a las problemáticas ya se hicieron estudios en otros sitios, pero este fenómeno es relativamente reciente. Hay líneas comuns que encontramos, como el tema del acceso a la tierra, formación, acceso a financiación, el integrarse en un sector y en un lugar nuevos, la falta de contactos y de conocimientos, la relación con los diferentes agentes y sus dificultades, especialmente para la gente que viene del mundo urbano. En estos casos puede haber problemas de integración social pero lo más normal es que los nuevos entrantes acaben siendo agentes dinamizadores del territorio, especialmente en las zonas más deprimidas demográficamente, ya que muchas veces son familias con posibilidades de relevo generacional. Otra dificultad que no pensamos que sería tan problemática y acabó siendo el principal problema mencionado por los nuevos entrantes fueron las dificultades con la burocracia.
“Más de la mitad de los nuevos entrantes optan por producción vegetal”
¿Por qué existe tanta crítica a la burocracia? Es un problema tan grande?
Cuando hablamos de agricultura, la realidad administrativa y burocrática es muy compleja porque es una actividad que abarca muchas áreas, por lo que es muy difícil conocer todas las normativas y nos obliga a pasar por un montón de sitios diferentes para obtener informaciones sesgadas porque hay cuestiones que tienen que ver con la actividad económica y la fiscalidad, otras con normativas medio ambientales y de manejo de la tierra, del agua, de los recursos naturales, con cuestiones urbanísticas, de bienestar y salud animal, trazabilidad, comercialización, laborales…
A veces parece que hay una mala intención de los que mandan que lo quieren poner difícil pero pienso que tiene que ver con que es una actividad que toca muchos ámbitos.
Es una consecuencia inmediata y intrínseca de la propia actividad. Precisamente las administraciones deberían esforzarse en plantear un ámbito administrativo sensato, porque a veces nos pasamos de rosca y los propios ganaderos no ven las normas sensatas y salen a la calle a protestar, como es lógico. Como la actividad agraria toca tantas áreas, las Administraciones públicas deberían hacer un esfuerzo mucho mayor en ordenar y darle coherencia a la normativa. Por el contrario, recurren al DOGA o al BOE prácticamente para todo. Además, el sector agrario es tan diverso que es difícil hacer una norma que tenga en cuenta esa diversidad, lo cual complica también su aplicación real (para ejemplo, el Decreto de los purines).
Para alguien que empieza de cero y que no es consciente de toda la normativa y aspectos administrativos que tiene que aprender a cumplir cuando va a comenzar su explotación, no hay quien el informe de forma simultánea e integral, tiene que ir a muchos sitios y se entera tarde de muchas normas. El primer tema es enterarse de todo lo que nos afecta y después valorarlo. Esto no es nada fácil. Tú haces un plan pero no eres consciente de los límites legales o los descubres tarde y ya tienes que cambiarlo y a lo mejor ya invertiste dinero.
Teniendo en cuenta lo que se va sabiendo, este colectivo es más probable que apoye las iniciativas de protección ambiental. Es decir, de partida muestran sensibilización por una gestión responsable de los recursos naturales. Que apoye una norma en concreto, también va a depender de cómo esté planteada. Esto no significa que en el sector “tradicional” no haya sensibilidad, pero sí es cierto que es más difícil cambiar prácticas ya establecidas.
El principal problema mencionado por los nuevos entrantes fueron las dificultades con la burocracia.
¿Cuál es la situación demográfica de Galicia respeto a las explotaciones agrarias y por qué son importante las ayudas a los nuevos entrantes?
Salvo pequeñas excepciones, la situación a nivel autonómico, estatal y europeo es muy delicada, y va la peor. En Galicia, tenemos algunos datos que son preocupantes aunque encontramos grandes diferencias según la zona.
En el 2020 sólo el 8% de los jefes de explotación tenían menos de 40 años a nivel gallego y a nivel español el dato es muy similar. Unas 230.000 hectáreas son gestionadas por mayores de 60 años y solo 100.000 gestionadas por menores de 40 años.
La agricultora europea, y especialmente la gallega, es familiar, lo que significa que el relevo en las explotaciones es intrafamiliar. Continúan las explotaciones que ya había, pero no se abren nuevas, en el mejor de los casos. Si el jefe de una explotación es mayor de 55 años y no tiene relevo, lo más probable es que ya no lo vaya a tener.
Es decir, no llega con convencer a los hijos de los agricultores y ganaderos a que continúen, tenemos que centrarnos también en que aparezcan nuevos agricultores que no vengan del sector, sea cogiendo explotaciones ya en marcha o creando nuevas explotaciones. O se empieza a incentivar más la creación de muchas más explotaciones de las que ya hay o quedarán muchas hectáreas abandoadas en poco tiempo.
Es cierto que el impacto cuantitativo de los nuevos entrantes es muy modesto de momento, pero tiene un gran potencial cualitativo, además de ser una vía indispensable para garantizar el relevo en la agricultura gallega y europea, y una oportunidad de empleo para personas que busquen alternativas laborales.
Esto pasa en toda Europa salvo algunas excepciones como Polonia o Austria, donde los jefes de explotaciones menores de 40 años supera el 20%. Seguimos con la idea de que Galicia es un país agrario, ¿que explotaciones quedan realmente? Muy pocas y localizadas en cada vez menos árelas. La relativa concentración geográfica es muy relevante.
El sector lácteo, por ejemplo, se va concentrando cada vez más en menos áreas muy especializadas. Según el IGE, en el 2022 el 75% de las vacas lecheras estaban en 44 municipios (14% del total). Algo parecido pasa con el vino, que se concentra en la zona de DO y más de la mitad de la SAU censada por el Censo Agrario se concentraría en poco más de 40 municipios. El sector intensivo tiene otras dinámicas, no gestiona tanta tierra para el cultivo, pero necesita de tierra para gestionar los purines.
El objetivo político a nivel UE en la década de los 80 o de los 90 era tener menos explotacions pero más grandes y competitivas, pero de alguna manera nos pasamos de rosca. Se asumía que el ajuste estructural era la vía para la “modernización” del sector agrario. El sector agrario europeo es muy diverso como para aplicar las mismas políticas por igual, y en zonas como Galicia, el ajuste significó en buena medida abandono y despoblación.
Para buscar posibles soluciones sería interesante analizar las políticas que se están adoptando en otros países europeos, pero esto daría para hacer otro artículo a parte.