¿Pueden las cooperativas movilizar tierra disponible para sus socios?

Conocemos la estrategia de dos cooperativas españolas para conseguir hacer frente al minifundismo de su zona, ampliar la base territorial e incrementar la rentabilidad de sus socios productores

¿Pueden las cooperativas movilizar tierra disponible para sus socios?

El acceso a la tierra y evitar el abandono de parcelas productivas es uno de los retos actuales de productores y cooperativas.

Más allá de las estrategias para la comercialización de la producción en común o para la adquisición de maquinaria que puedan utilizar sus asociados, las cooperativas pueden jugar un papel activo frente a dos de los retos que se presentan al campo: la falta de relevo generacional y el abandono de la tierra.

Algunas cooperativas han sumado esfuerzos para conseguir movilizar la tierra y hacer frente al minifundismo que condiciona en muchos lugares la gestión y aprovechamiento de esa superficie agraria. La jornada telemática organizada recientemente por Cooperativas Agroalimentarias contó con dos cooperativas que se han decidido a hacer frente a la falta de tierra disponible para sus socios.

“El reducido tamaño de los predios hace que, aunque centrados en sectores completamente diferentes, los productores agrarios de zonas del norte puedan ver las estrategias de esta cooperativa como un ejemplo contra el minifundismo”, explican desde Cooperativas Agroalimentarias. Conocemos cómo lo hicieron y que resultado han tenido en estos primeros años desde que se decidieron a dar el paso:

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Cooperativa San Vicent Ferrer de Benaguacil

Situada en la Comunidad Valenciana y especializada en el cultivo de cítricos, la Cooperativa San Vicent Ferrer de Benaguacil ha afrontado en los últimos años un reajuste de su modelo de gestión de la cooperativa para incidir no solo en la comercialización sino también en apoyar más la producción. “Da la sensación de que el modelo cooperativista está fallando porque hemos mirado a ser comercializadores y no tanto a la parte productiva”, valora Miguel Ángel Martí Herrero, gerente de la cooperativa.

Con más de 800 socios y 300 empleados, la cooperativa produce cerca de 25.000 toneladas de cítricos cada año en un área minifundista donde la superficie media es de 0,3 hectáreas por parcela. La apuesta de la cooperativa para hacer frente a este minifundismo pasó por centrar esfuerzos en la producción. “Todo el buen hacer comercial de las cooperativas no repercute directamente en los socios productores. No hay relevo generacional, no hay cambio en el modelo productivo y por tanto no hay inversión en el campo”, identifica el gerente.

“Tenemos que producir lo que vamos a vender y no vender lo que producimos”

En su estrategia se decidieron por recuperar modelos de producción colectivos. “Tenemos que producir lo que vamos a vender y no vender lo que producimos”, matiza Martí Herrero en base a la experiencia de los últimos años. “Nos hemos ido encontrando con cuellos de botella a la hora de producir y comercializar debido a que muchos socios optaban por los mismos cultivos”, detalla.

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Instalaciones de la cooperativa para el envasado de cítricos.

Al mismo tiempo, también se han dado cuenta de que “no generábamos la rentabilidad necesaria para nuestros socios, debido a la estructura territorial minifundista que tenemos, pero también porque en determinados momentos teníamos picos de producción en lugar de tener una producción constante durante todo el año como nos demanda el cliente”, explica. Además de ello, se encontraban con socios sin relevo generacional e incluso con parcelas cada vez más pequeñas como consecuencia de repartos de herencias y años de desapego a la actividad agraria.

Doble objetivo: ser más eficaces y evitar el abandono de la tierra

La cooperativa optó por la recuperación de tierras porque necesitaban una producción que cada vez fuese más eficiente. “La recuperación de tierras es una consecuencia no un objetivo en sí. Nosotros buscábamos ser más eficientes, tener una mayor producción recuperando el equilibrio entre estructura y producción”, apunta.

“La recuperación de tierras resultó una consecuencia, no un objetivo en sí. Necesitábamos recuperar el equilibrio entre estructura y producción”

Comenzaron a apostar por crecer con la adquisición de tierras y al mismo tiempo, mediante un proyecto en colaboración con la Universidad de Valencia y Cajamar, encontraron de esta forma una solución frente al abandono de tierras. Se trató de un contrato de alquiler de las tierras por 15 años en el que lograban ambos objetivos.

La cooperativa se encargó de la selección de las parcelas en base a criterios como el tamaño o la posibilidad de agrupar varias fincas. La iniciativa buscaba hacer un plan de inversión en el que se consiguiese recuperar el capital de manera que resultase rentable tanto para la cooperativa como para el socio que cedía sus tierras.

“Cambiamos la figura del agricultor tradicional a la de un propietario que participa activamente de las decisiones”

Otro de los aspectos claves fue el papel activo de los socios. “Buscamos involucrar a los socios, haciéndolos partícipes del proyecto de manera que fuesen los ojos dentro del campo. Cambia la figura del agricultor tradicional a la de un propietario que participa activamente de las decisiones”, apunta el gerente.

En estos primeros 4 años del proyecto han observado una rápida adhesión de parcelas y una vez alcanzadas las 500 hectáreas, en estos momentos se encuentran valorando la evolución y los pasos a seguir, replanteándose las directrices a seguir para adaptarse a los cambios que vayan surgiendo.

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En la cooperativa Unió Nuts abordaron la gestión de la tierra para hacer asumibles las inversiones a los agricultores y propietarios.

Cooperativa Unió Nuts

La cooperativa de segundo grado Unió Nuts, situada en Reus (Cataluña), agrupa a 168 cooperativas de Catalunya, Aragón, País Valenciano, Baleares, Murcia y Castilla la Mancha y cuenta con más de 20.000 socios productores que manejan unas 50.000 hectáreas de tierra. En los últimos años, han impulsado un proyecto para movilizar tierras directamente. Centrada en la producción de aceite y frutos secos como la almendra o la avellana, la cooperativa decidió dar el paso hace 5 años y adquirir fincas propias, una iniciativa que buscaba colaborar en el aprovechamiento de tierras evitando el abandono.

La iniciativa surgió con el objetivo de gestionar unas 500 hectáreas y en la actualidad cuenta ya con 700 hectáreas alquiladas. “Se busca que el agricultor pueda seguir en su pueblo, pero sin necesidad de asumir él solo inversiones tan importantes como las que conlleva plantar almendro, dados los gastos que implica tanto el plantel como la instalación del riego”, explica Aitor Lama, técnico de campo de la cooperativa Unió Nuts.

“Se busca que el agricultor pueda seguir en su pueblo, pero sin necesidad de asumir él solo inversiones tan importantes como las que conlleva plantar almendro”

Su propuesta pasa por un contrato a 25 años en la que intervienen 3 agentes: el propietario, la cooperativa y el agricultor. La cooperativa es quien asume la inversión, de manera que los beneficios se reparten de la siguiente forma: el propietario recibe entre un 10 y un 15%, la misma cantidad es para la cooperativa que recupera de esta forma la inversión, mientras que el resto queda para el agricultor, que es quien se encarga tanto de la mano de obra como de adquirir los fitosanitarios y abonos que precise, aunque también puede optar a financiación directa para estos gastos a través de la cooperativa.

En un principio las plantaciones se hicieron en todas aquellas parcelas que se ajustaran a las necesidades del cultivo, independientemente de su tamaño. “Tenemos parcelas de 1 o 5 hectáreas, aunque hemos visto que con esta superficie es más difícil conseguir que sean rentables”, apunta el técnico. En estos momentos, la cooperativa gestiona 40 parcelas y cuenta con 15 propietarios y 20 agricultores.

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